
Sergio Torres: «A los teólogos de la liberación nos ha dado mucha pena estar lejos del Frente Amplio»
Por Nicolás Romero
Quisimos aprovechar la visita del Papa Francisco para reflexionar sobre las expresiones populares de la Iglesia Católica chilena y latinoamericana. En esa búsqueda llegamos al teólogo Sergio Torres, quien amablemente nos recibió en el Centro Ecuménico Diego de Medellín. Torres es licenciado en Teología de la Universidad Católica. Fue docente de Teología Dogmática en el Instituto Alfonsiano de Santiago. Co-editó numerosas publicaciones de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (Asett/Eatwot). Les presentamos una entrevista donde hablamos de teología, espiritualidad, política y de los diálogos necesarios para transformar nuestro país.
#DeFrente: ¿Qué es la Teología de la Liberación, que podemos entender por aquella?
Esta expresión nació en el año 1972 en Lima. Apareció por primera vez en un libro del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, que lleva por nombre precisamente Teología de la Liberación. La obra es el producto de un proceso que venía desde antes en América Latina, desde la revolución cubana. La revolución de 1959 suscitó un gran entusiasmo en la juventud de América Latina, en sectores cristianos universitarios y en algunos grupos de trabajadores cristianos y católicos. Se vio entonces la posibilidad de encausar dos vertientes: el proceso desatado por la revolución cubana y los brotes de una renovación de la Iglesia, impulsada por la Conferencia de Medellín en la que se acentuó, entre otras cosas, que Jesús tuvo una preferencia especial por los pobres. Esto significó una sorpresa y un desafío para la Iglesia de América Latina. En Medellín, la Iglesia decidió evaluar su trayectoria a la luz del Vaticano II y se propuso un programa de grandes cambios para todo el continente. La Teología de la Liberación recogió y llevó a la práctica esos dos desafíos, tanto a nivel teórico como en el terreno de la praxis. Esta reflexión teológica liberadora viene de dos vertientes. De una tendencia de cambio profundo, incluso revolucionario en lo social y lo político, y de una renovación al interior de la Iglesia, de ser más fieles a lo que fue Jesucristo con los pobres.
#DeFrente: En el libro de Rubén Dri, teólogo argentino, llamado «El movimiento anti imperial de Jesús», se realiza una reconstrucción del Jesús histórico y en particular la lógica comunitaria de las comunidades de base que este impulsó en el siglo I. Nos hemos acostumbrado al Jesús divino y a-histórico, ocultándose así al profeta que fue parte de un proceso revolucionario radical de oposición al Imperio Romano. ¿Cómo se relaciona la Teología de la Liberación con esa visión, la del Jesús histórico?
Esta búsqueda teológica, se llama técnicamente «la investigación sobre el Jesús histórico». Esta investigación empezó en Europa y en EEUU, antes de la Teología de la Liberación. Se resume en dos expresiones: el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. A la misma persona se le aplican los dos conceptos: se habla de Jesús y se habla de Cristo. La palabra «Jesús», fue el nombre concreto que le dieron sus padres en Jerusalén, cuando fue llevado al templo. La expresión Cristo viene del griego Christós que significa «ungido», «consagrado», «bendecido». Este fue consagrado y bendecido por Dios en la resurrección. Durante los primeros años después que Cristo volvió a los cielos, los apóstoles tenían muy presente a ese Jesús que habían conocido, el que había convivido con la gente… «el Jesús histórico». Pero cuando el cristianismo tuvo que enfrentarse con los llamados «gentiles», que no eran judíos, tuvieron que utilizar la filosofía de ese tiempo para explicarle a la gente quién era Jesús. En ese proceso tuvieron que usar conceptos de la filosofía de Sócrates, Aristóteles, Platón, de los estoicos. Fue entonces que la fe en Jesús se tradujo progresivamente en un personaje que vive en los cielos, desvinculado de ese Jesús histórico. Curiosamente, ese cambio duró alrededor de 1.500 años y recién en el siglo XX hubo un proyecto teológico para presentarlo de otra manera, que consistió en decir «esta distinción es válida, pero tenemos que recuperar el verdadero Jesús, el que existió históricamente». Existe un peligro de aplicar la reflexión filosófica a Jesús, porque entonces aparecen diversas percepciones del único Jesús que existió en la historia. Pinochet, por ejemplo, comulgaba, creía en un Jesús que uno ni se imagina que significaba para él. Hay grupos católicos conservadores, como el Opus Dei, que también dicen seguir a Jesús. Para poder alcanzar al único Jesús hay que mirar al Jesús histórico. De lo contrario, como ha sucedido muchas veces en la historia, nos creamos nuestro propio Jesús.
