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La falsa tesis de la culpabilidad de la “ultraizquierda”. Por Camilo Godoy Pichón

Por Camilo Godoy Pichón.

En días crispados de discusiones electorales como las que vivimos, es usual que surjan interpretaciones respecto a la supuesta polarización que experimenta nuestro país. Y que intentan dilucidar “cómo llegamos a este lugar”.

En ese sentido, los últimos días hemos presenciado a nostálgicos del orden portaliano como Ricardo Lagos, Cristián Warnken o Raúl Zurita reclamar sobre cómo la “ultraizquierda” es la culpable del crecimiento de la ultraderecha. Ninguno de ellos presenta la más mínima prueba o evidencia para lo anterior.

Este tipo de análisis sólo recuerda a las reflexiones de Jaime Guzmán, quien señalaba que los culpables de las violaciones de Derechos Humanos no eran los miembros de la Junta Militar ni sus acompañantes civiles, sino que la propia Unidad Popular (Guzmán, 1991). Asumía así Guzmán que la “reacción” militar era inevitable y por ende el desorden originario era el causante de todo lo que vino después, porque precisamente las FFAA “sólo cumplieron su deber” (Guzmán, 1991).

Pues bien, este tipo de tesis, más que cuestionables desde una perspectiva política e histórica, son también reprochables en términos analíticos, pues asumen la interpretación de un hecho histórico a partir de un evento aislado y obvían todas las condiciones anteriores.

¿Qué es lo que generó la violencia de 2019? ¿No fueron los 30 años de complicidad del sector que representa el sr. Lagos con el empresariado, las concesiones, privatizaciones, el malestar cotidiano de los ciudadanos de las periferias versus quienes han gozado por décadas de una situación de privilegio? El epidemiólogo social británico Richard Wilkinson ya lo ha señalado con claridad: los países con altos niveles de desigualdad social son más propensos a la violencia: ya vemos los casos de Sudáfrica, Brasil y Estados Unidos. Mientras no disminuya dicha desigualdad, no esperemos entonces un “comportamiento ejemplar”: ¿Vamos a pedirle a la fracturada sociedad sudafricana, en la que blancos “Suidlanders” se preparan militarmente a combatir a los negros y viven en ciudades monorraciales, que sea más pacífica en sus expresiones, sin resolver la cuestión de fondo? ¿Vamos a pedir a los negros en EEUU que sean ordenados, respeten las señales del tránsito y no rompan el mobiliario público cuando protestan contra la muerte de uno de los suyos a manos de un oficial de la policía? Eso es no sólo desconocer la relación entre desigualdad y violencia sino también desconocer el carácter tanto institucional como extra institucional de la historia de los movimientos sociales de izquierda, incluso en nuestro propio país.

¿Fue el dedo de Lagos lo que posibilitó la caída del dictador? ¿No fue sobre todo “desde abajo” la lucha callejera y popular, llevada a cabo por el MIR, el FPMR y el MJL, así como la labor de otras organizaciones políticas, barriales, sociales, de víctimas, eclesiásticas y la solidaridad diplomática? En suma, esta confluencia de luchas “pacíficas” y “armadas”. Ya hemos visto largamente cómo por décadas la coalición concertacionista se ha intentado instalar como “la causante” de la recuperación de la democracia. Evidente pues, si recordamos que llegados al poder, persiguieron y torturaron directamente a la izquierda revolucionaria desde La Oficina o aprobaron matanzas contra ésta, como en el caso de Apoquindo (1993), cuestión que posteriormente harían con el pueblo mapuche.

Ahora bien, si vamos a la cuestión sobre si la “ultraizquierda” ha generado a Kast, podemos ver que electoralmente el candidato en primera vuelta fue primera mayoría en regiones lejanas a la Metropolitana -donde se concentraron mayormente los hechos de la revuelta-: El abanderado del Frente Social Cristiano fue primera mayoría en todas las comunas de Ñuble, Biobío, La Araucanía y Los Ríos (La Tercera, 22 Noviembre, 2021) y a Boric, en cambio le fue mejor en la región capitalina.

