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«Los derechos de la naturaleza en el proceso constituyente en Chile». Por Francisca Fernández Droguett

Por Francisca Fernández Droguett

Nos encontramos en momentos de un profundo debate respecto del proceso constitucional que se nos viene en Chile, y desde diversos pueblos, territorios, comunidades y movimientos sociales ha tomado fuerza la idea de un reconocimiento constitucional de los derechos de la naturaleza.

Es por lo mismo que nos parece fundamental situar nuestra lectura respecto de qué entendemos por los derechos de la naturaleza y su relación con la autodeterminación de los pueblos.

Desde la modernidad colonial se ha delimitado la naturaleza como el equivalente al mundo natural o universo material, refiriéndose a todo lo que da cuenta de fenómenos del mundo físico, y también a la vida en general, seres vivos, plantas y animales. Desde la teología se hace referencia al estado natural del ser humano como oposición al estado de gracia, donde el bautismo nos consagra como seres en gracia.

La naturaleza se nos presenta como una entidad colonizada, asociada a una condición orgánica de oposición y diferenciación con lo cultural, civilizatorio. Remite a lo salvaje, a la idea de caos, horror, de lo femenino, lo indígena, lo infante, en contraposición a lo civilizado como el lugar de la ley, el orden, lo masculino, la razón, pero sobre todo la humanidad, pero no cualquiera humanidad.

América, Abya Yala, desde la colonialidad se nos presenta como naturaleza, como el espacio de la no humanidad, a ser controlada y (des)poseída, por lo que el extractivismo tiene su origen en esta mirada, cosificando la naturaleza como lugar de las materias primas, los recursos naturales, para la consolidación de las economías mundiales. La dominación y las políticas del consumo de la naturaleza se sostienen desde el capitalismo y su modelo de acumulación por despojo.

El contexto actual de crisis ecológica, social y sanitaria se fundamenta, sin duda, en la mercantilización y privatización de los bienes comunitarios naturales, es así que toda transición socio-ecológica, para la superación de esta crisis, debe ser post-extractivista y desde la descolonización de la naturaleza, para pensarnos más allá del capitalismo.

Las luchas socioambientales día a día remiten a un sentido común, la necesidad urgente de organizar, sostener y cuidar la vida no sólo humana, sino de los ecosistemas, los territorios, el agua, ante una política de los malos gobiernos que privilegian las ganancias por sobre nuestras vidas. Hoy defender un humedal, un río o un glaciar es defender la vida de los pueblos y los seres vivos que ahí habitan.

Este camino de una política de los cuidados desde lo territorial se enlaza con el diálogo y articulación de saberes y haceres de pueblos que poseen otra mirada sobre la naturaleza, con la claridad que el propio término remite a una categoría colonial pero que al mismo tiempo se ha convertido en un lugar posible desde donde descolonizar.

Pachamama, traducida como madre tierra para las comunidades andinas, es naturaleza pero a la vez mucho más que eso, es la señora de los tiempos, remite a diversos lugares, estados, momentos del cosmos, como dadora de vida y a quien retribuir. Pero además los cerros, los animales, las chacras, los muertos, las huacas (lugares, objetos y entidades sagradas) y los espíritus son parte de la comunidad de parientes, por ello cuando una comunidad está de fiesta lo están todos sus parientes.

Cuando hablamos de los derechos de la naturaleza nos referimos a esta idea de comunidad de parientes, en que la vida toma forma y se despliega, lo que requiere repensar la idea misma de derecho desde el “derecho propio” de los pueblos originarios por ejemplo, el reconocimiento de sus sistemas jurídico-normativos. La naturaleza posee un valor intrínseco por el sólo hecho de ser naturaleza, y no por el uso y la utilidad dada por la humanidad. Es pensar la gestión comunitaria de las aguas más allá del consumo humano, sino también para la protección y restauración de los ecosistemas y para mantener los flujos hidrológicos que permiten la vida.

Reconocer los derechos de la naturaleza es reconocer las prácticas y visiones de mundo de los pueblos donde la naturaleza es parte del todo, y no una entidad contrapuesta a la cultura o a lo humano. Es entendernos y reconocernos naturaleza, y que su consagración a nivel constitucional nos posibilitará transitar hacia otros mundos habitados desde los buenos vivires, a sabiendas que la real incidencia y transformación la hacemos los pueblos en el día a día.

 

Francisca Fernández Droguett

Integrante Movimiento por el Agua y los Territorios y de la Coordinadora Feminista 8M.

Candidata distrito 10 Lista Movimientos Sociales: Unidad de Independientes y de la Plataforma Feminista Constituyente y Plurinacional

Equipo editorial Revista De Frente

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