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«Las mujeres que odian a las mujeres » por Pablo Monroy Marambio

Por:  Pablo Monroy Marambio

 Las violencias de género son un triste aspecto de la sociedad, sobre el cual este expositor siempre tiene la mirada puesta, porque lamentablemente, es un tema al que nosotros, los hombres, no dejamos de sumar nuevas víctimas. 

Ejemplos al respecto sobran, cuestión que solo da cuenta de lo muy poco “deconstruides” que decimos estar, por más que digamos entender, apoyar y hasta exigir, en algunos casos, las solicitudes y consignas de las compañeras. Al día de hoy, baste agregar, 31 son los femicidios (1) que se cuentan aquí en la larga y angosta (Sernameg los cuenta en 26) (1); cifra terrible que para nada es más alentadora que la de años anteriores. 

Pero, no siempre somos los hombres los que maltratamos a las mujeres (de manera directa, quiero decir; inevitable consecuencia de este nefasto patrón cultural, es sabido que el machismo ejercido por mujeres es tan pernicioso como el machismo masculinamente ejercido).  

 Así las cosas, bastante ruido ha causado la entrevista que el diario La Tercera publicó el fin de semana recién pasado, a la ex convencional Rocío Cantuarias, hija de Eugenio Cantuarias, co-fundador, junto a Jaime Guzmán, de la UDI. Esa mención hecha en el reportaje, cuyo objetivo parece ser el de presentar las credenciales de la entrevistada (como una suerte de garantía de cercanía o de linaje, vale decir, una mención que no es en absoluto inocente), es al mismo tiempo, a lo menos curiosa.

Si uno va a la página del partido derechista a revisar la historia de su fundación, en cual se nombra a los implicados, el Sr. Cantuarias no figura sino hasta 1989 como parte de la primera directiva, posterior al quiebre de la alianza Renovación Nacional (conformada por los gremialistas en conjunto con la Unión Nacional y con el Frente Nacional del Trabajo), alianza que, a su vez, se formó en 1987 solo con el objetivo de enfrentar el inminente plebiscito del ’88. 

En fin, no es la biografía de Rocío, fantasiosa o no, la que nos ocupa en estas letras, sino ese gesto, ese desdén, tan propio de un sector específico de nuestra sociedad, y que hemos visto y padecido muchas veces a lo largo de nuestra historia, y la cual ha tenido, entre sus más grandes exponentes, justamente a mujeres “de bien”, que desde sus púlpitos señalan, condenan o denigran todo aquello que parece no caber en su endógena visión del mundo. 

 

La entrevista en si misma es bastante vulgar, o la entrevistada, más bien (“habitus” que vuelve a vindicarse, porque el subtexto ahí es esa constante que consiste en hablar, vestir o comportarse de una determinada manera, aun en contra de las “buenas costumbres”, de parte de determinado sector que lo hace “porque puede hacerlo”, y que además encuentra eco en los medios justamente por pertenecer a dicho sector, al que no son aplicables, según parece, las censuras ni los mínimo reparos editoriales).

Además de acusar la “ordinariez” de la Convención, y agregar que esta era un “circo”, en donde el ambiente era “hostil-hostil-hostil, adverso-adverso-adverso”, lo que levantó todas las alarmas, fue que Cantuarias señalara “la tontera de la paridad”, al ser consultada respecto de cómo debería proceder el Rechazo, en el eventual escenario en que fuera la opción vencedora el próximo 4 de septiembre.

Pero no solo hacia la manera en que se busca estrechar la brecha de género es hacia donde apuntaron sus dardos. Los escaños reservados también son, para ella, algo que no merece mayor consideración; y ni hablar de “los independientes que nunca fueron independientes», apuntó la ex convencional independiente por Evopoli (con ascendente Republicano). Por supuesto, su vaticinio si es que gana el Apruebo, es que “vamos derecho al precipicio, al deterioro salvaje, al peligro de tiranía”. 

 Las palabras de la ex convencional, la manera en que se refiere a lo que fue su entorno mientras ejerció el cargo para el que se le dio cupo y, en particular, su desdén en lo relativo a la paridad de género, no obedecen al sentir ni a las maneras particulares de una sola persona, quien por ausencia o falta de desarrollo de sus habilidades blandas, no cuenta con mejores herramientas para establecer una mejor relación con dicho entorno. No. 

Es, de hecho, la reproducción de un discurso y una acción muy propios de ese sector al cual la entrevistada pertenece y que, verbigracia del conservadurismo extremo que allí abunda, dicho sector prefiere que las cosas queden tal cual están, porque no importa si algunas de esas cosas funcionan mal o han quedado obsoletas. Lo realmente relevante (y que hay que defender a punta de mentiras o de lo que sea) es que en este estado de cosas, el actual, los pertenecientes a dicho sector pueden seguir disfrutando y abusando de los privilegios, como efectivamente lo hacen. 

