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¿Quiénes realmente trabajan por la paz en Colombia? Una visita a un campamento de paz de las FARC-EP (Abril, 2017)

Revista De Frente, con la crónica: “¿Quiénes trabajan realmente por la paz en Colombia?”, abre un ciclo de entrevistas, reportajes y análisis en torno a los conflictos armados desarrollados en Latinoamérica. Una coyuntura que forma parte de nuestra historia política y que los acuerdos de paz entre el Estado colombiano y las FARC han puesto nuevamente en el debate público.

Una reflexión que nos permitirá comprender las principales tesis y estrategias políticas de los grupos armados subversivos; sus procesos articulación y desarticulación; su enfrentamiento a las dictaduras y postdictaduras, y su proyección, hoy, en la arena institucional.

En esa línea, el artículo aborda los esfuerzos del Bloque Sur de las FARC-EP para dar cumplimiento a los “Acuerdos de Paz de La Habana”. Una situación, como veremos, no exenta de dificultades, sobre todo cuando ha sido el propio Estado colombiano el que ha incumplido dichos acuerdos.

 

Por Fidel Bermello

En la Zona Veredal Heiler Mosquera, vereda La Carmelita (una de las 26 Zonas Veredales de Transición y Normalización) es en donde actualmente se encuentra el Bloque Sur de las FARC-EP –que reúne a los frentes 32, 48 y 49– cumpliendo con el compromiso asumido en los Tratados de La Habana con el gobierno nacional de Colombia. Aquí, desde el 2 de febrero se encuentran más de 400 guerrilleros y guerrilleras preparándose de la mejor manera posible para su regreso a la vida civil. Los miembros de la guerrilla más antigua del planeta permanecerán seis meses viviendo en cómodas casas prefabricadas amobladas, recibiendo la visita de sus familias, capacitándose en oficios y regularizando sus estudios para poder incorporarse de la mejor forma a la vida civil después de 52 años de guerra.

Pero la realidad es otra.

Las condiciones en las que se encuentran son paupérrimas. Su vida diaria transcurre entre el barro, la humedad, enfermedades, el atraso continuo en la construcción de las instalaciones y la tergiversación de la información por parte de los grandes medios de comunicación colombianos. Además muy pocos se encuentran realmente capacitándose, la mayoría debe ponerse la pala al hombro y trabajar inclusive a doble turno cuando deberían dedicar su tiempo a los retos que involucran dejar una guerra para dedicarse a la paz. Reto no menor.

El presidente Manuel Santos visitó el campamento el 20 de febrero y prometió que el día 15 marzo estaría implementado y operativo el 100% de las instalaciones prometidas en Cuba (casas prefabricadas con servicio de baños y ducha, galpones para el estudio, enfermería, cocinerías, centro de recepción de invitados y familiares, etc.). A la fecha de la visita (15, 16 y 17 de marzo), un día después del vencimiento de la promesa del presidente, ni siquiera llevaban un avance de un 20%. Y las cadenas nacionales como Caracol informan a la comunidad que esta Zona Veredal es la más avanzada de todas. No hay que hacer un gran ejercicio mental para imaginar las condiciones de las otras. Ante esta realidad han sido los mismos guerrilleros quienes han tenido que construir sus caletas (chozas) para guarecerse de las inclemencias de la región donde se encuentran, el bajo Putumayo (lluvia constante, humedad y un sol abrazador). También han debido construir los baños y duchas, lavaderos de ropa, cocinerías, puntos de prensa, recepción de civiles, puestos de guardia, etc. Todo, del mismo material y de la misma forma tal cual si siguieran aún en las profundidades de la selva colombiana.