#DeFrente: ¿Cuáles serían los rasgos del Jesús histórico rescatados por la tradición de la Teológica de la Liberación?
El primero es conocer antes el Jesús de la Historia, para luego llegar al Cristo de la Fe, tal como lo hicieron las primeras comunidades, que conocieron a Jesús y luego lo proclamaron como el Cristo. Otro aspecto es que esta aproximación a Jesús es contextual, es decir, considera cómo era el contexto real de Jesús, el de María y José, el de los apóstoles en el año 1 de la era cristiana y en el año 33 cuando Jesús fue asesinado. Ahí se empieza a descubrir que Palestina era una colonia romana que estaba en el extremo del Imperio y que había sido sometida anteriormente a distintos imperios. Palestina era una mezcla de razas y también de religiones.
Jesús aparece como un personaje que desafía a la religión tradicional de Palestina, a las autoridades religiosas y a los sacerdotes. Por ello, una característica propia de este Jesús de la Historia es su libertad para relacionarse con Dios por encima de la tradición, de los ritos y de las enseñanzas que habían llegado hasta entonces.
Tal vez lo más característico es que la Teología de la Liberación, al considerar el Jesús de la Historia, lo ve en el contexto socio-económico de una familia de trabajadores. Lo sitúa en un pueblo pequeño que alternaba el trabajo de carpintero con el de campesino, que iba a trabajar a los fundos de los alrededores, y que Jesús se rodeó de personas que no eran bien consideradas en su tiempo; los pobres, las prostitutas y los enfermos. Eso hizo que Jesús fuera una persona conflictiva. La Teología de la Liberación no presenta a Jesús como a veces lo ha hecho la tradición, como un hombre de paz, que suaviza los conflictos, que pone la otra mejilla, porque en la Historia real Jesús tuvo muchos conflictos, porque fue un hombre libre e independiente, que puso al desnudo las contradicciones que habían en esa época. Esa actitud la pagó muy caro, los poderes dominantes de su época descubrieron el peligro que significaba, lo persiguieron, lo denunciaron, le hicieron juicios injustos y finalmente lo crucificaron.
#DeFrente: ¿Cuál es el llamado no trascendente sino inmanente del Jesús histórico?, ¿En qué consistía la construcción del “Reino en la Tierra”?
Para responder a esta pregunta hay que mirar cuidadosamente la realidad completa y profunda de Jesús. Él era una persona única, diferente, muy especial. Era Hijo de Dios y llevaba en su corazón el misterio profundo de la presencia de Dios. Por lo tanto, hay que tener cuidado con la tendencia de mirar a Jesús solamente como un líder político. Precisamente, esa ha sido la acusación que se le hace muchas veces a la Teología de la Liberación. Jesús no fue en primer lugar un líder político en el sentido de la búsqueda del poder. Hay que considerarlo como un profeta, en la tradición de los profetas del Antiguo Testamento, los cuales eran sabios y valientes. Ellos recibían la misión de Dios de interpretar lo que estaba pasando en el país y cumplían dos funciones: por un lado, denunciaban injusticias, robos, desigualdades, violencias, abusos de poder; y, por otro lado, anunciaban lo que tú estás diciendo, el «Reino de Dios». Jesús recoge esa tradición de anunciar el Reino de Dios y hace un llamado a la “conversión personal». El Reino de Dios es un llamado profundo, difícil, doloroso, porque junto con pretender cambiar las estructuras y el uso del poder político, también considera importante que las personas se renueven, que experimenten un cambio. Lo hemos visto en las crisis del socialismo real, en los países de Europa Oriental, donde los dirigentes proclamaban que si se cambiaban las estructuras, espontáneamente iba a haber un cambio en el corazón. Los hechos demostraron que no es así. Entonces, concretamente, el Reino de Dios implica un cambio en las personas, en la comunidad, en sus relaciones, donde el dinero no sea lo más importante. Esto es como una bomba de tiempo, tiene profundas consecuencias, porque significa un cambio grande en la persona con consecuencias en la sociedad. El Reino de Dios es el llamado de Jesús a la renovación personal, a vivir en comunidad y con profundas consecuencias en el orden político, económico y social. La Doctrina Social de la Iglesia ha sostenido siempre que ambas cosas son necesarias, el cambio de las estructuras y el cambio o conversión personal.
