
Lemebel: Transgresión y rebeldía
Por Enid Faúndez
Activista Trans
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática.
…
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa”
- Extractos de Manifiesto “Hablo por mi diferencia” –
Profesor de arte, escritor y cronista. Como un exiliado social, planteó con su obra performativa un discurso político que disparaba contra la discriminación y el odio; así como el mismo se autodefinió: “maricón y pobre”, en una época donde ser LGBT estaba penado por la ley y fuertemente castigado por prejuicios, logrando instaurar una serie de resistencias frente al modelo autoritario.
Desde su origen humilde -viviendo cercano a un basural- a llegar a ser uno de los escritores más importantes de Chile; nos regala con sus crónicas, historias que no llegaron a ser historias, lo extraordinario en lo cotidiano, lo visible de lo invisible.
Lo relevante de sí mismo es que ejemplifica la encarnación de la rebeldía en un país profundamente conservador y machista. Con sus relatos apunta a una necesidad de libertad para todos y no sólo para algunos, una sociedad justa integral; interpelando no sólo al conservadurismo en la derecha; sino, en la misma izquierda –de la cual simpatizaba; pero, de la cual se sintió muchas veces rechazado- siempre abrazando la causa marxista y siendo un eterno amigo de Gladys Marín.
En su vida y obra abrazó la idea de concebir una política anti-consensos; estimulando una lucha activa contra ellos, siendo su eje la ruptura y el traspasar fronteras tradicionales, con una puesta en escena transgresora. Logró cuestionar la propia existencia de esas “fronteras”; así mismo como Judith Bluter en su obra “Cuerpos que Importan”, visibiliza lo suprimido y hace inteligible; eso que en otros ámbitos de la escritura y vida estaban excluidos del contexto social.
Sistemáticamente, denuncia y cuestiona elementos del poder que van mas allá del poder económico y político; sino que involucran sistemas de control, que norman cuestiones como la vida, el trabajo, el relacionarse y todo lo que nos rodea socialmente; elementos como el “Biopoder” (Foucault) que se expresa invisible como un mecanismo de disciplinamiento social, orientado a enderezar conductas por medio de la inspección o vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen. La biopolítica busca ubicar a cada individuo en un lugar determinado para poder controlarlo; logrando de esta manera una forma moderna de “servidumbre normalizada”: el individuo es conducido a tomar conciencia de su “anormalidad” o “falta”, la cual no encaja en una construcción de sociedad determinada por sólo un tipo de discurso. Además, cuestiona la sobrevaloración del conocimiento formalizado occidental, el cual rechaza y no valora el conocimiento basado en otros aspectos sociales fuera de esos parámetros y que constituyen otras formas del saber cultural popular. En ese sentido, lucha contra todo ese aparato de saberes culturales e instituciones sociales que van dirigidos a identificar, clasificar y tipificar el grado de “anormalidad” de los individuos con el propósito de normalizarlos, modificarlos y acomodarlos a un orden social concebido por el discurso emanado del poder heteronormado hegemónico.
Pedro Lemebel es, sin duda, necesario en todo proceso de deconstrucción; nos aporta una narrativa post-moderna profundamente visceral y provocadora; nos revela una mundo hostil producto de una sociedad injusta; donde el marginal resiste el colonialismo falocéntrico y patriarcal, donde la disidencia de transforma en acción política. Un mundo subterráneo ajeno y que pasa desapercibido ante el ojo del que no quiere ver, posicionando el travestismo como una herramienta de acción para reivindicar el deseo en el cuerpo socio-político y aportando con una visión post-feminista interseccional, al exponer las diversas marginalidades de clase, etnia, genero en contraposición al poder hegemónico; revalorizando esa vida inexistente, marcada por el dolor de los humillados, golpeados y rechazados por la dictadura y la sociedad. Sin duda relata la tristeza del macho chileno al perder su virilidad falo-céntrica de la cual hereda orgullo y sobre el cual basa su precario poder.
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