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¿Fisuras, tensión, y/o desgaste en las Fuerzas Armadas? Sobre la posición de los militares hacia la movilización popular

Preguntas y dudas sobran en momentos como el que vive nuestro país, pero, a riesgo de poner en juego conjeturas e hipótesis cuestionables, estamos para aportar al debate y la reflexión sobre las distinas dimensiones de la crisis desatada. Y esta es una arista particularmente importante. Ya con 4 dias convocados por el gobierno para aplacar militarmente la revuelta, algunas señas parecieran indicar que se han venido provocando ciertas fisuras, tensiones, y/o desgaste en la moral de parte de los militares, que eventualmente no se quiere manchar las manos con sangre de compatriotas. Que sea por compromiso patriótico o por eventuales futuros juicios y castigo por las actuaciones violatorias de Derechos Humanos que se vienen cometiendo, lo cierto es que no son pocos los «extraños» episodios donde se ha visto a militares apoyando a la movilización popular. Aquí intentamos abordar algunas de las aristas de esto, y poner ciertas ideas que pueden contribuir a una resolución positiva a los intereses, demandas y anhelos populares puestos por la movilización y revuelta en curso. 

Los militares progresistas y de izquierdas en la historia de Chile

Las fuerzas armadas y policiales chilenas son conocidas por su carácter fuertemente inclinado hacia las derechas en lo ideológico, y en cuanto a su configuración socioeconómica, fuertemente jerarquizadas y controladas por los sectores oligárquicos y más altos de la sociedad chilena. Como es sabido, tal configuración determinó en alto grado el desencadenamiento de sucesos que pusieron fin al Gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, en 1973. Pero durante la historia nacional, no han sido pocos los militares que se han volcado a posiciones progresistas y de izquierdas, aún cuando, siempre, han sido derrotados por los actores de la oligarquía más conservadora y reaccionaria. Partiendo por la Guerra Civil de 1819 y 1830, donde pierde el bando liberal-democrático, federalista y «pipiolo» encabezado por Ramón Freire en manos del bando conservador-liberal, centralista y «pelucón» que tuvo como referencia a Diego Portales, y que luego configuró en la Constitución de 1833 el orden autoritario y centralista que a grandes rasgos ha dominado la mayor parte de la historia política chilena (ver «Ramón Freire, la disputa por la construcción del Estado tras la independencia, y el triunfo del bando conservador«).

Siguiendo luego por la Guerra Civil de 1891, donde parte del Ejército se alineó con el Presidente Balmaceda en contra de la insurrección pro-oligárquica y pro capitales extranjeros que se oponían a las propuestas nacionalizantes que intentaba instalar el Gobierno en relación a las riquezas del salitre, y que motivaron un verdadero Golpe de Estado primero encabezado por la Armada y luego seguido por una fracción del Ejército, decantando en el suicidio de Balmaceda y la instauración de un régimen semi parlamentario hasta 1925. O la seguidilla de asonadas militares que se dieron en la década de 1920, donde asomaron militares progresistas y de izquierdas que dieron sustento a la corta experiencia de la «República Socialista» de 1932 y el Gobierno de Carlos Dávila, con referentes como Marmaduque Grove, uno de los fundadores del Partido Socialista de Chile. O, más adelante, con referencias de izquierdas en los cuerpos armados, como el aviador Arturo Merino Benítez, reconocido allendista y que hoy da nombre al principal Aeropuerto del país. Y la camada de militares constitucionalistas que apoyaron el respeto a la Constitución de 1925 y el Gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, desde generales como René Schneider, Carlos Prats, o Alberto Bachelet, el edecán Arturo Araya,  tropa como el referencial Michel Nash, o los marinos constitucionalistas secuestrados y torturados varias semanas antes del Golpe definitivo, en agosto de 1973. En toda esta trayectoria, se trataba de militares de capas medias-altas y medias, que desafiaban tanto el control «de clase» en sus respectivos cuerpos armados, como una formación que ya hace décadas venía siendo dominada por la «Doctrina de la Seguridad Nacional» impulsada por el imperio de Estados Unidos en la región, como táctica de detención del avance de las izquierdas en el marco de la Guerra Fría y la repartición de espacios de influencias entre los dos bloques encabezados por Estados Unidos por una parte y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por el otro.

