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Vuelven las imágenes que marcaron a una generación

Por Daniela King

#DeFrente

La brutal represión de la que fuimos testigos el 02 de octubre en el contexto de protestas en la Plaza Dignidad,  terminó con el adolescente A.A. arrojado al río Mapocho por manos de Fuerzas Especiales de Carabineros. Dando origen a una de las imágenes más impactantes en cuanto a violencia policial durante el período post 18 de octubre. Rápidamente se viralizaron imágenes comparativas donde se contrastaban los cuerpos arrojados al Mapocho en dictadura y a A.A. tendido boca abajo en medio del río, llevando inevitablemente al estremecimiento y a una indignacón que ha invadido a la población, manifestándose en territorios y redes sociales con mucha fuerza, exigiendo la salida del general Mario Rozas, del ministro Víctor Pérez y la Disolución de Carabineros. Y es esta comparación la que nos da para pensar que las imágenes se cargan de simbolismos y que pueden marcar momentos históricos y por tanto a las generaciones que le rodean.

Cuando se arroja a un joven de 16 años por un puente al río con la única responsabilidad de estar manifestándose en un régimen que se supone democrático, no solo se le vulneran todos sus derechos a él como individuo, también se afecta profundamente a la infancia, a los niños, niñas y adolescentes que son testigos de esa acción. En momentos donde las imágenes se reproducen a velocidad luz por las redes sociales y no existen mayores filtros de acceso para menores, este hecho adquiere suma relevancia. Tal vez si como adultos hiciéramos el ejercicio de posicionarnos en una etapa de la niñez y  nos enfrentaran a estos videos y fotos, podríamos pensar en las repercusiones que las violaciones a los DDHH le causarán a la infancia que ahora acompaña este proceso. Si miramos a las generaciones que vivieron su niñez en los 70 y 80; y las imágenes que en ese período se exponían (con mucho más recelo que en la actualidad) como el caso Quemados, los cuerpos que arrojaban al Mapocho, fusilamientos en las calles y  un largo etc; sin duda calaron hondo, dejaron una huella de temor a repetir o protagonizar esas imágenes.

El temor y desconfianza se materializaron en 30 años de conformismo e individualismo, sin embargo en paralelo y sin ningún tipo de revuelo mediático existieron personas y organizaciones que vencían ese temor todos los días y a quienes nunca se les escapó la convicción. Convicción que se impregnó en una nueva generación, dando luces el 2006, 2011 y estallando el 2019, porque siempre nos hemos encontrado los/as mismos/as, con la diferencia que en cada oportunidad hemos sido más y en conjunto el temor se está venciendo. Debemos ser muy precavidos con los mensajes que les entregamos a los niños, niñas y adolescentes, en este tiempo nos jugamos la actitud de las siguientes generaciones. Podemos impregnarlos de un sentido de esperanza, del convencimiento del trabajo mancomunado, de los cambios colectivos, del derecho a protestar y a exigir lo que nos pertenece, podemos convencerlos de que sí se puede ganar. O por el contrario, podemos ser nuevamente una generación que crea que sólo lo electoral nos hará cambiar y otra vez actuar como timoratos conformistas. Optar por la primera opción, no significa restarse de cualquier instancia de participación, simplemente porque el pueblo recobró su fuerza, de nuevo nos convencemos día a día que nuestra demanda es justa y que es unitaria, pese a lo que tejan seres políticos extraviados en su mundo, nosotres somos más.

Para que las nuevas generaciones no crezcan con temor de manifestar su opinión o sus críticas, debemos cambiarlo todo, para que los atropellos a los DDHH individuales y colectivos de verdad se superen, debemos cubrir todos los espacios a los que tengamos acceso. No podemos esperar que la institucionalidad como está cambie su forma de actuar y nos respete, eso no sucederá si no la intervenimos y hacemos que este sea un país donde todos florezcamos. En este proceso no se está jugando solo nuestra ética y principios, se están jugando por lo menos 40 años de historia. Es la responsabilidad de los adultos de estos tiempos demostrar que nunca más nos reinará la abulia y no nos importará quién nos gobierne, porque quienes nos gobiernan no tienen otra intención que mantenernos en la miseria, no solo material, si no miseria como humanidad.

Por último, la señal ante lo sucedido tiene que ser de extrema rigidez en cuanto a determinar responsabilidades y que paguen desde todos los mandos la brutal represión a A.A. y de todas las víctimas de represión por manos del Estado. Las campañas no se pueden convertir en una: “Nueva alegría ya viene”, porque si realmente vamos a cambiar las cosas, no como en los 90, los poderes fácticos no se harán esperar, las condenas económicas y todo el plan ya sabido, sin embargo ya los conocemos; la inteligencia y la convicción deben reinar pese a todo. Es nuestro deber avanzar con fin de cambio, nunca olvidando que nuestros enemigos no tienen piedad, lo han demostrado sin cesar con represión y con negligencia sanitaria. Es nuestra responsabilidad luchar sin restarnos de todas las tácticas que nos acerquen a construir un futuro digno para quienes nos siguen y si no lo logramos todo, que al menos se lleven más imágenes de unión, de expresiones artísticas, de una lucha llena de cariño y colectividad, que los inspiren para seguir luchando, al igual que nosotros nos emocionamos con Víctor Jara, con los cordones industriales, con la juventud que dio la vida para que nosotros estemos dando la pelea que estamos dando.

 

Imagen extraída de pagina12.com.ar

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