
Neoliberalismo en metros cuadrados
Por Gabriel Cardozo Silva
#DeFrente
Amanecía, te levantabas y en un gesto casi innato solías mirar por la ventana. La cordillera asomaba maravillosa en el horizonte. Hoy, el escenario es absolutamente diferente, la cordillera ya no se ve, debes buscarla entre altas torres de cemento que contienen múltiples y pequeños departamentos, si tienes suerte tendrás la visita del sol. Torres y más torres se reproducen a diario, como el dinero en los bolsillos de los dueños de inmobiliarias y de los fondos de inversión que están detrás de ellas.
El frío acecha, las torres tapan el sol, el comercio local se ha deteriorado. La vecina cuenta que la “Juanita” de la esquina tuvo que cerrar, porque el Strip center se llevó sus ganancias. Otra familia que pierde el sustento, tiene avanzada edad, que será de ella, se lamenta.
Los niñ@s ya no se ven prácticamente, pasan encerrados e incluso muchos no se conocen entre sí, la sala de juegos es suficiente, “¡que no se ensucien!” grita la Madre, no hay tiempo para lavar más ropa.
La especulación financiera y el mercado del suelo han explotado en el desconocimiento de sus habitantes, se desarrollaron en la carencia de información y usufructúan producto de un largo proceso de disociación con los intereses comunes. El individualismo caló hondo en la formación de las generaciones, año tras año. La promesa del modelo sigue cobrando suculentas cuotas de poder, continúa alimentándose de endeudamiento y extiende sus tentáculos hasta lo más profundo de la sociedad. Su objetivo es eliminar todo rastro de organización, para luego someternos a un proceso que nos convertirá en esclavos del tiempo: más vidas hipotecadas al capital.
A pesar de todo, algunos rebeldes resisten a la arremetida del mercado, se paran firmes ante los ejecutivos que ofrecen millones. Otros se organizan e idean estrategias para poder contrarrestar el asesinato de sus barrios, a pesar de los esfuerzos, no pueden contener el avance desmedido y legitimado de los desconocidos planos reguladores de las comunas, un instrumento que, con una adecuada planificación territorial, debería de entregar resultados armoniosos y respetuosos de su comunidad, con consideraciones patrimoniales y con arraigo en la historia de las comunas. Lo cierto es que, mal diseñados, son un instrumento hecho a medida para la explotación del suelo y que contienen propiedades elementales para la generación de riquezas.
El neoliberalismo se asocia, se reproduce y se implanta en una sociedad carente de herramientas para hacer frente al desatado poder económico. Las municipalidades, en general, son entes de administración, que, sin voluntad política, son incapaces de llevar a cabo planes comunales en beneficio de sus habitantes. El poder económico y la proliferación de influencias tienden a jugar roles decisivos en los concejos y en el rol del Alcalde. Afortunadamente, existen voluntades políticas aisladas, especies de oasis de dignidad, como Recoleta y Valparaíso.
Volvamos a la realidad, detrás de cada nuevo edificio, hay cientos de arranques de servicios básicos. Luz, agua, gas, retiro de basura, entre otros, todas de capitales privados gracias a la sociedad de mercado y amparada en el “modelo”. Negocio redondo. Otro Mall, desarrollo para algunos, trabajo para sus gestores, endeudamiento y pérdida de calidad de vida para el ciudadano promedio.
Sin embargo, difícilmente nos cuestionamos porque nunca vemos cambios y adaptación de los servicios de alimentación y alcantarillado, siguen siendo las mismas redes, las mismas dejadas por esa lejana EMOS. El efecto colateral aparece en la quema de cables, en la casa que no prende su calefont por falta de presión, está en la necesidad de quien no vemos por estar centrado en nuestro propio ser.
El “boom inmobiliario” solo muestra cifras felices, la Cámara Chilena de la Construcción festina con su habitual discurso: el aporte al empleo. El gobierno de turno celebra la baja en los índices de cesantía, nuevamente el PIB resalta en “luminosos neones” y en las portadas de diarios de la élite. Pero son empleos precarios, de condiciones aún más extremas, contratos amparados en un código laboral que favorece la inestabilidad. Qué fácil es divulgar un discurso vacío.
Pareciera ser que la propuesta de “Nueva constitución y asamblea constituyente” ha quedado archivada en el programa de muchos. ¿Será que es un discurso más?, palabras escritas que no encuentran eco en un Frente Amplio lejano, ausente, dubitativo e indefinido frente a los temas importantes y trascendentes para la sociedad. Que importa, ya somos parlamentarios.
Afortunadamente el poder popular se construye día a día, la organización surge en tiempos difíciles y es posible cuando te enfrentas a la decisión de hacerse parte de la solución y no del problema. El colectivo se edifica con esfuerzo y dedicación, con cimientos fuertes y mucha perseverancia. Ya no basta con ser uno, no es posible seguir siendo condescendientes y limitarnos a nuestro espacio, es tiempo de patear el tablero al capital y formar una sociedad nueva, sin miedo y con espíritu colectivo.