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La ansiedad de cerrar lo imposible

Por Nicolás Valenzuela Paterakis

 

 

Tenemos una jaula constitucional. Nuestra institucionalidad, tal cual está planteada, no permite las modificaciones que hoy en día son necesarias. Sea por lo quorums contramayoritarios, el tribunal constitucional, los estados de excepción, el diseño electoral, o lo que fuere, siempre la oligarquía tiene la última palabra. El bajo nivel de organicidad del pueblo no permite, de momento, pensar en otros términos.

 

Por lo tanto sorprende que, ni a cinco días del reventón que estamos viviendo, exista tanta ansiedad de parte de los representantes del Frente Amplio o el Partido Comunista por fijar puntos mínimos que han mostrado ser bien mínimos. Tanto así, que son poco diferentes a los puestos por el PPD, el PR y la DC. Aumentar la pensión solidaria, disminuir la dieta parlamentaria, dar pie atrás a la reintegración tributaria, un nuevo salario mínimo, sacar el IVA a la salud, congelar los precios de algunos servicios básicos, son cuestiones que este sistema, en ciertos niveles, puede permitirse.

 

¿Por qué tanta ansiedad? Probablemente, sea parte de la misma dinámica a la que nos hemos visto expuestos como movimiento social en el último tiempo. En general, si es que lo hacemos, hemos terminado negociando avances pequeños. Lo ha hecho la CUT, la ANEF, el Colegio de Profesores, el Movimiento Estudiantil (universitarios y secundarios), por nombrar algunos.

 

Unidad Social del Pueblo Chileno, por su parte, ha levantado un programa más amplio, que comprende la Asamblea Popular Constituyente, sin embargo, hasta el momento no ha mostrado ser su principal bandera política.

 

Esto no quiere decir que no haya que tener un programa mínimo para salir de la crisis en que estamos. Pero bien vale preguntarse ¿Quiénes definieron ese programa mínimo en cada eso? ¿Por qué no jugar, en una estrategia de más largo aliento, a asambleas, cabildos o reuniones populares a lo largo de Chile para que de allí nazca ese programa mínimo?

 

Hay que tener muy presente que este malestar es inorgánico. Y como los acuerdos que permite esta institucionalidad son de baja intensidad, cualquier tipo de cierre que trate de representar al movimiento social seguirá escondiendo malestar debajo de la alfombra para un nuevo reventón en un par de años más. Es cosa de mirar lo que sucedió a inicios del siglo XX.

 

Debemos seguir movilizados, no caer a la tentación de los acuerdos dentro de los límites de la política de la transición, poner la asamblea constituyente al centro y empezar a tener política hacia las ffaa (que podría desarrollar en otra columna). Ahora es cuando. Es el momento de construir el consenso de que si no es por vía de una asamblea constituyente o de modificaciones sustanciales a los marcos institucionales (reforma a los quorums contramayoritarios, plebiscitos vinculantes, TC, mayor presupuestos regionales, entre otros) no hay forma de salir de este zapato chino. Se está abriendo un momento estratégico. Hay que actuar teniendo esta perspectiva. No vaya a ser que perdamos la oportunidad ante un nuevo Alessandri o un nuevo Ibáñez.

Equipo editorial Revista De Frente

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