
La izquierda sisifeana y la convergencia socialista
Por Bastián Castro Nofal
Movimiento Autonomista
Existió, principalmente durante el siglo pasado, una tendencia creacionista dentro de los proyectos de izquierda, en el sentido en que éstos se centraban en la necesidad de refundar la sociedad desde sus cimientos, y de forma tajante y única, lo cual podía efectuarse mediante la toma del poder. Reflejo de esto son las retóricas de la construcción del hombre nuevo y la eterna pero poco fértil discusión sobre Reforma o Revolución. Esta visión de la política revolucionaria trajo consecuencias claras: el menosprecio del reformismo, la idea de que asaltando el Estado se solucionaba todo. Incluso las ideas de vanguardias políticas son muy parte de esta tradición.
La cuestión del reformismo no es nueva. Ya en la Segunda Internacional las corrientes, digamos, más socialdemócratas se referían abiertamente al uso de la institucionalidad como forma de acceder al poder y transformar la realidad. Pero no fue hasta un tiempo después, ya pasada la euforia de la Revolución Rusa, que distintas visiones socialistas, y específicamente marxistas fueron abriéndose a superar las disputas planteadas en ese entonces.
1. La acción política en la cual participa cualquiera de las fuerzas revolucionarias es ontológicamente antagónica. Esto es, que la vida social en su estado normal no es más que una etapa en la que la relación entre la fuerza política revolucionaria y la fuerza política conservadora no está en ebullición máxima y pueden tolerarse mutuamente sin el ejercicio de la violencia directa.
2. Debido a ese carácter de proceso con respecto al cambio de sociedad, es que no tiene sentido hablar de una dicotomía entre reforma y revolución, más que en casos concretos. Es decir, debemos volver a González. Con esto quiero decir que toda construcción del socialismo es un proceso gradual de reforma de la sociedad. El único problema del reformismo, entonces, surge cuando existen posibilidades de dar un salto cuantitativo que se ve mermado por la burocratización.
3. No tiene sentido hablar de un Programa Socialista que sea único y no coyuntural, ni calentarnos la cabeza en idear una fórmula única de construcción del socialismo ni una interpretación correcta de la palabra de Marx. Lo que corresponde, es definir horizontes politicos y programas que coyunturalmente nos puedan ayudar a llegar a este horizonte. En este sentido, creo que Zizek [4] acierta notoriamente con su noción de «No digas “gran revolución”. Escoge algunos puntos específicos, aunque puedan parecer muy modestos al principio. No sueñes en la gran revolución o como quieras llamarlo, sino escoge puntos conflictivos, dramáticos, de cada sistema».
4. Podemos imaginar una izquierda que está constantemente replanteándose sus horizontes. Una izquierda que se renueve en tanto puede interpretar la heterogeneidad de las luchas populares, en específico, que pueda poner en centro aquellas que atañen a la totalidad de lo social, como el feminismo.
5. Y como siempre, entender que la historia de la transición socialista es una historia de avances y retrocesos. La Unión Soviética fue desde este punto de vista necesaria porque representó el aprendizaje más grande en la historia socialista. Y nos costó la vida de miles de compañeros.
Sobre el proceso de Convergencia Socialista
Sobre esta última noción y sus consecuencias políticas sobre el escenario chileno es que quiero centrar la discusión. Hace un tiempo, discutíamos con unos amigos sobre el sentido conceptual del nombre del Partido Revolución Democrática. Aquí surgían dos caminos: si el nombre significa que la revolución sólo fuese democrática -en el sentido liberal de la palabra-, entonces el contenido de la revolución no está definido (los mismos nazis, dicen algunos, efectuaron una revolución por esta vía. Cuestión que, por el ejercicio de la violencia, es claramente discutible. Recordemos sin embargo, que el mismo Chávez decía que la revolución Bolivariana era un proceso armado pero pacífico. Entonces, lo que es en apariencia contradictorio, como la violencia en el marco de la democracia liberal, puede finalmente no serlo tanto). Por el contrario, si el sentido del nombre es dar a la política chilena una revolución que democratice, entonces el contenido es claro: avanzar en la democratización de la sociedad, cabe en esto considerar las palabras de Laclau, cuando nos recuerda que la democracia no es un valuarte del liberalismo. La democracia en sus inicios es una demanda de sectores alejados del ejercicio del poder. En la propia historia del feminismo tenemos que la democratización de al menos la mitad de la población pasó por un proceso político de antagonismo al régimen liberal clásico. Y en ese sentido, no hace falta recordar que, para nosotros, el socialismo es la democratización de la sociedad en su nivel económico.
Si la última noción de democrática es correcta (y creo que lo es, recordemos que RD se define como un partido anticapitalista [5], en el sentido amplio que esto pueda significar) entonces construir la convergencia socialista de las fuerzas de izquierda del Frente Amplio (la unión orgánica de organizaciones como el Movimiento Autonomista, Izquierda Libertaria, Socialismo y libertad, etc) no puede ser un proceso que pase por constituirse como un bloque contrahegemónico a RD, porque sería hacer contrahegemonía a la idea de democratización de la sociedad. Por el contrario, si lo primero es correcto, entonces no tiene sentido alejar a sectores de RD que sí pueden considerarse como socialistas de este proceso, y como conclusión, la construcción de una orgánica nueva debe ser extrapartidaria, y no puede ser simplemente la fundación de un nuevo partido. Si el problema es cómo RD hace política (la crítica tan estéril sobre el reformismo y la burocratización), entonces ni si quiera nos da para una orgánica distinta a RD, puesto a que la forma de hacer política es una discusión constante y coyuntural.
Bajo esta idea, el proceso de Convergencia Socialista es un proceso en que las organizaciones socialistas-libertarias deciden unirse en torno a una forma específica de entender la izquierda que es común, que puede dar a luces una orgánica nueva que la unifique pero que no tiene ni pretende tener la capacidad de construir por sí sola la nueva izquierda para el siglo que nos convoca. Por tanto, mi posición es que la Convergencia Socialista (que tiene más sentido llamar Convergencia Autonomista-Libertaria) debe tener un sentido de consolidación de las ideas libertarias y autonomistas como una forma de nutrir el debate de la izquierda en torno a medios y objetivos, y no uno de construir el Partido de Izquierda.
Quiero sintetizar señalando que lo que aquí hago es contraponerme a las ideas de que: i. Depende de nosotros construir una fuerza hegemónica de izquierda y, ii. Que RD sea una fuerza que no entra en ese debate. Lo aquí propuesto intenta hacer más fructífero el debate sobre el tipo de sociedad que queremos construir y cómo (con qué izquierda) la vamos a construir, que es, finalmente, la discusión más importante que podemos dar en nuestras vidas, porque podemos imaginar un Sísifo más feliz si la piedra que carga es cada vez más pequeña, y en el mundo hay muchos Sísifos esperando y luchando para que ese momento llegue.
Notas:
1. Eugenio González Rojas, fundador del PS, en la Fundamentación teórica del programa del Partido Socialista de 1947.
2. Eric Hobsbawm, historiador marxista, en https://elpais.com/diario/
3. Marta Harnecker, psicóloga y (sobre todo) educadora, en Un mundo a construir (disponible en rebelion.org).
4. Slavoj Zizek, en relación al Obamacare.
5. Probablemente una afirmación polemica dentro del artículo. Conclusiones del Segundo Congreso Ideológico de Revolución Democrática.