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«Guerra Santa» por Pablo Monroy Marambio

Guerra santa

Pablo Monroy Marambio

La llegada de los Talibanes al poder, posterior a la retirada de Estados Unidos y luego de los 20 años de ocupación que sostuvieron, con la excusa de “asegurar la democracia” (cuyo origen tuvo fundamento en el ataque a las torres gemelas, en septiembre de 2001), ha sido el gran tema de estos días, y no es para menos.

 

Los Talibán tienen su origen como tales en la década de los 90 del siglo pasado, aunque hay quienes los ubican en la resistencia a la invasión de la Unión Soviética, que fracasó definitivamente, después de una década, hacia 1989. Esta relación se hace con el ánimo de relacionar a la formación de esta milicia con los intereses estadounidenses, sobre todo en esos años de post guerra fría, en contra de los soviéticos. Lo cierto es que, por esos años, estos grupos recibieron su apoyo del servicio secreto paquistaní (si U.S.A metió su mano, fue por este medio), quienes tenían un urgente interés en terminar con el “caos étnico/religioso” que quedó en Afganistán posterior a la retirada soviética, montando una suerte de guerra santa.

Talib es una palabra árabe que quiere decir “estudiante”, pero llevada al pastún, lengua descendiente directa de idioma avéstico (lengua irania más antigua en la actualidad), se puede traducir como “estudiante religioso”, algo así como un seminarista. Por otro lado, hay quienes sostienen que la palabra viene del persa “telebeh”, que podría traducirse algo así como “buscador de la verdad”.

Descendientes directos de los sunnitas como son, vale decir, de Mahoma, hacen una interpretación literal y rígida de las escrituras del Corán y, consecuentemente, dentro de las atrocidades que estos ortodoxos feligreses no tienen problemas en cometer, las más conocidas y rechazadas son las que tienen que ver con su consideración y trato para con las mujeres y las niñas y niños.

La desaparición de las mujeres de la esfera pública, en tanto medios de comunicación y espacios de decisión y discusión, así como también de los espacios de formación y enseñanza, seguido de censuras en vestidos y uso de maquillajes, son los aspectos de las restricciones de la ley talibán que más rechazo generan, y no demoran en surgir las voces, desde todo el mundo, que ponen las alarmas en estos puntos en específico, de cuyo clamor nuestro país no es la diferencia.

Sin embargo, y dada la emergencia del tema en cuestión, no dejo de pensar en la situación de la violencia de género en nuestro propio país, que, tristemente, sigue siendo victimario de tanta compañera.

Al día de hoy, según las cifras de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres, van 30 femicidios al día 07 del mes en curso. A la misma fecha del año pasado, los femicidios eran 29. Es bastante decidor, de hecho, que haciendo un cohorte sencillo, considerando la situación desde el año 2012 hasta ahora, el promedio de asesinatos de mujeres por parte de nosotros los hombres en el país, es ciertamente estable (palabra algo desafortunada, cabe decir, dado el tema del que estamos tratando). Al mes de agosto de los últimos 10 años la cantidad de femicidios varía entre 29 y 44, significando un promedio a la fecha de 37 casos. Igualmente, el promedio anual para el mismo periodo, es de 58 casos, cuyo mínimo y máximo es de 45 y 69, respectivamente.

 

Llama la atención, dado el escenario, que el ministro de relaciones exteriores, Andrés Allamand, ofrezca su apoyo a la organización Front Line Defenders, la que en las próximas 48 horas intentará evacuar de Afganistán a dirigentes o activistas vinculados a la mujer y los derechos humanos, y a sus familias, cuyos grupos podrían llegar a nuestro país.

“La situación de Afganistán es una derrota para la civilización y para la comunidad internacional y una tragedia para las mujeres”, declaró el ministro, en entrevistas con radio Bio Bio, en momentos en que la comunidad haitiana en Chile le solicita a justamente a su cartera no continuar con las deportaciones, las cuales ya han sido acusadas por diversos organismos de DDHH, dada las irregularidades con las que se están llevando a cabo. Sobre la situación de la isla, golpeada el sábado recién pasado por un terremoto grado 7,2, el ministro solo declaró que el gobierno ha despachado 16 toneladas de ayuda y que se estaría monitoreando la situación de los al menos 200 chilenos que estaban en la isla al momento de la tragedia.