Cuando uno ingresa al campamento de la FARC-EP “Heiler Mosquera”, lo primero que llama la atención es la enorme bandera del emblemático grupo armado colombiano y el tremendo cartel de bienvenida con dos risueñas guerrilleras invitando a ingresar. Hace algunos meses atrás era imposible imaginar en una recepción así por parte de las FARC-EP y no porque fueran salvajes adustos que comen hierba –como los describían algunos medios–, sino porque ellos jamás podrían permitirse mostrarse tan abiertamente; las condiciones de la guerra no permitían tales formas de hospitalidad. Pero hoy, a casi 4 meses de la firma de los tratados de paz en La Habana, la situación ha cambiado drásticamente. “Ahora uno puede ir a La Carmelita y saber que va a regresar a Puerto Asís”, me dice Sara, una señora de 58 años que viaja regularmente en chiva (bus rural) desde Puerto Asís hacia La Carmelita. Al parecer, lo que estábamos haciendo era un trámite que hace algunos años atrás significaba el no retorno para cualquier extraño.

La Carmelita es un pueblo rural (vereda) ubicado al sur de Colombia en el corredor Puerto Vega–Teteyé, próximo a unos 45 minutos de la frontera con Ecuador y al cual se debe acceder desde la ciudad de Puerto Asís cruzando el río Putumayo. Al otro lado uno se encuentra con la mencionada Chiva o los siempre prestos “motoratones”: mototaxis que transportan pasajeros a toda marcha por las descuidadas pistas de tierra y un poco de cemento.

El pueblo luce tranquilo, como cualquier otro pueblo campesino-ganadero. Casas de madera y otras de ladrillos se distribuyen uniformes por el margen de la única carretera. Y como es la tónica pueblerina, vecinos sacan sus sillas al frontis de la casa para mirar lo que pasa o esperando que algo suceda para comentarlo. Camiones petroleros van y vienen, así como camionetas de las grandes multinacionales del oro negro; plaga que azota gran parte de las amazonas. Al fondo, la selva pinta el paisaje con un verde pacificador.

Nada pareciera indicar que este era un pueblo controlado por las FARC-EP salvo por unos rayados en algunos muros. Lo curioso fue ver un puesto de policía, una suerte de comisaría que se encuentra a unos 500 metros antes de arribar al campamento. “Es nueva, la hicieron por el proceso”, me dijo uno de mis acompañantes cuando le pregunté que cómo una comisaría podía existir en un territorio controlado por la guerrilla. ¿Y por qué tanto milico? le pregunto y de inmediato siento el estremecimiento de haber hecho una pregunta ridícula. “Por los paracos”, me contesta F. y agrega: “los guerrilleros están concentrados viviendo a la vista de todo el mundo, se les debe garantizar su seguridad”.

Y así voy adentrándome en esto grande que está pasando en Colombia. El paisaje se torna entonces bastante extraño, inimaginable hace algunos tan sólo, meses atrás: militares custodiando la seguridad de los que antes eran el objetivo intransable de sus ráfagas. Colombia se está tomando en serio este proceso.

El día de nuestra visita llegamos tarde a la Zona Veredal –por atraso de la chiva– y la guardia del recinto ya se había ido a cumplir sus labores dentro del campamento. El asunto es que no podíamos tener contacto con el comandante sin la guardia –que es la que atiende a las visitas civiles– así que decidimos regresar a La Carmelita a buscar algún alojamiento para pasar la noche y volver a la mañana siguiente. Oscurecía entonces y las nubes grises que vimos en el horizonte desde la chiva ya estaban sobre nosotros. En un dos por tres ya estábamos empapados.

En el hospedaje encontré el testimonio de un habitante de La Carmelita, el hijo de la dueña del humilde Restaurante Valentina (jugos, gaseosas y congelados). Se llama José Naun, de 32 años, nacido en el mismo pueblo y justo ese día se encontraba de cumpleaños. Así que las Postobón corrieron por mi cuenta.

Este proceso de paz es bueno para que la gente vea que la guerrilla no es como lo piensan. Ellos quieren un cambio, que todos nos veamos iguales, no somos ni más, ni menos. La gente piensa que ellos están en un hotel 5 estrellas, pero están pasando necesidades.

¿Cómo es el contacto que se da entre un vecino de acá y ellos?

Ellos cuando quieren dar una información le dicen al presidente de la comunidad y el presidente nos la comunica a nosotros. El contacto se da entre ellos y los representantes de la comunidad.

