
«Las fortalezas, éxitos y debilidades de Luis Emilio Recabarren» por Miguel Silva
Por: Miguel Silva
En estas líneas, vamos a hablar algo de las fortalezas, éxitos y debilidades de Luis Emilio Recabarren Serrano, quien nació en Valparaíso el 6 de julio de 1876.
(Ver entrevista grabada con Sergio Grez sobre la vida de Recabarren al final)
La mejor forma de elogiar a Recabarren, al igual que a cualquier revolucionario de renombre o a los otros miles de dirigentes anónimos, es copiar sus éxitos y aprender de sus fracasos. Intentemos, entonces, una breve crítica de las acciones y la teoría de Luis Emilio. Pero antes de comenzar, revisaremos algunos párrafos de un artículo suyo, que es uno de los mejores ejemplos de la agitación revolucionaria. Es un artículo que habla sobre una huelga en Iquique en el año 1904, cuando llegaron las fuerzas armadas:
“¡Qué incidentes y qué episodios! Se cuentan numerosos.
Hasta los peces huían del medio al ver el desembarco. Las botellas y otros objetos largos tiritaban en sus puestos al ver el desfile marcial. Los pelos de las gentes y los de las colas de los hijos de Misifú se ponían en punta, haciendo de guatas tripas para mirar mejor la marcha majestuosa de los marineros.
Los huelguistas que estaban reunidos en el salón mancomunal, haciéndose los valientes, se quedaron allí quietitos, contemplando el desfile desde puertas y ventanas. Don Justino, un amigo mío y de las bromas, el más cobarde de todos, pero que no afloja, no pudo quedarse callado y les lanzó, a boca de jarra un: “ahora sí que estamos embotellados.”
Todos le creyeron y el miedo empezó.
Como para coronar esto, al frente del salón vino mi amigo Germán Olivares, el más bullicioso de todos, pero que tiene un loro que se la gana y que lo pasa en el mojinete de la casa; cuando pasaban los soldados se le ocurre gritar: “¡compañía, alto!” …cosa que había aprendido porque los soldados del Esmeralda hacían por allí siempre ejercicios.
La tropa se detuvo, hizo alto. El oficial se asustó, las clases lo miraron y … la plancha siguió marchando y se perdió allá, a lo lejos, entre las aguas.”
Después de la alabanza que corresponde, intentaremos explicar las razones por las cuales Recabarren creía lo que creía.
Primero, es necesario retomar algunas particularidades del movimiento obrero en que se formaron sus ideas. Era militante del Partido Demócrata, un partido «liberal-popular» con una fracción “socialista” que controlaba su prensa; además trabajó en los primeros gremios y Mancomunales. El PD estaba controlado por los representantes de otras clases, de la pequeña burguesía, pero cada sección del partido tenía libertad para organizarse como quisiera.
Durante la última década del siglo 19 y la primera del siglo veinte, crecieron y murieron varios partidos y movimientos formados por anarquistas y ex militantes socialistas del PD. Al pasar los años, algunos de los fundadores de estos movimientos volvieron al PD mientras otros formaron las Mancomunales y sociedades de resistencia. Por su parte, Recabarren trabajaba con varias de las Mancomunales y también mantenía contacto con varios militantes de la Segunda Internacional.
Viajó a Europa en los años 1906 y quedó impresionado por las organizaciones cooperativas construidas por los europeos de la Internacional. Sin embargo, también asimiló algo de su política de hablar del socialismo, pero nunca discutir sus detalles: la destrucción del Estado capitalista,del ejército o de la justicia burguesa.
Sus ideas económicas.
La economía chilena entre los años 1890 y 1920 pasó por varias crisis profundas, pero en general creció mucho.
Balmaceda, representante de los patrones de la minería del cobre y de la agricultura del Sur, quiso formar empresas con capital chileno, pero fue derrotado y los vencedores, o sea las empresas salitreras de capital inglés, aprovechándose de esto, organizaron en varias oportunidades una escasez artificial del salitre para subir los precios.
En la década de 1890, mientras el capital inglés se exportaba a América Latina, India y África, las empresas grandes de EE.UU. crecían aún más, pero no enviaban su capital para afuera. Las empresas más grandes absorbieron a las otras, y esos gigantes comenzaron a enviar su capital hacia el mundo diez o veinte años después que lo hicieran las empresas inglesas. Ese capital de los EE.UU., con sus inversiones en el cobre de El Teniente y Chuquicamata, tomó el lugar del capital inglés y marcó el principio del fin de la época gloriosa del salitre.
La economía chilena ya no estaba constituida por empresas pequeñas ni medianas en libre competencia. Fue dominada por empresas muy grandes, primero inglesas y luego norteamericanas.
