
«La Esperanza» por Pablo Monroy Marambio
La Esperanza
Por Pablo Monroy Marambio
“No lo cuente pa’ que le resulte”, escuchamos cuántas veces a lo largo de nuestras vidas, como consejo de parte de nuestras mayoras; como si con ese sortilegio, se asegurase inmediatamente el éxito de lo que fuere que estuviésemos planeando.
Pues bien, hoy es el día después de que resultó, así que ahora uno por fin puede soltar confiadamente aquello por lo que hasta se tuvo que morder la lengua, “porque si no, no resultaba”.
¡Resultó! ¿Qué alivio no? Había como una presión por estar aguantando el silencio, pero también fue bonita esta complicidad no concertada, en donde, de algún modo, todos entendimos que lo importante era decir no, rotundamente, a los absolutismos fanáticos y persecutores.
Ya electa nuestra carta, aun a pesar de todas las trampas y dificultades nada “coincidentes”, y mucho menos sorpresivas, de parte de la administración actual, y que ya hemos repasado aquí en más de una oportunidad, podemos ahora, tranquilamente, detenernos a pensar en el momento en que estamos, pensar sus posibilidades y alcances, que, esta vez, efectivamente deberían ser para todos; en la práctica, no solo en los lindos discursos.
Lo primero, es revisar el eterno afán triunfalista que tenemos como sociedad, expresividad compensatoria quizá, de tanta pérdida endémica entre quienes somos o hemos sido los menos favorecidos de la sociedad, que, apenas acontece algo que asimilamos como triunfo propio, aun cuando no nos sucede directamente, no dudamos en refregárselo en la cara a ese oponente que siempre gana, y sin merecerlo (detonante esto solo de mayor necesidad de indemnización), porque no ha hecho esfuerzo alguno para ese triunfo. Nuestra tan abandonada salud mental más de algo tendrá que decir al respecto, cuando por fin sea considerada con la urgencia hace tanto urgente (al menos, está contemplada entre las ambiciones del nuevo presidente), sin duda alguna.
Pero también es neoliberalismo lo que hay en este modo de actuar, ya lo hemos examinado. No se puede desconocer, por supuesto, que algo de justicia sentimos cuando las cosas no les resultan como ellos esperan (si hay algo que jamás pretenderé, es pasar por mesurado cuando en verdad es gozo puro el que uno siente cuando, a pesar de todas las trampas y mentiras, ganamos finalmente nosotros), pero de ahí a presentarlo como la gran victoria de nuestra chilenidad, en tanto ciudadanía, me suena más a chauvinismo que a otra cosa.
Si, es un hecho que, en términos puramente numéricos, las cifras de la jornada de ayer son ciertamente notables, pero salvo el hito de que por primera vez en nuestra historia un candidato acapara para sí tal cantidad de votos (4.620.671; 55,87%, 46.883 mesas escrutadas, equivalentes a un 99,99%, de un total de 46.887 de las mismas), lo que falta en ese análisis triunfalista, es el contexto; y el contexto aquí, se llama proporcionalidad.
Esto es especialmente relevante de considerar, sobre todo cuando hace muy pocos días se cuestionaba la validez de las encuestas de las que se extraen nuestros comportamientos o preferencias (electorales, para este caso). El celebrar tanto ese “récord de participación” sin considerar la proporcionalidad respecto del padrón total, en nada difiere de creer en dichas encuestas sin conocer si quiera su ficha técnica. En estas se comentan solo sus resultados (instalando opinión), y en lo otro solo se compara a los números de votantes en escenarios sociohistóricos muy distintos. El sesgo es el mismo.
A septiembre de este año, Servel arrojó el último padrón oficial para los comicios que acaban de pasar, cuyo total es de 15.030.963 de votantes (incluidos los electores en el extranjero). Los 8.364.534 de votos emitidos ayer, equivalen al 55,65% del padrón actual, de cuyo total se extraen los porcentajes que se repartieron entre una opción y otra (además de nulos y blancos). Siendo entonces estos más de 8 millones, nuestro nuevo 100%, los más de 4 millones y medio obtenidos por Boric, equivalen al 55,87%, sin duda impresionante. El tema es que este mismo porcentaje, respecto del total padrón absoluto, se reduce a un mucho más modesto 30,74%.