¿Cuál es su opinión personal de las FARC-EP?

Todo ellos lo quieren solucionar dialogando, no es como dice la gente que ellos llegan y matan, no, ellos entran hablando y dialogando. No son terroristas, ni matones, ellos no son eso. El estado les dio la oportunidad de mostrar cómo son ellos en realidad. La gente piensa que ellos están en un hotel 5 estrellas, pero están pasando necesidades. Ellos llegaron a armar las viviendas porque no había nada. En las noticias dicen que este es el campamento más avanzado del país, pero así como usted entre y mire, te darás cuenta.

Y eso hicimos la mañana siguiente.

Continuaba lloviendo intensamente y un ataque de la temida “arenilla” –zancudos diminutos, casi invisibles– me aguó también el desayuno. Luego de repasarme las piernas hirvientes de picaduras con un jabón que me regaló la dueña del hospedaje y asegurarme que ya podía moverme sin tener que rascarme desesperadamente, cogimos sendos mototaxis y llegamos de nuevo al campamento Heiler Mosquera. Esta vez sí encontramos la guardia y un intenso movimiento de guerrilleros, observadores de la ONU, del gobierno y civiles.

Comencé diciendo que lo que primero llamaba la atención al ingresar es la enorme bandera de las FARC-EP y el cartel de bienvenida, pero todo eso luego queda atrás  cuando uno ve las condiciones en las que los guerrilleros viven. “Esto es lo más parecido a una toma en pleno invierno allá en Chile”, le comento a C. No hay lugar en donde el suelo no sea de barro, un barro profundo que parece tragarte las botas llaneras. En vez de casas, chozas. En vez de baños, la tierra misma. En vez de paredes y techo, sólo plástico. ¿Estaba yo en aquellas amobladas zonas Veredales que mostraba Caracol Noticias?

 El gobierno no nos ha cumplido

Es lo que escucho cada vez que le pregunto a alguno de los más de 400 guerrilleros que se encuentran acá. Pero no lo dicen con tristeza ni con decepción. Lo dicen tranquilamente con la misma sonrisa que nos recibieron y nos ofrecían un tinto –café– o un plato de comida y nos preguntaban cosas de nuestros países mientras compartíamos un cigarrillo –uno de los placeres que pueden disfrutar ahora tranquilamente sin temer ser detectados por el ejército y los paramilitares a causa del humo–.

¿Pero si el gobierno no ha cumplido con habilitar los campamentos, entonces porqué ustedes siguen acá?

Por nuestra convicción –me contesta el guerrillero Wilson B. quien vio como morían sus dos hermanos en un bombardeo– Nosotros estamos comprometidos con el proceso de paz. Cuando llegamos no había más que el barro y la selva. Tuvimos que cortar árboles, instalar nuestras caletas y todo lo que tú ves.

Nosotros aquí tenemos que vencer estas dificultades, porque consideramos de que la opción de Colombia no es la guerra, es la paz. Y esa paz entre todos los colombianos tenemos que encontrarla –me dice por su parte el Comandante Hernán Benítez, del Cuerpo de Mandos del Bloque Sur.

¿Cuáles son las dificultades que han tenido?

Por ahora lo más difícil es el incumplimiento del gobierno. Esto debería estar construido y muchas otras cosas que no nos han cumplido.

 

Y ¿cuáles son las otras cosas?

Pues bien, en el campamento tampoco se ha instalado un puesto de salud. Ellos mismos han tenido que adecuar una sala para atender las múltiples enfermedades que afloran entre el barro y la humedad. Dengue, paludismo, leishmaniasis (enfermedad cutánea), gripes son algunos de los casos que llegan a consulta y que deben ser tratados con los medicamentos que ellos mismos tenían para sus movimientos en la guerra. En ocasiones la Secretaría de Salud Departamental los visita y les presta un servicio más profesional. Pero no existe una presencia diaria y las 24 horas como amerita la situación. Y esa situación se torna delicada cuando uno ve que hay niños y bebés viviendo allí entre el barro y las moscas. Converso de esto con Tobías, un guerrillero a cargo de la entrega de medicamentos.