La concentración de la clase trabajadora chilena también fue producto de las grandes cantidades de capital invertido. Por ejemplo, en el año 1920, los nueve mil mineros del cobre del país trabajaban en solamente 14 minas. En la industria manufacturera, más de 20 mil de los 50 mil obreros y obreras laboraban en unas sesenta empresas con más de cien trabajadores cada una. Esas empresas controlaban la producción de cigarrillos, cemento, productos de papel, maquinaria del calzado, cerveza, azúcar, productos químicos, textiles y fósforos. En el año 1914, existían 134 oficinas salitreras y en 1918, cincuenta mil mineros trabajaban en esas oficinas.
Durante esos años, se sentían los fuertes vientos de las crisis internacionales que pegaron fuertemente a la clase trabajadora chilena … la crisis de 1897, la de 1907, la de la guerra imperialista y la catástrofe económica de 1919.
A pesar de la competencia, las empresas del capitalismo imperialista, el capitalismo de empresas grandes con capital extranjero, intentaban e intentan controlar el mercado y sus precios. No eran ni son simples esclavos del mercado. Parecía que los patrones de esas empresas actuaban por su propia voluntad, podían liberarse del mercado guiados por sus propios principios, o sea, por sus propios vicios.
Recabarren enfrentaba a este tipo de capitalismo y su teoría socialista lo reflejaba: casi nunca hablaba de las crisis de «sobreproducción» y “competencia” del capitalismo. Para él, los patrones pagaban sueldos bajísimos y dejaban los campamentos sin luz ni agua impulsados por sus vicios. Eran inmorales.
En realidad, los dueños de las empresas capitalistas, de los monopolios, actuaban y actúan de tal o cual manera, no porque sean mala gente, sino porque tienen que competir con otras empresas. Las empresas salitreras exportaban sus ganancias a Londres, pero todavía tenían que invertir capital en procesos modernos de lixiviación para hacer más productivas sus empresas y luego competir con el salitre sintético.
Recabarren entendía bien que el capitalista compra la fuerza de trabajo del obrero y extrae su plusvalía. Sin embargo, no discutía el hecho que el capitalista extrae ese valor para acumular su capital en competencia con otras empresas. Esa idea no la entendía Luis Emilio porque no era tan obvia, dado el control ejercido sobre el mercado por los monopolios ingleses del salitre.
Vale repetir que, para Recabarren, la lucha contra el capitalismo era una batalla moral, una batalla contra los vicios, contra la ignorancia y repitió, desde la formación del POS en 1912 hasta la formación del PC en 1922, que se superaría la miseria del asalariado gracias a mejoras en su calidad de vida y además por su acción emancipadora en la formación de cooperativas y creación de municipios obreros.
Su materialismo.
La vida de los campesinos del Sur cambió cuando las familias capitalistas del campo invirtieron su dinero en maquinaria para segar el trigo. Y la vida de los trabajadores de la ciudad cambió cuando se alumbró Santiago, Valparaíso, etc., cuando se instaló agua potable, luz eléctrica y cuando se construyeron los tranvías. El uso de procesos modernos de lixiviación cambió las relaciones entre los trabajadores del salitre, trabajando en grupos grandes con la maquinaria nueva, en vez de laborar en familias.
Recabarren entendía bien la teoría marxista que plantea que lo que pensamos los trabajadores, y el tipo de relaciones que tenemos entre nosotros y con los capitalistas, dependen de nuestra forma de trabajar.
Sin embargo, aunque es cierto que nuestra vida hoy refleja y está basada en los logros del pasado, en el transporte moderno, en la electricidad, en la explotación del cobre, no es cierto que los capitalistas siempre impulsan estos avances. Porque, enfrentados por sus crisis, cierran las minas y fábricas. Son una barrera para el progreso o el «perfeccionamiento» de la vida.
Esta contradicción entre las «fuerzas de producción», o sea, la capacidad de perfeccionamiento de la vida, y las “relaciones de producción”, es decir, el control de esas fuerzas por la clase capitalista estaba claro para Recabarren.
Luis Emilio y la Igualdad entre los sexos.
Es notable descubrir en cualquier obra importante de Recabarren, que éste ponía énfasis en la igualdad entre los sexos. Siempre hablaba de los «federados y federadas», o de los «trabajadores de ambos sexos». Creía en el perfeccionamiento del ser humano y ninguna mujer puede perfeccionarse si está agobiada por las dificultades de la vida. Una de esas dificultades es el machismo del hombre. Además, de los cuarenta mil trabajadores industriales en Santiago en el año 1919, 17 mil eran mujeres.
Trabajó en los primeros años del POS con la feminista Belén de Zárraga, quien era una española que estuvo en Chile dando conferencias sobre los derechos de la mujer.
