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¿De que hablamos cuando hablamos de una bomba sucia? Por Andrés Sáenz

Por Andrés Sáenz

 

Las recientes declaraciones de la federación rusa sobre las intenciones de usar una Bomba sucia como ataque de falsa bandera por parte de ucrania en el actual conflicto entre ambas naciones han hecho resurgir pasados temores sobre la escalada nuclear y el caos que esto acarrearía.

No fue extraño durante los años de la guerra fría encontrar con facilidad información en los medios sobre el inmenso arco de artefactos militares y civiles que utilizaban la energía del átomo como explosivo, pero esos tiempos hoy ya distantes han caído en la niebla de la memoria y los temores que movilizaron el interés parecen solo insumar libros de historias y guiones para películas o series de bajo presupuesto.

¿Pero de que hablamos cuando hablamos de una bomba sucia?

No vale la pena en estas líneas detenernos en todos los artefactos explosivos que contienen material radiactivo, la galería del terror es inmensa como inmensa la perversión humana; bombas del Zar, tácticas, miniaturas, ICBM, ojivas de reingreso múltiple, portátiles, de fisión, fusión, termonucleares, de Uranio, Plutonio, hidrogeno y un largo etc. engalanan el catálogo del fin del Mundo, pero una en particular volvió a sonar durante estos días en las redes sociales y medios internacionales, La Bomba Sucia.

A diferencia de los artefactos que uno primero suele asociar, esos que producen una explosión en forma de hongo como en Hiroshima o Nagasaki, una bomba sucia no lo hace, es más, no existe reacción en cadena al detonar, mas bien es una explosión bastante ordinaria, si es que podríamos definir así a una tonelada de explosivo militar deflagrando.

Este tipo de artefactos en resumido, no es mas que material radiactivo, isotopos radioactivos de metales pesados como el Cesio o Circonio, pero también Uranio o Plutonio obtenido como desecho de reactores nucleares  al haber disminuido su capacidad en la generación de reacciones en cadena para producción de energía que en la industria y academia se conoce como combustible empobrecido, apenas unas cuantas decenas de Kilos donde junto a explosivos convencionales que al detonar es pulverizado esparciéndose en una amplia zona, mas si son hechos estallar a gran altura, contaminando la área afectada aun cuando solo sea en microscópicas cantidades, las que seguirán actuando por décadas, en algunos casos siglos, dejando inhabitables por consiguiente inmensas extensiones, sin siquiera mencionar la contaminación secundaria que por efectos de los ciclos naturales, como el viento, la lluvia, la filtración a niveles freáticos o el simple arrastre por cursos de aguas superficiales, podría extender el daño a cientos o miles de kilómetros del lugar de impacto.

La perversión en este hasta ahora jamás utilizado artefacto es su simpleza, claro, suponiendo poder conseguir un par de toneladas de combustible nuclear empobrecido, pero una vez habido el Uranio o cualquiera de sus primos menos glamorosos de la tabla periódica, solo bastarían unos cuantos técnicos nucleares, que en Europa del Este y en Particular Ucrania, no son escasos.

Las afiebradas mentes de los servicios de inteligencia occidentales han especulado durante décadas sobre este tipo de artilugios, mas luego de que el club nuclear creciera con la incorporación de Irán, Pakistán y Norcorea al selecto grupo, donde la posibilidad de obtener material radiactivo a precio de amigos, en teoría, se abrió como una posibilidad.

Luego de los atentados de las torres gemelas y el pentágono el 2001, estos miedos ahora, casi convertidos en patología Psiquiátrica en estados Unidos volvieron con fuerza, una camioneta o camión pequeño bastaría para transportar el dispositivo que junto a explosivos convencionales de fabricación cacera, si, de fabricación cacera, bencina de la que se compra que cualquier bomba de combustible y algo de fertilizante potasico (extremadamente común para usos agrícolas) alcanzarían para destruir un edificio de 20 o mas pisos, como demostraron los psicópatas que hicieron estallar las instalaciones estatales de Oklahoma City en 1995 con casi 200 muertes y un millar de mutilados.

Como fuera, y lejos de si esta entre los planes de los beligerantes o no ocupar este tipo de armas, el hecho es que, si es posible fabricarlas a un relativo bajo costo y complejidad técnica, permitiendo entonces que la demencia de la destrucción mutua asegurada, olvidada ya hace décadas, volviera a sonar dentro de las escaladas hipotéticas. De cierto es que no se ve cerca que la radiación inunde la cuenca del Don, ninguno de los actores inmediatos del conflicto podría agenciar las consecuencias de algo así, pero como ha ocurrido antes, las decisiones temerarias y asensos genocidas en medio de una guerra son tristemente frecuentes.  Solo nos queda contener la respiración y esperar que los dorados trigales al este de Dniéper vuelvan solo a ser rotos por los arados en primavera y no por las orugas de los tanques o los cráteres de impactos nucleares.

 

 

 

 

 

 

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