¿Hay apoyo de la Cruz Roja acá?

Han venido a hacer brigadas, pero ya cuando ellos llegaron nosotros ya habíamos solucionado todo.

Pero según los tratados esto debería haber estado ya implementado por el gobierno, ¿no?

Lógico, pero ellos comenzaron a traer puras brigadas que no traían más que pasticas (pastillas). Puro acetaminofén y calmantes generales. Ni siquiera aspirinas. Lo que tenemos acá es lo que nosotros siempre hemos cargado.

Se lo pregunté también a una guerrillera, Sandra, de 21 años que ingresó a las FARC-EP a los 15 años, madre de una niña de 2 años que vive con ella en el campamento.

Acá se me ha enfermado. Hay mucho barro, lluvia. Eso le ha afectado a la niña, que se me enfermó. Tuvo anemia e infección intestinal.

 

¿A ustedes les cumplen con los alimentos necesarios para los niños de su edad?

Hasta el momento sólo leche. Pero vitaminas y suplementos… nada de eso.

Ya que estamos acá, queremos que nos cumplan con lo acordado para que los niños estén bien y todos nosotros tengamos un espacio donde estemos bien. Por ejemplo, vea, el barro, nadie se siente bien andando por el barro.

 

Y no sólo de pan vive el hombre. Tampoco les han cumplido con el asunto de la conectividad. Las FARC-EP sacaron de su bolsillo dinero para contratar técnicos que instalaran antenas satelitales que les pudieran tener conexión con el exterior. Así también desde su presupuesto han tenido que pagar profesores para que los guerrilleros instalen sus plataformas de redes sociales y comunicación audiovisual así como comprar smartphones y portátiles para poner en práctica sus nuevos conocimientos. Conocimientos fundamentales porque el trabajo comunicacional es una herramienta definitiva en estos tiempos donde las noticias falsas corren por carril propio.

En el taller de Redes Sociales, la profesora Clara Zenit –bogotana, 29 años– cita a sus alumnos (10 guerrilleros) a las 7 de la mañana de cada día a clases. Aquí aprenden a crear cuentas en redes sociales, a hablar del proceso, de su diario vivir, a comentar noticias relacionadas utilizando hashtags y compartiendo publicaciones. Para ellos, todo esto es nuevo. Es la primera vez que tienen un celular y entrar en contacto con las aplicaciones y plataformas sociales. “Profe, acá hay un tipo insultándome”. Le dice un guerrillero que acaba de conocer con el mundo de la odiosidad anónima de Twitter. “Calma, no deben caer en provocaciones, los ojos del mundo están en ustedes”, contesta la profe, quien luego me comenta:

Una vez les estaba enseñando sobre el manejo de crisis en las redes sociales y les mostraba unos pantallazos de cómo contesta un policía o alguien del ejército nacional en redes sociales y había un mensaje que decía <<qué va, mal parido hijo e´ puta, mierdoso de mierda, huelas a formol, vas a morir>> y una de las guerrilleras dijo <<uy no profe, si a mí me responden así yo cierro el computador y me meto bajo de la cama>>. Y otra <<no profe, a esas personas no los quiso la mamá, no tienen mamá>>. Son muy inocentes, muy puros, son solidarios entre ellos. Un día hubo una tormenta eléctrica terrible en donde los rayos caían cerquita y nuestra caleta se nos estaba hundiendo el techo por la lluvia y como somos de ciudad no sabíamos que hacer y ellos se levantaron y nos vinieron a ayudar. Era de madrugada y ellos se levantaron a ayudarnos.

 

¿Y los paracos?

