
Marcela del Sol, escritora: «Chile es un viejo guatón pelao y tiene que ser una mujer feminista sin polera”
Por Nicolás Valenzuela Paterakis
#DeFrente
Marcela del Sol es feminista y escritora antofagastina, radicada en Australia y de visita en Chile hasta julio. Feliz de toparse con la oleada feminista, levanta múltiples conversatorios sobre uno de sus temas recurrentes. la sexualidad, ya que ésta “ha sido una poderosa herramienta del patriarcado para doblegarnos”.
Escribe para exorcizarse de la sociedad patriarcal. A la distancia se hizo amiga y compañera de Nabila Riffo. Padece de un trastorno de personalidades múltiples y en base a ello escribió su best seller “Kaleidoscope: my life’s multiple reflections”. Su último lanzamiento es “InmorTal”, 10 crudos relatos de abuso sexual.
-Trabajaste siendo una escritora fantasma. Ahora trabajas con tu nombre. Trabajaste con Amazon. Ahora trabajas con diferentes editoriales. ¿Cómo son las condiciones para las escritoras hoy?
Toda escritora va a ser fantasma y va a ser invisibilizada mientras vivamos una sociedad eminentemente patriarcal. Vamos a las bibliotecas, a las fundaciones, a las plazas, los referentes, son en su mayoría hombres. El caso de Neruda, un misógino. En una plaza de Valparaíso hay tres esculturas en honor a escritores, la de la única mujer, Gabriela Mistral ha sido desacrada, no tiene manos y tiene grafitis. Ahí se expresa lo que pasa con las mujeres en la literatura. Hemos sido silenciadas. Tácitamente, nos empujan a regirnos por patrones literarios alusivos a lo establecido por hombres, se resta validez a escritoras que se atreven a escapar estos parámetros y ya basta.
Hay que abrir espacios. Por ejemplo: Si a un escritor que proclame entender, de cierta manera el fenómeno que aminora nuestra presencia en las artes y la cultura; debe implementar posibilidades para nosotras: compartiendo su privilegio. Las editoriales deberían tener cuotas paritarias en su composición, tanto logística como en sus colecciones. Son cuestiones básicas, pero no las hacemos porque vivimos una sociedad reciente, pero progresivamente, individualista. Existe una competencia constante y no lo cuestionamos, a pesar de que nuestros talentos, a pesar de ser tal vez imitables, son completamente exclusivos a cada autor/a.
En ese contexto de competencia vamos a seguir quedándonos atrás. Los escritores, autodenominados feministos -que no son tales, sino aliados-, deben colaborar, fehacientemente a crear y establecer espacios que generan acciones que repercutan en resultados positivos para nosotras.
Además, sobre lo anterior, las artistas somos percibidas como hobbistas, pasatiempistas dispuestas al servicio del hombre artista, a pesar de que la cultura es fundante en la sociedad y las mujeres poseemos una apreciación mucho mas recóndita de la vida, dada nuestra irrefutable fuerza al ser capaces de levantarnos cada día en un mundo diseñado para el éxito masculino. El sistema capitalista le resta validez a nuestro trabajo porque es más fácil apropiarse del trabajo de quienes no tenemos instrucción financiera. Históricamente, a nosotras se nos despojado de maestrías económicas, dándole mayor ventaja y acceso a estas aptitudes, al hombre. Yo ya no trabajo con grandes corporaciones editoriales porque siempre las creadoras terminamos en desventaja. Hoy, prefiero trabajar editoriales independientes, estimular su crecimiento, aunque esto es un proceso igual de dificultoso ya que existe una percepción de antagonismo entre el crecimiento económico y la lealtad a crear.
-Tu tienes un trastorno de personalidades múltiples ¿Cómo es el trato que reciben las personas con trastornos mentales en Chile? ¿Hay una concepción sobre patologizada y sobre medicalizada pensada exclusivamente en la producción? ¿Por tener esta condición se les invisibiliza?
Yo salí a la luz acerca de esto porque me considero una mujer superproductiva en la sociedad. Vivo con una anomalía conductual, un trastorno cognitivo que deriva de traumas por abusos sexuales, predominantemente. Salgo a la luz, porque no cumplo con la expectativa social, el estigma adjunto a padecer un trastorno mental: he estudiado, vivo bien, aunque diferentemente, mi vida. Soy madre responsable, amiga fiel, hija y hermana. Lo hice como un llamado a detener la estigmatización siempre presente. No somos, necesariamente, locos, peligrosos, no todos vivimos debajo de puentes. Es una invitación a mirar estas anomalías de otra forma y otro ángulo: con inteligencia.
