
María Galindo, feminista boliviana: «La fuerza está en la calle, en el lenguaje irreverente, en la autonomía»
Por Nicolás Romero
#DeFrente
La revuelta feminista en curso ha corrido el cerco en el campo de la lucha de ideas, incorporando al feminismo como referencia necesaria para el debate democrático. Las feministas chilenas son parte de un gran movimiento que se y organiza a escala continental e internacionalmente, espacios donde el género dialoga con la cuestión de la raza y la resistencia de comunidades en conflicto con el extractivismo.
En esa línea, entrevistamos a María Galindo, feminista boliviana, para contribuir al desarrollo de un debate crítico sobre los procesos de cambio en latinoamérica, sobre sus logros y limitaciones. Nos recibió amablemente el 9 de Marzo en el local de Mujeres Creando en la ciudad de la Paz y discutimos en profundidad sobre las feministas, el movimiento de mujeres y el gobierno de Evo Morales.
-¿Cómo caracterizas las luchas del movimiento de mujeres indígenas en Bolivia? ¿Qué relación existe con la lucha de las feministas bolivianas?
No se puede no diferenciar movimientos de mujeres de movimientos feministas. El sujeto es absolutamente diferente en todos los procesos latinoamericanos. Los movimientos de mujeres son movimientos donde ellas se agrupan, primero, por un factor de cantidad y, segundo, por un factor de referencia masculina.
Por ejemplo, en Bolivia existe el movimiento histórico de las amas de casa mineras, que eran esposas de los mineros. O tienes el movimiento de las mujeres campesinas Bartolina Sisa, que son la versión de mujeres de la organización de los campesinos y que han funcionado siempre de alguna manera supeditadas.
Entonces, los movimientos de mujeres tienen como factor la cantidad y no necesariamente asumen una posición ideológica respecto de su condición de mujeres, y en muchos casos son movimientos supeditados a una visión masculina de la sociedad y de la historia.
Los movimientos feministas, dentro de los cuales hay una variedad muy grande, tienen como punto de partida la toma de posición respecto a la condición de ser mujeres. Y la condición de ser mujeres no como algo descriptivo ni no como algo general, sino como un hecho político que se debe analizar.
En el caso de los movimientos indígenas, creo que no han superado la barrera de ser movimientos tremendamente patriarcales con un protagonismo de mujeres muy grande, pero solamente como un número supeditado a la visión masculina dentro del movimiento. No les gusta nuestra crítica, pero yo no dejo de hacerla.
Creo que los movimientos sociales hoy en América Latina tienen que redefinirse. ¿Qué es un movimiento social? ¿Para qué existe? ¿Cuál son sus dinámicas cotidianas y políticas? ¿Y cuál es su horizonte? Como una vieja integrante de un movimiento feminista, no me interesa en absoluto ser parte de un movimiento cuyo único sentido es que venga a montársenos encima un partido político por mucho que se defina de izquierda y tenga un proyecto de poder de toma del Estado.
Ese es el gran mito de los 70’ y aquí cayó mucha gente. Estamos en el 2018. Han pasado muchas décadas y hay mitos que debemos superar. Creo en la necesidad de la autonomía política de los movimientos sociales. Es decir, la no injerencia de los partidos políticos. Basta de que los partidos no hagan trabajo político e ideológico, y vengan a los movimientos sociales a ver en qué pueden jodernos, a ver cómo pueden mordernos un pedazo, a ver cómo pueden coaptar nuestras luchas, plagiar nuestras palabras, plagiar nuestras teorías para luego erigirse como pseudo representantes de nuestros sueños.
«Para la izquierda, estoy hablando chino en el mejor de los casos porque la izquierda es hiper estatista. Está obsesionada con el Estado.»
-En ese sentido, has hablado de la expropiación de las luchas como categoría para analizar las relaciones con los partidos y los movimientos sociales. ¿Cómo crees que los movimientos sociales en Latinoamérica, y particularmente en Bolivia, se pueden vacunar contra la expropiación de sus luchas?
Con la derecha es más fácil. Son los principales enemigos históricos de toda la vida. Con la izquierda es más difícil. Es una izquierda floja que viene y lo hace con el mayor de los cinismo todos los días. No existe una vacuna y si existiera, ya la habríamos inventado y la estaríamos proporcionando. Lamentablemente no existe. El mito del poder sigue seduciendo. El mito de convertirte en diputado a nombre de los mineros y a nombre de las mujeres persiste y está muy fuerte. Por eso a mí me queda la palabra y la práctica política.
