
«¿Qué nuevos escenarios abre la reciente elección?» por Nicolás Fuenzalida Riveros
Por: Nicolás Fuenzalida Riveros
Todos hemos alimentado al monstruo
El primer balance que ha inundado el debate en los medios es el avance “demoledor” del partido republicano a nivel nacional y la capacidad de veto que obtendría con el importante número de escaños conseguidos en la discusión y aprobación de la nueva constitución. Propuesta que –es importante destacar–, ya había comenzado a ser redactada por el comité de expertos elegido a dedo por los partidos del Congreso.
En este plano, repletan las redes sociales diversos comentarios despectivos y con muy poca autocrítica que responsabilizan a uno u otro sector del “sorpresivo” avance de la extrema derecha: “la culpa es de quienes votaron nulo”, “Chile país de fachos”, “Chile país de tontos”, “La culpa fue ir en listas separadas”, etc.
Comentarios que intentan anular pensamientos, justificar el sálvese quien pueda y no enfrentar con seriedad la realidad que vivimos. Cuestión que aporta muy poco a un análisis responsable del momento histórico que asistimos, los compromisos que debemos asumir (más allá de la opinología) y los caminos colectivos a construir hacia delante.
Analicemos más en detalle los resultados: ¿De verdad el triunfo de las huestes de J.A Kast nos pilló por sorpresa?
Es extraño escuchar la voz de sorpresa que algunos esgrimen frente al triunfo Republicano. Pareciera que omiten o desconocen el estado actual de crisis internacional, el reflujo inminente de las históricas movilizaciones inauguradas tras el estallido social y la emergencia de las derechas radicales como fenómeno global, en respuesta a la ruptura del viejo orden.
Refresquemos un poco la memoria, ya que el proceso de articulación de lo que hoy conocemos como Partido Republicano se comienza a fraguar el año 2016 tras la renuncia de J.A Kast a la UDI y su ruptura con la derecha tradicional para luego tras un año surgir como alternativa para la elección presidencial del 2017. Elección que estará marcada por el triunfo de Piñera, una gran abstención electoral y la emergencia de su figura como independiente con un 8% de los votos, sin siquiera tener partido ni estructura.
A partir de ese momento comienza su articulación con la ultraderecha Española, Húngara y Estadounidense, configurando la cuarta oleada de la derecha radical desde la posguerra y que en la actualidad dan forma al programa Republicano. Poco a poco comienza a allanar su camino y acrecentar su influencia.
Los primeros en darle espacio político (comida al monstruo), serán los partidos de Chile Vamos desde donde emigró (UDI,. RN, Evópoli) quienes por cuestiones de cálculo político o la llamada política de los consensos deciden incluirlos en Enero del 2021 al pacto para elegir a los convencionales llamados a escribir la nueva constitución. Y pese a que los republicanos en pleno estallido social se habían opuesto fervientemente a cambiar la constitución de Pinochet.
De esta forma, la convención y los medios les brindaran una plataforma política importante para instalar sus ideas retrogradas y encabezar la postura del rechazo varios meses antes para el plebiscito de salida. Esto les permitirá visibilidad mediática (apoyadas por las suculentas cifras puestas por empresarios), para instalarse en el debate nacional, logrando incluso pasar a segunda vuelta y representar a su sector en las últimas presidenciales e instalarse con fuerza en el Congreso Nacional. Capitalizaron en gran medida el voto de la derecha tradicional y los sectores descontentos, dando la primera estocada a los sectores de la UDI, RN y Evópoli y terminando por configurar un discurso de carácter nacional que frente a la crisis económica y de seguridad, ha sabido sostener un discurso (aunque reaccionario) para responder a las inquietudes de orden, los sentimientos “anti establishment” y los errores propios del gobierno.
¿En verdad creen que su avance es responsabilidad exclusiva de quienes votaron nulo? ¿De verdad nunca previmos el avance de la extrema derecha?
Los segundos en dar espacio político al Partido Republicano (comida al monstruo) han sido los sectores de la socialdemocracia, actualmente en el gobierno, quienes han repetido las viejas formas de hacer política. Han renunciado a las promesas de renovación. No podemos olvidar como históricamente en tiempos de crisis, el auge de las ideas reaccionarias también puede fraguarse de la mano de la socialdemocracia mediante el sostenimiento del statu quo, la política de los consensos, cambios más bien simbólicos y condescendencia con los sectores reaccionarios que le brindan finalmente espacios para integrarse, crecer y terminar imponiendo su agenda.