#DeFrente: Cuando hablamos del Reino de Dios como un cambio personal y cultural, implica colocar en el centro la ética en el proceso de transformación del individuo y la sociedad, uno puede ver ahí líneas comunes con el pensamiento de Paulo Freire, para quien el cambio no es sólo de las estructuras, sino que pasa por la capacidad del pueblo de, a partir de la reflexión desde sus propias experiencias, proyectar una vida distinta. También podemos ver similitudes con el debate cubano del “Hombre Nuevo», que es justamente la idea de que la liberación no se debe mecánicamente al cambio de las estructuras, sino que se requiere un cambio de conciencia. ¿Cómo ves tú el influjo y el diálogo de la Teología de la Liberación con las experiencias revolucionarias y la teoría crítica latinoamericanas?
Para responder a esta pregunta yo quiero contarte algo de lo que pasó a los teólogos de la liberación en los años sesenta y setenta. Te lo cuento por razones históricas, para entender lo que pasó en esa época y comprobar las críticas que se hicieron contra la Teología de la Liberación. Hoy día este tema no tiene importancia, dejó de ser un hecho relevante. Incluso, nosotros somos muy autocríticos. Dimos demasiada importancia a una interpretación científica, lo consideramos casi como un dogma. Los hechos han demostrado que el marxismo se debilitó y dejó de tener la preponderancia que tenía en esa época. Eso no significa desconocer algunos elementos y criterios que conservan plena actualidad. Hay diversos esfuerzos por recuperar los elementos que respondan a la realidad presente de hoy.
En los años sesenta se produjo una convergencia novedosa e interesante, porque algunos teólogos descubrieron algunos elementos sociológicos del marxismo. Jesús no tuvo una teoría crítica de la sociedad y los cristianos tampoco deducen del Evangelio o de la enseñanza de Jesús una teoría crítica de la transformación social. En los setenta hubo un acercamiento en América Latina entre algunos principios de la matriz marxista y esta efervescencia que todavía no estaba confirmada como Teología de la Liberación. Ahí se produjo un conflicto, porque no se puede negar que el marxismo había impulsado gobiernos autoritarios en Rusia, China y Europa Oriental, que perseguían la Iglesia, que prohibían la religión considerada “opio del pueblo”. Para los teólogos de la liberación fue una experiencia novedosa y creativa, pero muy dolorosa y difícil. Parecía imposible encontrar una convergencia. Con el riesgo de aparecer simplista, pero con el deseo de explicar, en parte, cómo se resolvió ese conflicto podemos decir lo siguiente. Se comprendió que había una distinción en el marxismo entre el materialismo histórico y el materialismo dialéctico. El materialismo histórico es la interpretación científica de la sociedad con una propuesta de cambios radicales, una utopía hacia dónde ir, la sociedad sin clases. El materialismo dialéctico, en cambio, es la interpretación filosófica de la persona humana y de la sociedad, la «interpretación metafísica» que nosotros solemos utilizar, es decir, un análisis profundo de la realidad. Bajo ese aspecto, el materialismo dialéctico no acepta la idea de Dios, del espíritu, la existencia del alma separada del cuerpo y otras verdades de la tradición católica. De una manera aproximativa y con muchas prevenciones y cuidados, la Teología de la Liberación recibió y aceptó parte de la interpretación marxista del cambio en la sociedad y dejó de lado lo filosófico, para poder hacer una síntesis. Esa fue una convergencia entre cristianos y marxistas, quienes se ponían de acuerdo en cómo analizar la sociedad y proponer un cambio. Hay que afirmar, sin embargo, que muchos no estaban de acuerdo, tanto dentro del campo marxista como, con mayor razón, dentro del campo católico. Como decía al comenzar esta respuesta, hoy día no existe ese debate, porque el marxismo dejó de tener la preponderancia de esos tiempos. Además, hay que decir que las acusaciones contra la Teología de la Liberación bajo este aspecto han sido totalmente injustas. Los teólogos de la liberación nunca dejaron de lado su fe en Dios, en Jesucristo, en la Iglesia, en la acción de la gracia. Se arriesgaron a evangelizar aspectos novedosos y personas alejadas, quisieron ser, hace 50 años, lo que el Papa hoy día llama «una Iglesia en salida».