Por esta y otras razones, pretender que el crecimiento de Kast es debido a la “ultraizquierda” es una lectura mentirosa, tendenciosa y monocausal. En sociedades con gran desprestigio de la política, suelen florecer liderazgos ajenos al status quo representativo: ya ocurrió en Francia en 2017 con Macron y Le Pen, ambos de fuerzas políticas ajenas a las coaliciones tradicionales. Pero Le Pen no es culpa de la izquierda de Francia, sino del descrédito de las coaliciones tradicionales de la época. No se ha preguntado el sr. Lagos: si tanto gusta en Chile la idea de orden que su coalición ha sostenido ¿por qué entonces hoy los dos candidatos de segunda vuelta provienen de otras fuerzas políticas -no las suyas-? ¿no será que el malestar es también -al menos en parte- hacia su coalición y los 30 años?

Sobre este punto, se hace difícil pensar que el escenario propicio para la generación de cambios radicales en nuestro país se hubiese logrado sin la violencia de la revuelta. No por una cuestión romántica o porque ésta sea “la herramienta de cambio”, sino principalmente por el enquistamiento de las élites y el apego al libreto conservador de las cúpulas políticas. Hemos presenciado distintas manifestaciones y marchas pacíficas desde el retorno a la democracia, pero ninguna ha logrado cuestionar tan a fondo el sistema como aquella del 2019. Ante ello, la violencia no siempre es una elección “ética” o deliberada, sino muchas veces un recurso desesperado de los más excluidos frente a la impotencia de que nada cambie y sigan los abusos. Un vecino de Maipú lo expresaba claramente de esta forma ante los medios el 19 de Octubre de 2019: “¿por qué siempre tiene que quedar la cagá para que nos escuchen?”.

 

Por ende, más que condenar o aprobar la violencia a priori, la cuestión es ver de dónde viene ésta y a qué obedece. No olvidemos que las evasiones masivas no fueron hechas por un movimiento altamente ideologizado y organizado -esa es la tesis sin comprobación sostenida por Luis Almagro y la ultraderecha regional-, sino que por ciudadanos comunes.

Volviendo a la cuestión principal: ¿Trump es culpa de los negros y sus protestas? Claramente no. Por eso es tan inadecuado seguir sosteniendo ideas como las anteriores, sobre todo cuando tenemos por delante a un candidato que puede sumar apoyos -el autor de esta columna, uno de ellos-, pero que no ha dado hasta ahora suficiente gestos o garantías a las víctimas de violencia ocular o a los familiares de las víctimas fatales dentro de la revuelta.

¿Tenemos que seguir diciéndole a ellos entonces que la culpa es suya, que debieron manifestarse siempre pacíficamente, en suma, que “se lo buscaron”? ¿Tenemos que seguir acusando a los más excluidos del cuadro político del crecimiento de la ultraderecha? Claramente no. Y aquí basta una mínima lectura, que entienda que el surgimiento de la ultraderecha a nivel mundial no es monocausal y responde a diferentes hechos: en nuestro país, tradición política e ideológica (alta votación en comunas de altos ingresos y en otras con relaciones interétnicas desiguales y complejas como Temuco o la Provincia de Arauco), difusión de fake news y manejo de redes sociales, capacidad de convocar al electorado de regiones con un relato anti-establishment. En síntesis, sostener la tesis de culpabilidad de la ultraizquierda es también problemático por lo excluidos que han quedado de la discusión política los protagonistas más vinculados a la revuelta -sin la cual difícilmente habríamos visto algún tipo de discusión de fondo posterior- y porque vemos como un cierto sector de la población sigue actuando como inspector de colegio del otro sector: esperando que no responda frente a las vejaciones, que sea manso frente a la violencia (documentada por al menos 3 instituciones internacionales de DDHH) y que mantenga todo tal cual está.

Yo me preguntaría más bien qué habría sido de nuestro país, si hubiésemos seguido con el mismo libreto laguista ad eternum.

Equipo editorial Revista De Frente

Comentarios (2)

  • Raúl Zurita

    Yo ¿mriminalizar la protesta? ¿nostálgico del orden portaliano?
    se pasó amiga
    ahora hay cosas bastante más importantes, pero apenas salgamos de ésta le contesto.
    ah, y espero que vote,
    RZ

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    • Camilo

      en el texto está la respuesta a su inquietud respecto al voto.

      y bueno, no fui yo quien culpó a la ultraizquierda de que kast apareciera, amiga.

      abrazos,
      C.

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