-Retomando, ¿cuáles serían las principales luchas o la agenda de luchas feministas en Bolivia?
Las luchas no son una agenda. Eso está bien para las Naciones Unidas, para las ONG’s o para los partidos políticos. Veo la posibilidad de construcción con sentido de un movimiento social en la medida que es capaz de generar un lenguaje, en la medida que es capaz de hablar no para un Estado o para el gobierno exclusivamente, sino que para el conjunto de la sociedad. Entiendo al movimiento social como la capacidad de construir cotidianeidad, de construir formas de producción en la vida cotidiana,por fuera de las instituciones y del Estado. Yo no tengo una agenda para darles o derechos que me den, solo quiero mandarlos a la mierda.
-¿Cómo en esa forma de concebir la acción política se construye una relación con el Estado?
La relación con el Estado es inevitable. Hay una serie de temas que el Estado secuestra y monopoliza la posibilidad de acción, pero es muy importante en el análisis político saber que Estado y sociedad no son lo mismo, y ser capaces de entender los diferentes espacios que existen entre ambos de manera de ser capaces de ir más allá del Estado. Para la izquierda, estoy hablando chino en el mejor de los casos porque la izquierda es hiper estatista. Está obsesionada con el Estado.
Por ejemplo, el 8 de marzo marcharon cinco millones de mujeres en Madrid. Tú dices: «pero que movimiento feminista más poderoso». Hace un mes, una mujer llamada Juana Rivas –española, madre de dos niños y casada con un italiano- está acusada de haber secuestrado a sus propios hijos. Está criminalizada y perseguida. Su Estado no la ha defendido y el supuesto movimiento feminista español no tiene nada que ofrecerle a esa mujer. Ni siquiera una pancarta. ¿Qué pasó?
Por ejemplo, el tema de la violencia machista, que es un tema muy grave para todas las sociedades patriarcales del mundo. Si te quedas en el estatismo, pides que exista una ley, pides que esa ley se cumpla y que haya recursos para quienes administran el Estado puedan resolver el problema. Si tienes una visión que va más allá del Estado, sabes que el Estado patriarcal no resolverá los problemas estructurales. Por lo tanto, creas metodologías, redes de solidaridad e infraestructura capaz de acompañar a una mujer y ofrecerle solución más allá del Estado.
Soy contraria a que los movimientos feministas sean subalternos a las sociedades europeas como ocurre en Chile y Argentina. Nosotras no somos menos como sociedad porque somos una sociedad más indígena. Entonces, si las españolas crearon un modelo que no les sirve, ustedes aspiran a copiar un modelo que las españolas crearon.
-¿Cuál es el modelo que no sirve?
El modelo estatista, policíaco, judicial para resolver la violencia machista. Por supuesto que existen mujeres que dicen querer un papel otorgado por el Estado y donde se diga que este señor me tiene que pagar una determinada cantidad por asistencia familiar. Esa mujer quiere ese papel y nosotras se lo proveemos, pero nosotras sabemos y conocemos todas esas redes, y le damos un papel bajo, y paralelo desplegamos un conjunto de acciones que van más allá de ese papel.
-Has reivindicado la necesidad de que los movimientos sociales ejerciten su autonomía política y que, para eso, construyan una manera propia de mirar la realidad. ¿Cuáles serían para ti y para el desarrollo del movimiento feminista a nivel latinoamericano, las prácticas e ideas que están entregando luces sobre hacia donde avanzar?
Puede que resulte muy poco modesta la respuesta, pero soy una de las creadoras de las categorías más importantes que yo creo que le da coherencia a las prácticas feministas como la teoría y las propuestas de la despatriarcalización. Ha sido hegemónico, desde el modelo del Estado neoliberal y desde los organismos internacionales, proponer y vendernos a las mujeres una falsa idea de igualdad a través de lógicas de inclusión dentro de ellos. Lo que hace falta a las mujeres nos dicen, son derechos para entrar, derechos para vivir mejor dentro de.
Con la categoría de la despatriarcalización, lanzo una matriz política completamente antagónica y alternativa a la cuestión de la inclusión. Nosotras no luchamos por derechos, ni hablamos de derechos, ni nos interesa en absoluto la igualdad y la inclusión, sino la despatriarcalización, entendida como la capacidad de instalar prácticas políticas de destitución de las estructuras patriarcales, de la autoridad patriarcal, de las estructuras de violencia, etc.