#DeFrente: ¿Qué significa la “opción preferente por los pobres”? ¿Es sólo una orientación a la acción? ¿Que entendemos por pobres y que entiende la Teología de la Liberación por pobre? ¿Cuál sería la diferencia entre los pobres y los oprimidos?
Es un término que ha ido evolucionando. Ha habido un proceso en los dos términos: liberación y pobres. Los teólogos de la liberación, en los años setenta y ochenta, entendieron como pobres a los obreros industriales de los países urbanos. La Teología de la Liberación se desarrolló primero en las grandes urbes; en México, en Rio de Janeiro, Sao Paulo, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires. Los pobres eran los obreros industriales. No era la gente que vivía en la miseria o marginal, sino que el pobre era comparado y en oposición a otra clase, la de los ricos. Pobres, pero con capacidad de organización y de movilización. Ese fue el concepto de pobre de la primera Teología de la Liberación. Entonces se apoyaba la lucha de los trabajadores contra las fuerzas de opresión, tanto nacional como internacional. Pero muy rápidamente surgieron voces al interior de la misma Teología de la Liberación. Por ejemplo, la voz de las mujeres. Las mujeres dijeron «la Teología de la Liberación es machista», habla de los pobres y la palabra pobre, en teoría, incluye a las mujeres. La Teología de la Liberación cayó también en ese mismo error. Pero las mujeres rápidamente reaccionaron y criticaron este machismo y dijeron que el concepto de pobre era insuficiente para expresar su opresión. “Las mujeres sufrimos otro nivel de opresión y de pobreza, sufrimos además la discriminación y la opresión sexual». Luego, los indígenas de América Latina dijeron «nosotros no estamos en las industrias, no estamos en las ciudades y, sin embargo, también experimentamos una tercera forma de opresión: ser menospreciados, menos valorados, por el concepto de raza o de etnia». Como se puede percibir, el concepto de pobre ha evolucionado a medida que se han definido mejor las distintas formas de opresión, económica, de género, étnica y otras. Por esta misma razón, hoy día no hablamos de una sola Teología de la Liberación, sino de varias teologías liberadoras.
#DeFrente: ¿Y la relación con el concepto de oprimidos?
Es paralela, porque la primera aproximación fue que los oprimidos eran los que sufrían la opresión de los patrones, del sistema económico. Pero una mujer dice «yo también sufro la opresión de mi marido». La opresión-liberación ha sido una dupla que se ha mantenido en la Historia. Existen distintas formas de opresión: económica, sexual, étnica, racial, dependiendo de cuál sea el sujeto oprimido que lucha por la liberación.
#DeFrente: Te voy a llevar a otro tema. En el año 2015 el Papa Francisco publicó la Encíclica Laudato si’. En ella se sostiene que «urge un cristianismo que oiga el grito de los pobres y el grito de la Tierra». La encíclica, hace constantes referencias a documentos de obispos de Latinoamérica y África. También contó con un grupo de asesores, entre ellos Leonardo Boff, teólogo de la liberación brasileño que fue llamado a silencio en 1978 por Ratzinger, quien en ese minuto presidia la Congregación para la Doctrina de la Fe(1). ¿Qué relevancia tiene la encíclica, no sólo en su contenido, sino en la posibilidad de generar cambios en la Iglesia?