No tiene sentido, tal vez, hacer estos cálculos que no sirven más que para el registro, en consideración de que lo relevante es observar el cómo se comportaron los votantes, y no quienes se abstuvieron. Probablemente así sea. Pero, a ojos de este analista, tampoco tiene sentido exaltar victorias sobre totales leídos tan antojadizamente, sobre todo cuando se recurre a la comparación histórica para fundamentar mejor su relevancia. “Sorprendentes coincidencias”, dijeron algunos de los más destacados comentaristas nacionales en los diversos programas, apelando a la similitud de los números finales de estas elecciones y las de 1988. La gran diferencia, sigue siendo que esa es la única elección nacional en la que, literalmente, votó casi la totalidad del padrón habilitado para hacerlo en ese momento (97,72%, 7.251.933 de votos emitidos, de un total de 7.435.913).
No, proporcionalmente hablando, de acuerdo al crecimiento demográfico de nuestra población, los resultados de ayer no se pueden comparar a los 1988. El único hito realmente inédito y relevante, es que por fin se supera el 50% de participación desde los ’90 hasta acá. Sin duda una buena señal, pero no más que eso. Lo demás es seguir incurriendo en el mismo error que, invariablemente, elección tras elección, nos sigue diciendo algo que insistimos en no querer escuchar. Analizamos el comportamiento de los totales que participan, obviando y anulando del todo al total absoluto, compuesto también por quienes no participan, a quienes, queda comprobado, no parece moverlos ni siquiera lo que tantos sentíamos que se estaba jugando ayer. Esa voz, que con no expresarse innegablemente algo nos dice, es una voz cuyo grito terminará rompiendo todos los cristales, tarde o temprano, si seguimos insistiendo en no escucharla.
Tarea para la casa, como tantas otras.
El examen anterior, en ningún caso tiene por fin el denostar el triunfo del candidato de Apruebo-Dignidad, por quien también voté, contuve el aliento angustiado, y finalmente celebré no sin emoción. Es solo querer presentar las cosas en su justa medida, porque en este “nuevo” Chile que se supone queremos construir, no debemos excluir a quienes no están convencidos con las maneras de participación a las que todo el resto condescendemos. Así como policías y militares también serán parte de ese nuevo Chile, por mucho que a varios les moleste, también a los “disidentes de la civilidad” hay que darles su justo espacio y derecho a una palabra que quieran usar, porque esta claro que la actual no les parece.
Similar pasa con otro aspecto de las votaciones, el referido a los “enemigos”. “Ya sabemos cuántos son”, rezan muchos comentarios y posteos en redes sociales, queriendo establecer con eso que, ese 44,13% de votos obtenidos por Kast, corresponde a fascistas. No.
Sin duda que los hay, ya hemos visto las expresiones (intenciones) de descerebrados como Johannes Kaiser o Sebastián Izquierdo, pero también, todos nosotros, sabemos que igualmente votó por JAK gente que uno conoce, aquí en Santiago, parientes o amigos de provincia, que no necesariamente son fascistas, de hecho, no lo son. Son, sin duda, ignorantes involuntarios, pues la desprovisión sistemática que todos los gobiernos de las últimas décadas (muchos de cuyos próceres acompañan al hoy candidato electo) hicieron, de las herramientas necesarias para que la población pueda desarrollar un mínimo de pensamiento crítico e interés en lo social, no es algo que la propia población haya podido elegir precisamente. Esa gente, es la que sigue creyendo que los comunistas se comerán a las guaguas, por ejemplo, y que con el gobierno de Boric efectivamente volverán las colas y el mercado negro (que, de existir, serán el legado de la mala administración del actual gobierno de derecha, de hecho). ¿Piensan ustedes acaso, que esos connacionales merecen terminar en un gulag, por el hecho de haber votado a Kast? ¡Por supuesto que no!
Merecen y necesitan educación, urgentemente. Es con educación con lo cual se podrá optar a recuperar, lentamente, ese sentido común e interés en participar cívicamente que hace tanto se echa en falta, lo cual debería traducirse en votación efectiva (si es que decidimos seguir manteniendo ese mecanismo), por convicción y no por obligación, como se busca reponer con apoyo transversal actualmente, dicho sea de paso.
