
Venezuela, Nicaragua, ¿Bolivia?
Por Pablo Parry
#DeFrente
Las violentas manifestaciones que se han expresado en las calles de las principales ciudades de Bolivia en rechazo a la reelección del presidente Evo no son sino otro síntoma más de una oposición que, a sabiendas de no poder ganar mediante los votos, recurre a la fuerza y a la violencia con la finalidad de tumbar a un gobierno legítimo. Es exactamente la misma agenda que la extrema derecha, en alianza con el imperialismo norteamericano, ha usado para tratar de tumbar a los presidentes Ortega y Maduro para hacerse con los recursos naturales de aquellas naciones, a fin de imponer la más brutal de las regresiones contra esos pueblos.
El repertorio se repite: Se instala la idea de que en esos países hay dictaduras, se apoyan a grupos violentos para sembrar el caos y quemar gente viva en las calles, luego vienen las sanciones para destruir económicamente a esos países para finalmente lograr forzar un «cambio de régimen», acabando mediante la fuerza procesos populares que abogan por la emancipación de nuestra América. Ya vimos eso en Honduras cuando un presidente trató de llamar a una asamblea constituyente. Paso también en Brasil, en donde un gobierno (por más criticas que se le puedan hacer a su gestión) fue víctima de un vulgar golpe civil por parte de la misma élite corrupta que hoy gobierna con puño de hierro una nación azotada por el narcotráfico y la violencia. Ni hablar de Paraguay, en donde un gobierno progresista también fue víctima de un golpe blando en un proceso totalmente viciado e ilegal.
Se puede estar de acuerdo o no con un gobierno. Incluso se puede derechamente cuestionar la decisión de un gobernante de re-elegirse. Pero no se puede pretender con aquello justificar actos violentos que terminen en graves perjuicios contra la sociedad en su conjunto, mucho menos desconocerse la validez del sistema democrático del país, el cual ha sido sistemáticamente señalado por organismos internacionales como uno de los más fiables del mundo.
Es por aquello que le corresponde a las fuerzas de izquierda de la región (incluyendo el caso particular de Chile con el FA) rechazar contundentemente toda forma de violencia que atente contra la estabilidad política de la hermana República de Bolivia, así como condenar todo injerencismo extranjero en los procesos de una nación soberana y reivindicar el legítimo derecho a la autodeterminación de los pueblos. Pues es aquello lo que realmente esta en juego aquí: El derecho de cada país de nuestra Patria Grande a tomar las riendas de sus propios destinos contra toda forma de imperialismo.