Ha tenido gran impacto. En la Iglesia oficial existe una rama de su enseñanza que se llama «La Doctrina social de la Iglesia». Por una parte, están los dogmas, los cuales son enseñanzas sobre Dios, Jesús y la Iglesia. También existe la enseñanza moral, parecida a la ética filosófica que trata del comportamiento personal y social. Y existe otra vertiente, la “Doctrina social de la Iglesia». Esta doctrina nació en 1891 con una encíclica llamada Rerum Novarum, que significa “de las cosas nuevas”, escrita por el Papa León XIII. Después, en 1931, al cumplirse 40 años, otro Papa (Pío XI), publicó otra encíclica de este tipo. Así se fue desarrollando la doctrina social sobre el rol del Estado, de las empresas, los sindicatos, las organizaciones intermedias, el bien común. Laudato si’ es lo más avanzado de la doctrina social de la Iglesia, porque junto con hablar del cambio climático, denuncia a las compañías multinacionales, el sometimiento de la política a la economía. En el fondo, realiza una denuncia muy profunda al modelo neoliberal.
#DeFrente: ¿Nos podrías contar quien es Leonardo Boff?
Leonardo Boff fue un sacerdote franciscano de Brasil, con una carrera muy brillante como profesor de Teología y que junto con Gustavo Gutiérrez son las dos figuras más importantes de la Teología de la Liberación en América Latina. Después de su crisis con el Vaticano, Boff se dedicó a estudiar los temas relacionados con la ecología, la evolución, la creación, la aparición de la vida. Hoy día se le puede considerar un experto en esas ciencias. Posteriormente, a partir de su experiencia con la Teología de la Liberación y de sus estudios científicos llegó a una conclusión que la formuló de manera muy novedosa y que ha sido asumida como un axioma aceptado por muchos. Así como los pobres sufren, así también sufre la Tierra por el agotamiento de los recursos, la falta de agua y los ataques de la producción tecnológica. Por lo tanto, hay que escuchar «el grito de los pobres y el grito de la Tierra». Hoy día hablamos de otra rama de la Teología de la Liberación, llamada Ecoteología, la cual trata de escuchar por un lado, el grito de los pobres, y por otro lado, el grito de la Tierra.
“La encíclica Laudato si’ contiene una denuncia profunda al modelo neoliberal.”
#DeFrente: En la misma línea de las relaciones entre teología, ecología y economía, está la obra de Franz Hinkelammert y Henry Mora, llamada «Hacia una economía para la vida». Una obra fundamental para el debate latinoamericano, ya que puso en el centro el problema de repensar de manera urgente sistemas económicos en los procesos de transformación latinoamericano, en un contexto de calentamiento global y de destrucción de la Tierra. Me llama la atención el título, «Hacia una economía para la vida», o sea la categoría de vida logra ensamblar al ser humano en su relación con el resto de las especies y la tierra. ¿Qué relevancia asume la categoría de vida en la Teología de la Liberación?
Me parece que el tema de la vida es un término nuevo que ha traído mayor riqueza. profundidad y actualidad a la Teología de la Liberación. Eso viene de los estudios sobre el ambiente, la ecología, porque pone en común la historia desde el Big Bang para adelante. Esa categoría de vida es un concepto que surgió de esta historia que han hecho los biólogos, los paleontólogos y todos esos especialistas. También proviene de la Biblia, cuando en San Juan se dice que en el principio existía la vida. Otra cosa muy importante, es que ya no se hacen tantas diferencias con que una vida es superior a otra, sino que todo es parte de un mismo proceso e historia, y que en la creación tampoco la persona es lo más importante, sino que todo está interrelacionado. Técnicamente se dice que hay que pasar de una visión antropocéntrica a una visión cosmocéntrica. La vida es una sola: la vida actual con la vida que viene del pasado y con la vida futura. Algunos teólogos definen propiamente a Dios como el “Dios de la vida”, como un principio vital y originante. Dios no es tanto una persona, lejana, sino el que dio un impulso a la vida inicial. El concepto de Dios se hace sinónimo de con el concepto de Vida.