Yendo más a lo actual. Las Fuerzas Armadas tras la salida de la Dictadura de Pinochet

El escenario por el que atravesamos está repleto de sucesos impensados, y abundan los hechos que hacen aflorar las dudas y preguntas sobre su sentido y contenido. Y en un cuerpo tan enclaustrado como son las Fuerzas Armadas de cualquier país, y más del nuestro, donde el Golpe de Estado y la Dictadura militar iniciada en 1973 configuró unas Fuerzas Armadas en cuya cúspide hay una oficialidad perteneciente a las capas más adineradas y poderosas del país, una «familia militar» entrelazada con los grandes poderes económicos, pero a la vez, con intereses propios y dinámicas internas de relativa independencia frente al resto de la sociedad, incluyendo a la propia elite política civil.

La salida de la Dictadura no implicó un cambio sustancial en la composición y organización de las Fuerzas Armadas, y de hecho, la estructura militar se mantuvo prácticamente incólume en los años 90s, con, entre otras cosas, un Augusto Pinochet de Comandante en Jefe del Ejército hasta 1997, desde donde pasó al cargo de Senador Vitalicio que le aseguraba la Constitución de 1980. Pero poco a poco, y sobretodo con el avance de las causas judiciales de Derechos Humanos y cierto recambio en los altos mandos, el escenario tuvo un cambio relativo y gradual, dado que la presión interna y externa a las Fuerzas Armadas debió ajustarlas al paso de los años. Ha sido un proceso no lineal ni monolítico, donde convicen tendencias distintas y hasta contrapuestas y contradictorias, en el marco de la continuidad de la existencia de unas Fuerzas Armadas bajo control de las elites, la sergregación interna entre suboficiales y oficiales (esto es, carreras diferenciadas que mantienen a los sectores populares lejanos a los mandos medios y altos), y el predominio de una doctrina militar derechista y alineada con las posiciones geopolíticas hegemonizadas por el imperio de Estados Unidos.

Se incorporaron cursos de formación en Derechos Humanos, pero a la vez, parte de las Fuerzas Armadas y de Orden han tenido formación policial-militar en escenarios de convulsión y revuelta social, tanto en la «Escuela de las Américas» de dirección estadounidense, como en el Fuerte Aguayo de Concón (ver «Fuerte Aguayo en Concón: Sólo la punta del iceberg de la intervención militar de EEUU en Chile«, y «Bachelet envió más de 200 militares a la escuela de las Américas«), dando continuidad al predominio de una doctrina militar alineada con el imperio de Estados Unidos y sus hipótesis de conflicto en la región, y donde el foco de la formación está dada muy centralmente por el control de episodios de revuelta popular como el que se ha desencadenado en Chile. El envío de militares a Haití, tras el Golpe de Estado contra el Gobierno de Jean Bertrand Aristide, va en el mismo sentido (Ver «Cuando Bachelet se hizo parte del Golpe de Estado e Intervención imperialista «humanitaria» en Haití«). Como contraparte, un relativo acercamiento a otras Fuerzas Armadas de la región, como se dio con el «Consejo Suramericano de Seguridad«, instancia constituida desde la ahora en suspenso UNASUR, y que eventualmente iba en el sentido de comprometer a las Fuerzas Armadas chilenas en la dirección de una cooperación mayor a nivel regional con relativa autonomía frente a la geopolítica estadounidense. Sin embargo, la dependencia económica y política frente a la superpotencia norteamericana y sus fuerzas subordinadas en el marco de la OTAN queda en evidencia en el destino de las cuantiosas compras de armas, donde Chile sobresalta, junto a Colombia, como el país que más destina a la compra de armas hacia los países de la alianza político-militar atlántica encabezada por Washington.

El presente. ¿Qué podría estar pasando en parte de las Fuerzas Armadas con la revuelta popular de Octubre de 2019?

En momentos de altísima convulsión y descomposición de un viejo orden que no termina de morir pero donde lo nuevo no termina de nacer, no está demás señalar que todo lo que se pueda decir tiene un alto nivel de conjetura y hipotesis que sólo la trayectoria de los días, semanas y meses que vienen, terminará de develar su verdadero contenido y sentido. Pero numerosas señales indican que nos encontramos ante un escenario compuesto entre tendencias en distintas direcciones, donde, en cuanto a lo que aquí tratamos, conviven sectores totalmente alineados con la estrategia represiva y militarista del Gobierno de Piñera, con otros en que hay dudas y distancias frente a esta.

