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¿Se murió la vieja?

Por Gonzalo Reyes y Sharun Uttamchandani

 

 

Algunas personas llevan tiempo esperando celebrar la muerte de Lucía. Y veremos correr las botellas, las risas y las alegrías en Plaza Italia. La fiesta acaba, muy de pronto, y nos damos cuenta que- tal cual Pinochet- María Lucía Hiriart seguirá muy viva, durante mucho tiempo más.

 

Y es que en Lucía se encarnan tanto las brutalidades de la dictadura, como también varios de los episodios de corrupción más profundos en el país. Hace algunos años, Ciper Chile reveló una lista de 218 terrenos e inmuebles que el dictador había cedido a su esposa vía CEMA Chile. 218 terrenos que debían tener fines sociales, vieron sus destinos en el lucro y en la subutilización de espacios públicos. Quienes vivimos y luchamos de cerca contra las irregularidades de CEMA, y sus socios, entendemos, no solo cómo los personeros de la Fundación se aprovecharon inescrupulosamente de inmuebles públicos, sino también cómo el interés privado y la especulación inmobiliaria interrumpieron los anhelos de desarrollo y autonomía en las poblaciones chilenas.

 

Nuestra historia comienza en un punto indefinido, donde hubo un terreno no intervenido- unos 27 527 mts2-, espacio que albergó por años la convivencia comunitaria y cultural de una población del entonces San Miguel- hoy sector correspondiente a Pedro Aguirre Cerda- llamada San Joaquín. Si bien el espacio nunca vio la construcción de un parque, naturalmente se le conoció como tal. El Parque Las Moscas hizo las de parque por años, aliviando la tradicional escasez de áreas verdes y de esparcimiento en las comunas populares de la capital. Es más, diferentes instrumentos de planificación urbana- como el PRIS de 1960 y el PRMS de 1994- asignaban al Parque Las Moscas como un espacio destinado a área verde.

 

 

No obstante, el Parque Las Moscas cae en manos de Lucía, quien junto con desvirtuar los objetivos y el funcionamiento que CEMA tuvo históricamente, usó la fundación para camuflar, con una supuesta labor social con la mujer chilena, los negocios que la cesión de terrenos hizo posibles. La retención del terreno en poder de la fundación duró solo 7 años (1982-1995). Cumplido el plazo, CEMA vende, a precio huevo ($200.000.000) el paño a una inmobiliaria: Laelina SA. Laelina SA destaca por el activo protagonismo del síndico de quiebras, Herman Chadwick Larraín. SÍ, el mismo Chadwick condenado por su implicación en el caso Caval. A la fecha, el Parque seguía en el abandono administrativo.

 

A pesar de que, como dijimos, el espacio estaba destinado a área verde, las habilidades inmobiliarias de Chadwick y Gastón Cruzat Larraín (controladores de la sociedad) no tuvieron problema en cambiar el uso de suelo del terreno en 1999. Así, el concejo municipal de Santiago (comuna con el dominio del terreno) aprueba, con la desaprobación tajante de la Contraloría, dirigida por Arturo Aylwin, la modificación.

 

Luego de estos hechos, el terreno es revendido en 2014, en $2.600.000.000. Hasta la fecha solo usado como bodega de tierra, escombro y acopio de basura. La nueva inmobiliaria, Carlos Valdovinos (filial de SuKsa), no ha levantado ni una sola piedra. El terreno hoy continúa configurándose como la fachada más deprimente del desarrollo urbano de nuestra comuna. El abandono y la primacía del mercado parecen aparecer en gloria y majestad. Sin embargo, la inauguración de nueva Línea 6 del Metro de Santiago ha elevado la plusvalía de los terrenos y han revivido el interés comercial de los dueños. Al parecer, la calidad de vida de nuestros barrios es dependiente directa del valor del suelo. Lamentable panorama.

 

 

Nuestro caso es un precedente muy importante para los barrios que están siendo asechados por el mercado. El proyecto presentado por la inmobiliaria contenía una densificación que derivaba en el hacinamiento y no en la integración armónica de la comuna. El proyecto buscaba levantar tres guetos verticales, mucho más agresivos que los conocidos en Estación Central. Hoy, como Colectivo Parque Las Moscas, tenemos cursada una demanda contra la Municipalidad de Santiago, quien tiene dominio efectivo sobre estos terrenos. La acción judicial persigue la anulación definitiva de los permisos que dicho municipio entregó a la empresa.

 

Sin embargo, nosotras y nosotros, las y los vecinos de la Población San Joaquín, pensamos que el destino histórico del Parque Las Moscas es eso, un parque. De este modo, no creemos en un parque que hermosee nuestro barrio; creemos en un parque que nos devuelva la dignidad arrebatada por la dictadura; creemos en un parque que rompa el sesgo clasista que tiene la planificación de la ciudad en Chile; creemos en un parque que refleje que las poblaciones SÍ pueden decidir sus barrios en democracia.

 

A todo esto, si la vieja muriera hoy, el Parque Las Moscas seguiría siendo propiedad de una inmobiliaria con permiso de construcción; el Parque Las Moscas seguirá siendo un cerro de tierra y basura; seguirá siendo un depresor en los índices de calidad de vida en Santiago Sur; seguirá siendo la lamentable naturaleza de la planificación urbana de Santiago. Si la vieja muriera hoy, no habría mucho para celebrar.

 

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