
«Que bruto póngale cero»: Vargas Llosa y la revuelta chilena
Por: Nicolás Romero
#DeFrente
La revuelta popular #ChileDespertó, ha generado más de un dolor de cabeza a las derechas y al imperialismo norteamericano. En un momento de «concentración de fuerzas» en la región debido al cerco estratégico impulsado por China y sus aliados; y del supuesto «fin de ciclo» de los procesos de cambio, la bancarrota del modelo chileno les cae como balde de agua fría.
En una reciente columna publicada el sábado 2 de noviembre en en el Diario La Tercera titulada «El enigma chileno», el converso Mario Vargas Llosa quien hoy por hoy es presentado por las agencias de derecha como el referente liberal de más alto vuelo, intenta desentrañar las raíces tras la revolución del torniquete. En esta repite un mantra sociológico de baja consistencia para intentar explicar un hecho «misterioso y sorprendente», al que señala, se niega a emparentar con «la derrota de Macri y retorno del peronismo en la Argentina y con el fraude escandaloso en las elecciones bolivianas».
El Mito del Desarrollo
El misterio radicaría en la existencia de una revuelta masiva en «el único país latinoamericano que ha dado una batalla efectiva contra el subdesarrollo y crecido en estos años de manera asombrosa.» Luego de enumerar indicadores vinculados al crecimiento económico (generalmente contrarios a un desarrollo a escala humana), afirma que «Chile ya casi ha dejado de ser un país subdesarrollado» y que estaría «mucho más cerca del Primer Mundo que del tercero». Así Vargas Llosa confirma su estrecha y anacrónica lectura del «desarrollo» entendido como una línea de «etapas» por las cuales debe atravesar un país para alcanzar quien sabe que. De un plumazo borra los aportes de la teoría de la dependencia o del sistema economía-mundo que justamente lo que afirman es la asimetría de relaciones de poder entre las economías centrales y los países (como Chile) sometido al designio de tras nacionales imperialistas. Esperable de una derechista tan arribista y picao a OCDE. ¿Cómo explica su concepción de desarrollo la hiper explotación de los bienes comunes naturales (Chile es el único país del mundo con el agua totalmente privatizada) y la mayoritaria presencia de empleo precario? A lo que llaman desarrollo es a un modelo económico colonial que impide estructuralmente el desarrollo de industria e innovación tecnológica que agregue valor a las mercancías aquí producidas. Lo llaman desarrollo a la destrucción del medio ambiente de la mano de mega proyectos extractivista como las centrales de paso, la gran minería del cobre y las empresas forestales.
El mito del retorno a la democracia
No contento, Vargas Llosa repite como si fuera un argumento para justificar algo, que fue la izquierda la que abrazó este destructivo proyecto de sociedad, «No es irreverente afirmar, pues, que la izquierda ha contribuido más que nadie a que aquella política de defensa de la propiedad y la empresa privadas, el aliento de las inversiones extranjeras, la integración del país en los mercados mundiales…» Chilito sería algo así como un «Oasis» donde junto a un modelo económico de mercado, se practicarían las «elecciones libres y la libertad de expresión, a diferencia de los países «populistas» y de izquierda.
La evidencia histórica apunta a comprender la transición como un proceso de blanqueamiento y profundización del neoliberalismo, legitimando las bases institucionales de una constitución impuesta por una dictadura. ¿O alguien se cree el cuento de que la CPR se cambió con las reformas constitucionales de Lagos? Pamplinas. Al igual que la «izquierda renovada» hoy progresista, Vargas Llosa besa el anillo de la Casa Blanca, la misma que infló a la Concertación para mantener el modelo, ahora sin Pinochet. Curioso liberal que no hace referencia alguna a la crisis de legitimidad de un «Estado de Derecho» fundado sobre una constitución dictatorial que hoy millones reclaman sea transformada mediante una AC. Pero para Vargas Llosa, eso es cosa de chavistas, no de ciudadanos.
El mito de las «clases medias europeas»
El núcleo duro del mantra que en Chile repitieron como loros personajes como Tironi, Correa, Brunner y Peña, radica en el carácter mesocrático de la revuelta y más aún, en su similitud a la blanca y elegante Europa. «Y tiene poco o nada que ver con los estallidos latinoamericanos de quienes se sienten excluidos del sistema. En Chile nadie está excluido del sistema, aunque, desde luego, la disparidad entre los que tienen y los que apenas comienzan a tener algo sea grande.» Así el lenguaje del «malestar» que se puso de moda con los informes del PNUD de la segunda mitad del noventa, fluye como retórica para llegar al mismo punto, la crítica no es contra el capitalismo sino contra sus excesos, o sus fallas re distributivas. Así el genial Vargas Llosa cree inventar la pólvora cuando señala, «¿Qué ha fallado, pues? Yo creo que un aspecto fundamental del desarrollo democrático que postulamos los liberales: la igualdad de oportunidades, la movilidad social. Esto último existe en Chile, pero no de manera tan efectiva como para frenar la impaciencia, perfectamente comprensible, de quienes han pasado a formar parte de las clases medias y aspiran a progresar más y más gracias a sus esfuerzos.» Lo cierto es que las bases del modelo son las que impiden y rehuyen a políticas redistributivas. El golpe de Estado se orientó prontamente a desmontar las estructuras nacional populares que habían permitido dentro de la institucionalidad autoritaria de la CPR de 1925, mediar el conflicto entre capitalistas y trabajadores. La orientación era clara, las clases dominantes no estaban dispuestas a constituir un pacto social con la clase obrera, por lo que golpearon su fuerza des industrializando el país.
A su vez en un modelo de economía abierta el paradigma de las «ventajas comparativas» es el que se impone. Y como el Estado no puede desarrollar iniciativas productivas limitado por el principio de subsidiariedad consagrado en la CPR del 80, se trata de capturar capitales trasnacionales mediante facilidades tributarias, salarios bajos, regulaciones ambientales flexibles y jugosos y constantes subsidios estatales. De esta forma el «capitalismo norcoreano» ultra subsidiado con fondos públicos tiene en su ADN la desigualdad.
Cabe señalar que la figura de «clases medias europeas» no es construida a partir de un análisis real de las condiciones de vida de los pueblos que habitan este territorio, sino a partir de promedios de ingresos que sólo esconden las escandalosas desigualdades de este país. Los enormes niveles de endeudamiento no pueden ser interpretados como señal de desarrollo sino como adaptación a un modelo de privatización de la vida bajo condiciones altamente precarias. Así, en vez de analizar el complejo proceso de constitución de actores de clase, se asume una orientación individualista y pro capitalistas de las denominadas «clases medias». ¿Y no se les pasó por la cabeza que la revuelta chilena podría apuntar a desmontar las bases de la acumulación capitalista en Chile?
Afortunadamente, el desteñido alito sociológico de Vargas Llosa se desploma frente a la profundización de la #RevolucióndDelTorniquete.
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