Así lo demuestra el año de entreguismo del Gobierno de Boric y su sector, quienes derrotados políticamente han entregado el proceso constituyente completo a manos de los cuestionados partidos políticos. Han entregado el 50 + 1 de la comisión de expertos a la derecha y puestos estratégicos del gabinete a la ex Concertación, llegando a claudicar incluso a sus propios principios y puntos programáticos aprobando el TPP-11, la minera Los Bronces y la impunidad de carabineros en los abusos cometidos durante el estallido.
Reafirma el patrón de los grandes políticos reformistas, hábiles negociantes a puertas cerradas, pero que se revelan impotentes en el transcurso de los grandes acontecimientos históricos donde cobra vigencia la idea de que los cadáveres no sirven de nada para la lucha, pero son bastante buenos para impedir a los vivos combatir. Nos da cuenta de la derrota política del gobierno, y su incapacidad de responder a la crisis económica y de seguridad que vive el país pavimentando el terreno para las propuestas populistas de los republicanos.
Un tercer sector responsable del ascenso de la derecha radical en Chile que ha alimentado al monstruo somos quienes asumimos una posición más radical frente al sistema. Como individualidad u organizadamente hemos sido incapaces de cuajar una alternativa coherente con los tiempos actuales. Promovidos por las nostalgias del pasado, las viejas consignas y la conservación de nuestras pequeñas parcelas seguimos marchando desconectados con las necesidades de nuestro pueblo y las particularidades actuales de la sociedad.
Incapaces aún de transformarnos en alternativa Hoy, es imperioso trabajar desde esta trinchera por la construcción de un movimiento que luche y desate abiertamente su potencial colectivo, creando y construyendo espacios seguros y libres de violencias en nuestros territorios.
Un movimiento que fortalezca el potencial orgánico de las comunidades, a través del desarrollo de un tejido interdependiente y autovalente de sí mismo y de su entorno.
Un movimiento que asuma y enfrente sus propias contradicciones y que movilicen nuevos principios de convivencia y relación social.
Un movimiento que se proponga superar la forma tradicional de izquierda y derecha que desde su expresión institucional ha parasitado la forma en que se entiende la sociedad, y desde su expresión no institucional, ha degollado el orden social con sus apuestas marginales.
Abstención, votos nulos y blancos.
Un segundo balance que podríamos hacer, es el alto porcentaje (21,5%) que obtuvo el voto nulo y blanco, que si bien no podemos atribuir de manera exclusiva a las campañas levantadas en esa dirección, si podemos vincular con la desafección de amplios sectores (2,5 millones de votos nulos y blancos) de la población respecto a las viejas formas de hacer política, que miran con desconfianza a un proceso que no resuelve sus problemas concretos y ha sido comandado por el Congreso y los Partidos políticos.
Podemos concluir anticipadamente que la posibilidad de generar cambios relevantes desde la instancia existente es prácticamente nula. Los márgenes establecidos por los partidos políticos para la nueva constitución, en el acuerdo por Chile, que paradójicamente excluye a la mayoría de los chilenos, la composición de la comisión de expertos (50 + 1 a favor de la derecha) y el consejo constitucional bajo control absoluto de la derecha, nos plantea el desafío de poner en marcha pronto una campaña.
En estos desafíos quienes nos organizamos, somos dirigentes sociales u ocupamos cargos de representación popular debemos hablar con honestidad con nuestro pueblo. ¡No hay cambios relevantes posibles en el actual proceso! … tal como deja entrever Kast, en su reciente entrevista.
La propuesta de nueva constitución será minimalista y dejará intactos los pilares del modelo y las formas añejas de hacer política para seguir atentando con las condiciones de vida de todos quienes vivimos en territorio chileno.
En consecuencia, debemos comenzar a trabajar ampliamente por recuperar el proceso constitucional secuestrado por los partidos políticos. El voto nulo y blanco ya ha creado un hecho político innegable, ahora debemos rechazar el engendro de propuesta que resultará de esta farsa constituyente durante el plebiscito de salida.
¿Pero debemos centrarnos únicamente en la discusión abstracta de un nuevo proceso constituyente?
Creo que no, Chile tiene urgencias concretas que resolve, ligadas a la crisis económica y seguridad que vivimos y supera las viejas formas de hacer política. Por lo cual debemos construir paralelamente un plan de acción que empodere a las comunidades en estos temas, emplace al Estado por soluciones concretas y vaya articulando una fuerza capaz de implementar los cambios que Chile necesita… ¡Un nuevo orden social!
