
«Una guerra a cuatro bandas», por Nicolás Valenzuela
La complejidad de la guerra que se está librando en Ucrania está dada porque hay 4 conflictos que se superponen entre sí: el de las repúblicas separatistas (Donetsk y Lugansk) con Ucrania; el de Ucrania con la Federación Rusa; el de Rusia con la OTAN y el de EEUU con China. Junto con ello no se pueden dejar de lado los antecedentes históricos, étnicos y políticos de todos los que intervienen. Es un escenario complejo que dificilmente pueda admitir simplificaciones. En esta columna, hacemos un resumen de éstos y se abren perspectivas para el debate.
Plaza de la Independencia en Kiev
EEUU-CHINA
El conflicto entre las dos grandes superpotencias se ha visto acelerado por la pandemia, la crisis energética y la recesión económica. No cabe duda de que EEUU alentó la discordia en Europa del este con conocimiento de las consecuencias que podría tener. Desde el 2001, Bush puso a Washington en una nueva ofensiva: Promovió el ALCA en América Latina, inventó la guerra en Irak y forzó la expansión de la OTAN, entre otras medidas. El mismo año que Ucrania inició su proceso de admisión en la Alianza militar del Atlántico Norte -2008-, hay registros de que ya existía conciencia institucional al interior de la CIA de que esta apuesta implicaría traspasar las líneas rojas de Moscú. Lo más anecdótico, en tal sentido, ha sido un video del actual presidente de EEUU, en 1997, afirmando que expandir la OTAN al oriente era una forma de conflictuarse con Rusia.
¿Qué gana? En la versión optimista un conflicto en Ucrania podría llevar a la Federación Rusa a una crisis y con ello lograrían desestabilizar al más grande aliado de China. Un gobierno favorable en el Kremlin implicaría retrasar un par de años el ascenso meteórico del milenario pueblo del nacido en las riberas del río amarillo. A escala regional, podría seguir ampliando su influencia en el Mar Negro y eventualmente al Cáucaso, lugares donde presiona fuertemente a Rusia y Turquía. Como mínimo, retrasa de manera indefinida la puesta en marcha de la tubería de gas rusa Nord Stream 2, con ello la mayor dependencia de Bruselas a Moscú y la OTAN vuelve a tener razón de ser luego de la caída de la URSS. En resumen, asegura y fortalece su “alianza” con Europa.
Para EEUU los riesgos de una iniciativa de estas características es que podría acelerar aún más el proceso de resquebrajamiento de la hegemonía norteamericana y consolidación de un esquema multipolar: el debilitamiento del aparato ideológico occidental; la creación de un sistema de pagos internacional alternativo al SWIFT, y la entrada en una carrera armamentística en Europa mientras lo más importante se juega en el Asia Pacífico. Para China, las guerras enlentecen y atentan contra su uso suave de la fuerza a través del intercambio económico, la integración con Europa y genera más tensiones con EEUU.
Macron intentó, infructuosamente, frenar la escalada del conflicto.
OTAN-RUSIA
Rusia está lejos de ser la potencia que fue mientras el Partido Comunista estuvo al mando. Hoy, en términos puramente económicos, con un PIB menor al de Italia, una producción basada en un 60% en la exportación de gas y petróleo y una participación irrelevante en el mercado financiero mundial, es una nación de segundo o tercer orden. Sin embargo, no lo es en términos políticos y militares. Su alianza con China juega un papel fundamental en el orden mundial. Su potencial de combate basado en el número y la experiencia de su fuerza, en la alta tecnología con la que cuenta y la siempre inexpugnable mutua destrucción asegurada con la que cuentan, le entregan un poder disuasivo y un brazo político mucho mayor que el que tienen otras naciones. Tanto es así, que ni la OTAN se atrevió a intervenir en Ucrania.
Rusia representa una potencia político y militar a escala regional, que cuenta con un activo estratégico para Europa: el gas. El proyecto nacionalista de Putin y la oligarquía rusa, que prentende volver a imponerse sobre los ex países del Imperio zarista y la URSS. Por eso antagoniza con Lenin, a quien hace responsable de la división de Rusia. Para alcanzar sus metas depende de: su alianza estratégica con China, de sus fuerzas armadas, de incrementar su influencia en Europa y volver a construir una relación de vasallaje con los otros pueblos eslavos.
