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«Los dos Febreros: Otro elemento en la crisis de Occidente y Rusia por la provincia del Donbass» Por Andres Saenz

 

Entre la cuenca del rio Don, el Volga y las costas del mar de Azov no es el primer Febrero que invoca miradas, miedos y retornos a la tierra Rusa, hace ya casi 80 años otros Europeos intentaron dividirla de un pueblo que durante generación había vivido, sufrido y progresado en ella, claro que nos referimos a la Gran Guerra Patria como  los eslavos le llaman al frente del este durante la segunda Guerra Mundial o simplemente la invasión nazi a la Unión Soviética en la forma que los libros de historia se refieren de aquella moledora de carne Humana.

Intentar romantizar un episodio que contiende de todo menos romanticismo no es el objetivo de estas líneas, no es propaganda soviética, simplemente poner en perspectiva una dimensión de la cual poco se habla pero que en los rusos ha vuelto a sentirse con un autoritario y evocador Putin en el kremlin luego de la catástrofe subjetiva que significo la caída de régimen comunista. La premio Nobel Bielorrusa Svetlana Alexievich en una de sus premiadas obras “Fin al Homo sovieticus” retrata como una sociedad multi étnica y plurinacional enfrenta con el suicido de algunos de sus individuos al fin de la utopía (o distopia) Socialista en el destemplado naufragio del régimen y la victoriosa estampa del enemigo capitalista.

Pocas sociedades han vivido en tan breve tiempo un giro de tornas más dramático, cuesta siquiera dimensionar que pudo haber simbolizado en las mentes de los hombres y mujeres nuevos el ascenso de un mundo que desmantela y depreda entre mafiosos, oligarcas e inversores capitalistas el sueño de Lenin. No es que el pueblo ruso sea virginal a la catástrofe, pocos, talvez muy pocos saben de tanta peste, hambruna, cárcel, guerras, purgas, gulags y muertes por atropellos de ferrocarril (de alguna manera leyendo a los novelistas rusos pareciera ser que resulta demasiado común ese tipo de fin, aun mas que morir en combate o de hambre) pero 70 años de adoctrinamiento rojo, a lo menos 9 guerras (oficiales) , millones de muertos y un evidente desarrollo social, de seguro impactaron profundo en que quienes lo vivieron y sus descendientes.

Ahora bien, el actual conflicto con Ucrania por el territorio del Donbass se origina con la crisis del Euromaidan donde un decadente régimen pro ruso en Kiev no fue capaz de contener las movilizaciones que demandaban una integración con Europa, fraccionando irreconciliablemente las dos posiciones enfrentadas, quienes miran al este o al oeste como proyecto nacional, activando así un sentimiento atávico con espinudas y ásperas manifestaciones entre quienes lo viven. Esto devino rápidamente en ruido de sables, surgieron milicias de uno y otro lado, donde el territorio, la lengua y el provenir se resolvería empuñando un AK 47 de fabricación soviética en preferencia.

El 2014 durante las conmemoración del día de la victoria (El triunfo contra la Alemania Nazi) en el centro cultural Ruso en Chile que se encontraba por esos días en el Barrio república, pude ver  como todos se ponían de pie al escuchar “La guerra Sagrada”, apenas una canción de tropa y propaganda que se transformó en el himno de la Guerra, luego de permanecer sentados para el himno nacional de la federación rusa, que aunque mantiene la épica música del  soviético ha cambiado su letra para la del nuevo país que busca un relato propio en el  tiempo que le toca existir. No fue lo único que me sorprendió esa noche, entre los pocos oradores a continuación de una pequeña representación de niños de algo que parecía un combate, una  sollozante residente de la escasa colonia rusa en nuestro país subía al escenario para leer con entrecortada respiración una carta de su Abuela quien viviera en Leningrado (actual San Petersburgo) durante el sito de la Wehrmacht  y la consecuente lenta agonía por el hambre que por más de dos años los azoto para así casi sin detenerse continuar denunciando el  atentado recién ocurrido, solo hace unos días, en  la casa de los sindicatos de  la ciudad de Odessa en Ucrania, donde un grupo de manifestantes pro Rusos son acorralados en el edificio por una turba ultra derechista y Neo Fascista que arroja bombas molotov atreves de las ventanas, incendiando las instalaciones y causando 48 muertos y centenares de heridos, palabras que fueron escoltadas por un silencio que atravesó la sala mientras la oradora  terminaba con una arenga contra el fascismo que la quebró hacia el final. Mucho había leído sobre el periodo soviético y en particular de la Guerra, pero ningún libro había insinuado lo que esa tarde de mayo sentí.

Con los años lo que vi cobra nuevos matices, hoy en particular, más que los operáticos discursos de Putin desde el Kremlin, es tal vez la sensación de la existencia de una dimensión poco explorada por los medios en sus análisis del conflicto, de seguro los gaseoductos, hegemonías e intereses económicos están en la mesa de ambos bandos, pero no incluir que esa tierra despierta los recuerdos de un demasiado cercano Vecino Stalingrado, hoy Volgogrado, que también un febrero  triunfo en las ruinas y escombros de la ciudad al Sexto ejercito Alemán del Mariscal Paulus cambiando el sentido de la guerra, seria reduccionista.

Dos febreros resuenan, tal vez, en las sensibilidades de quienes experimentan la crisis en territorios donde hace demasiado poco fuera derramada  sangre en el absurdo de toda batalla, invocando algunos fantasmas que regresan para atormentar a los vivos, muestra de eso son los símbolos con que se honran a la victoria sobre los Nazis: la cafe y negra cinta de san Jorge, señal del triunfo o las banderas rojas con las dos herramientas que se han visto junto a la tricolor de la Federación del águila bicéfala durante las manifestaciones prorrusas desde que estallara el conflicto en 2013.

No quiero pretender hacer un análisis acabado del conflicto que mantiene al borde de la guerra esa región, solo incluir un elemento más a la imbricada estructura de viejas y muy nuevas casusas, para sugerir que talvez en algunos también resuenan hoy, aunque sin la bolchevique impostura, las palabras que Stalin el año 1942 pronunciara en su celebre Orden 227. ¡Ningún paso atrás!.

 

 

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