Enumeraremos episodios de estas señales:

1. Lo primero, fue el comentado «desmarque» que hizo el General Iturriaga encargado de zona en la Región Metropolitana, ante la declaración de Piñera de que «estamos en guerra». Si bien tal cosa no implica una toma de posición favorable hacia la protesta social, sí da muestra de tensiones entre el mando civil y militar en torno a las respuestas ante la crisis desatada. Iturriaga debió luego salir explicando sus dichos, en otra muestra más de ciertas fisuras entre las dirigencias y elites dominantes en el país, y cierto desacople entre el discurso del Gobierno y las autoridades militares que hoy cogobiernan con él.

2. El día sábado, al inicio de la vigencia del Estado de Excepción Constitucional, la multitud convocada en Plaza Italia en Santiago fue a rodear e interpelar a los militares ahí desplegados. Los militares no respondieron de manera totalmente represiva, de hecho, se abstuvieron de dispersar a la gente, aún cuando en momentos se les lanzó piedras y otros objetos a sus tanquetas y camiones, e incluso a ellos mismos. Si bien es cierto usaron sus armas, fueron siempre disparos al aire, habida cuenta, en todo caso, de la gran cantidad de cámaras ahí cubriendo el momento. Hay un registro donde una persona interpela a los militares por estar disparando al pueblo, y un oficial se acerca a responder la interpelación, descargándose de la represión y responsabilizando a Carabineros de ésta. Efectivamtente, en esas horas, la represión estuvo a cargo de las Fuerzas Especiales de Carabineros, y las tropas se abstuvieron de participar activamente en ellas en ese lugar.

3. En Talca, el día martes, un grupo de militares se manifestaron adhiriendo a la multitud convocada en la movilización, lo que consta en un registro donde un oficial les declara, “El ejército de Chile no les va hacer nada”.

4. En Santiago, un grupo de militares se acercó a un grupo cuantioso de manifestantes, que les gritaba «Milico, escucha, únete a la lucha!». Uno de ellos incluso tomó una bandera Mapuche (ver registros de ese episodio acá).

5. En otro episodio, se ve a un militar haciendo una exhortación a la gente ahí reunida, conminándola a movilizarse y no seguir dejándose pisotear, además de pedir disculpas por la responsabilidad de los militares en la situación de crisis.

6. Se han dado no pocos episodios de facilitación de «saqueos controlados» de algunos locales comerciales, principalmente supermercados de las grandes cadenas, donde el Ejército en vez de reprimir, los supervigila. tal cosa ha sido criticada por los sectores de las derechas más duras, y el propio empresariado afectado. Estos hechos son de público conocimiento y han llegado incluso a los medios de comunicación masiva, y dan cuenta de sospechosas situaciones, en las que podrían mezclarse, también, hechos de naturaleza diversa, como un eventual boicot a referencias progresistas y de izquierdas (como lo que sucede en Valparaíso con la Alcaldía de Jorge Sharp o en Recoleta con Daniel Jadue), la negativa a reprimir de parte de ciertos oficiales y tropa, o bien una estrategia de acercamiento y «blanqueamiento» de imagen en un momento en que el rechazo popular a la militarización de la crisis cuenta con una alta proporción de la sociedad.

7. Otros tantos registros y testimonios dan cuenta de militares conversando con manifestantes, jugando «a la pelota», o manifestando desde sus redes sociales un apoyo a la moivlización, lo que podría ser también un fenómeno compuesto, donde puede ser que estén conviviendo manifestaciones y señales de genuino «ciudadanismo» militar, con estrategias de acercamiento momentáneo a la ciudadanía sin compromiso efectivo por la negativa a reprimir.