Por este motivo el Euromaidán resultó ser doloroso para el Kremlin. Hizo girar la política externa de Kiev hacia el Atlántico, en su desmedro y con la amenaza de su ingreso a la OTAN la puso en alerta. Luego de la humillación sufrida tras la caída de la URSS, resulta intolerable caer, nuevamente, bajo las presiones de la Casa Blanca. Saben que eso implicaría hipotecar su proyecto neo zarista. Bielorrusia y Ucrania, en tanto aliadas, representan la zona de protección ante una agresión europea, temor que, según cuenta la historia, no es infundado. 27 millones de vidas costó la Gran Guerra Patria.
Zelensky y un gestito conocido por acá
RUSIA-UCRANIA
Considerando lo anterior es que, con todos los costos económicos y políticos que trae, para Rusia resulta mucho más abordable y menos riesgoso, asumir un enfrentamiento con Ucrania que uno con la Alianza Atlántica liderada por el tío Sam. A pesar de que la rusofobia ha alcanzado uno niveles insospechados, de que Europa se ha le vuelto a cerrar, de la desconexión parcial del SWIFT y del ostracismo a nivel público (que va desde los medios y las redes sociales hasta instituciones como la FIFA), el conflicto justifica el proyecto nacionalista, tiene cierto margen para poder sostenerse en sus socios asiáticos y evita la entrada directa a un conflicto estratégico para el cual no se siente preparada.
El desarrollo de la campaña de la guerra irá revelando de manera más clara los alcances y metas de la apuesta de Putin. En un principio, no parece que los objetivos más importantes estén aparejados a los de una guerra propiamente colonial: un proceso de acumulación originaria mediante la expoliación de bienes comunes o una fuerza de trabajo subordinada, la exportación de capitales, bienes o servicios del mercado interno o la imposición del sistema financiero. El resultado más visible en el tiempo inmediato es el alza en el precio del gas y las armas, que, sin dudas, le reportará a estos sectores ganancias históricas durante unos meses, sin embargo, está por verse si éstas podrán mantenerse en el tiempo. El riesgo del corte de suministro, acelerará los procesos europeos para terminar con su dependencia.
Neonazis ucranianos y su líder nazi Stepan Bandera
NEONAZIS EN UCRANIA
La nazificación de Ucrania no es una exageración de los rusos. Los antecedentes de su vínculo directo con el nazismo se remontan hace poco menos de un siglo. Durante la ocupación alemana los colaboracionistas fueron protagonistas de grandes masacres contra la población judía que sumaron más de 150.000 víctimas. Desde la llegada del ejército Rojo, estas organizaciones fascistas iniciaron una guerra de guerrillas hasta la mitad de la década de los 50. Sin perjuicio de esto, siguieron operando bajo la protección de EEUU, en el contexto de la guerra fría. Con la caída de la URSS diversos grupos de derecha nazi como: la Organización de Nacionalistas Ucranianos, Movimiento popular, Svoboda y Trident y Sector derecho abiertamente paramilitar-, emergieron. Todas éstas comparten, además de las típicas políticas xenófobas, anti-lgtbiq de estos sectores, la reivindicación al colaboracionismo durante la ocupación alemana.
A días de terminar su periodo presidencial en 2010, Viktor Yuschenko -cercano amigo de los EEUU-, le entregó el título póstumo de Héroe de Ucrania a Stepan Bandera, uno de los líderes del colaboracionismo e ideólogo de las organizaciones neonazis de Ucrania. Los eventos del Euromaidan comprobaron el alto grado de preparación de los paramilitares neonazis en Ucrania y su influencia en la política interna.
Con la llegada de Petró Poroshenko al poder luego del golpe de estado (2014), varios de los líderes de estas organizaciones neonazis fueron parte del gobierno: Andriy Paruby, Vitaly Yamera, Andriy Mokhnyk, el multimillonario Arsen Avakov e Ihor Ishvaika. De hecho, las milicias neonazis protagonistas del golpe desde el 2014 son parte de la refundada Guardia Nacional de Ucrania, organización militar diferente a las Fuerzas Armadas, que depende directamente del Ministerio del Interior y que se ha hecho famosa por sus actos criminales en el Donbass.