Pero hay una parte de su carácter que pocos conocen: su romanticismo. Acá un ejemplo…
De «El Socialista», Antofagasta, 01/05/21,
«Surgiendo a nueva vida»: «Al verte que venías quise hacerte una broma cariñosa y me subí a un auto a esperar que pasaras, aunque sentía ansiedad de estar contigo después de tantas horas sin vernos. Creí que no me habías visto. Cuando subiste y te sentaste a mi lado ofreciéndome, graciosa, tu boca para que la amara y la besara, ya el auto corría por la ciudad. Entonces comprendí que la fuerza síquica de los seres que se aman, obra a la voluntad del sentimiento quizás antes que se manifieste.
Después que nuestras manos conversaron su lenguaje amoroso, recordando las tibias escenas de otros días, llenas de silencio, todavía imborrables, poniendo el brillo juvenil de tus chispeantes ojos sobre los míos, sentí caer sobre mí un amoroso torrente cristalino de palabras que corrían, que escapaban como sintiendo el temor de ser silencios y cuando cada vez que yo iba a hablarte, sellabas mis labios con los tuyos cortando el deseo, sentía que ambos nos estremecíamos. ¿Es que te gusta que hable menos y te acaricie más?
-Bésame más, mucho más.
-¡Qué dulce es vivir la vida perenne caricia!”
Los ideales de la liberación humana que sostenía Luis Emilio en toda su vida consciente, y la liberación de la mujer como un solo ejemplo de estos ideales, eran uno de los aspectos más importantes de su socialismo. Con origen en los utópicos y ácratas del siglo pasado. esos ideales han sido una inspiración para miles de revolucionarios chilenos.
Su accionar y la Revolución.
Como decíamos, las ideas más importantes para Recabarren eran la independencia de la clase obrera, su educación, la lucha contra los vicios y el progreso hacia el socialismo, o sea el «perfeccionamiento» de la vida. Esas ideas reflejaban las debilidades y fortalezas del movimiento obrero.
Recabarren luchaba por la independencia de la clase obrera porque el PD quería usar los trabajadores como elemento en sus arreglines con sus «aliados» de la clase capitalista. La historia había probado que esos arreglines provocaban el fracaso en la lucha de clases. Sin embargo, se oponía al centralismo en sus partidos, por las mismas razones.
Luchaba por educar a la clase trabajadora en las bibliotecas de las mancomunales, de las cooperativas o en los locales de las “uniones” de la clase obrera, porque la gran mayoría de los trabajadores no tenía acceso a las ideas socialistas y ni sabía leer. Los mineros salitreros vivían lejos de las ciudades y las empresas hicieron difícil la adquisición de esas ideas. No existían la radio ni la televisión, solamente el diario, entonces saber leer era una necesidad fundamental.
Recabarren también luchaba contra los vicios, porque muchos dirigentes del PD se vendieron a las municipalidades, a los burócratas y a los partidos de otras clases. Varios eran borrachos o pasaban su tiempo en el hipódromo. El alcoholismo era un problema grave. Las pulperías vendían alcohol en las oficinas salitreras porque a los patrones les servía que los trabajadores lo consumieran.
Luchaba por el «perfeccionamiento» de la vida, por lograr cambios en el grado de instrucción de los trabajadores y trabajadoras que hicieran posible la construcción de una nueva vida, una sociedad justa y alegre. Llamó a esa sociedad “el socialismo”. Como camino para llegar a este futuro feliz, planteaba el trabajo sindical, la formación de cooperativas, el desarrollo de Municipios bajo el control de los trabajadores y la representación en el Parlamento como tribuna.
Utopía, Sindicalismo y Marxismo.
En 1915 y en 1917, Recabarren había dicho que los sindicatos debían tener principios socialistas, porque era necesario abolir el sistema de la esclavitud del salario para terminar con la miseria sufrida de la clase trabajadora. También planteaba que los sindicatos debían ser una sección más del partido socialista.
Por ejemplo, cuando Recabarren fundó «El Socialista» en Antofagasta en 1918, el periódico de la central sindical FOCH, tenía dos títulos en su primera página: «Órgano de la FOCH secciones de Antofagasta» y «Órgano del POS secciones de Antofagasta”’.
En fin, Recabarren creía que la lucha por la emancipación de la clase trabajador era un proceso sin límites ni divisiones “artificiales”, por lo tanto, sus organizaciones sindicales y su partido eran nada más que dos caras de la misma lucha y podrían ser dos secciones de la misma organización.
