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«Identidad y los y las que luchan» por Miguel Silva

 

 Por: Miguel Silva 

Lo que no vamos a discutir acá — otra vez más –, es el Rechazo, sino cómo y por qué y cuando la mayoría de la población se identifique con los y las que luchan.

¿Por qué me identifico con la lucha? 

¿Qué política de lucha no es identitaria? …después de todo, tienes que identificar tus intereses con los intereses de otros y otras personas cuando comienzas a luchar. 

Y claro, los que mandan en este país, los que realmente mandan, identifican sus intereses como los intereses de todos. Sus intereses particulares disfrazados como el interés general. 

Pero algunos de los y las que luchan opinan que es la identificación con el abuso personal o particular lo que gatilla la solidaridad entre la mayoría y los luchadores. Otros, de las “izquierdas”, insisten que es la clase de una persona, es decir sus condiciones de vida,  la que gatilla esa solidaridad con otros y otras de la misma clase.

¿Lucha de clases? 

Hay luchadoras que opinan que las “izquierdas” reducen las luchas a temas económicas o de la clase social. Así, que las izquierdas dejan gran parte de lo que es una persona bajo capitalismo fuera de la cancha porque las luchas contra la opresión, el racismo, no son de “clase”.  Pero hay muchas formas de luchar dentro de «las izquierdas».

Y también hay diversos feminismos. Algunos ponen más énfasis a la opresión de las trabajadoras (porque son la mayoría), otros ponen más énfasis al género en si, por así decirlo. 

Y hay diversas formas de luchar contra la opresión racial. La lucha por la plurinacionalidad o por las demandas de autonomía territorial y autodeterminación política es distinta a la lucha por el reconocimiento multicultural o a reparaciones menores. 

¿Pero es cierto que el racismo, la opresión de género y la subordinación colonial siempre se mezclan con la condición de clase de una persona? 

Claro que no. A un racista de Antofagasta o Iquique no le importa si una familia de venezolanos es de trabajadores del petróleo, de vendedores ambulantes o de profesionales de la computación. Les da lo mismo. 

Por eso, algunos insisten sobre aquella perspectiva “rígida” de clase no toma en cuenta las diferencias en cultura e historia que de verdad existen en nuestros pueblos.

Pero sí es cierto que los poderes coloniales o imperialistas, las clases sociales ricas y poderosas,  han usado la opresión y el racismo para garantizar sus privilegios. Y los poderes nacionales del Sur también han hecho uso de múltiples tipos de opresión para dividir a la población y garantizar un buen futuro para ellos y ellas. 

Es decir, son los poderosos y poderosas del este y otros países que han organizado la opresión para garantizar sus privilegios. ¡Dividir es vencer!

 Identidad y solidaridad 

Ahora bien, algunas de los y las que luchan hablan de las opresiones “personales” como un punto de partida de su lucha, pero no necesariamente como la conclusión.  

Ellos y ellas se identifican con todas las luchas, contra la opresión y contra la explotación de clase. Pero a menudo, no se entiende eso en lo que dicen y en lo que hacen. Y por ahí tenemos un problema. 

¿Cómo, entonces, podemos luchar para identificar la opresión con las condiciones sociales de vida de millones de familias? 

Hay diversas formas de luchar contra la explotación económica de clase. Hemos aprendido, por ejemplo en el mundo sindical, que la opinión compartida entre muchas mujeres, que el patrón o supervisor no tiene el derecho de abusar sexualmente a sus trabajadoras, es un elemento poderoso en la organización en los lugares de trabajo. La lucha contra el abuso, entonces, es parte de la lucha de clases. 

Esa es una forma de integrar la identidad con la solidaridad, de integrar estrechamente la opresión con la explotación. Es decir, puede ser fuerte la identificación entre una persona que gana poco, con otra que también gana poco o que vive en una casa poco digna. Y esa fuerte identificación se integra con la solidaridad entre una mujer y otra.

 

Pero hay que repetir y repetir y repetir que la mujer trabajadora tiene una vida difícil porque el sistema la trata como una persona inferior, como mujer, y que también se siente inferior porque la pagan poco en su pega, que su casa es muy poca digna, o que la pensión que va a sacar vale callampa.  

Ese mensaje hay que repetirlo porque el sistema ha logrado convencer mucha gente que los y las  que reclaman por sus derechos como mujeres o pueblos indígenas, son diferentes. Es decir, que cuando reclaman y ganan algo, van a quitar algo que tienen los demás. 

Tenemos que repetir que lo que reclamamos es algo que ellos también deben tener. Pero hay que decirlo y decirlo, porque los poderosos han convencido a millones que no es cierto. 

“Se entiende” que la lucha contra el abuso a la mujer, mujer trabajadora o clase media o rica, medio pobre o medio rica, también es parte de la lucha contra la explotación. 

Pero no basta entender las cosas en esa manera. Hay que decir cómo son las cosas. Que el sistema gana cuando los hombres abusan a las mujeres porque hay más divisiones dentro de los que hacen girar el país.  

Esa idea tan elemental tenemos que repetirla y repetirla. Que la mujer no es inferior y los mapuche tampoco. y que los ricos y poderosos ganan cuando estamos divididos.

 

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