En 2021, en votación de la asamblea general de la ONU, EEUU y Ucrania fueron los únicos países que votaron en contra de condenar la glorificación al nazismo.
Bandera de la República Popular de Donetsk
UCRANIA-OBLAST SEPARATISTAS
El golpe de estado y la ruptura de la política exterior de Ucrania con la Federación Rusa no podía darse sin fricciones. Y es que las historias de ambos pueblos se encuentran altamente imbricadas desde la formación del Rus de Kiev (S. IX). La parte sur oriental de su territorio formó parte del Imperio ruso durante más de dos siglos. Lo cual explica porqué buena parte de esta zona tiene al ruso como lengua materna y adscriben a esta cultura. Los límites actuales de Ucrania fueron definidos en el contexto de la revolución Bolchevique y la formación de la URSS. De hecho, Crimea fue entregada por Nikita Jrushchov a Ucrania de manos de la RSFS de Rusia en 1954.
Las oligarquías de Kiev -envalentonadas por EEUU-, en su ansiada búsqueda de pertenecer a la Unión Europea, promovieron la exaltación del nacionalismo ucraniano, la reivindicación de la lucha contra el estalinismo e incluso el colaboracionismo con los nazis y esto trajo como consecuencia una trizadura en la sociedad ucraniana. El antagonista obvio de esta historia es el Imperio Ruso/la URSS y la Federación Rusa de Putin.
Los golpistas, con Poroshenko en el gobierno Ilegalizaron al Partido Comunista Ucraniano, eliminaron la ley que reconocía al ruso como segunda lengua y amparó y cobijó a los nazis bajo el aparato estatal -entre ellos al Batallón de Azov-, permitiéndoles actuar con relativa impunidad. La Unión Europea hizo vista gorda.
Sintiéndose cercada y culturalmente en peligro, la población rusa de Crimea, Donetsk y Lugansk reaccionó a los hechos del Euromaidán. Crimea fue la primera. A través de un referéndum, celebrado el 14 de marzo de 2014, votó derechamente por unirse a la Federación Rusa con un 90% de respaldo. Contó con el apoyo de la Federación Rusa. Donetsk y Lugansk, en vez de federarse, proclamaron su independencia el 11 de mayo de ese mismo año con un 89% de votos favorables. Sin embargo, a diferencia de la península, no contaban con el amparo directo de Moscú. La reacción de Ucrania fue ocupar militarmente ambos oblast y esto dio paso a la guerra del Donbass, con sus 14.000 vidas a cuesta.
II Acuerdos de Minsk
LA GUERRA DEL DONBASS Y LOS ACUERDOS DE MINSK
Mientras en Kiev reclaman que el separatismo es una intervención rusa que atenta contra su integridad territorial, los oblast del este afirman que tienen derecho a su autodeterminación. Europa se negó a reconocer a las nacientes repúblicas, sin embargo, no tuvo problemas para reconocer a las que nacieron de la Yugoslavia comunista. Lo cierto es que los métodos utilizados en la guerra del Donbass dan cuenta de la rusofobia que existe del lado ucraniano: bombardeos a la población y la infraestructura civil, ejecuciones sumarias y violaciones.
Los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 dejaron la sensación de que cada bando se fue a casa con su propia interpretación de lo firmado. Mientras Ucrania esperaba que los oblast volvieran a su control, las regiones separatistas y la Federación Rusa interpretaban que el carácter de región especial les permitiría actuar con mayor autonomía. Los neonazis por su parte, desde el primer momento estuvieron en contra de los acuerdos de Kiev y los boicotearon. De esta manera, no se produjeron mayores avances respecto de lo suscrito. Ya en 2017 la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa constataba sus incumplimientos y el crecimiento de la tensión.
