
Ideas para pensar el trabajo político desde el territorio: La experiencia del Frente Amplio uruguayo
Alfredo Zitarrosa dice que “no hay nada más sin apuro que un pueblo haciendo su historia” y así es que las luchas contra las injusticias y por la libertad logran renovarse una y otra vez en la Historia. No hay bala que mate, ni calabozo que aprisione las ideas revolucionarias. Estas líneas tienen como fin transmitir algunas ideas acerca del trabajo territorial, desde una perspectiva militante y de educación popular a partir de nuestras experiencias.
Para la política, es necesario imaginar y que lo imaginado sea -como nos recuerda Mariátegui– “ni calco ni copia, sino creación genuina”. En Uruguay, el Frente Amplio (FA) tuvo un gran acierto: ni más ni menos que el de desafiar a la matemática, esto es, lograr que la sumatoria de las partes den por resultado una tremenda multiplicación en cantidad, en capacidad y calidad. Logró constituir una identidad general superadora de la identidad particular. Entre otras cosas, permitió generar una experiencia de unidad entre la diversidad, pocas veces vista en el mundo.
Una gran innovación que generó el FA en Uruguay fue incorporar la idea de “movimiento”, desbordando lo lógica de la “coalición” de partidos políticos. Articuló un espacio para que los militantes territoriales pudieran organizarse en los llamados “Comités de Base”, formando parte de la estructura del Frente Amplio.
Lo territorial estuvo presente desde el inicio en el FA y vigente como forma organizativa hasta el día de hoy, permitiendo una relación armónica con los barrios y pueblos del país, funcionando además como soporte imprescindible en las batallas electorales. Mas allá de que hoy se precise repensar este aspecto, en vista de las nuevas realidades y formatos de militancia que se desarrollan.
La democracia es percibida muchas veces como la posibilidad de elegir y ser elegido, centrándose en las batallas electorales y en consecuencia el poder es comprendido como aquello que se conquista a través de las elecciones. A la vez, formamos parte de un sistema que, al decir de Boaventura de Souza Santos, es Capitalista, Colonialista y Patriarcal, el cual difuminó los relatos universales que abarcaban todos los aspectos de la vida, profundizando las desigualdades sociales, económicas, políticas y culturales.
Sin embargo, nosotros entendemos la democracia como la posibilidad (necesidad) de educar para el ejercicio ciudadano, de educar para participar protagónicamente de los asuntos públicos. En ese sentido, el territorio se vuelve un escenario más que privilegiado para pensar y dar batallas fundamentales en la construcción de una propuesta contrahegemónica.
Para ello es necesario la articulación de un bloque popular para los cambios necesarios, de manera que lo institucional-gubernamental, lo político partidario y el movimiento social, puedan verse como tres partes de un mismo objetivo. Donde lo institucional-gubernamental puede estar o no, sin embargo, lo político partidario y lo social debe mantenerse en movimiento y alerta continua.
Entiendo desde este enfoque cuatro tareas fundamentales:
- Construir prácticas anticipatorias transformadoras
- Educación para la participación activa
- Pedagogizar la política
- Democratizar y diversificar la organización política
Construir prácticas anticipatorias es vivir en lo que queremos creer o aproximarnos lo más que podamos a ese proyecto. Impulsar propuestas mostrando que los cambios podemos hacerlos ya. Transformar el mundo es tan difícil, entre otras cosas, porque para cambiar el mundo debemos cambiar nosotros. Un buen militante territorial social-político es antes que nada un buen vecino, la coherencia es importante para ganar la batalla ética.
Pensar estas prácticas asumiendo que el cambio empieza hoy y con nosotros sin embargo nos trasciende. Huertas comunitarias, sistemas de trueque, monedas o bancas locales, que permitan combatir la mentira sobre la que se sustenta el dinero hoy, cuyo respaldo ya no está en el oro de los bancos sino en nuestra fe.
La educación para la participación protagónica implica pensar una democracia radical. A participar se aprende participando. Hablar de participación protagónica es hablar de poder. Un poder como servicio y no como dominación. Educar para la participación es pensar las reuniones para que sean espacios inclusivos en toda su dimensión. Debemos ser capaces de que se reflexione, se discuta, se decida y se ejecute. Un proceso verdadero de participación debe incluir estas fases. Los zapatistas hablan del “mandar obedeciendo” y para ello es fundamental que los delegados representen y no suplanten a las personas.
Para pedagogizar la política es fundamental que cualquier organización que pretenda transformar la realidad con el pueblo, entienda “lo pedagógico” como un acto político. Pedagogizar la política no tiene que ver con alivianar conceptualmente los discursos, sino que debe ser capaz de contextualizar un escenario, bajo la intención principal que la organización construya intercambiando y discutiendo ideas y experiencias con la gente, sin la pretensión de trasladar verdades predeterminadas. Esta tarea es tal vez de las más importantes y de las más difíciles de lograr para las organizaciones políticas hoy.
Dice Paulo Freire que la “educación no es transferir conocimientos previamente elegidos, sino generar y brindar la posibilidad de construirlos”. Por tanto, es importante generar estructuras que tengan la consistencia de un bambú, es decir, flexibilidad y resistencia.
La democracia implica participación, ética y descentralización. El territorio es un lugar desde donde podemos ampliar las capacidades del frente político, en la disputa por la hegemonía. La descentralización es más que la desconcentración, y asumida desde un proyecto de izquierda debe ser siempre participativa.
Soy de los que piensa que la esperanza y el amor, son categorías revolucionaras, imagino los territorios como fuentes constantes de prácticas y propuestas que nos impulsen a construir desde hoy una sociedad distinta. Que permitan ser soporte para batallas, pero también para la resistencia. Resistencia para evitar lo que no se quiere, pero también y, sobre todo, resistencia para crear lo necesario y en eso el socialismo tiene mucho que decir.