Terminan la clase y se van todos a dormir. Si bien en el monte se acostaban todos a las 8 de la noche, ahora tienen una hora más y se van a la cama a las 21:00. Y al despertar también tienen una hora más de sueño, levantándose a las 5 de la mañana, no a la 4 de la madrugada como antes. De a poco se van acostumbrando a las nuevas condiciones del terreno. Pero, ¿estarán preparados para insertarse en las condiciones que ofrece este mundo moderno? Levantarse cada día a las 7 de la mañana, prepararse un desayuno para ellos y sus familias, encender el televisor y ver los noticieros mientras comen. Quizás más de alguno revisará su perfil en Facebook o Twitter. O Instagram. ¿Sonreirán cuando vean algún nuevo like? Otros tendrán que llevar a sus hijos al colegio y luego irse a sus trabajos con horarios fijos. De 8 de la mañana a las 17:00. ¿Qué conversarán con sus compañeros de trabajo? Luego al salir de la jornada, deberán tomar de vuelta la micro y se encontrarán con alguien al lado. ¿Sentirán las miradas que les dirijan como algo tan natural como normal o verán algo más en ellas? Ya no tendrán que irse a dormir pensando en que una bomba del ejército les despierte por la madrugada, pero ¿vendrá algún cuchillo anónimo o algún disparo se colará desconocido por sus ventanas? La seguridad de sus vidas es quizás uno de los puntos más delicados de sus nuevas vidas como ciudadanos. Pero, ¿qué dicen ellos?

Una de las partes del acuerdo es el desmonte de los grupos paramilitares. Porque la creación de los grupos paramilitares es una concepción de estado. Entonces como el estado los conformó, los montó, en el gobierno de Uribe más que todo, entonces que el estado los desmonte. Y en eso tiene la palabra el gobierno. Nosotros tenemos que exigir al gobierno el desmonte de los grupos paramilitares porque siguen ahí causando muertes. Es lo que me responde el comandante Hernán Benítez.

Los paramilitares siguen operando. Así lo señaló el monseñor Hugo Alberto Torres Marín, arzobispo del municipio de Apartadó, en Antioquia, quien en el punto 2 de un comunicado emitido el mes de febrero de este año señala un “reagrupamiento acelerado y el aumento del paramilitarismo, cuyos grupos ingresan súbitamente a las zonas que abandonan integrantes de las Farc en su proceso de desmovilización e implementación de los Acuerdos logrados en la Habana.” (https://www.cec.org.co/sites/default/files/Comunicado-prensa-dioc-Apartado.pdf)

En tanto un informe del Movimiento Político y Social Marcha Patriótica denuncia más de 300 “violaciones a los derechos humanos por parte de grupos relacionados con el fenómeno del paramilitarismo” contra organizaciones sociales y populares en los últimos cinco meses. (http://marchapatriotica.org/index.php/82-ddhh-denuncias/3822-violencia-contra-lideres-sociales-informe-especial).

No es mero capricho el que lleva a decir a Hernán Benítez que el estado colombiano ha creado y financiado a los paramilitares. Desde el 2011 ya vienen apareciendo serias denuncias que sindican al expresidente Álvaro Uribe como el creador de estos grupos anti guerrilla y qué estos mismos grupos habrían ayudado a financiar sus campañas políticas. (http://ciperchile.cl/radar/la-acusacion-que-vincula-a-alvaro-uribe-con-la-formacion-de-un-grupo-paramilitar/)

 

¿Temen represalias de parte de grupos paramilitares?

Los temores existen en la medida que ellos todavía existen. Porque lo complicado y difícil es que cuando el gobierno dice que desconoce la existencia del fenómeno paramilitar en Colombia. De estructuras criminales. Es un riesgo que tiene este proceso. Aquí este proceso de paz tiene enemigos que están enquistados en el gobierno, de la ultraderecha militarista que todavía se sueña con la solución militar, que no quiere ceder a sus privilegios, una oligarquía renuente a cambios, a transformaciones democráticas, están aferrados a su status quo. Son muy poquitos pero tienen mucho poder. Son enemigos de la paz.

Me contesta el guerrillero Mauricio Gareca, de la Comisión Política del Bloque Sur. Y finaliza el comandante Hernán Benítez:

Si el gobierno no se preocupa del desmonte de los grupos paramilitares entonces mientras nosotros estemos haciendo política, ellos nos van a estar matando. Eso no puede suceder. Nosotros tenemos una experiencia. Es la del genocidio de la Unión Patriótica. Mataron a más de 5.000 militantes de esa organización(1), la liquidaron a sangre y fuego y seguramente no vamos a volver a esa etapa. Entonces que el gobierno responda y cumpla con esa parte en la que se ha comprometido.