Esto implicaba que o se llegaban a nuevos consensos o el problema se resolvería militarmente. Kiev, de manera irresponsable, asumió el riesgo de desconocer los acuerdos e insistir en ingresar a la OTAN. Moscú temía la invasión de Crimea, una ofensiva definitiva en el Donbass, pero por sobre todo la posibilidad de que misiles de largo alcance con capacidad nuclear, en manos de unos nacionalistas rusos fóbicos, estuvieran a 5 minutos de la capital. Escaló con una movilización de tropas a la frontera en la primavera de 2021. El sufrimiento de la población rusa dentro de Ucrania y la causa de Donetsk y Lugansk le entregaban justificativos extras a sus intereses.
Ucranianos hacen uso de los corredores humanitarios acordados entre los diplomáticos
LA OPERACIÓN MILITAR ESPECIAL
En diciembre del año pasado Putin le entregó un ultimátum a Ucrania y a la OTAN exigiendo el reconocimiento de Crimea, la desmilitarización de Ucrania, su estatus de neutralidad y la renuncia por parte de la alianza atlántica a seguir su expansión al este. Kiev temía la guerra con Rusia, pero no estaba dispuesta a soltar su ingreso a la OTAN mientras no le aseguraran que Crimea, Donetsk y Lugansk volverían a estar bajo su soberanía. Hizo caso omiso de las advertencias y mordió el anzuelo de EEUU que espera que el conflicto y su duración debiliten al principal aliado de China. Después de que, sin eufemismos, portavoces del Kremlin dijeran que si no obtenían respuestas políticas a sus demandas las obtendrían militarmente, en una actitud estúpida, fanática o derechamente preparándose para la guerra, Ucrania mantuvo su posición respecto del Donbass, su compromiso de ingresar a la OTAN e incluso amenazó con su salida al Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares. Siempre quedará la duda acerca del contenido de los papeles que tan afanosamente quemaban en los cuarteles generales de Kiev el primer día de las hostilidades.
Ante la movilización en Ucrania, las repúblicas separatistas solicitaron reconocimiento y protección por parte de Rusia. Putin accedió y tres días después dio inicio a una operación militar especial cuyos objetivos declarados son defender a los ciudadanos del Donbass y para ello se propone la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania y llevar a la justicia a los responsables del genocidio(sic) en contra de los pueblos separatistas. En Donetsk y Lugansk la noticia se recibió con alegría. El martirio de ocho años, podría estar llegando a su fin.
A la fecha la Federación Rusa ha declarado que: no pretende enemistarse con el pueblo ucraniano, ni hacer una ocupación del país, ni instalar un gobierno títere en Ucrania, aunque ha llamado a los militares a darle un golpe. Si la había, la estrategia de un derrocamiento rápido del gobierno de Zelensky no funcionó.
La voluntad manifestada por el alto mando ruso se expresa en tratar de reducir al mínimo las víctimas civiles y en un avance envolvente en dos sentidos: sobre los grandes centros urbanos en términos tácticos y sobre el frente del Donbass en un sentido más estratégico. La experiencia de Chechenia dice que el costo humano, moral y militar de una lucha calle a calle en las grandes ciudades es demasiado alto. La ayuda y los corredores humanitarios a la población civil que se encuentra rodeada, la apuesta por el desgaste político del enemigo, centrarse militarmente en los elementos neonazis y sacar ventaja sobre el poderío militar para flanquearle son parte del mismo plan de no enemistarse del todo con el pueblo ucraniano.
Mapa ruso de la operación militar especial en Ucrania, al 5 de marzo.
LO MILITAR
Kiev reaccionó como pudo al ataque ruso. Ante la amenaza de una rápida toma de la capital armó a la población, movilizó a los reservistas, a todos los hombres entre 18 y 65 años, incluso hasta los presos, en menos de cinco días. Una medida desesperada que pone al pueblo ucraniano en la línea de fuego y a la larga puede generar más caos que certezas. Repuesto de los primeros golpes, con el correr de los días, el apoyo en armas y pertrechos por parte de occidente, una política de severo castigo a todo tipo de conciliación con las demandas y el ejército ruso ha logrado resistir en Jarkov, retroceder lentamente en Lugansk y Donetsk y ha evitado que la principal ciudad del país quede encerrada.
