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«Orgulloso de Nada» por Pablo Monroy Marambio

Orgulloso de Nada

Pablo Monroy Marambio

 

Si observáramos solo los repugnantes hechos ocurridos en Iquique este fin de semana, el debate de la semana recién pasada lo ganó José Antonio Kast.

Usted dirá que exagero y que declarar algo así, además de desproporcionado, es hacerle también el juego al enemigo. Y claro, no todos somos como esos miserables connacionales «raza pura» del norte, pero esos gravísimos hechos deben, ineludiblemente, ser analizados de manera mucho más profunda que el mero alegato e indignación que producen las imágenes del momento (igual que como nos indigna el abandono a la niñez con cada nuevo escándalo Sename). Porque eso que pasó allá, es también parte de lo que somos, y erradicarlo requiere algo más que el enojo políticamente correcto, y mucho más, por cierto, que nuestras opiniones y descargos a través de redes sociales, mucho más que esta misma columna.

Se requiere una revisión profunda y comprometida de lo que cada uno es, porque ese racismo y xenofobia no viene de la nada, no surge de un grupo de desadaptados sin nación y sin arraigos, y no es solo con las patadas y combos que bien merecidas tienen, que nos terminaremos por deshacer de ella.

 

Corría el año 1999, recuerdo bien, cuando el entonces presidente, Eduardo Frei, señalaba que ese primer encuentro neonazi en Chile, liderado por Alexis López, era incompatible con los principios democráticos del país, sin emprender, no obstante, acción alguna con tal de impedir dicho cónclave. Ya con Lagos en la presidencia, López fue detenido por giro doloso de cheques, pero según sus simpatizantes, el encuentro se había llevado a cabo igual, de manera secreta. En el marco de todos estos hechos, se desataba una discusión ofensivamente absurda, aquí en la larga y angosta, respecto de la permisividad que debía tener o no, la primera marcha neonazi del país, amparados en la libertad de expresión y tolerancia que también merecían, según la visión de sus organizadores. También en este tema, como se ve, la deuda es de mucho más que 30 pesos.

Muchísimos años antes, de hecho, a principios de la década del ’60, fue embajador de Chile en Yugoslavia Miguel Serrano, uno de los más conocidos exponentes y representantes del nazismo en Chile. Si bien el mismo Serrano declaró alguna vez que López era un imbécil, lo cierto es que ambos propiciaron y difundieron por igual el ideario nazi, con toda su carga de odio e intolerancia. La pequeña parte del país que siempre ha rechazado todo, rechazaba también a principios de este siglo que no se permitiera la marcha, alegando absolutismos y persecuciones, pues, si se cumplían la paz y el orden cívico que los organizadores aseguraban, no había motivo para impedir su manifestación.

No es difícil recordar, llegados aquí y dadas esas imágenes, las marchas anti estallido que eran custodiadas por carabineros, o a los señores de buena situación a quienes la policía les “sugería” guardar sus armas, o más acá, a esta constituyente que acusaba “tiranías de la mayoría”. Insisto, nada de esto es nuevo.

Por esos años, mientras en la sociedad tenía lugar ese improcedente debate, el objetivo de las bromas comunes y aceptadas, en tanto, era la comunidad peruana que comenzaba a llegar al país buscando, como todo migrante, mejores posibilidades de subsistencia para sí y para los suyos.

 

Esa ventana que la cultura chilena tiene al mundo, como siempre se ha dicho del Festival del Viña del Mar, no hizo nunca el más mínimo ademán de censurar o controlar al menos las rutinas de los humoristas de turno que tenían en nuestros recién llegados vecinos, a su campo más fértil de contenidos. Alguna vez, trabajando en época universitaria con la comunidad peruana, cuyo asiento estaba en las oficinas de la Vicaría Pastoral Social de Santiago, ubicada en calle Catedral. Razón por la cual, los peruanos recién llegados siempre estaban a un costado de la Catedral Metropolitana y en la Plaza de Armas, comiendo palomas, como rezaba el chiste más típico de la época. Me enteré de los constantes abusos y atropellos laborales cometidos por empleadores y contratistas locales, que incluían abandono del personal, robo de los sueldos, castigo físico, como si en el máximo apogeo del esclavismo hubiésemos estado. El trabajo de la mujer, por cierto y como siempre, era en donde más terribles hechos se registraban, contándose un montón de nacimientos indeseados y abortos, que colmaban las páginas de las denuncias que llevaba el dirigente de la comunidad y su equipo, con apoyo de la Vicaría.

