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Karina Nohales, CF8M: “Hoy en día el feminismo es, como ninguno, un movimiento internacionalista.”

Hablamos con Karina Nohales del Comité Internacionalista de la Coordinadora Feminista 8M. En una extensa entrevista, que comprenderá dos entregas, nos dan a conocer su sus apreciaciones sobre la actualidad del neoliberalismo, la geopolítica, el impacto del covid-19, los fascismos y más. En la primera hablamos de los estados nación, los posibles escenarios que se abren con la crisis aparejada a la pandemia y el programa feminista para enfrentarla.

 

#NV: En el contexto de la pandemia se ha reforzado el rol de los estados naciones, cuestión que se ha había venido debilitando los últimos años. ¿Creen que esto obedece a una cuestión momentánea mientras dura pandemia o es más bien parte de un debilitamiento más generalizado del neoliberalismo? ¿Cómo lo ven?

 

#KN: Hacemos presente que siempre es complicado establecer tendencias estables a partir de fenómenos que están en pleno desarrollo y cuyas derivaciones posibles están aún por verse. Se corre el riesgo no sólo de caer en lecturas apresuradas sino también de reproducir lógicas epistemológicas de las cuales los feminismos han sido críticos. Dicho esto, sobre la primera pregunta, si bien en el contexto de pandemia se han implementado políticas que refuerzan las fronteras, es complejo afirmar que el rol de los Estados nación se ha venido debilitando. 

 

El mundo entra al siglo XXI con guerras e invasiones bélicas, como en los casos de Afganistán, Irak y Siria. El rol que el Estado nación juega en estos conflictos no sólo es fuerte, sino central; la guerra sigue siendo un momento necesario para la acumulación del capital y el Estado sigue siendo uno de los vehículos de la guerra. En términos del mercado, está en curso lo que se ha denominado la “guerra comercial” entre dos grandes potencias como China y EE.UU. y en el caso de Chile, en la última década el Estado ha enfrentado conflictos territoriales con Bolivia y Perú ante la Corte Internacional de Justicia. Estos conflictos, sean bélicos, comerciales o judiciales, siguen estando planteados como conflictos entre Estados y efectivamente éste interviene como tal en ellos, incluso cuando pueda representar en realidad intereses privados. Luego, a nivel interno, la afirmación del Estado nación se hace sentir de manera criminal y militarizada contra los pueblos originarios, y eso lejos de estar debilitándose, parece estar en plena ofensiva, como sucede en Chile con el pueblo nación mapuche. 

 

La globalización, entendida como un periodo de apertura de fronteras, ha tenido este alcance en las relaciones mercantiles e incluso en estas relaciones los Estados nación juegan un rol muy importante. Pero esta globalización mercantil, por arriba, no ha ido de la mano de la integración entre pueblos. En el caso local – que no es excepcional- Chile sigue teniendo una ley migratoria de la dictadura cuyo enfoque es el del enemigo externo y esta ley, que trata a las personas migrantes como una amenaza, ha acompañado todo el período neoliberal sin que ninguno de los gobiernos la percibiera como una contradicción con la apertura económica. El proyecto de Nueva Ley de Inmigración de Piñera, tramitada hoy con suma urgencia, sigue pensando en la migraciones como fenómenos transitorios, desconociendo que muchas de las personas que migran no vienen de paso, sino a establecerse en el país, y por lo tanto es una ley que no tiene enfoque de derechos de ningún tipo. Los sucesivos gobiernos de la posdictadura han proclamado con orgullo que Chile es uno de los países “más abiertos del mundo”, pero lo es sólo respecto de los tratados comerciales; las fronteras siguen teniendo un peso lapidario para las poblaciones migrantes. Por abajo en cambio, los pueblos sí han ido desarrollado ejercicios transfronterizos, elaborando lecturas de las migraciones sur-sur, disputando e impugnando las fronteras impuestas por el marco del Estado nación y apostando por la construcción de otras formas de entender la territorialidad de nuestras relaciones y luchas. Las perspectivas desarrolladas desde el pueblo kurdo, en especial por las mujeres, ha sido particularmente importante para pensar estas apuestas. 

 

Es cierto que el neoliberalismo atraviesa una crisis que pone en cuestión su relato ideológico y las condiciones materiales de vida que reproduce, pero su capacidad ofensiva en contra de las clases trabajadoras y sectores populares no está en crisis. Este fenómeno no es coyuntural; por el contrario, pensamos que este momento es un vértice histórico y así lo hemos dicho. Respecto del periodo que se abre, si los pueblos no conseguimos levantar una alternativa radicalmente diferente a lo que existe, es probable que estas tendencias se agudicen; es decir, que la dictadura de la mercancía siga campeando libre y sin fronteras de manera inversamente proporcional a la libertad, la movilidad con garantía de derechos y la autodeterminación de las personas y pueblos. 