Sin perjuicio de lo anterior, la Federación Rusa se ha anotado un par de victorias importantes: cuenta con supremacía aérea en los cielos ucranianos, ha inutilizado buena parte de las instalaciones militares del país y se encuentra próxima a recuperar íntegramente el territorio de Donetsk y Lugansk. En el frente sur el avance de los rusos ha sido constante. Cayó la primera capital de un oblast (Jerson), Mariupol está rodeada y las miradas ya apuntan a Odessa.
La estrategia rusa que busca dividir al ejército de los sectores fascistas y con ello minar el apoyo de Zelenski está dando sus primeros frutos. El batallón de Azov ha impedido los corredores humanitarios, acordados entre los diplomáticos, en Mariupol y Volnovakha, y con ello pierde legitimidad a los ojos del mundo.
No está demás destacar la composición de los diferentes mercenarios extranjeros reclutados para luchar por Ucrania: paramilitares colombianos, sionistas del estado de Israel, yihadistas de Al-Qaeda, neonazis de varias partes del mundo. Una rara mezcla que solo EEUU hace posible.
Votación en la ONU sobre la Agresión en contra de Ucrania
LA RESPUESTA MUNDIAL
La comunidad internacional -léase la OTAN y otros aliados subalternos de EEUU- salieron a condenar firmemente la operación rusa. Y desde todas las instancias a las que pudieron echar mano establecieron sanciones para Rusia, desde la ONU y la UE, pasando por los medios de comunicación y las redes sociales, hasta las FIFA y la Federación Internacional de Felinos. Atadas de mano en materia militar, las sanciones económicas son las que siguen en fuerza, sin embargo, no las pueden aplicar con todo vigor, porque una guerra total en tal sentido sería desastrosa para Europa también, especialmente para Berlín.
Dos ejemplos: a la fecha los europeos no han dejado de comprar el gas ruso que pasa por Ucrania, ni los ucranianos lo han impedido; Rusia no ha sido completamente excluida del sistema SWIFT.
EEUU, en su desesperación ha llegado a restablecer contactos con el gobierno de Maduro para obtener el petróleo caribeño y así paliar el alza del crudo y gestar un embargo de este bien a Rusia. China ha abogado por una solución diplomática del conflicto.
En América Latina, sólo Cuba, Bolivia, El Salvador y Nicaragua se abstuvieron de la condena realizada en Naciones Unidas. Brasil y Argentina, quienes en un principio se mostraron reticentes, finalmente votaron a favor. Esto tiene dos motivos: el primero de ellos es que pretende blanquear el comportamiento de la derecha ucraniana, EEUU y la OTAN y el segundo es que entre quienes resisten las políticas norteamericanas, sin importar las diferencias ideológicas, existe una alianza táctica.
Por otra parte, ya son varias las empresas y compañías que han dejado de prestar servicios o producir en Rusia, entre las que destacan: Maersk, Boing, Shell, Nokia, Meta, varias compañías automotrices, el Banco Mundial, el HSBC, Adidas, Disney, Sony Pictures, Warner Bros y Airbnb. Como respuesta, el partido de Putin, Rusia Unida, está proponiendo su nacionalización.
Tanques rusos en Ucrania
PERSPECTIVAS Y DEBATES
La velocidad del triunfo del Kremlin depende de que colapse el gobierno o la unidad al interior del ejército de Ucrania, más que de lo ocurra propiamente tal en el campo militar. Si bien podría rodear a las unidades ucranianas que combaten en el Donbass, si no es capaz de cimentar el triunfo político, tendrá que luchar contra una desgastante guerra de guerrillas financiada por la OTAN y sus miles de mercenarios fascistas. Entre más se demore, más difícil será controlar a una población que en general se ha mostrado muy contraria a la operación y, por ende, de asegurar la continuidad de los objetivos planteados después de dejar el país.
Los diálogos diplomáticos no han dado mayores resultados que los corredores humanitarios. Rusia no ha bajado sus pretensiones y Ucrania solo se ha mostrado dispuesta a conversar del estatuto de neutralidad, sin renunciar a Crimea, Donetsk y Lugansk. En las últimas horas pareciera abrirse un camino distinto.