Nada de posibilidades de rescate y refugio para nuestros vecinos.

De igual manera, llama mucho la atención el detalle sobre la diferencia en el conteo de víctimas de violencia de género, que han hecho los últimos gobiernos, versus las cifras registradas y entregadas por la Red Chile Contra la Violencia. Para el mismo periodo, desde 2012 hasta ahora, el hoy ministerio de la mujer y la equidad de género, registra un promedio anual de 41 casos, cuyo mínimo es 34 y máximo es 46 femicidios. Al mes de agosto del mismo periodo, los números se mueven entre los 19 y los 30 casos, significando un promedio total de 26 casos. Por algún motivo, hay una diferencia de casi 20 delitos para el total anual del cohorte, y de más de 10 para el total al mes de agosto del mismo periodo, entre las cifras registradas por una y otra institución, diferencia que cobra mayor gravedad, al comprobar que el gobierno no considera la cifra de suicidio u otros asesinatos por violencia femicida.

Así como el periodista Daniel Matamala dijera en su programa, que da la impresión de que a las clases dominantes en Chile se preocupan las violaciones de los derechos humanos cometidas por regímenes comunistas, solo cuando estas son cometidas por regímenes pobres de esa izquierda. De igual manera, pareciera que la violencia de género solo es relevante cuando se comete a miles de kilómetros de distancia, y además, dentro de ciertos parámetros, y no en la amplia consideración que el fenómeno merece.

Sería interesante poder contar con la razón de porqué las cifras oficiales de la cartera de gobierno, que se dedica específicamente a este tema, son sistemáticamente menores a las que manejan y han registrado los organismos feministas que se han hecho cargo de su propia situación. Uno podría elucubrar que, sello patentado de la Concertación hasta acá, lo importante parece ser el aparentar que las cosas se hacen bien, para lo cual, el restarse unos cuantos puntos porcentuales al año, siempre viene bien a la hora de las cuentas públicas.Bachelet sumaba los bonos para disminuir el desempleo; Mañalich simplemente borró las cifras de espera de los consultorios en Piñera 1, por citar un par de ejemplos. Esta explicación simplona, no obstante, no me puede parecer suficiente (aunque sea la más probable) y la verdad, me parece que lo que en el fondo sucede no es otra cosa que una reconfirmación del machismo, piedra fundante de toda nuestra sociedad y sus instituciones. En el fondo no le importan estos temas, pero sin embargo, tiene claro que no hacer nada al respecto, no será bien visto y tendrá altos costos políticos a futuro…¿solución entonces?… hacer lo mínimo necesario. De ahí esta urgencia de Allamand por pronunciarse al respecto, mientras que a la vez no se hace cargo de ningún de los atropellos que comete ni su cartera ni su gobierno.

 

La guerra santa, iniciada allá por el año 600 y tantos por Mahoma, con la finalidad de consolidar su poder en medio oriente y someter a cualquiera que no fuera musulmán, se preocupó especialmente de someter a sus mujeres, sin importar si profesaban o no su fe. Cambian las condiciones de contexto pero no el objetivo, como se ve, y ese rasgo misógino es una de las primeras cuestiones que ponen en práctica los recién hechos del poder en Afganistán.

Ahí nos alarmamos, señalamos, denunciamos, siempre con toda la visibilidad que sea posible hacerlo, de manera tal de que ello nos permita seguir haciendo nada, a pesar de mostrarnos tan diligentes.

¿Se acuerdan de que, en la última cuenta pública de Piñera, de lo que más se ufanó fue de haber promulgado el matrimonio igualitario? Pues bien, hace una semana se rechazó el proyecto de despenalización del aborto. No creo poder encontrar un mejor ejemplo para dar cuenta de lo que pretende esta exposición.

La guerra santa es en contra de las mujeres, y es constante en un país como este, y ya vemos que no es necesario que grupos fanáticos religiosos se tomen el poder para que esta guerra siga cobrándose víctimas.

Esperen… tenemos congresistas que han votado leyes con la biblia en la mano… ¡Al lahu-àkbar!

 

 

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