 

#NV: Muchos dicen que ya nada volverá a ser igual una vez que pase la pandemia. La crisis económica aparejada con ella implicará -si es que ya no lo está produciendo- cambios políticos. ¿Cuáles son las posibilidades y peligros que ven ante este escenario que se abre? ¿Se abren caminos para nuevos autoritarismos y nacionalismos o para proyectos revolucionarios y feministas? ¿Se echará mano al extractivismo y a la doble labor de las mujeres para tratar de salir de la crisis? 

 

#KN: Distintos escenarios son posibles. Por supuesto que existe la posibilidad de una profundización de lo que hemos denominado el giro autoritario de las democracias. Este fenómeno se verifica desde hace un tiempo y si bien podemos identificar casos emblemáticos como los de Trump, Bolsonaro u Orbán en Hungría, el giro autoritario no es monopolio de los gobiernos la extrema derecha o neofascistas. Distintos gobiernos lejanos esa caracterización llevan a cabo hoy políticas inscritas en este giro autoritario, aunque sí es posible reconocer una diferencia entre las políticas autoritarias de éstos últimos en el hecho de que no vienen corrientemente acompañadas de discursos abiertamente fundamentalistas o de odio, ni disputan sus proyectos blandiendo esas banderas ideológicas. 

 

Pero es poco prudente situar el problema de estas posibilidades en un simple binomio. También existe la posibilidad de la renovación de pactos sociales que comprometan en un clave más contemporizadora a diversas capas de los sectores dominantes. No parece posible identificar una tendencia pareja a nivel global, más bien lo inestable parece ser la única tendencia estable, y esto es así desde hace ya un tiempo. 

 

El curso de las cosas de aquí en más va a depender en gran medida, y esto es una simplificación, de tres factores. Primero, de la magnitud con que impacte esta crisis, cuestión que está todavía por verse y que será necesario ir revisando en importante medida país por país. Segundo, de la capacidad que tengan o no las clases dominantes de recomponer su gobernanza en torno a renovados proyecto de administración de lo que existe; y, tercero, de la capacidad de respuesta de los sectores populares no sólo en términos de movilización, sino también en términos de poder articular proyectos políticos transformadores que comprometan a amplias capas de la sociedad y que logren algún nivel significativo de hegemonía social, entendida ésta también desde los entramados comunitarios que se van constituyendo en sí mismos como momentos concretos de disputa, de antagonismo y como momentos de desarrollo estratégico de los proyectos de transformación por los que apostamos. Tal vez podríamos pensar en la posibilidad de un cuarto elemento, incógnito, relacionado con la posibilidad de que concurran nuevos eventos sociales que tengan algún impacto relevante a niveles regionales o global. Esto último es sólo una prevención sujeta al acaso; a fin de cuentas nadie contaba hace unos meses con que una pandemia azotara al conjunto del planeta. Por último, no está demás decir que los elementos nombrados se determinan mutuamente en importante medida. 

 

El rol que el feminismo puede jugar en la articulación de proyectos políticos transformadores es central. El feminismo encarna hoy, como ningún otro movimiento, un ejercicio internacionalista. Ha sido también, en tanto movimiento, las más potente e intransigente respuesta contra las derechas extremas, los neofascismos y su ideología. El feminismo es hoy la expresión más transnacional de las luchas que hoy se despliegan, inlcuida la acción política de la clase trabajadora y de amplios sectores oprimidos. Especialmente la Huelga General Feminista, como proceso y herramienta de lucha, actualiza métodos de articulación y de lucha clasista que fueron clave en el siglo XX, y lo hace de manera ampliada, profundizada e transfronteriza. Sus elaboraciones programáticas hablan de todo lo que existe, poniendo en el centro de su refutación la forma en que se produce y reproduce la vida y las condiciones que la hacen posible. De ello ha resultado una impugnación radical del sistema y es en parte ello lo que explica el encuentro creciente entre las lecturas y luchas feministas con las lecturas y luchas socioambientales, cada vez más integradas. 

 

Es evidente, y es también un fenómeno histórico, que de resolverse esta crisis en los marcos de lo que existe, será a costa de la clase trabajadora y de los pueblos que se lleve a cabo la recomposición del funcionamiento del capital y, de entre esta clase y estos pueblos, las mujeres y los territorios se llevarán la peor parte, de eso no nos cabe ninguna duda. Los bienes comunes y los trabajos que las mujeres realizamos sostienen la vida y en un contexto de crisis esto no sólo cobra más centralidad, sino que se torna también más inevitable y más, digamos, “abusable” para efectos de la acumulación del capital. Este abuso requiere de imponer fuertes y violentos mecanismos de sometimiento. No estamos dispuestas a permitirlo, nos negamos a sacrificar la existencia del planeta, y con ello la nuestra, para sostener a este sistema de muerte.

 

 

#NV: ¿Cuál es la alternativa que proponen uds como feministas, considerando además que estamos en pleno proceso de cambio climático? ¿Bajo ese programa cómo ven a los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba? ¿Son eventuales aliados o son más de lo mismo?

