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Un minuto de voz

Por Diego Torres.

#Sócrates

 

Era imposible que pasara desapercibido. Antes del pitazo inicial del partido con Honduras, tuvo lugar un minuto de silencio improvisado en el que, además, Jean Beausejour utilizó la camiseta 15 -la de siempre- con el apellido Coliqueo en la espalda-como nunca-. El gesto fue simbólico: el partido fue disputado en Temuco, lugar donde unos días antes tuvo lugar el asesinato de Camilo Catrillanca a manos del Estado de Chile. Beausejour es, quizá, el jugador que lleva con mayor orgullo sus raíces mapuches, pero difícilmente sea el único que las tenga. Fue, a todas luces, un momento emotivo. Más si se considera que casi a la misma hora renunciaba el intendente de la región, Luis Mayol.

 

Lo que hace más controversial un gesto que podría ser catalogado incluso como humanitario, son algunas declaraciones recogidas por la prensa algunos días antes. Marcelo Barticciotto, por ejemplo, llamó a respetar y honrar a los pueblos originarios, mencionando además que “el rol del fútbol y el del futbolista es mucho más amplio que el brindar espectáculo y jugar”. El mismo día del partido, por otro lado, Arturo Salah -presidente en ejercicio de la ANFP- confirmó que no habría minuto de silencio oficial, puesto que “todos sabemos que es un tema sensible y empatizamos con el dolor que está teniendo la familia, pero es un tema que está fuera del fútbol”. En efecto, pese a que existió minuto de silencio por parte de los jugadores, éste no tuvo nada que ver con la organización del evento. No hubo un llamado por parte de la voz de los altoparlantes ni nada, solo fueron los jugadores quienes por voluntad propia se congregaron al centro del campo para mostrar su sentir.

 

El gesto no fue polémico solo por la lucha de poderes entre la selección y el presidente de la ANFP -o lo comentado por Fazio, quien adujo que no se podía organizar un minuto de silencio tan encima-. También hubo disconformidad de parte de los hinchas, quienes se sintieron extrañados o contrariados porque el fútbol se mezclaba con la política o con la contingencia, como si los futbolistas fueran un elemento lejano y etéreo. Inalcanzable.

 

No.

 

El futbolista -y esto puede generalizarse para todos los otros deportistas- es, antes que todo, persona. Un trabajador. Un ciudadano. Mantiene los mismos derechos y deberes que usted o yo poseemos. Entre ellos, el de expresarse por lo que consideran justo desde las plataformas que tengan disponibles. Y esta expresión no es otra cosa que una muestra más de la unión entre el deporte y la sociedad que lo rodea, pues nunca -es imposible- las personas que ejecutan los deportes van a poder aislarse de los sucesos que ocurren en los lugares donde se desenvuelven. Esta relación, que parece tan lógica, ha sido ignorada tanto por aquellos que quieren ver en el deporte solo una danza de billetes como los otros que creen -equivocadamente- que el deporte embrutece a las clases populares. Porque el deporte es un punto de encuentro, de unión y confrontación. Un espacio de intercambio y desarrollo. Un lugar que, pese a los múltiples intentos de parte de las clases dominantes, es muy difícil de ser cooptado. No porque no puedan hacerse para sí de las instituciones, cosa que ha pasado y mucho, sino por lo difícil de tomar y encauzar los movimientos sociales que subyacen al aparato burocrático que supuestamente los controla. Y otro posible corolario de esta relación es que la victoria no tiene por qué ser lo más importante del deporte, sino que tiene gran importancia el entramado social que desencadena en ganar o perder. Y ahí, entonces, entra en juego la subjetividad y preferencia del hincha-socio-espectador. ¿Todos tenemos que querer ganar?

 

 

Muchas imágenes icónicas han tenido origen en esta mezcla de deporte y sociedad. El saludo del poder negro en las olimpíadas de 1968, o Muhammad Ali frente al micrófono luego de la suspensión de la licencia de boxeo. Incluso el gol de Maradona a los ingleses perdería parte de su misticismo si no hubiera sido por el estado de las relaciones entre ambos países. Estos gestos de humanidad son valiosos, sobre todo ahora, en que la información disponible y la excesiva mercantilización de los deportes -y de las técnicas en general- han transformado a las prácticas deportivas en mercados multimillonarios sin espacio para algo que no sea vender.

 

Lo que es claro es que Coliqueo, en su minuto de silencio, sacó la voz por muchos que han sido callados y por los que hoy están intentando acallar.

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