La Federación Rusa optó por las armas, dejó un fuerte precedente y quedó marcada como una potencia guerrerista. La fuerza, no debiese ser la forma de resolver los conflictos entre los pueblos. No debe haber, sin embargo, una posición hipócrita en esta materia. La resolución pacífica de los conflictos supone que el otro está dispuesto a hacerlo, o, al menos, ha sido disuadido de buscar otra alternativa. De lo contrario, no quedan muchas alternativas. Aún pudiendo buscar una salida negociada, Ucrania -militarmente muy superior en este caso- no lo hizo respecto del Donbass. Y si bien es cierto que Ucrania no habría atacado a Rusia directamente, no es menos cierto que estaba decidida a lanzar una ofensiva sobre las regiones separatistas, insistir en su ingreso a la OTAN y con ello empujar unos segundos más el reloj del apocalipsis.
Queda planteada la pregunta acerca de si el uso de fuerza en la calidad de agresor para prevenir un riesgo estratégico resulta una decisión posible de tomar, considerando, especialmente, el carácter neonazi de los vecinos, sus aliados y las históricas invasiones sufridas. La diplomacia china tiene un par de experiencias exitosas en tal sentido, con la India y Vietnam. Lo cierto es que Rusia puede darse el lujo de este tipo de acciones gracias al enorme poder disuasivo con el que cuenta. Y así lo podrían replicar las potencias regionales o locales. Las fuerzas o gobiernos populares y revolucionarios, considerando la existencia de potencias agresoras que siempre buscarán desestabilizar los procesos de autodeterminación ¿Siempre deben esperar recibir el primer golpe antes de actuar? La clausura del debate empobrece.
La clave, debería estar en salirse de los principismos liberales y entender que el trato de este tipo de cuestiones tiene que ver con el desarrollo a escala global de la lucha de clases. De lado y lado podemos buscar principios defendibles como la autodeterminación de los pueblos y la integridad territorial. En concreto, más allá del nacionalismo ruso, la decisión de Crimea, Lugansk y Donetsk de separarse de Ucrania es legítima, pues representa una política de sobrevivencia ante la decidida acción anti rusa promovida desde Kiev. Ahí debiera estar la solidaridad de los pueblos. Los discursos de odio de los neonazis ucranianos son discursos genocidas.
EEUU y sus aliados son la principal amenaza para los pueblos. Y si bien Rusia representa un estado nacionalista de derecha, una potencia militar nuclear y un cuadillo regional, el estado de Ucrania dirigido por Zelensky es hoy por hoy es un estado fascista al servicio de la política expansionista de la OTAN y que por ende pone en riesgo a la humanidad completa con su política de conflicto con Rusia. De ahí que su desarme, desnazificación y neutralidad representan objetivos deseables para Europa y el mundo. La derrota de Washington es paz para el mundo. Como también lo es que desaparezca la OTAN y el chovinismo neo-zarista de Putin. Lo mejor, desde luego, es que hubiese habido una resolución dialogada del conflicto, sin embargo, es tarde para hablar de lo que ya no ocurrió.
De todos modos, la guerra debe cesar cuanto antes y la salida debe ser política. Los pueblos de Ucrania y el Donbass no pueden seguir siendo víctimas del neonazismo ucraniano, la política expansionista OTAN y EEUU, como tampoco del nacionalismo ruso. La solución está en que los involucrados a todo nivel se comprometan en la desmilitarización y la neutralidad de Ucrania, a su vez, debería abrirse la posibilidad al reconocimiento de la independencia de las repúblicas Donetsk y Lugansk, o en el peor de los casos, de su autonomía. Rusia por su parte, también debería estar dispuesta a flexibilizar sus posiciones respecto de Donbass o al menos a resolverlas a través del diálogo y comprometerse a no aprovecharse de la condición desprotegida de Ucrania, en comparación a Polonia o los estados bálticos.
Lenin en la Conferencia de Zimmerwald, 1915.