 

#KN: Hemos desarrollado dos niveles de reflexiones/procesos sobre esta cuestión de la alternativa que desde el feminismo nos proponemos ser. El primero es más bien de definiciones. Apostamos a la construcción de un feminismo que plantee una salida a la crisis en clave abiertamente anticapitalista, antipatriarcal, anticarcelaria, transfeminista, antiracista, plurinacional, internacionalista y popular. Un feminismo que dispute otra forma de sociedad posible, una en que los trabajos se reorganicen para sostener la vida y en la cual la clase trabajadora y los pueblos decidan esta reorganización. Una alternativa en que los pueblos ejerzan soberanía territorial, sanitaria y alimentaria.

 

Y también hemos desarrollado estos contenidos a nivel programático. Cuando decidimos por primera vez organizar la Huelga General Feminista nos dijimos que era necesario defender en ella un programa y que la construcción de este programa no podía ser cosa de una organización o grupo, sino el fruto de un proceso transversal de articulación de las reivindicaciones y perspectivas del movimiento social y la organización popular, recogidas y desarrolladas en clave feminista. Los dos Encuentros Plurinacionales de las y les que Luchan han sido este ejercicio colectivo del que ha surgido nuestro Programa Feminista Contra la Precarización de la Vida, que expresa de manera concreta las transformaciones que defendemos, tanto a nivel de demandas como a nivel de desafíos prácticos de autoorganización de las mujeres, disidencias y territorios. Esto último lo entendemos como prácticas prefigurativas de esa vida a la que aspiramos. Las luchas anti extractivistas ocupan un lugar medular en este programa.

 

En relación a los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba, es importante diferenciar. Cuba y Venezuela no son lo mismo que Nicaragua. Ortega gobierna en bloque con sectores fundamentalistas religiosos y reaccionarios. Él y su partido apoyaron la penalización el aborto en 2006 para ganar las elecciones. Nicaragua, que contaba con aborto terapéutico desde el siglo XIX, es hoy el país de latinoamérica con mayor tasa de embarazo en niñas y adolescentes. Este es un atentado a la vida de las mujeres. Junto a ello, la política económica de Ortega ha comprometido desde el día uno al país con el FMI en detrimento de las condiciones de vida de la población. No es posible establecer una relación de continuidad entre Ortega y la revolución nicaragüense. Éste es un subproducto descompuesto y muy lejano de lo que fue esa revolución y ninguna nostalgia extemporánea justifica que nos llamemos a engaño. 

 

Respecto de Cuba y Venezuela es distinto. Se trata de gobiernos surgidos y sostenidos a partir de procesos populares. Siendo también dos casos muy diferentes, lo que tienen en común es que nos son gobiernos que se sostienen en políticas de destrucción de las condiciones de vida de población, sino que, con mayor o menor éxito, han intentado lo contrario. Para nosotras no es lo mismo lo que resulta de los procesos han levantado los pueblos, que lo que resulta de la imposición de una minoría poderosa; y tampoco es lo mismo lo que se juega en su prevenir. Para nuestro feminismo, las condiciones en que se desarrolla la vida de las mujeres, disidencias, las personas racializadas, los ecosistemas no está desligada de la suerte del conjunto de la clase trabajadora y los pueblos que habitan un territorio. Toda la potencia crítica que porta el feminismo tiene es también desplegada en relación a estos gobiernos y procesos políticos, pero cuidando de no analogar a Piñera con Díaz-Canel o a Duque con Maduro, porque significaría desatender, de una parte, las voces de los mismos pueblos cubano y venezolano y, de otra, la dimensión imperialista que configura la vida de los pueblos latinoamericanos. Por eso nos resultan insolentes las voces que por derecha y desde países imperialistas se atreven a hablar en nombre de los derechos humanos o en nombre del hambre contra Cuba y Venezuela. Nosotras defendemos la crítica por izquierda y desde abajo; la crítica de los y las hambrientas y no la de los hambreadores; la crítica de quienes viven el atropello y no la de quienes los cometen. Hoy a Cuba y Venezuela no pueden llegar insumos médicos a causa del embargo imperialista, no dejemos que quienes sostienen esas políticas criminales sean los que critiquen luego a esos países. 

 

Consideramos que la crítica feminista contiene lecturas y propuestas que son centrales para enriquecer los procesos emancipatorios. Miramos experiencias populares importantes e interesantes de defender como el de las comunas en Venezuela. Relevamos como cuestión central la construcción de un campo popular feminista que pueda desbordar las propuestas institucionales. Recordemos que en Venezuela tampoco es legal el aborto; y aunque es más o menos fácil acceder a él, hay un código penal muy restrictivo que sanciona con cárcel a quienes aborten. Entendemos que esta es una lucha que están dando las organizaciones feministas allá y que a ellas toca resolver. A este respecto cuentan con toda nuestra solidaridad. Ante la pregunta de si consideramos a estos gobiernos como aliados, nuestro feminismo deposita sus alianzas antes en los pueblos que en los gobiernos, respetando siempre los procesos que han decidido emprender y sostener.

 

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