El riesgo, el del fascismo real, subsiste, por supuesto, y tiene además otro agregado en complejidad, el de no saber efectivamente cuántos y quienes son, verbigracia de lo ya explicado.
Podemos simplemente estimarlo, y, para bien o para mal, el indicador más cercano con que contamos para hacerlo, es el de las tres comunas (sumando ahora a Providencia, en donde el candidato nazi también superó al presidente). En estas comunas, el total de votos obtenidos por JAK asciende a 262.773, que corresponden al 7,68% del total de votos válidamente emitidos en toda la Región Metropolitana, 3.419.882.
En cuanto a las cinco regiones en que la ultraderecha venció, consideradas estas respecto del resto del país; Tarapacá, El Maule, Ñuble, Bío-Bío y la Araucanía, constituyen un total de 1.101.057 votos, los que, del total nacional ya revisado, de 8.364.534 de votos, representan solo un 13,16%. No se puede decir que es una diferencia extremadamente significativa, la existente en los territorios en donde Kast ganó, ya sea comparando las regiones respecto del país, o bien comparando las comunas respecto de la capital. ¿Se atrevería a seguir sosteniendo, alguno de ustedes, ya vistos los números, que todos esos votantes son fascistas?
De nuevo, sin duda los hay, pero en diferenciarlos del resto del grupo es en donde radica la mayor dificultad, sobre todo ahora que, sabidos los resultados, dejarán de mostrarse tan arrogantemente como lo estaban haciendo. Es o será nuestro deber identificar a quienes necesitan educación, y a quienes es preciso juzgar por negacionistas (por lo bajo y para empezar).
El triunfo de ayer, es un triunfo de la esperanza frente al miedo, como rezó el slogan. Pero hay que saber leer ese slogan, porque la esperanza, como su nombre lo indica, es un proyecto, no un fin: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”, dice un diccionario brutal cualquiera. Y ahí estamos justamente, sin duda es lindo. Más cerca de por fin alcanzar aquello no solo que se desea, sino que, más importante, se merece. Concretar ese triunfo, el verdadero, requiere seguir avanzando aun un buen par de pasos, no debemos olvidarlo.
Bien lo señaló ayer el presidente, en su primer discurso ante el país, al referirse a la justicia, verdad, reparación y no repetición, necesarias para por fin sanar las heridas pendientes hace tanto, y las pendientes hace poco. Todas igual de importantes.
Prometió durante su campaña, la persecución criminal de Sebastián Piñera, con quien se reúne hoy. Señaló ayer en vivo, estar revisando la situación de los presos de la revuelta. Prometió iniciar la desmilitarización de la Araucanía, y proceder al justo diálogo y necesario reconocimiento, no solo ornamental y turístico. Hablo también de las mujeres y su importante tarea, los derechos que se les adeudan, la paridad que debe ser práctica y pragmática, amparada en instituciones cuya amplitud de atribuciones en verdad permita atajar de una vez tanta barbarie masculina. 51 femicidios van registrados, hasta el 16 de este mes, según consta en los registros de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, y no estamos considerando aquí suicidios feministas u otros asesinatos por violencia femicida, que también los hay y no son pocos. Vaya si la causa feminista, una de las más potentes y relevantes del último tiempo (y cómo no), requiere de mayor consideración por parte de la administración central.
Muchas dificultades a las que habrá que hacer frente, y es bueno que el presidente ya haya puesto sobre la mesa, lo relativo a la pésima situación económica en que esta el país que recibirá, porque ni corresponde que lo dejemos solo si es que no prospera, por falta de recursos, alguna de las promesas que hizo en campaña, ni tampoco corresponde que esperemos simplemente, así, por mera gracia de la esperanza, a que las cosas mejoren. La situación esta mal y se pondrá peor.
¿O qué creen ustedes, que el discurso de buena crianza que dio Piñera es cierto?
¿Que ese reconocimiento tan sorpresivamente temprano hecho por el candidato derrotado, fue así nada más, sin cobrarse nada? En lo que queda del actual gobierno, terminarán de desmantelar el país, de rematarse todo. Se los firmo. Y salir de allí requerirá mucho más que voluntad; requerirá mucho trabajo y paciencia, y no siempre será agradable.