Una jornada acaba y luego de recorrer por completo el campamento, entrevistarme con algunos guerrilleros y tomar fotos, nos vamos hasta la recepción en donde nos sirven una generosa cena de arroz con huevo frito y carne sudada y nos entregan unos aceptables colchones para dormir en un cuarto al aire libre, construido por ellos, para atender a sus familiares que los van a ver y deben pasar la noche en el campamento. El mosquitero no lo ocupamos, la verdad es que más por cansancio que por valentía. Dormimos bien y curiosamente, con un sentimiento de seguridad y protección que me hizo asumir un sueño profundo sin preocuparme de que estaba entre 400 hombres y mujeres armados.

NC Colombia

Un trabajo fundamental en estos tiempos son las comunicaciones. Y ellos lo saben. Más que nunca las FARC-EP tiene el reto de mostrarse y enfrentarse a la opinión pública, ya no desde largos comunicados sin gestos, sin rostros, sin expresiones. Ahora, a cara descubierta ellos mismos se entrenan para producir noticieros, hacer entrevistas, documentar su proceso y mostrar tantos los avances como las dificultades en breves notas informativas en su canal de YouTube.

Hay unos propósitos y es realizar un canal de comunicaciones unas emisoras de radio y que estos muchachos sean los portadores de esto más adelante cuando retornen a la vida civil. Ellos están aprendiendo a saber para qué sirve un lente, no en el tema literal, sino qué efecto y poder tiene eso y la palabra. Darles la seguridad y el camino del buen uso a eso. Aquí no se trata de operar sino saber utilizar las herramientas.

¿Cómo los ves a ellos?

Estos muchachos son muy fuertes, absorben mucho, hoy están cambiando esos conocimientos que eran impensable hace dos años, impensables. Decir: <<levantarme que tengo que limpiar el fusil>> a decir hoy <<levantarme que tengo que limpiar la cámara porque tengo que ir a disparar>>, pero unas tomas, unas fotos o un vídeo. El lenguaje comenzó a cambiar, para el bien de ellos, para el bien de nosotros como sociedad.

Me cuenta Alexander Fernández periodista y profesor de producción audiovisual de la Escuela Nacional de Comunicaciones para la Paz en la cual algunos los guerrilleros se están capacitando en las áreas de periodismo, redes sociales, diseño gráfico, cámara y edición, y expresión corporal.

El profesor los instruye, los observa, les da indicaciones a una guerrillera que debe grabar la introducción a un documental que están preparando. “De nuevo, hasta que salga bien”, indica el profe. La guerrillera arregla su cabello, repasa su párrafo, se lo repite a sí misma. Grabando. Intenta finalizar pero se le tropieza la lengua y dice una palabra que no existe. Se ríe nerviosa. Todos se ríen. Ver la sonrisa en sus rostros, escuchar sus bromas espontáneas y sanas, leer en ellos la humanidad de sus reacciones, de sus conductas y finalmente reírme con ellos.

¡Corten!

Las jornadas de los guerrilleros se repiten cada día. Levantarse, unos a preparar el desayuno, otros al trabajo duro en la construcción, otros a las guardias, algunos a sus labores administrativas y pocos –quizás los más afortunados– a clases (enfermería, pastelería, nivelación de estudios, redes sociales, comunicación audiovisual). Todas las actividades cumplidas con una disciplina de milicia. No por eso la rutina debe ser aburrida, la matizan con bromas, conversaciones en compañía de un tinto, jugando ajedrez o mirando televisión, leyendo, jugando fútbol o con sus animales.