Curioso era, por decir lo menos, lo que paralelamente sucedía con nuestros vecinos argentinos, a quienes, extrañamente y a diferencia de los peruanos, el odio que les profesábamos se hacía desde una cierta inferioridad, y más que odio, lo que se observaba era una abierta envidia. Ellos venían de un país que por entonces estaba bajo el delirio de Menem, con el dólar uno a uno con su peso local, lo que les permitía invadir nuestras playas de la misma manera que los gringos o europeos, y, por si fuera poco, a menos que hablaran, era difícil distinguir a unos de otros. No por nada declaró (muy torpemente) hace poco su actual presidente, que ellos “habían llegado en barco”. Es digno de todo análisis el cómo nos impacta la rubiedad por estos lares.

La tez clara parece cegarnos y la seguimos como insectos a la luz, huyendo desesperadamente de esta oscuridad que nuestra propia piel tiene. A tanto llegaba ese odio esquizofrénico, que, cuando los vecinos blancos cayeron en desgracia y se les vino el corralito, íbamos nosotros a gastar allá como ellos antes acá, ufanándonos de esa posibilidad, llamándoles “hambrientinos”. Las rutinas del humor del Festival de ese entonces, también estuvieron atiborradas de estas referencias.

 

Al día de hoy, Interpol tiene un registro de más de 2000 chilenos delinquiendo en la Unión Europea. ¿Que haría este gobierno (o el que viene), si alguno de los países que componen la Unión llevara a cabo una razzia como la vista el fin de semana en Iquique? Un sector, por supuesto, justificaría la cárcel y hasta el asesinato, si sucede, de esos indeseables que, titulados ya como delincuentes, dejan de inmediato de ser como nosotros “los decentes”.

Es realmente inquietante que, en algunas de las fotos en las que se ve a los manifestantes del norte, hay algunos con la whipala en alto, flanqueada por banderas chilenas. ¿De quiénes hablamos cuando hablamos de estos manifestantes?… ¿Solo de esos neonazis a los que es fácil apuntar porque con ese título los diferencias de inmediato de nosotros?

 

Para ejemplificar mi punto, se me hace oportuno citar otra de las noticias de la semana pasada, que fue la relativa a los permisos que la alcaldesa Irací Hassler extenderá a los comerciantes informales. Esa noticia, que seguramente cobrará mayor polémica con el paso de los días, ya ha puesto sobre la mesa la discusión que enfrenta a quienes se quieren hacer cargo de una realidad que, de algún modo hay que regularizar, y a quienes señalan que esta manera de regularizarla atenta en contra de sus derechos legítimos: los locatarios formalmente establecidos. La jefa de planificación comunal, muy sensatamente ha declarado lo obvio, que con regularización o no, el comercio informal existe, y que controlarlo y reducir sus perjuicios adyacentes (como la de ser posibilitantes de focos de delincuencia) es empezar dando este paso. Eventualmente puede resultar equivocado, pero que al menos se quiere hacer cargo de manera ecuánime de la situación, y no solo mediante la persecución policial y judicial, que es lo que han hecho, invariablemente, los anteriores gobiernos comunales. De esta polémica se apoderarán y potenciarán, indudablemente, los sectores de derecha. Todo lo vivido por Daniel Jadue, en sus años de alcalde, se le viene encima a la alcaldesa Hassler. ¿Diría usted, que todos los comerciantes formalmente establecidos son gente de derecha? ¿O fascistas? El gobierno central, por cierto, no se manifestará de manera alguna al respecto (ni n ese tema ni en este), porque nada hay más provechoso, para gente indecente e inoperante como la que nos mandata, que el que la propia gente se pelee con la gente.

Lo mismo sucede exactamente en el norte. No somos todos los chilenos los que comulgamos con el racismo, es un hecho. ¿Pero en cambio, podemos afirmar con absoluta seguridad que todos esos manifestantes eran realmente neonazis, o fascistas, o miembros de alguna orgánica de corte nacionalista? Lo dudo. Es cierto que existe una torcida variante nacional socialista que esgrime argumentos fundacionales que se quieren amparar en la “raza pura indígena”, y desde ahí, uno podría explicar la existencia de esa whipala en la manifestación. De igual modo, es fácil pensar que un neonazi cualquiera, o un simple provocador quizá, la llevó justamente para dar la apariencia de que esto es, específicamente, un asunto de superioridad de razas.

Y ya que hablamos de símbolos de pueblos originarios, en agosto del año pasado estallábamos en la misma indignación que hoy día, cuando unos nobles patriotas iguales a los de Iquique, pero en la Araucanía, en las municipalidades de Curacautín, Victoria, Ercilla y Traiguén, eran quienes querían incendiar a los mapuche que tenían tomadas dichas dependencias en apoyo a los comuneros que por entonces estaban en huelga de hambre. Incluida la autoridad ancestral Celestino Córdova, a quien no se le permitía visitar su rewe, sin importarle a los manifestantes que entre los ocupantes hubieran mujeres y niños. Así como entonces, este gobierno no respetó en lo absoluto los acuerdos internacionales que ha firmado, como el Convenio 169 de la OIT, ni tampoco hoy respeta las exigencias mínimas de los acuerdos económicos que a éste y a los anteriores gobiernos tanto les gusta firmar, violando así las más básicas cláusulas de buena vecindad que los mismos acuerdos incluyen.

