
La Juventud de Recabarren
Por Iván Ljubetic Vargas – Historiador de Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
La familia se trasladó a Santiago en 1890. Allí el joven Luis Emilio Recabarren, a la edad de 14 años, comenzó a trabajar como tipógrafo en la imprenta Vicuña Mackenna.
AMELIA
Su oscura vida de explotado encontró una luz al conocer a una bella niña llamada Amelia, su amiga de juegos.
Llegaba tarde y cansado a su hogar. Su única alegría era pasear y pensar en Amelia, la hermosa muchacha a quien le escribía versos, que nunca entregó.
De pronto esa amistad maduró en los besos de aquella niña rubia y de ojos claros. Pasaban juntos cuanto podían; conversaban, hacían fabulosos proyectos.
CON LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS
El 7 de enero de 1891, el muchacho fue conmovido por el inicio de la guerra civil contra Balmaceda. Sentía simpatías por los contrarrevolucionarios. Dentro del regimiento ‘Gendarmes’ de Santiago, leal al Gobierno, donde recién se había alistado, y era corneta, participó en la publicación de ‘El Opositor’, una pequeña hoja anti balmacedista. Fue descubierto. En un breve interrogatorio, reconoció valientemente su complicidad en la edición de esa hoja. Fue enviado a una celda, incomunicado. Su padre, don José, logró sacarle en libertad. Tuvo suerte. Se salvó de ser fusilado y al salir logró recuperar su puesto de trabajo en la imprenta. Había fracasado en su primera empresa “revolucionaria”.
NO HAY PRIMERA SIN SEGUNDA
Luis Emilio no se desanimó por la derrota en su primer intento contra Balmaceda. Se trazó un plan: ingresaría al ejército nuevamente, marcharía al norte y, una vez estacionado, buscaría la ocasión de pasarse a las filas opositoras. Entretanto leía la prensa y se informaba de las salidas de tropas al norte. A fines de julio se presentó la ansiada oportunidad. El Gobierno organizó un convoy hacia el norte y preparó “La Imperial” para embarcar a los soldados. Luis Emilio se ofreció como voluntario en la División Carvallo Orrego, destinada al frente de Coquimbo. Le preguntaron si había recibido instrucción militar. Al responder afirmativamente, le aceptaron sin más averiguaciones. Las tropas balmacedistas desembarcaron en Coquimbo. Pero no entraron en combate.
EN COQUIMBO DESCUBRE SU VOCACIÓN
La batalla se libraba sí en la conciencia del joven Luis Emilio. Al tomar contacto en el Norte Chico con una miseria que no conocía aún, se sintió muy golpeado. Comenzó a ver las cosas con otros ojos. Maduraba con rapidez. Se quedó en Coquimbo. Comenzó a identificarse con el pueblo. Poco a poco fue naciendo en él una conciencia social. Se sintió seguro de haber encontrado el verdadero propósito de su vida.
En septiembre cuando se iniciaba la primavera, se conoció en La Serena, donde estaba Luis Emilio, el triunfo de los contrarrevolucionarios. No le produjo alegría alguna.
UNA PRIMERA CRISIS
Volvió a la capital. Pronto le invadió una desconocida sensación de vacío. Sufrió una crisis. Era depresión.
Estaba taciturno, encerrado en sí mismo. Sólo Amelia era una luz, que de pronto se apagó trágicamente. Todo sucedió muy rápido.
Una noche Amelia se quejó de dolores de estómago. Al comienzo nadie le prestó atención. Pero como se sentía cada vez peor, alguien se levantó a medianoche a buscar un calmante. Se lo tomó la niña. No pasó mucho rato cuando ella lanzó un alarido y comenzó a retorcerse presa de horribles dolores. Corrieron a su cuarto. La encontraron con violentas convulsiones, el rostro con una palidez verdosa. Luego de una terrible agonía, falleció.
UN GOLPE INESPERADO Y CRUEL
Luis Emilio trabajó hasta tarde esa noche en la imprenta. Una de sus hermanas salió a encontrarlo gritando ¡envenenada! El muchacho corrió a la casa de su novia. Entró sin golpear. Sin fijarse en nadie, sólo miró el cuerpecito cubierto con una sábana blanca. No dijo nada. Salió huyendo. No se detuvo hasta caer sobre su lecho, donde lloró amargamente.
Julieta Campusano, en un artículo escrito en la revista ‘Principios’ de agosto-septiembre 1971, relata el verdadero drama sentimental que sufre Luis Emilio, cuando muere Amelia, “la muchacha con quien caminaba abrazado, tejiendo las más risueñas esperanzas. Fue un golpe que le derribó y del que le costó mucho rehacerse”.
EN LOS ANDES
A comienzos de diciembre de 1893, Luis Emilio y su hermana Mercedes viajaron a Los Andes, invitados por unos parientes, a pasar una temporada. Fueron recibidos con cariño y alegría.
Allí el muchacho tuvo un encuentro que le sirvió como bálsamo al dolor que le martirizaba el alma. Fue una prima, varios años mayor que él. Como la describe el escritor Fernando Alegría en ‘Como un árbol rojo’, una “figura arrancada de un sueño de su infancia, pequeña madre que le había mecido en sus brazos y arrullado con infantiles voces de ternura. Era ya una mujer. Reviviendo aquel pasado, cada gesto, cada palabra, recordaban gestos y palabras de un mundo de fábula.”
SE IMPONE LA VIDA Y LA PRIMA
Ella se llamaba Guadalupe. Los primos se sintieron atraídos. Él le contó su vida difícil, de la imprenta, de su despertar político, de Amelia…
El 8 de diciembre de 1893, en la víspera de la partida del joven Recabarren, los primos se juraron amor eterno. Se escribieron cartas plenas de pasión. En los primeros meses de 1894, Guadalupe lo visitó en Santiago. Ambos mantenían hasta entonces en secreto su idilio. Pero ella al regresar a Los Andes, le escribió una carta donde le decía: “Le conté todo a mi mamá y está muy contenta… apresúrate a juntar plata para el matrimonio, no gastes en nada, anda poniendo en la Caja de Ahorros”.
Luis Emilio intentó postergar el asunto. Guadalupe lo doblegó. Nueva débil resistencia del primo. Pero ella se impuso. Ni siquiera estar enfermo de influenza lo salvó. El joven tipógrafo hizo todo lo que le impuso su futura esposa.
Se casaron por la iglesia el 28 de febrero de 1985, para el día del santo de ella. Luis Emilio aún no cumplía 19 años.
Tuvieron dos hijos. Uno murió a poco nacer.
Cuando en 1909, Recabarren debió salir al exilio a Argentina. Al poco tiempo de vivir en Buenos Aires. Guadalupe se separa de Luis Emilio. Volvió a Chile con el único hijo. Todos los esfuerzos de Recabarren por reconciliarse fueron inútiles.