CHILE
Como en esta parte del mundo nos hayamos bajo el predominio político, cultural y militar de EEUU hay poco espacio para una interpretación distinta a la que ofrecen los medios de comunicación tradicional: Putin es un imperialista demente que está invadiendo Ucrania y atacando a mansalva a la población civil, las bajas rusas son catastróficas, Ucrania resiste firmemente, todo tipo de sanción está plenamente justificado y sus efectos serán demoledores. El mismísimo presidente electo salió a condenar la agresión rusa, omitiendo la guerra del Donbass, el incumplimiento de los acuerdos de Minsk, la responsabilidad de EEUU y la OTAN, y el doble rasero con el que se mira el conflicto. No contento con eso, se dio el lujo de compartir un video de Zelensky. En Andrés Bello #2800 debieron abrir champañas.
En la política institucional ocurre algo similar -era que no- a lo que ocurre en los grandes medios. La izquierda naufraga entre un pacifismo estéril, una nostalgia soviética acrítica, posiciones equidistantes que evitan ser tildadas de pro Putin o de simplonas condenas como la del presidente, completamente funcionales al relato de la OTAN. No han faltado los llamados de no “pensar” o “meterse” en un conflicto “que poco tiene que ver con nosotros”, nada más ninguneador, ni pedante.
Hay un par de argumentos, en particular, del cual me gustaría hacerme cargo. El primero de ellos dice relación con trasladar la posición de la izquierda de la segunda internacional en la conferencia de Zimmerwald de 1915 al presente. Tengamos honestidad intelectual, lo que defendía Lenin, y Rosa de Luxemburgo, entre otros, era que la paz solo era alcanzable a través de la revolución. De hecho, se manifestaron abiertamente en contra del pacifismo. No veo a los colegas de la izquierda que claman enardecidamente por la paz llamando a la revolución. Y es que el escenario de esa época era muy distinto al actual: multipolar, de varios imperios en disputa a escala global y con naciones colonizadas en profunda contradicción. El actual es un escenario unipolar en decadencia, con un conflicto regional, que a diferencia de la Primera Guerra Mundial, tiene una repercusión limitada sobre el sur global, lo cual no obsta que pueda tener repercusiones mundiales. Esto tampoco debe llevarnos a tomar parte por uno de los bandos, como si siempre tuviéramos que optar entre unos y otros. Simplemente, hay que dejar en claro que el contexto resulta vital para enmarcar las posiciones en la situación concreta.
Otro error común es asociar el poder militar de la Federación Rusa y su caracter nacionalista al imperialismo. El imperialismo, según Lenin, dice relación con una fase del capitalismo que se expresa en diferentes ámbitos del modelo económico. Rusia, está muy lejos de calzar con todas ellas y es por eso que el conflicto no tiene la relavancia global que tuvieron otros pasados. Efectivamente tendrá un efecto sobre los commodities que Rusia tiene cierto control en la producción planetaria como lo son el gas, el petróleo y el trigo, y también se podrán alterar ciertas normas financieras con su exclusión parcial del SWIFT, sin embargo no se alterarán los centros de poder financieros, ni productivos, ni significará un cambio en la composición de los grandes monopolios.
Finalmente, afirmar que ambos países son capitalistas o nacionalistas para intentar quedar en una posición intermedia, de lo único que da cuenta es de como se ignora la realidad geopolítica actual, el papel de la OTAN, de los neonazis ucranianos y de como EEUU, en tanto potencia decadente, busca desesperadamente mantener control sobre Europa y asediar al principal aliado de China.
Sin importar el resultado incierto que aún tiene, esta guerra cambiará la relación de fuerzas a escala global y significará la entrada a una nueva etapa política, económica y militar, que tendrá un impacto directo sobre la contradicción capital-trabajo, la crisis climática, la división internacional del trabajo y la lucha entre China y EEUU. Como se mencionó más arriba, el conflicto podría acelerar la decadencia Washington como el hegemón mundial. De ahí que, es del todo relevante tomar posición en torno a las variadas aristas que tiene el conflicto: en su dimensión política, económica y mediática, etc, pues de una u otra manera tendremos que convivir con las consecuencias de esta guerra. RDF