Ahí pude conocer a la nutria «Yorki» y el paujil «Paco», que entre pericos, loros, guacamayos, monos, gatos, perros, gallinas y cerdos conforman el variopinto paisaje de mascotas que los guerrilleros se permitieron traer desde la selva. “Allá teníamos muchos más, pero no pudimos traerlos a todos”, me dice una guerrillera que se pasea con un mono en sus hombros. “Cuando nos atacaban de improviso teníamos que salir con lo puesto, a veces sólo con la ropa interior. Muchos teníamos nuestros amigos pequeños, nuestros animalitos y nos dolía mucho tener que dejarlos, pero es que era difícil tomar hasta los diez o veinte pericos que teníamos y llevarlos con nosotros”.

¿Qué dice la ONU y el Gobierno?

Esa tarde me detuve a conversar con un empleado del gobierno perteneciente a la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, quién me reconoció fuera de grabación, que son los guerrilleros quienes han realizado la mayor parte del trabajo y lo siguen haciendo, a pesar de las condiciones adversas que han tenido que soportar, según él, el retraso en la entrega de materiales, la falta de herramientas. No es por eso extraño encontrarse con farianos que declaran que la vida en el monte le ofrecía mejores condiciones de vida que ahora. “Acá tenemos dificultades que no teníamos en la selva. La libertad de desplazamiento es algo que acá no tenemos, por ejemplo”, me reconoce el Comandante Hernán Benites.

¿Cuál es la respuesta de los observadores de la ONU y funcionarios de monitoreo del gobierno?

Lamentable no fue posible encontrar una versión más profunda de este proceso por parte de los observadores de la ONU y ni siquiera al encontrarme con un chileno ahí –de Quilpué y perteneciente a la Marina– me dio la oportunidad de tener sus versiones y saber cómo ellos viven personalmente este proceso. “Después de lo que pasó a fin de año(2), nos tienen prohibido cualquier comentario respecto a lo que estamos haciendo acá. Sobre todo a la prensa”. ¿Cuál prensa? le contesté yo, sólo soy un aficionado. “Peor” me contestó riendo. Me tuve que contentar a escucharlo comentar cómo extrañaba los asados. Igual gracias a este encuentro, ahora tengo donde llegar en Quilpué. Quizás con un asado y mucho vino, lograré que me conteste cómo fue su papel en todo este proceso. ¿Así es que lo hacen los periodistas profesionales? Los funcionarios gubernamentales de gobierno tampoco accedieron a dar entrevista: “son órdenes superiores”, más bien, parecían más interesados en obtener nuestros datos.

La guerra, el peor castigo

Se acaba el segundo día de trabajo: entrevistas, fotografías y muchas historias de la guerra. Tantas y algunas tan desoladoras que si las comento en esta crónica me acusarían fácilmente de imparcialidad, pero, es que cuando existe una guerra que mata a tus hijos, a tus hermanos, a tu amigos, a tu madre ¿es ética la imparcialidad? ¿Se puede describir el dolor de una forma objetiva de tal manera que no involucre sentimientos? Es tremendamente difícil sustraerse y mirar todo esto desde un lente ajeno, lejano y frío sin comprometerse con el que sufre. Me quedo pensando en esto mientras inútilmente intento sacar el barro de mis botas y de mi ropa. Alisto mi colchón, me voy al baño a cielo abierto por mis necesidades biológicas, una lavada de dientes y a dormir escuchando grillos, aves, algunos sapos y el silencio militar de los guerrilleros, que ya duermen.

Al día siguiente me tendría que ir de vuelta a la vida civil, esa que ellos miran ahora desde más cerca, esa que está ocurriendo allá afuera y que experimentan cuando desde el campamento ven pasar la chiva llena de civiles y cachivaches, dejando una nube de polvo a su paso. Y parece que desde ese vehículo la gente dentro también los miran. Se verán las caras pronto y quizás hasta puedan conocerse; tendrán la oportunidad de saludarse, de conversar y compartir el asiento. Cosas tan habituales para nosotros –trabajar, salir de vacaciones, ir a un concierto, a comprar el pan o a ver un partido de fútbol– serán para ellos una experiencia nueva y deben prepararse para ellas, para que estas cosas, ajenas a quienes han vivido tantos años enfrentadas a la incertidumbre de la guerra, no les sean un obstáculo sino un estímulo. Y lo más importante: lo puedan disfrutar.