«Es la cultura de la muerte!» vociferaba la entonces diputada María José Hoffmann hace apenas poco más de un año atrás, en momentos en que en el Congreso se discutía el proyecto de ley que buscaba despenalizar el aborto hasta las 14 semanas.

Su par en RN, Ximena Ossandón, declaró también entonces: “nada está por sobre la vida, ningún otro derecho humano”. En su cuenta de twitter, la “Pepa” ya había criticado, en agosto de 2017 (segundo mandato de Michelle Bachelet), al gobierno por “errar” sus prioridades, al enviar a discusión en el legislativo el proyecto sobre interrupción de la concepción. Cabe agregar que esa misma cuenta es la que la ex parlamentaria cerró, al momento en que su hijo fue denunciado como supuesto violador.  

Un año antes, la entonces senadora de la república, Jaqueline Van Rysselberghe, nos iluminaba, en su intervención en la Comisión de Salud del Senado, al alertarnos sobre el riesgo de los fetos que iban a morir; “(…) algunos a los 80 años, otros a los 20, otros a los 10, otros recién después de haber nacido, pero todos van a morir”.

Qué decir (o qué no decir) de la incombustiblemente reaccionaria Teresa Marinovic, quien en más de una oportunidad se ha declarado no feminista, y que, frente a las manifestaciones feministas de octubre de 2016, en donde se marchó en contra de los femicidios y todas las manifestaciones de violencia machista, publico en Las Últimas Noticias la columna titulada “Feministas, ni una más!”, en donde la “pensadora” responsabiliza a las mujeres de la violencia de la que han sido víctimas. 

En marzo de 2019, la aún diputada Camila Flores declaraba que le daba vergüenza como mujer, las manifestaciones feministas llevadas a cabo con motivo de la conmemoración de un nuevo 8 de marzo. Pero no solo a título personal fue la perorata de la parlamentaria, sino que la misma fue llevada a cabo en nombre de “la mayoría de las mujeres chilenas, que nos sentimos ofendidas con este tipo de actitudes”. 

Isabel Plá Jerufe, quien fue una de las jefas precisamente de la cartera de Mujer y Equidad de Género durante el segundo mandato de Sebastián Piñera, mantuvo un mutismo absoluto frente a los cientos de denuncias de abusos sexuales y similares contra mujeres, cometidos por uniformados en el marco del estallido social. Interpelada al respecto en el congreso, solo se limito a señalar que su gobierno no había cometido ningún tipo de atropellos a los derechos humanos. 

Marcela Cubillos, otra imprescindible del reaccionarismo, solo se limitó a pedir “respeto” por los alumnos del del Liceo San Francisco de Quito, de Independencia, que rechazaron leer a Lemebel por encontrarlo “asqueroso”, dada su orientación sexual (mientras los padres de esos alumnos acusaban una “homosexualización” de sus hijos). ¿Se acuerdan? 

En fin, ejemplos sobran, tristemente, y solo por dar uno más actualizado, baste recordar que fue la propia ex convencional UDI, Paulina Veloso Muñoz, quien transmitió en vivo en sus RRSS la votación para que el aborto libre fuera incluido en el proyecto de nueva constitución, comparando con una barra brava de futbol, a las convencionales que vitoreaban el resultado de la indicación. 

 

Son mujeres que odian a las mujeres, o al menos a las que no piensan, actúan ni se expresan como ellas.

Son enemigas de cualquier distinta mujer o distinta concepción de lo femenino. Acusan tiranía de los muchos, desde sus comodidades y privilegios para unos pocos.

El factor común en todos los ejemplos, es que parten desde la consideración de las propias realidades, vale decir, que el cómodo subtexto aquí descansa en la idea de que “si no me han violado”, “si no me han golpeado”, la manifestación o la protesta por los femicidios o cualquier violencia de género, es una exageración; las expresiones o performances que quieren llamar a naturalizar el cuerpo de las compañeras, para desobjetizarlo, serias e indecentes ofensas a la moral; la solicitud para poder amamantar en público, una rotería.

Bien dice el dicho, que toda queja parece exagerada desde el privilegio. No eran pocas las voces en este país que decían que, más allá de las posibilidades que tuviese o no, ojalá Roxana Miranda no fuera elegida presidenta, porque no querían ver gobernar a alguien con “tanta rabia acumulada”. 

No solo lo que ven como rabia es lo que siempre están furiosamente prestas a acusar; cualquier manifestación genuina que de nosotros y no de ellas y ellos salga, es lo lo que rechazan con tanto afán.  

Este desinterés total por el otro y sus necesidades, esta antipatía y desconsideración absoluta, este miedo tan tristemente reaccionario y tan ausente de comprehensión, es lo que entienden por amor. 

 

 (1) https://docs.google.com/spreadsheets/d/1LRLaBLwbV3up9N5e3-HlLKTlFAFy7-sj5pxbt5ml4hc/edit#gid=1952631340

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