Si alguien está loco, es Chile en términos de salud mental. Es perturbador la ineficacia del sistema de salud al respecto. Chile rechaza cualquier tipo de situación, en cuanto a minorías, entre comillas, se trate. Tiene miedo. Chile es un país tremendamente miedoso respecto de las nuevas propuestas. Es un viejo pelado guatón que vive en la dehesa y que sigue patrones obsoletos de comportamiento: un amo del tradicionalismo que acomoda a quienes nunca han sido, desafiados y rescindidos en sus exenciones. Eso significa que se permite la transgeneracionalidad de normas obsoletas: una incongruencia entre las necesidades de sociedades actuales y las respuestas justas frente a ellas. Chile tiene que empezar a ser como la mujer feminista que marcha valiente, sin polera por las calles. De otra manera, estás re-traumatizado a un sector de la población que está tremendamente victimizado: gente que vive con trastornos y enfermedades “invisibles”.
Luego existe el discurso, quizá bien intencionado, que pregona perjuicio acerca de medicamentos. Yo soy una de aquellas personas que los necesita para poder continuar agarrada de esta vida. Mi trastorno de personalidad es uno que se encuentra al final de un camino con dos salidas: el suicidio, que he intentado varias veces, o esto que se despertó en mi cabeza para permitirme seguir aquí, ser madre, luchar por causas justas, crear, agradecer y retribuir.
-Te tocó llegar al Chile de la oleada feminista. ¿Qué opinas de lo que está sucediendo? De estas nuevas generaciones. Si bien son parte de una tradición de lucha, hoy son protagonistas de un proceso de cambio.
Estoy muy orgullosa de esta generación. Ellas no tienen tantos referentes contemporáneos, no obstante, tienen una fuerza proactiva tremenda, que acarrea, valientemente, todo lo que las viejas hemos estado empujado desde antes. En mi generación y otras aun mas viejas (risas) se ve mucha desesperanzada porque nos han golpeado una y otra vez (el patriarcado, la dictadura) y de esto surge una confluencia maravillosa que, indudablemente, no da marcha atrás.
Son impávidas, en una sociedad, muchas veces, tan ¿Miedosa? ¿De mierda? … Mierdosa!
Esto va más allá de la educación no sexista. Absolutamente. El patriarcado tiene su bota puesta en todos los aspectos de la sociedad. Ellas (y nosotras) apuntamos a todo ámbito de la sociedad patriarcal. El resultado práctico de este monstruo se refleja en todas partes, en el sistema de salud, en el sistema judicial, etc. De otra manera tendríamos aborto libre, seria ya grotesco pensar que hubo que debatir sobre ello. Las penas serían mayores para quienes cometen crímenes contra nosotras; creo que la magnitud del castigo, tiene un impacto directo en la prevención de cualquier abuso. Con una perspectiva de género en el sistema judicial, por ejemplo, se hubiese establecido, originalmente, el dolo en el caso de la Nabila.
Además, la educación no solo refiere a lo que pasa dentro de un aula. La educación es un lenguaje social. Es la forma en que desarrollamos empatía, cierto nivel de objetividad, que, a la larga, nos permite encontrar el valor humano entre nosotros, claridad frente al mérito; más allá de si tenemos o no una verga entre las piernas.
-Hablemos de la pornografía, la prostitución y los cuerpos en el patriarcado capitalista. Son espacios llenos de hipocresía y en general se evita hablar de ellos…
En mi conversatorio pasado estuve con una cineasta que hace pornografía feminista. Una periodista le preguntó si no era mejor cambiar el concepto de pornografía por otra cosa. Yo tiendo a divergir con esa opinión, porque pienso que la pornografía es violenta porque ha estado protagonizada y pensada por y para el hombre. No nos acordamos de la cara de la niña que estaba recibiendo el “bukkake”, pero si nos acordamos de las vergas, de los tipos musculosos que eyaculan en todas partes. Las mujeres aparecen como un objeto sexual de los hombres, subyugadas a complacer.
Si las mujeres tienen un poder libre de decisión sobre su cuerpo, si la mujer tuviese el espacio más grande y central en la pornografía, no tengo dudas de que no sería violenta. Hay que instaurar estos espacios apropiadamente, con mujeres determinando su rol en este tipo de industria.
Ya es tiempo de que nos demos cuenta, por ejemplo, en una situación de pareja hetero normada, que si un hombre goza eyacular en la cara de su pareja, ella tiene el mismo derecho a sentarse en su cara y hacer lo mismo.
Esto se adhiere al tema de la prostitución. Exigir que haya una abolición, me parece una tendencia patriarcal muy bien disfrazada de feminismo. Es de cierta manera, negar la posibilidad de que la mujer es capaz de desear en la misma magnitud en la que para los hombres es aceptable. Hay mujeres que disfrutan mucho del sexo y son felices utilizando sus cuerpos como herramienta de transacción. Además, es una forma de recuperación de la normalidad; reclamar la presencia femenina en decisiones sexuales activas.
Exigir la abrogación de esta ocupación, es negar de una manera sutil el derecho de la mujer de decidir sobre su sexualidad. Es como decirme que es malo que es malo que me tiren el pelo mientras estoy montando una verga. Yo decido lo que hago en mi intimidad, lo que hago tras puertas cerradas (o abiertas, según sea tu preferencia). No se está difundiendo cierto comportamiento. Existe una facilidad casi cristiana a constantemente atacar a la mujer que trabaja en el comercio sexual, sin proponer maneras inmediatas de insertarlas en labores que pudiesen suplir las necesidades de las cuales ellas están siendo responsables. Con esto, me refiero a la mujer con autonomía y excluyo todo tipo de situación brutal y criminal, como la pedofilia, la trata de personas y mujeres. Esa es otra conversación.
