
«La rebelión de octubre y la crisis que enfrentamos» por Miguel Silva
Por: Miguel Silva
La gran rebelión de octubre, sabemos, fue consecuencia de treinta pesos en el metro y de 30 años de austeridad en el país. Fue gatillada por los secundarios del Instituto Nacional que saltaron los torniquetes y tomó vuelo cuando vimos la cara de la mujer joven a la que le dispararon los pacos. ¡BASTA!
Miles de asambleas y cabildos locales, cientos de barricadas, millones de vecinos y vecinas en las marchas.
¡Felicidad, una gran fiesta… por fin llegó la alegría.!
Y las discusiones sobre la salud y las colas para los consultorios, las pensiones y las malditas AFP…¡sabíamos lo que no queríamos!
No queríamos más de lo mismo, pero no sabíamos cómo llegar a esa nueva vida donde la salud es buena (y quizás gratis) y las pensiones dignas de vivir.
Mientras tanto, crecía la movilización, más cortes de caminos, más reuniones locales, los supermercados cerraron sus puertas sin o con la presión de saqueos, se rompieron los kioscos de pago de peajes, llegaron millones a la marcha del 25 de octubre, la huelga del 12 de noviembre movilizó casi todo el sector público. Cada uno hablaba en las reuniones, como representante de él o ella misma. Nadie hablaba en nombre de su partido. ¡Todo era posible!
Y entonces, la noche de domingo 15 de noviembre, después de aparecer Piñera diciendo que teníamos razón y que 30 años era mucho, nos sorprendió en la tele ver a «nuestros dirigentes» firmando un acuerdo de «Paz social» a cambio de otorgar su apoyo para cambiar la Constitución.
Ellos querían avanzar con los cambios en forma calmada, sin saqueos, sin barricadas, sin marchas a cada rato. Cambios en forma «civilizada», una fiesta de alegría, sin copete.
Ahora bien, hemos discutido este acuerdo hasta el cansancio. Algunos dicen que fue un acuerdo planificado entre los de la derecha y de la izquierda quienes, de verdad, no querían cambiar el país en otro. Pocos cambios y muchas negociaciones entre ellos mismos.
Otros dicen que no sabíamos cuál camino queríamos tomar entonces dejamos abierta la puerta para aquellos que SÍ sabían cual camino ELLOS querían tomar.
Hagamos una pregunta… si Boric, en vez de salir en la tele como parte de la mesa negociadora de la Paz Social, hubiera salido llamando a asambleas locales y con delegados (como las asambleas de delegados de los Pingüinos en 2008), ¿Cuál habría sido la consecuencia?
Por lo menos, las movilizaciones habrían tomado un rumbo nuevo. Por lo menos. Pero Boric ya se había integrado al mundo turbio de la política parlamentaria (desde su elección en 2014 como diputado), entonces, no tomó el camino de más y más organización de base. Pero no se integró a ese sector del Estado solamente porque era de un partido. Hemos visto, desde la rebelión, que otros y otras dirigentes también se han integrado a ese mundo de negociaciones, almuerzos y dineros compartidos, algunos de partido y otros independientes.
Pero bueno, estamos donde estamos. La ola de movilizaciones comenzó a bajar y el COVID puso fin a las reuniones. Sin embargo, casi todos votamos por una nueva Constitución en octubre 2020. Los convencionales, a su vez, en su mayoría ajenos al mundo partidario, pasaron meses y meses discutiendo párrafos sobre nuevos derechos a la salud, a las pensiones, a los derechos de la mujer y de los pueblos originarios.
Y mientras tanto, en ese año de crisis económica entre 2020 y 2021, cerraron muchos negocios, mucha gente perdió su trabajo, comenzamos a sacar el dinero de las AFP, el Estado otorgaba bonos y subsidios y parecía a millones que votar Boric como Presidente sería la única manera de parar el carro de Kast y su nueva derecha radicalizada. Radicalizada y muy crítica del apoyo que Piñera había otorgado (según ellos) a la rebelión de octubre.
Durante esos meses, se rompió el hilo que conectaba millones de familias con la rebelión, y «volvieron a sus casas» y a sus antiguas formas de actuar y pensar. ¿Cómo sabemos?… porque votaron por el Rechazo el septiembre pasado.
Gabriel Boric y el Frente Amplio interpretan esa votación como un rechazo a la política «radical» de los Convencionales, y quieren evitar que una alternativa, la política de una derecha radicalizada, tome el lugar de su gobierno en 2024. Por lo tanto, están convencidos que la mejor política es la de las negociaciones y acuerdos. Es lo que hoy piensan. Pero frente a esa política, la derecha radicalizada está ganando terreno.
La alternativa y la crisis en Gaza
Durante los primeros meses de la rebelión de octubre, podíamos sentir la alegría, pero se nos fue y lo que sentimos hoy es un presentimiento que viene algo terrible el próximo año.
Ese sentimiento de solidaridad y alegría que conocimos no se convirtió, por lo general, en organización coordinada de las asambleas y cabildos locales. Creo que un importante factor por ese lamentable hecho es que no existía una organización que organizara (disculpas por la palabrería) ese cambio de política. Esa organización de personas que ya tenían la película clara, que ya habían discutido el camino que deberíamos tomar, no existía.
Ahora bien, puedes decir que la rebelión de octubre acá, formaba parte de una ola de rebelión en el mundo. También habían movilizaciones millonarias contra el racismo de «Black Lives Matter». Millones de mujeres del mundo luchaban por sus derechos. Y algunos de ellas y ellos tenían claro el camino por tomar, otros no.
Pero siempre hay más que un camino abierto. Cada uno tiene el derecho y deber de organizarse (y organizar otros y otras) con el propósito de convencer a millones que su camino es el mejor camino. El derecho y el deber de hacer un futuro nuevo según sus ideas en cómo crear un país y un mundo nuevo.
Hoy día, el camino que toma el pueblo palestino cambiará el mundo. Las masacres en Gaza están en las conciencias de cientos de millones de personas, dentro y fuera del mundo árabe. Su impacto podría romper las acuerdos de cambios calmados, civilizados, entre países y sus gobiernos y abrir una nueva época de revoluciones.
En fin, las tres crisis que vemos frente nosotros, la crisis económica, la crisis climática y la crisis imperialista, han abierto la posibilidad de los cambios que hemos imaginado. Algunos los llaman sueños, otros delirios.
Pero la rebelión de octubre de ayer y la crisis en Gaza hoy, forman parte de esa nueva realidad que está cambiando el futuro nuestro.