 

Ejemplos sobran de nuestro chauvinismo, y bueno, qué sociedad no lo padece. El asunto es que acá, el chauvinismo, como la pechoñería, está institucionalizado. Si es cosa de recordar (para no irnos tan para atrás) al viaje de nuestro actual presidente, cuando viajó a la frontera de colombo-venezolana de Cúcuta, en febrero de 2019 (y mientras se incendiaba nuestra Patagonia), a entregar esta humanidad que hoy este mismo gobierno niega. Hoy suman y suman las expulsiones ilegales de extranjeros, a quienes no se les permite la posibilidad de apelar judicialmente, que es su derecho, respecto de la decisión sobre ellos adoptada.

Sobre ese viaje “humanitario”, el día 03 de diciembre del mismo 2019, nos enteramos por el propio Diario Oficial, que el viaje que Piñera había hecho a Colombia no había sido con otra finalidad que la de subir la participación de toda la familia Piñera-Morel en la bolsa de dicho país. Nacionalismo tan comprometido como el del reaccionario Kast, cuyos activos están invertidos en paraísos fiscales. A este sector (saludos al concejal RN de Iquique, Domingo Campodónico Saluzzi, visto en las manifestaciones), que siempre ha protegido tanto la vida, jamás le han importado las vidas de quienes no les significan un valor económico que puedan transar.

 

Así como con Rojas Vade, o con el Sename a cada tanto, o ahora mismo, lo que hacemos es indignarnos, pero de manera infértil. Son obligaciones estatales de las que hablamos, así que no toda la responsabilidad de hacer los cambios recae en nosotros. Sin embargo, somos ineludiblemente responsablemente responsables de nuestras acciones individuales, y del impacto que ellas generan en quienes nos rodean.

¿Qué hacer frente al acontecer de turno? … desneoliberalizarnos. Esa es la tarea, cuya concreción es un poco más extensa que un estallido con fines particulares muy poco ideológicos (verbigracia de la misma neoliberalización) y muy superior, por cierto, a las posibilidades que pueda tener quien finalmente termine dirigiendo los escombros de este país, en el próximo periodo.

 

En 17 años de las más salvajes brutalidades imaginables vividas en Chile (y llevadas a la práctica por otros chilenos), nos quitaron todo ese “ethos” por el que tanto se preguntaban, asombrados, quienes aun no habían visto La Batalla de Chile, hasta que fue exhibida y a buena hora por la televisión abierta. Posterior a eso, van 31 años y contando, de la despersonalización más descarnada, más terrible, más caníbal de todo cuanto nos hermana, y que, en cambio, ha trocado con tanta peligrosa velocidad nuestra primigenia humanidad por cosas, muchas cosas con las cuales empezamos a agruparnos de acuerdo a la similitud de esas cosas, y ya nunca más de acuerdo a nuestras imperfectas semejanzas, y sobre todo, de acuerdo a nuestras necesidades, que son las mismas de nuestros vecinos.

Comentarios (2)

  • Pablo Monroy

    En rigor, estoy de acuerdo con usted. La solución definitiva debe ser a «las patás y a los combos», pero también no se puede no considerar el principio básico de realidad, que es el que Chile, los chilenos, por lo menos por ahora, no está para revoluciones armadas. Para eso, primero debemos reinstalar la conciencia de clase, y para eso, primero debemos sacudirnos tanto neoliberalismo que tenemos encima y wue tan bien parecemos haber aceptado. De eso se trata el texto.

    Muchísimas gracias por pasar.

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  • ANATOLIO SEGUNDO NAVARRO ESPINOZA

    COMO SIEMPRE, SÓLO SE HABLA, PERO NADA CONCRETO, TODO QUEDA POR ESO MISMO, Y ESTO ES EL PRECIO QUE SE PSAGA, POR COBRDIA Y SRERVILISMO DEL PUEBLO, SERVIL Y COBARDE CHILENE PUEDEN LLENAR, MILES DE PÁGINAS, CON EL BLA-BLA DE SIEMPRE. PERO DE NADA SERVE, A LA SOLUCÍON DE LA VERDAD Y JUSTICIA, POR ESO QUE ES INPRICINDIBLE TOMA, LAS ARMAS, Y HACER, UNA REVOLUCÍON ARMADA, CONTA EL FASCISMO Y EL DERECHISMO MILITARIZADO Y TODOS LOS OLIGARCAS, ASESINOS Y TRAIDORES, JUNTO A LA OLIGARQUIA DE LARONES YASESINOS LADRNES DEGENERADOS

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