De los seis meses que deberán estar los guerrilleros para dejar las armas y reintegrarse a la vida civil, llevan casi dos y aún no pueden abocarse por completo al objetivo por el cual se encuentran aquí: prepararse para la vida civil estudiando, aprendiendo oficios y conocimientos que les permitan tener herramientas para afrontar la nueva vida en una Colombia en Paz. Al día de hoy los retrasos persisten y se hace necesario por parte del gobierno redoblar los esfuerzos para conseguir que la totalidad de los acuerdos sean implementados en el menor tiempo posible. Los guerrilleros siguen cumpliendo con su parte porque al parecer, y según lo que pude constatar, hay algunos más interesados que otros en que los tratados firmados con tanto orgullo no se conviertan finalmente en una nueva declaración de guerra para Colombia ya hastiada de ver tanta sangre y miembros mutilados de sus hijos.

Después de mi estadía en Colombia quedo convencido de que no se puede comprender la creación y la existencia de las FARC-EP sin conocer la realidad de la pobreza en esta región de América Latina. La guerrilla ha sido una respuesta y, más que eso, una defensa a la violencia de estado contra el campesinado pobre, al obrero y a la mujer colombiana. Y esta defensa hoy pasa a la ofensiva porque no hay mayor protagonista en cualquier guerra que quién anhela la paz, lucha por la paz y se esmera en todos los esfuerzos por el final del fratricidio. Porque la paz es invencible y es para todos la misma victoria. La paz entrega la oportunidad única de no dejar vencidos, sólo vencedores, pero claro, esto siempre y cuando ambos lados la quieran de la misma forma y la persigan con el mismo anhelo.

Al día siguiente nos vamos. Un poco más tarde de lo planeado, es que no podíamos irnos sin aceptar el tentador plato de arroz con plátano frito, frijoles y carne que nos pusieron en la mesa. “Con la comida parece que es lo único con los que les han cumplido”, le digo a una guerrillera que nos pregunta si queremos más. “Ah que sí, usted sabe que sólo cuando uno tiene hambre es cuando se deben tomar los fusiles”, me contesta sonriendo. Y por supuesto, sirviéndome más. Salimos del campamento y mientras pasa la chiva que nos lleve a nuestro destino, me pongo los audífonos para escuchar los audios del día y finalmente, ya arriba del autobús, estas palabras del guerrillero Mauricio Gareca me hacen ponerle pause. Intento saborearlas, como si quisieran decirme, algo más que palabras, una confesión quizás. O un aullido:

La guerra a uno le priva de mucho. La guerra es la guerra, usted sabe. La guerra es el peor castigo que puede vivir la especie humana. Es la guerra se mueren los hombres, a veces los mejores, la guerra deja mutilados, muertos, viudas, tierras asoladas. La guerra influye negativamente hasta en la cultura de los pueblos. Por eso nosotros miramos con mucho agrado, como muy positivo a que superemos esta página de la violencia política en nuestro país y podamos entonces vivir en una Colombia sin que se tenga que utilizar las armas para hacer política. De parte y parte.

Ya arriba de la chiva, al acercarnos a uno de los anillos de seguridad, un militar me queda mirando y me dice adiós con la mano. Le respondo de la misma forma. Le dije adiós, pero quizás también le dije gracias.

 

***

 

Notas:

  1. Se refiere a los asesinatos y desapariciones en masa a dirigentes de Unión Patriótica que comenzó a finales de los 80’. Más información de estos sucesos en el artículo del director de la fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila a propósito del proceso de paz: (http://www.semana.com/opinion/articulo/ariel-avila-genocidio-politico-de-la-up-podria-repetirse/463602)

 

  1. La ONU marginó de la misión de paz a cuatro observadores por participar de una celebración de año nuevo con los guerrilleros: http://www.latercera.com/noticia/onu-margina-carabinera-mision-paz-colombia/

 

 

Imagen extraída de semana.com

Corresponsal para Revista De Frente

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