La polarización no da tregua y la política de los consensos agoniza.
Una tercera conclusión que podemos sacar de las recientes elecciones es la agonía del llamado “centro político” y las viejas formas de hacer política de la transición, que una vez más pone en evidencia la escuálida relación que tienen dichos partidos con las necesidades del pueblo y la desconexión con el momento histórico de crisis que estamos viviendo.
Los resultados de estas elecciones son la manifestación tácita de la decadencia de la política de los consensos, el cálculo y la transgresión oportunista de los valores y principios que han marcado la forma de hacer política de las últimas décadas.
Desde el retorno a la democracia, la configuración del duopolio y los amarres de la Constitución de Pinochet se nos fue adoctrinando en una forma de hacer política centrada en los consensos entre las fuerzas partidarias y los cálculos políticos para ganar o sostener alguna posición o puesto relevante para continuar parasitando dentro del Estado.
De la misma forma, se nos señalaba que el pueblo chileno tenía un apego a las instituciones y el deber republicano de votar, así se nos acostumbró a tener que elegir la mayoría de las veces por el mal menor. Esto explica, en cierta medida, la gran cantidad de viudos/as del mal menor tras las elecciones, que salieron a denostar a quienes legítimamente llamamos a votar nulo, frente el secuestro de las élites partidarias y el congreso del proceso constituyente que ganamos en las calles.
El alto porcentaje de votos nulos y la derrota del “centro político” dan cuenta entonces, del desangramiento que comienza a sufrir la política de los consensos y la tendencia inevitable hacia la polarización, donde las posiciones tibias serán derrotadas o subsumidas inevitablemente por las fuerzas en pugna.
Un ejemplo de aquello y una señal inequívoca de la decadencia del progresismo es el hecho que su sector en vez de preocuparse por interpretar las motivaciones tras la abstención y la gran cantidad de votos nulos, haya despertado a primera hora del día tras las elecciones pensando en cómo incluir a la DC al gobierno, Dan cuenta algunas declaraciones, que andan buscando al derrotado “centro político”, para transitar juntos hacia la hora fúnebre.
Podemos concluir que, si bien las elecciones en los marcos de la democracia actual nunca representarán integralmente la realidad ni mucho menos el movimiento de las fuerzas sociales en pugna, ni tampoco son el único camino que deben transitar los pueblos para luchar por su emancipación, si son una imagen (parcial) que nos otorga elementos para comprender de mejor forma la situación política.
En este sentido es importante comprender que el poder dentro del Estado no se obtiene únicamente por medio de las formas democráticas del voto, sino por el monopolio de la fuerza y el avance en la conciencia de los sectores oprimidos/as.
La representación de una clase oprimida en los márgenes de la democracia burguesa como lo es en términos clásicos el Parlamento o en términos extraordinarios una Asamblea Constituyente, son un espejo deformante de las correlaciones de fuerza real, donde la burguesía siempre se ve sobrerrepresentada.
Solo la lucha revolucionaria deja al desnudo la verdadera correlación de fuerzas, barriendo todo lo que pueda ocultarla.
En la lucha directa e inmediata, desarrolla su fuerza infinitamente superior a su expresión en el parlamento o en este caso en un proceso constituyente. Así quedó demostrado en la huelga general del 12 de noviembre nuestra inagotable fuerza y como fue apaciguada dentro de los marcos institucional». Dicha fuerza es la llamada a conformar un nuevo orden social.
El escenario de agudización de la crisis y ruptura de la orden mundial barrera con las posturas tibias en los escenarios futuros, reafirmando la tendencia a la polarización y en medio de la crisis histórica del capitalismo el debate se tornará una disputa abierta de proyectos de sociedad. Debemos ser autocríticos, debemos asumir las últimas derrotas electorales como un aprendizaje para las batallas decisivas y poner en pie una alternativa.
Creemos que los pueblos del mundo, tenemos cita para definir nuestro futuro, en consecuencia, la humanidad tiene el deber de conquistarse a sí misma, comprender su naturaleza y actuar desde este entendimiento para definir sus metas universales en este nuevo siglo.
Actuar desde nuestra naturaleza universal implica ser solidarios, reconocer la necesidad que históricamente hemos tenido de formar comunidad para prevalecer como especie e impulsar decididamente la formidable capacidad que tenemos de transformar armónicamente el mundo del cual somos parte.