
Lo nuevo no siempre es cool
Por Pablo Parry
#DeFrente
En toda la narrativa que ha construido el Frente Amplio (FA) a lo largo de su gestación, su dirigencia ha instalado un discurso que plantea una polaridad entre lo «viejo» y lo «nuevo». Que existe una izquierda anclada en el pasado, presa de sus propios fracasos, identitaria, que ya no le habla a «la mayoría del pueblo» y cuyo único destino posible es irse por el camino de la derrota. Mientras, por el otro lado, habría otra que se plantea desde lo «renovador», que si le habla a las mayorías, madura, seria, y que no se queda atrapada en las viejas banderas del sector que alguna vez enarboló en su pasado.
Es, en suma, una izquierda que rompe con su historia. Es cosa de ver las declaraciones de sus principales líderes. Podemos citar al «honorable» diputado Jorge Brito, quién en una declaración vertida al diario El Mercurio (Un diario muy progresista, por cierto) dijo que «si hay gente que quiere hacer del FA una coalición de izquierda radical, se equivocan». Cosa similar dijo Javiera Parada al declarar que la izquierda ha de superar su «marxismo nostálgico», en orden de alcanzar alguna vez el gobierno. Ni hablar de lo que dijo Gabriel Boric cuando, echándose a todo su sector y a su partido, acusó a la izquierda de tener un doble estándar en materia de DDHH al momento de hablar de proyectos políticos como el venezolano o el nicaragüense, en una interpelación absolutamente fuera de lugar.
Uno claramente puede estar de acuerdo con que hay varias cosas de la izquierda del siglo XX que no son aplicables para la actualidad. Es claro que en el pasado se cometieron errores de los cuales recién ahora estamos tomando conciencia. Tal vez pretendimos cambiar el mundo demasiado rápido sin tomar en cuenta las condiciones objetivas para llevar esos cambios. Ahora, cuando ya se entra en una lógica de ruptura con el proyecto histórico de la izquierda, en donde el pasado se ve como un lastre del cual hay que deshacerse más que como una experiencia para el futuro, básicamente se llega a un nivel de profunda indefinición política. Cosa que, a juicio de quien escribe, constituye el principal problema que hoy aqueja al FA.
Esas indefiniciones se han manifestado de diversas maneras en el quehacer de la coalición. Un claro ejemplo refiere al tema de la política internacional. ¿Cuanto tiempo tuvo que pasar para que los sectores de la izquierda del FA tomaran una posición clara respecto a Venezuela y a las acciones del imperialismo norteamericano en aquel país? ¿Como se justifica el haber apoyado la actualización del TLC con Canadá, en condiciones que el FA siempre se planteó como critico a la forma en la que se ha construido el comercio internacional, en clara desventaja para los países de la periferia global? ¿Es que acaso el anti-imperialismo no es un punto vital del discurso político de las izquierdas, de la cual resulta imposible prescindir si se quiere avanzar en un proyecto transformador?
Otro ejemplo que ilustra el punto ha sido ciertamente el de la política de alianzas. ¿Como es posible plantearse desde lo «nuevo» cuando hay sectores dentro del FA que persisten en hacer pactos electorales con los sectores de la vieja concertación? ¿No es eso acaso un sinsentido y un hecho que roza con la demagogia, además de las consecuencias potencialmente desastrosas para el proyecto?. Por otro lado, y pensando en el reciente acuerdo con la DC para la presidencia de la cámara de diputados, ¿Que garantía hay de avanzar en transformaciones profundas cuando algunos sugieren sentarse a negociar con el adversario, el mismo que, por cierto, hoy vota en bloque con este gobierno?
En suma, se trata de una izquierda que al querer dar un salto hacia lo «nuevo», termina cayendo a un vacío de indefiniciones y superficialidades tan propias de la política millenial, cuya consecuencia final es sacrificar cualquier posibilidad de cambio que vaya en la dirección de superar el legado político y económico de la dictadura. Que al romper con su pasado histórico, se pierde cualquier sentido orientador de su quehacer político, lo que la termina condenando (en el mediano plazo) a la misma irrelevancia de la «vieja izquierda» que tanto se ha dedicado a criticar.
Una vez más, parece que lo nuevo no siempre es tan cool, ni quienes se plantean desde la vereda de la «renovación» necesariamente presentan una oferta muy prometedora.
Las opiniones vertidas en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la línea editorial de Revista De Frente