
“Socialistas por la Democracia”. Un nuevo beso en el anillo al empresariado
Por Nicolás Valenzuela
No. No es la segunda parte de la declaración de los camioneros. Tampoco es una misiva o proclama correspondiente a un sub grupo de Chile Vamos.
Es una declaración que reúne a las más distinguida excremencia de la renovación socialista. Si, de los mismos que convirtieron al partido de Allende en un negocio, los que cambiaron el marxismo por el libre mercado, los que pactaron la transición con Pinochet y lo trajeron desde Londres para que no lo juzgaran, los mismos de la oficina, los que han vendido el sindicalismo chileno a la CPC y los mismos que hace poco pedían mano dura a las manifestaciones, por nombrar algunas de sus glorias.
Arturo Martínez, Marcelo Schilling, José Antonio Viera Gallo, José Miguel Insulza, Ricardo Núñez, Pablo Velozo, entre otros próceres socios-listos que suman alrededor de ochenta, en un esfuerzo teórico político con decenas de tristes precedentes en la historia, emitieron una declaración de cuatro puntos por medio de la cual se colocan en la vanguardia del gusanismo, el escualidismo y el comemierdismo internacional. O dicho de otra manera: una antigua nueva forma de decirle a los de arriba que están para complacerlos.
Mientras que, hasta la instituciones yankis que «defienden» los ddhh -amnistía internacional y human rights watch- colocan el foco en graves violaciones a los DDHH y el pueblo clama la salida de Piñera, estos notables han puesto el centro de su manifiesto “a la democracia en riesgo”, el ataque al estado de derecho, la forzada vuelta a la normalidad y celebrar el acuerdo elitario del 15 de noviembre.
Con un carerajismo propio de quienes insisten en llamarse socialistas luego de ponerse al servicio de las oligarquías, sin asumir parte por lo que pasa y haciendo eco del alarmismo derechista, pretenden instalar la idea de una crisis apocalíptica responsabilizando al pueblo movilizado de aquello. Cuando lo que está en crisis es el modelo neoliberal y su forma elitaria de hacer política.
Luego, para ahondar en la sensación de caos, hablan del ataque al estado de derecho, haciendo un claro guiño a la propuesta de Piñera y posibles nuevos estados de emergencia. Para ello, recurren al amplio vocabulario con que las oligarquías han descrito el actuar del bajo pueblo cuando no aguanta más los abusos, hoy siúticamente denominado derecho penal del enemigo: “vándalos”, “narcotraficantes”, “lumpen” y, uno de los favoritos del pinochetismo, “extremistas”.
Como el entreguismo no puede ser total y algo de decencia deben guardar, los firmantes de todas formas condenan las violaciones a los derechos humanos, no sin antes empatizar con la dura labor de Carabineros.
Para concluir, y como era del todo previsible, declaran su más absoluto e irrestricto compromiso con el acuerdo elitario alcanzado por los partidos el 15 de noviembre. Acuerdo, que ya se sabe, pone a los responsables de estos 30 años a redactar la “nueva” constitución para que, tal como señaló Piñera, en vez de cambiar el modelo, éste se actualice.
En resumen, es un candidateo para la convención constituyente. Es una carta hecha para que la lean en la CPC, la moneda y la embajada de EEUU. Es para que esos organismos y los intereses que defienden tengan la tranquilidad de que con estos socios-listos nada cambiará.