Para ellos, además, ese escenario será propicio para intentar hacer fracasar al presidente, y obtener así la excusa perfecta para afirmar después que no tuvo la experiencia para administrar el país, permitiendo, de ese modo, que su intentona neofascista vuelva a resurgir con renovadas energías. ¿O creen ustedes que esto fue todo con ellos?
Hay esperanza a pesar de todo. Cómo no haberla. Piñera es lejos el peor presidente que hemos tenido. Volvió a mentir anoche, en vivo, al señalar que Chile lidera ese supuesto económico en la región, cuando en verdad, tanto instituciones públicas como privadas, señala la inevitabilidad de un fuerte frenazo económico, y algunas incluso hablan de recesión. En todas las situaciones, el desempeño de Chile lo sitúa en los últimos puestos, y cualquier cosa después de él no tendría como ser peor (aunque estuvimos cerca).
No es mucho lo que podrá el gobierno de Boric, sobre todo si consideramos el cómo estará constituido el próximo congreso, pero sin embargo, es una garantía absoluta para el buen funcionamiento y finalización de la Convención Constituyente, y esa es la verdadera esperanza. En ese hecho es en donde tenemos que enfocarnos, porque más relevantes que las promesas de cualquier campaña, son las futuras leyes bajo las cuales regularemos nuestra convivencia, aun con quienes nos odian. Leyes que serán, no tengo duda alguna, más parecidas a nosotros, vale decir, que no contendrán en su espíritu la constante intención de perseguirnos y prohibirnos, sino que de entendernos y cuidarnos. La nueva Constitución además, podría interrumpir el periodo de Boric incluso, para poder entrar en práctica, y el presidente prometió someterse a ese mandato cuando estaba en campaña.
Esperanza hay también en nosotros, porque, innegablemente, y a pesar de todo, estamos hoy un poco más politizados que antes. Mas atentos, más conscientes y con la memoria más atenta, para ser los primeros jueces de cuanto nos concierna.
Ayer apostamos por la esperanza, y esa esperanza no era que saliera uno y perdiera el otro, esa esperanza es, aun, tal como ayer antes de saber los resultados, un pendiente que debe pagarse.
Sigue ahí esa esperanza, ayer la vimos en esa hermosa gente ofreciendo sus autos, para que pudieran votar quienes no tenían locomoción. La gente y su felicidad legitima, sabidos los resultados. Escúchalos, Gabriel, no los dejes solos nuevamente, como ya los dejaron esos mismos que prometieron que no lo harían, y que ahora están a tu lado, presidente.
Consíguete los videos con todos los canales, para que los vuelvas a ver una y otra vez, y no olvides que es lo que se espera de ti. “Por fin un presidente de los pobres”, decía ayer a la televisión uno de los entrevistados, entre lágrimas. “Espero un país mejor para ti”, dijo la Señora Nancy, de Lo Hermida, para las votaciones del Apruebo/Rechazo, en un registro que muchos no olvidamos por compromiso, y que tu no puedes olvidar por obligación. A ellos te debes siempre, Gabriel Boric, ellos te están mirando.
Venga a nosotros tu árbol, pero literal. Porque hay niños que crecen donde los árboles no crecen, ahí donde todo es hacinamiento y nada áreas verdes; crecen ahí donde se roban el agua.
No los dejes solos, y nosotros no te dejaremos solo a ti. La esperanza, que es lo que los pobres nunca pierden, eso te damos; úsalo bien, cuídalo, que es todo lo que tenemos.
Yo volveré a mirarte en marzo, cuando asumas, y seguiré atento todos tus pasos, y tengo anotadas todas tus promesas. Por ahora me tomaré un descanso, porque es mucho lo que queda por hacer, todo, y también quiero estar presente y en forma, aun si es como mero cronista.
A todas y a todos quienes por este espacio pasaron, y se detuvieron alguna vez en estas letras, no siempre fáciles, siempre gratas, siempre con y desde el cariño, les agradezco con toda mi alma. Soy feliz escribiendo, y ha sido honor y una alegría poder compartir esta felicidad con ustedes, espero en algún momento la hayan sentido.
Ni me iré tan lejos ni será tanto tiempo, y por si cualquier cosa, sabemos que siempre nos podremos reconocer, nosotros, los que aun podemos sonreír, en medio de la muerte, en plena luz.