-¿Cuál es tu opinión sobre la idea de complementariedad defendida por los feminismos comunitarios vinculado al movimiento indígena?
No creo y no acepto que haya un feminismo indígena que se plantee desde la complementariedad. Hay un feminismo impostor que se autodenomina indígena, pero que no lo es. Hay muchas imposturas dentro de lo indígena que te plantea un fundamentalismo de complementariedad, como el famoso Chacha-warmi, pero a escala fundamentalista; donde la mujer es hostigable y enemiga, donde no entra en la lógica de complementariedad hombre-mujer, lógica asociada a la heterosexualidad obligatoria, la subordinación y la división sexual del trabajo, y la división sexual del espacio.
En el primer capítulo de mi último libro, que se llama “No hay libertad política si no hay libertad sexual”, planteo la relación trágica entre lo marica –yo soy maricona, lesbiana- y lo indígena. Ahí planteo claramente, y me baso en arqueológica, información lingüística y de crónica de que en los mundos indígenas prehispánicos –antes de la colonia- existía una complejidad de prácticas sexuales y de sujetos sexuales.
En el diccionario de Bertonio, elaborado en el año 1514, que es el primer diccionario de la lengua aymara, existen siete términos para decir hombre y ocho términos para decir mujer, que hoy no existen. Por ejemplo, hay un término para decir «mujer que no quiere tener guaguas», porque la mujer que no quiere reproducirse, obviamente, existía y responde a un sistema no binario, porque éste es de reproducción obligatoria.
Por ejemplo, yo hago una investigación sobre la homofobia en el parlamento boliviano, que tiene un 54% de mujeres y un 60% de población auto identificada como indígena. ¿Qué pasa si recoges respecto del papel de las mujeres, las respuestas de un parlamentario, empresario, blanco, oligarca y resulta que son idénticas a las respuestas de un parlamentario indígena y comunitario? Aquí se hacen patentes 500 años de colonialismo y catolicismo en la construcción de las creencias. Existe lo indígena, pero te devuelve su decálogo católico como si fuera indígena porque sale de su boca. No soy tan elemental para tragarme eso.
“La fuerza está en la calle, en el lenguaje irreverente, en la creatividad, en la autonomía, en la capacidad de organizarse y en la capacidad de gestionar nosotras mismas los servicios que proponemos. La fuerza está ahí”.
-¿Cuál es el nivel de apertura del gobierno boliviano y del Movimiento al Socialismo (MAS) a las luchas feministas?
Es una relación utilitaria, no es una relación de apertura, forma de relacionarse que no es exclusiva solo al movimiento feminista. El MAS utiliza todo a su favor. Coapta todo. Yo soy la autora de la tesis de la despatriarcalización y dije que no se puede descolonizar sin despatriarcalizar. Plantee la descolonización y despatriarcalización, y el MAS creó el Vice Ministerio de Despatriarcalización al día siguiente. Por supuesto, borrando todo mi trabajo, plagiando e introduciendo el liberalismo. No importa.
El MAS te habla de Pachamama y está destruyendo con un modelo extractivista y desarrollista todo el territorio nacional. El MAS te habla de plurinacionalidad. Todas las mujeres que acabas de ver son de pueblos indígenas que no tienen voz, que no tienen representación, que no se les respeta ni siquiera lo que la ley neoliberal les dio. Entonces, el MAS coapta todo para erigirse en la representación de todo.
-¿Cuál sería la lógica del poder del MAS?
Es la misma lógica de todos los poderes. Poder que quiere reproducir poder a costa de cualquier cosa para tener más poder. Es un proyecto social que destruye un país al que quiere gobernar. El extractivismo salvaje e inmediato genera dinero rápido. Y el dinero rápido sirve para generar políticas clientelares que no se caen en diez años. Todo lo que el MAS destruya nos va costar muchísimo reconstruir después.
-En términos de política de alianzas, ¿cuál es la diferencia entre el MAS y las derechas bolivianas? ¿Ves marcos de acuerdos posibles?
Escribí un artículo donde señalo que la derecha está en el MAS. El MAS es un proyecto de reproducción del poder y acumulación de poder. Esa reproducción de poder es posible a través de cosas que también ha hecho la Bachelet y que todos nuestros pueblos conocen: pacto contigo y a ti te doy lo que tú quieres, siempre a costa de los de abajo.
