
Reflexiones acerca del plebiscito de salida: “Se puede afirmar categóricamente el fracaso de las fuerzas que hoy son gobierno”
Por Jorge Velásquez, Wallmapu
Tras el triunfo aplastante del rechazo en el plebiscito de salida, en vistas de servir de insumo de debate para el eventual repliegue y reacomodación de las alianzas de sectores que planteen alinearse fuera del centrismo al que va a tender a apuntar el gobierno, se puede concluir lo siguiente:
Como primera premisa, tras los resultados expuestos, se puede afirmar categóricamente el fracaso de las fuerzas que hoy son gobierno (FA y todo el espectro del progresismo reformista) y el camino entreguista que decidieron a espaldas del pueblo el 15 de noviembre de 2019 en el pacto del bloque en el poder. Acuerdo que delimitó el camino a seguir al campo popular, en el itinerario constituyente, desviando el conflicto y las potencialidades de la revuelta, a la cancha institucional, conocida por la vieja elite concertacionista y de la derecha política, consolidando al FA, y en particular a la figura de Gabriel Boric como representantes del consenso republicano neoliberal.
Siguiendo la línea de lo anterior, los resultados confirman, una vez más, que la democracia liberal burguesa y sus instituciones no son el camino para los cambios que esperamos realizar en la sociedad, tanto quienes entendemos la revolución como el horizonte emancipatorio o para quienes realmente pretenden cambiar profundamente las condiciones de vida del pueblo confiando en la institución, para estos últimos esperemos puedan replantearse algunas cosas.
Gran parte de la izquierda en estos casi 3 años nos conformamos e ilusionamos, posiblemente a partir de los resultados obtenidos en las elecciones que siguieron a la revuelta, las cuales cabe recordar se dieron en condiciones particulares, de la coyuntura larga y en un periodo nuevo e inexplorado, lo que pudo llevar a imprecisiones en la lectura del momento y a sobreestimar el avance de consciencia del pueblo y aunque duela aceptarlo, nunca fueron triunfos nuestros, sino más bien, parte del acuerdo de las élites. Elecciones que se dieron en un momento en el que se contaba con una correlación de fuerzas favorable tras la crisis de octubre, con un bloque en el poder dispuesto a acatar el consenso moderado que implicaba el cambio constitucional bajo los marcos del capitalismo y la confianza depositada en el respeto a la institucionalidad plasmado en Boric. Fue la jugada del momento al verse acorralados, arriesgando parte de sus privilegios como manera de mantenerse vigentes. Pero que tras años de manipulación mediática lograron acumular fuerza nuevamente y apostar a mantener todo igual en el rechazo de salida o el eventual apruebo para reformar, no olvidar que, a pesar de lo moderada de la propuesta constitucional, Boric y compañía ya habían vuelto a pactar a espaldas del pueblo como demostración del cambio en la correlación de fuerzas, previo a la elección.
El triunfo del rechazo se da tras instalar un escenario de incertidumbre , inseguridad y desestabilización económica, en la que factores externos como la pandemia y guerra en Europa pudieron contribuir al cuestionamiento del gobierno, como también del trabajo de la convención constitucional, que cabe recordar, como toda institución en Chile, rápidamente entró en el circuito de desconfianza y reprobación, sin considerar además factores superficiales que pudieron acelerar el proceso (más que ser determinantes)como el caso Vade o lo pintoresco de algunos personajes y episodios. Manteniéndose así, el telón de fondo que nos empujó al problema inicial, el cual hasta la fecha no ha tenido una resolución satisfactoria, la crisis orgánica de la superestructura, arrastrada como paradoja del neoliberalismo maduro y sus fisuras, tras más de 30 años de un sistema político debilitado en virtud del mercado, el cual ni con una nueva constitución podría resolverse en el corto plazo como pretendieron los sectores progresistas del reformismo. Queda esperar que este tropiezo reoriente algunas cosas.
Es importante recordar que las instituciones en Chile se vienen descomponiendo hace tiempo, como síntoma de esta crisis estructural, motivo por el que el Estado no pudo anticipar, procesar ni disipar las causas de la revuelta de octubre. Es inevitable que se siga agudizando el conflicto, sobre todo con lo frustrante que puede resultar este fracaso para quienes realmente confiaron en los posibles frutos del proceso, y quiénes están viviendo en carne propia los embates de la crisis económica y el escenario de desgobierno al que se empujó para imponer el rechazo, considerando,además, la crisis ecológica la cual nos arrastra a un escenario sin salida a nivel mundial. Quedan bastantes tareas para este periodo, siendo una de las más relevantes evitar que tras esta derrota, el fascismo capitalice ese descontento.
Lo más frustrante tras estos resultados, puede significar que no exista un sector relevante en la sociedad chilena que se la juegue por una alternativa. Siendo en el territorio desde hace años lo más constituido el movimiento autonomista mapuche, al que el gobierno le está dando guerra y decidió golpear fuertemente para intentar salvar su elección, ofensiva que mantendrá para pretender brindar estabilidad en el nuevo periodo. Existiendo el riesgo de que tras los resultados se de este viraje hacia el centro, buscando consensos para dar continuidad al ya fracasado proceso constituyente, lo que puede constituir un riesgo para los sectores que queden fuera, de en primera instancia ser aislados y eventualmente como en el caso mapuche, perseguidos. Con el fin de lograr el propósito de instaurar a toda costa un nuevo acuerdo que de estabilidad a la resquebrajada república.
Si bien el periodo que se cierra, se vio marcado por el vuelco de gran parte de las organizaciones sociales y movimientos a la política institucional, los sectores que decidieron continuar por el camino propio tampoco lograron avances significativos, o al menos, que sean visibles en estos momentos. Siendo urgente que el trabajo de base realizado estos años se reconvierta fuera de los acuerdos a los que intentará empujar la burguesía en alianza con el gobierno.
A largo plazo, parece un error táctico de las clases dominantes jugársela por mantener el escenario abierto y perder su oportunidad de recuperar el control, cediendo un poco de poder acatando la nueva constitución, la cual fue escrita respetando lo que estaban dispuestos a dar. Son los poderosos quienes se farrearon la oportunidad, la oportunidad de calmar el descontento popular manteniendo los límites dictados por ellos mismos. Hoy si bien, el ánimo escasea y el escenario se ve nublado y confuso, es necesario salir rápidamente de la desorientación, entrar en un período de repliegue activo, en perspectiva de que, para la siguiente crisis social, la cual es inevitable en este sistema desahuciado, nos encontremos con una orgánica más fortalecida y con lecciones aprendidas de este proceso en el que por exceso de confianza terminamos en un lugar parecido, pero no el mismo.
LA LUCHA CONTINÚA.