
La nueva apuesta política y ética del EZLN
Por Miguel Fauré Polloni
#DeFrente
«No cambiaremos nuestra historia, nuestro dolor, nuestra rabia, nuestra lucha, por el conformismo progre y su caminar detrás del líder». De esta manera comienza el más reciente comunicado que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) compartió con sus adherentes internacionales.
En medio de la fiesta sin acabar del triunfo que pone al progresismo a la cabeza del Estado mexicano, en Chiapas dan el puntapié inicial a una nueva etapa dentro de su autonomía. ¿Cuáles son los ejes de esta nueva etapa? ¿Contra qué y a favor de qué (y quiénes) luchan desde el sureste mexicano?
Agosto ha visto al EZLN volver a sacar la voz mediante tres comunicados titulados «300», en referencia al número que supuestamente compone el Ejército de Liberación hoy en día, en contraste con los 30 millones de votos que recaudó López Obrador.
AMLO, el mejor candidato para el Poder
El gran capital no buscaba un domador de fieras, sino un encantador de mascotas. Persuasivo, «progre» y convocante. Los otros candidatos no eran más que un modelo inocuo para el México de hoy: liberales de poco vuelo intelectual, mediáticos, como Macri o Duque. Décadas de PRI/PAN fueron más que suficientes. Hacía falta un zurdo moderado, con trayectoria regular y fogueo en el juego electoral. Un nombre-masa, una sigla legitimada, una marca registrada: AMLO.
Ahora bien, el machete sería desenvainado después de asegurar el triunfo. El programa del partido vencedor tenía como uno de sus ejes la seguridad. Arrebatarle al narco su poder de fuego y -obnubilando a la ciudadanía con estos «logros»- podarle al Estado las restantes funciones. «Al sistema le sigue estorbando una cosa que es el Estado Nacional y le va a asignar cada vez más la única función para la que nace cualquier Estado, es decir, asegurar por medio de la fuerza, la relación entre dominadores y dominado», señalan desde el EZ.
Hay algo que los zapatistas ya advirtieron semanas antes de la elección: el extraño consenso que se configuró en torno al triunfo del líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). El propio Trump vio en él a un potencial aliado y -pese al anhelo de la izquierda de verlo disgustado- le saludó alegremente, ya que reconoció en él a un Juanito Trump, campechano finquero que bien podía hacer business con el vaquero del norte.
«Es la misma jaula de encierro, pero cada tanto la pintan, como que es nueva, pero es la misma», señala el Comandante Moisés. «¿Será que se conforman con un cambio de capataz o de patrón, o es que lo que quieren es la libertad?», emplaza. Acá ya se vislumbra el horizonte.
La guerra inminente contra los pueblos indígenas
El plan es simple, pero siniestro en la medida que se viste de progresismo y «desarrollo nacional». Y quizás esa sea la razón de por qué a todos los sectores políticos les encantó (y hasta descorcharon botellas) con el triunfo de Andrés Manuel. En primer lugar: el fantasma del muro que edificaría Trump se derrumba. La solución es mucho más ambiciosa: convertir a México en un muro, que aísle a los EEUU del resto del continente. «En realidad el muro estará en México para detener a los que vienen de Centroamérica», indicó Marcos. Y el sureste mexicano sería precisamente el punto más caliente de este plan.
«En el gran capital hay un verdadero entusiasmo por las oportunidades de conquista que se presentan con el programa de gobierno lopezobradorista», sostiene el EZLN. Más de un millón de hectáreas de la Selva Lacandona (vaya «coincidencia», justo allí) se destinarían a un ambicioso proyecto forestal y a la construcción del Tren Maya, para que el turismo se saque selfies con las comunidades indígenas de fondo. De oponerse, los pueblos originarios serían acusados de atentar contra el desarrollo de la Nación y el programa del «buen líder progre», egoístas con estos emprendimientos destinados a los más pobres de las ciudades.
Galeano nos dice en el primero de estos comunicados: «el sistema ‘descubre’ que aparecieron nuevas mercancías y esas nuevas mercancías están en el territorio de los pueblos originarios: el agua, la tierra, el aire, la biodiversidad; todo lo que todavía no está maleado está en territorio de los pueblos originarios y van sobre ello». Y qué mejor que hacerlo teniendo a un aliado que no tendrá resistencia popular sino, por el contrario, el apoyo de masas organizadas. Esperanzadas, incluso. Un gato amoroso que saque las castañas.
La reforma ya no es posible
Remar contra la corriente es parte de la esencia misma del zapatismo. Pues, ni modo. Galeano invita a los adherentes de su causa que investiguen el proceso de acumulación originaria del capital para que entiendan lo que se avecina en los territorios defendidos por los pueblos indígenas. Se viene la «civilización» entendida como tener un empleo asalariado y así poseer capacidad de consumo.
«Está en marcha una nueva guerra de conquista de los territorios de los originarios, y la bandera que porta el ejército invasor a veces lleva también los colores de la izquierda institucional», dice el primero de los fragmentos de 300. El análisis de la actual crisis del capitalismo tiene que ver con tres grandes factores: la escasez de recursos energéticos, el desastre medioambiental y la migración imparable. ¿Daña al sistema esta crisis? De ningún modo: «El sistema ha demostrado que es capaz de superar sus contradicciones e, incluso, funcionar con ellas y en ellas».
«La reforma no es posible ya; lo que destruyó el capitalismo ya no es salvable, ya no puede haber un capitalismo bueno (pensamos que nunca ha existido esa posibilidad), tenemos que destruirlo totalmente«. El llamado que hacen desde Chiapas es a reconstituir lazos internacionales anti-capitalistas. Es más, abrieron en Concejo Nacional Indígena para que se integren otras rebeldías que proliferan bajo el festín de neoliberales y progresistas. «Nosotros seguimos caminando con dos pies: la rebeldía y la resistencia, el no y el sí; el no al sistema y el sí a nuestra autonomía, que quiere decir que tenemos que construir nuestro propio camino hacia la vida». Que así sea.