El MAS ha desestructurado el poder de los movimientos sociales y ha cooptado a sus dirigentes, pero también ha hecho pactos con los intereses de la estructura neoliberal boliviana; que son los empresarios de la agroindustria, los banqueros, los importadores y probablemente el narcotráfico. Y también son poderes que son semi independientes dentro del Estado como las Fuerzas Armadas y la policía.
-Existe un auge de los fundamentalismos en Latinoamérica. Sabemos, en el caso de Brasil, de un apogeo de la iglesia evangélica y que están oponiéndose muy fuertemente a las leyes de aborto, a los movimientos feministas, etc. ¿Cómo analizas esta situación y cómo crees que se enfrenta?
El poder de los cristianos es muy fuerte en Bolivia. Es un poder subterráneo porque ellos no han fundado un partido político y tampoco lo necesitan. La presidenta de la Asamblea Constituyente en Bolivia era mujer e indígena, pero también cristiana. Ella borró, de forma personal y sin consulta, un texto donde se indicaba que el matrimonio era un acuerdo entre dos personas, y no solamente entre un hombre y una mujer.
Los cristianos fundamentalistas están construyendo un poder subterráneo, están dentro del gobierno del MAS, tienen diputados, tienen funcionarios en el nivel ejecutivo, han premiado a Evo Morales, tienen una extensa red de medios de comunicación, de canales de televisión y radios con un nivel de cobertura no inferior al 20%, y tienen muchas universidades privadas. Yo lo veo bastante peligroso y soy muy hostigada por esa gente. No me preocupan sus satanizaciones, pero sí tienen una base social muy grande. Ellos se han metido, desde hace muchos años, en el movimiento indígena campesino.
-En un contexto de auge de los fundamentalismos, ¿qué posibilidades de articulación ves entre las organizaciones feministas que han planteado un carácter más bien autónomo y las feministas que optan por las vías institucionales y la participación en partidos políticos?
No tengo problemas en articularnos en todos los sentidos que haga falta. El problema es la base ética. La relación con las compañeras que son parte de partidos políticos han sido siempre relaciones muy utilitarias, muy conflictivas, muy poco éticas. Tú pones el cuerpo, el tiempo, las ideas y estas mujeres a lo único que vienen es recoger para sí mismas, y luego erigirse como diputadas y senadoras.
La fuerza está en la calle, en el lenguaje irreverente, en la creatividad, en la autonomía, en la capacidad de organizarse y en la capacidad de gestionar nosotras mismas los servicios que proponemos. La fuerza está ahí.
-¿Cómo ves el movimiento feminista en Chile?
He visto siempre con mucho respeto todos los feminismos latinoamericanos. Y más que respeto, con mucho amor porque me identifico y es un hilo invisible que nos une. En Chile ha existido un proceso largo y muy jodido vinculado a la tecnocracia de género neoliberal, que ha instaurado ciertas nociones muy complejas de quebrar en Chile. Otro problema es que la sociedad chilena está muy volcada hacia occidente, hacia Europa.
En ese vuelco, la sociedad chilena pierde lo mejor que tiene porque debería darse la vuelta y mirar a Bolivia. Tenemos una producción teórica muy importante y en Chile las compañeras tienen una construcción europea. No digo que esté mal, pero así como no podías aplicar el marxismo ortodoxo en América Latina, pues un feminismo occidentalizado y que sólo sabe leer a las autoras europeas no va a ninguna parte.
-¿Descolonizar el feminismo?
No uso mucho esa categoría, pero habría que sacudirse. Un movimiento social tiene que producir sus propias ideas y tiene que ser capaz de activar sentimientos en su sociedad. Como nosotras lo hemos hecho y sabemos hacerlo, no hemos convocado una huelga feminista de origen marxista porque estamos en Bolivia y vivimos bajo un régimen neoliberal de subsistencia. No es la huelga el mecanismo que activará una movilización en Bolivia.
Ahora está el fervor por Silvia Federici y así van pasando modas de autoras feministas europeas. Y se vuelven una especie de club de fans que simplemente repiten lo que esta mujer ha dicho. Nosotras hemos estado con Silvia Federici, la apreciamos muchísimo, pero consideramos que muchas de sus lecturas, son lecturas locales, no son lecturas universales. La pretensión universalista del feminismo europeo es solo una pretensión.