#DeFrente: Te quiero preguntar sobre la situación chilena actual, donde estamos atravesando por un período de crisis de legitimidad de la política y de un cierto estancamiento de un modelo económico extractivista, que de manera progresiva genera pobreza y desigualdad. ¿Cómo ves tú la posibilidad de una convergencia para la transformación entre el mundo cristiano y el mundo de las izquierdas? Ya no podemos hablar de una sola izquierda, estamos hablando de una convergencia de los mundos feministas, verdes, indigenistas, socialistas, autonomistas…
Cuando tú me hablas de convergencia entre el mundo cristiano y el mundo de las izquierdas quiero responderte en dos partes. Primero contarte algo de las experiencias que hemos vivido en el pasado. Nosotros los viejos hemos vivido dos experiencias con partidos políticos nuevos y renovadores. Uno fue el nacimiento de la Falange en los años cuarenta o cincuenta, cuando un grupo de jóvenes que pertenecía al Partido Conservador comenzó a hacer autocrítica de la línea conservadora y reaccionaria de ese partido, y de su relación con la Iglesia y con los hacendados o dueños de la tierra. Progresivamente su situación se volvió insostenible y se salieron del partido, formando la Falange, que después se transformó en la Democracia Cristiana. Ese grupo disidente se salió del Partido Conservador y desde el principio se relacionó con la izquierda. Hay figuras como Bernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva, José Ignacio Palma, quienes eran jóvenes que habían sido parte de la Iglesia, de la Acción Católica. Esa fue una primera experiencia que conocimos.
Un segundo momento -que vivimos más directamente- fue el MAPU y la Izquierda Cristiana. En la mitad de la presidencia de Eduardo Frei Montalva, en el año 1968, se produce una crítica muy profunda al programa de gobierno, influenciada en gran parte por la revolución cubana. El proyecto que proponía la DC -según los jóvenes- era insuficiente para producir cambios y para resolver los graves problemas de los trabajadores. Entonces se formaron dos partidos, La Izquierda Cristiana y el MAPU, que duró más tiempo. Esos partidos produjeron una gran alegría y esperanza en algunos sectores al interior de la Iglesia, ya que estaban muy relacionados con la Teología de la Liberación. Una gran cantidad de la gente del MAPU era también de raíz cristiana.
Ahora, en relación al momento actual quiero decirte lo siguiente. A los teólogos de la liberación nos ha dado mucha pena estar lejos del Frente Amplio. Lo lamentamos y estamos analizando las causas de esta distancia. Creemos entender la razones de los jóvenes que no ven hoy día en la Iglesia un testimonio claro y consecuente del evangelio de Jesús. Eso mismo nos pasa a nosotros. Pero queremos invitarlos a ustedes a recordar la historia reciente de nuestra Iglesia. El momento más hermoso de la vida de la Iglesia fue en tiempos del Cardenal Silva Henríquez, de la Vicaria de la Solidaridad, cuando la Iglesia se transformó en el espacio donde las víctimas de las violaciones de derechos humanos encontraban acogida y apoyo. Fue un período muy hermoso en el que la Iglesia como nunca dio testimonio de Jesús de estar al lado de los pobres, de hacer propios los sufrimientos y participar en las luchas de los pobres y trabajadores. Con la transición a la democracia la Iglesia hizo un proceso parecido. Así como los gobiernos de la Nueva Mayoría se desligaron de los movimientos sociales, sucedió algo parecido con la jerarquía de la Iglesia. La jerarquía y muchos sacerdotes dejaron el compromiso social y se concentraron en los desafíos religiosos al interior de la comunidad. Sin embargo, hay que considerar todo el espectro eclesial. Hay muchos sacerdotes, religiosas y numerosos laicos que mantienen la tradición de la Teología de la Liberación y me parece que tenemos que buscar caminos de acercamiento y de trabajo en conjunto respetando los distintos campos y niveles de acción.
- En 1985, el entonces cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Fe, heredera de la vieja Santa Inquisición, le condenó al silencio. La razón era el contenido de un libro de Boff denominado Iglesia: carisma y poder. Cuando le impusieron la sentencia, él respondió con una canción de Atahualpa Yupanqui: «La voz no la necesito. Sé cantar hasta en el silencio».
- Fuente de imagen: http://www.vidanuevadigital.com/2015/02/20/sergio-torres-toda-la-iglesia-tiene-que-contagiarse-de-la-renovacion-que-trae-francisco/
Elizabeth
La voz no la nesecito se cantar hasta en el silencio.. Miles de voces silenciadas durante siglos, el miedo a perder fuentes de trabajos miles de trabajadores que se han visto abandonar huelgas justas, espacios donde sus voces han sido escuchadas, abandonar sus dignidad por comida para sus hijos….. Danos la fuerza y la valentía para que nuestras voces nunca más sean silenciadas…