Los cuerpos se han manipulado como un instrumento político. La resistencia patriarcal al actual contexto feminista se expresa en la construcción de lugares comunes de opresión como “las guatonas feas”, “las peludas”, “la cholga sangrienta”. Hoy alguien me escribió en alguna parte “vayan a lavarse el culo. Que andan mostrando la cholga sangrienta”, “guarden las tetas pa las guaguas”. Mis pechos, con mucho orgullo amamantaron por dos años a mis hijos, y han servido para mi placer, primeramente, porque me encanta ese estímulo. A las mujeres no se nos permite el despliegue libre de nuestros cuerpos, como instrumento de nuestra expresión. Se nos obliga a regir las pautas de los hombres.
Nos dicen que tenemos que mamarles la verga y ser felices con su placer. Porque ese es el lugar que nos asignan dentro de la sexualidad. Tenemos que cumplir y doblegarnos a su placer. Cuando tu eyacules en mi cara tú tienes que estar feliz, pero me va a dar vergüenza sentarme en la tuya y darte mis fluidos. Esa es la sociedad en la que vivimos: soy una persona decente y respetuosa, mientras me someta a su deseo y requerimientos de toda naturaleza.
Por ejemplo, si hablo esto en la mitad de la calle, soy una puta o una maraca. Porque se malentiende que desplegar mi carne o mi lenguaje, de la manera en que yo decida hacerlo, me convierte en un trofeo fácil: una presa cometiendo “tentación”, porque la misoginia nos ha adiestrado a vernos como un producto de satisfacción masculina y nada más. Sin ir más lejos, tengo una vida sexual más bien inactiva, me denominan escritora erótica y no he follado en mucho tiempo. Porque uso escote, porque tengo unas mamas grandes y una figura determinada que no escondo, sino abrazo, soy maraca instantáneamente. ¿Por qué? Porque la visión patriarcal nos instruye que celebrar mi cuerpo solo es una práctica valida cuando sea en función de un hombre que lo desee usar.
Nos han adiestrado, porque no nos enseñan, desde los inicios del patriarcado sobre “cómo debe ser una mujer”. Estos patrones, roles sociales, escapan de nuestra realidad. Son inverosímiles: las necesidades humanas constantemente evolucionan.
Yo no puedo creer que personas que se denominan pensantes puedan apoyar este sistema que es incongruente con la realidad y sean más felices permitiendo la demolición de recursos naturales en pro de crecimientos económicos para la elite, que instaurando el cumplimiento de derechos humanos. Hoy es más fácil cambiar el auto cada dos años, que ser mujer en alguna calle oscura.
-¿Cómo crees que está la sexualidad de los chilenos? ¿Cuáles creen que son sus principales desafíos?
La sexualidad de los chilenos no la veo hace tiempo (risas). Hay una hipocresía muy grande que impacta en toda nuestra sociedad y lo sexual es parte de ello. Todavía se glorifica al macho alfa que lo mete en todas partes, como hace poco un deshonorable ministro declaró respecto de sus hijos. Esos comportamientos están permitidos aún dentro de la política, que -se supone- es el sistema de construcción, protección y desarrollo de toda sociedad. Tenemos a un presidente burlándose, desvergonzadamente, declarando que las mujeres tienen que quedarse quietitas en el suelo. Bueno, yo escribí una columna sobre eso y me la censuraron. En ella reflexionaba, deduciendo de lo dicho por este hombre, el cómo era posible que la señora Morel fuera feliz siendo una estrella de mar, porque supongo que a eso se reduce su actividad sexual. Si es que existe (con el presidente).
Hasta que no se le permita a la mujer expresarse, que se le valide como ser humano con igualdad, vamos a seguir viviendo en esta sociedad en que la mujer que viva como quiera va a ser denostada, va a ser menoscabada. Va de la mano con una igualdad social.
Como consejo, lo prioritario es que usen condón. En el crecimiento del VIH en Latinoamérica ahí sí que somos campeones. Si quieres meterlo y seguir metiéndolo, cuídalo. Un pene es un órgano no muy atractivo, pero se ve mucho más bonito vestido de condón.
Me gustaría plantear la posibilidad de expresar nuestra sexualidad sin miedos. Que la única censura que apliquen sea la propia, que sus referentes sexuales sean ustedes mismas, que lo que pase puertas adentro (o en el mesón de la cocina) es responsabilidad de una y nadie tiene el derecho o deber de inmiscuirse en la intimidad de nadie.
Tenemos que erotizar el consenso. Hay una tremenda tarea en educar sobre consensuar y debemos hacerlo con urgencia. En Chile la educación sexual habla de prevenir el embarazo nada más. No hay nada más erótico que el consenso que te vaya a llevar a todo lo que quieras, partiendo por una clara y segura relación sexual.