Como otro ejemplo de su visión de la emancipación, en el año 1919, la FOCH cambió sus Principios, para incluir lo siguiente
“Fomentar el progreso de la instrucción y cultura de la clase trabajadora por medio de conferencias, escuelas, bibliotecas, prensa y toda actividad cultural, y conquistar la libertad efectiva, económica y moral, política y social de la clase trabajadora (obreros y empleados de ambos sexos) aboliendo el régimen capitalista”
Es decir, el “perfeccionamiento” de los y las trabajadores va a poner fin al capitalismo. Una vez…
“Abolido el sistema capitalista, será reemplazado por la Federación Obrera, que se hará cargo de la administración de la producción industrial y de sus consecuencias.”
Ahora bien, es cierto que solamente una clase trabajadora consciente y culta será capaz de derrotar al sistema capitalista. Debe “perfeccionarse”, sin embargo, esa clase debe destruir la esclavitud del salario por medio de una revolución por la simple razón que los capitalistas no van a perder sus riquezas sin luchar hasta el final. Algunos trabajadores y trabajadoras reconocen este hecho elemental, y por ende necesitan su “partido” para convencer a los demás de su punto de vista. Pero obran con otros y otras trabajadoras en sus sindicatos, juntos y juntas, para ganar sus luchas.
En otras palabras, la clase trabajadora debe tomar control de la sociedad para extinguir ese sistema, eliminar la división entre el trabajo y los medios de producción, pero solamente algunos y algunas trabajadoras están convencidos que un acto de “revolución” es necesario para lograr estos cambios.
Vale la pena repetir una vez más que Luis Emilio estaba de acuerdo que la revolución era necesaria… pero para él la “revolución” era el “perfeccionamiento” de la clase trabajadora.
La evolución de sus ideas es la historia de la construcción de una visión de la sociedad del futuro, pero sólo un acercamiento al problema de la organización de la revolución misma.
… ¿Qué hacer con las FF.AA., con el Congreso, con los jueces y la burocracia quienes luchan contra la clase trabajadora?
A estas preguntas claves, Recabarren no tuvo respuesta, o, mejor dicho, su respuesta era confusa.
En realidad, la clase capitalista es capaz de controlar a las FF.AA. y las otras partes del Estado porque los hombres y mujeres de ese Estado, los generales, jueces, altos burócratas, son de la misma clase, de la clase capitalista, o son sus aliados. Los generales, además de ser militares, también son ricos y sus hermanos y cuñados son patrones. Igual cosa con los jueces.
Además, su futuro depende de la continuación del sistema que protegen. Allí está el poder social de la clase capitalista y para romper ese poder es necesario que los trabajadores formen su propio Estado, con sus propias organizaciones base, y ese estado tome el lugar del estado capitalista, así “destruyéndolo”. En otras palabras, cuando en los principios de la FOCH se plantea que “Abolido el sistema capitalista, será reemplazado por la Federación Obrera”, no se discute cómo los trabajadores van a vencer la resistencia de los capitalistas a estos cambios tan esperados.
En aquel año de 1924, año de crisis y golpes, la lucha de clases llegó a tal punto que lo teóricamente débil en el pensamiento y accionar de Luis Emilio – “¿cómo organizar la revolución?” – superó a lo fuerte -”la independencia de la clase trabajadora.”
Los largos años de trabajo con la Segunda Internacional, con el PD y con los utópicos lo habían influido demasiado. No rompió completamente con sus ideas, entonces no tenía a mano una organización adecuada en el momento crítico de los golpes de fines de 1924.
Algunas conclusiones.
Lo que Luis Emilio logró fue escapar de las ideas utópicas abstractas y desarrollar las ideas respecto a la autogestión obrera en los municipios y cooperativas, para llegar a tener una visión de la sociedad socialista. Su pasado utópico le ayudó en este camino porque los anarquistas y ácratas siempre sostuvieron que era necesario formar una sociedad de libertad, una sociedad de hombres y mujeres libres. El Socialismo entonces era una etapa adelante en el camino hacia esa sociedad.
Sin embargo, esas mismas ideas frenaron el desarrollo de su concepción acerca del Estado y la Revolución. La única respuesta anarquista a la represión capitalista era un contrataque por parte de individuos anarquistas y valientes al Estado.
En su comentario sobre el golpe de 1924, Recabarren elogió la sublevación como revolución pacífica y tranquila y citó los acontecimientos que describió Emile Zola en su libro Germinal, como ejemplo de este tipo de accionar pacífico. Sin embargo, aunque Emile Zola fue un gran autor y sirvió de inspiración a generaciones de revolucionarios, era un revolucionario romántico. No habló del acto de la revolución, de la planificación de la derrota del Estado capitalista, de la toma del poder.
Entrevista con Sergio Grez:
ttps://radio.uchile.cl/programas/el-ultimo-cafe/680753/