8. En el hecho más claro sobre lo que aquí abordamos, el caso del soldado David Veloso Codocedo, con el que sobran mayores comentarios (ver «Soldado del Ejército se rebela a participar de Estado de Excepción Constitucional y está detenido desde el domingo«)

Estos episodios tienen innumerables muestras en sentido contrario, cosa que subrayamos: No se trata aquí de una tendencia uniforme, mayoritaria, y menos aún monolítica. Para citar un ejemplo, además de las violentísimas imágenes de represión que efectivos militares han ejecutado en innumerables lugares, y que se cuentan por cientos o miles en las redes sociales, un episodio, también en Santiago, donde las y los manifestantes se habían acercado hacia los militares, estos respondieron, con presencia de Carabineros cerca, con balas al aire y gases:


A estas tensiones, valga poner un dato adicional: el llamado de la autoridad civil-militar a los reservistas del Ejército, un cuerpo compuesto en general por profesionales y personas de altos ingresos, que, dadas esas circunstancias, podrían estar más alineados con la respuesta militarsta y represiva del Gobierno. Sería una medida dispuesta no sólo a dar descanso y recambio a las tropas movilizadas (la intención pública manifestada oficialmente), si no que también a «poner orden» y disciplina en un interior de los cuarteles que pudiese estar conflictuado, y con una eventualmente, con una baja en la moral de militares no acostumbrados a este tipo de escenarios.

Por otra parte, y para añadir más factores al análisis, reiterar el hecho de que una parte de los militares han tenido formacion en estos escenarios (Haití), y se les ha preparado para esto en Escuela de Las América y el Fuerte Aguayo y en las «cooperaciones militares» con ejércitos como el de Colombia, pero tal cosa no es generalizada a toda la oficalidad y tropa. En la restante, la dificultad por estar haciendo una operacion militar en suelo propio les es por decir lo bajo incomodo, sometiendolas a estres y actitud dubitativa. Claramente no es como las derechas más duras quieren que actúen «sus» militares. No hay que subestimar que tal descontento de los sectores más recalcitrantes de las derechas, pudiesen estar en aquel cuerpo de reservistas en vías de movilización. Pero tampoco es tan facil la implementación de tal «puesta en orden», porque el escenario es de tal descomposición, que puede ser un nuevo «tiro en el pie» en las pretensiones del Gobierno y las dirigencias del régimen, generando mas tension aun dentro de las Fuerzas Armadas y de Orden (Ver «Reservistas del Ejército: «Se le preparó a mi promoción para una guerra, no para reprimir al pueblo»«).

Como sea, la atención internacional ya fija sus miradas en el escenario chileno, y una supuesta intensificación de la represión y militarización del conflicto, aún mayor a la actual, tendrá que sortear la dificultad de una posición de las mayorías ciudadanas opuesta a aquello, cuestión que incluye incluso a franjas sociales adherentes a las derechas, y sectores socioeconómicos altos, en cuyos barrios, de manera impensada, también se han dado episodios de muestra de fuerza militar que resultan extraordinariamente sorprendentes: tropas haciendo barridas a manifestaciones en plenos barrios altos, apuntando armas a manfestantes de los sectores más privilegiados del país. Por cierto, la represión y militarización no ha sido uniforme, y en ciertos lugares se ha dado con particular violencia, en particular, como era esperable, en los barrios de los sectores populares socioeconómicamente más bajos.

Así las cosas, el llamado es a complejizar el análisis y las miradas acerca de la situación al interior de las Fuerzas Armadas. Es cierto que seguramente la mayor parte de los altos mandos y mandos medios deben estar alineados con la respuesta represiva del Gobierno, pero también, que urge atraer a posiciones distintas de la tropa, y parte de la oficialidad, que, aunque sean minoritarias, pueden generar una tensión que contribuya a una resolución positiva a los intereses y anhelos populares en la crítica coyuntura desplegada. En tal sentido, todo mensaje y conversación hacia las tropas y potenciales oficiales en busca de simpatías o al menos pasividad, o que sea, obediencia relativa en el ejercicio de la represión, suma y sirve para aquello. Los militares deben entender que a lo que se les ha convocado es un gravísimo error político que puede tener repercusiones históricas para el conjunto del Pueblo, y por cierto, a sus propios futuros como institución y en términos personales (Ver «La carta de 206 profesores de Derecho: «Nos comprometemos a que ninguna violación de DD.HH. quedará impune»).

Creer en que una masacre como la que algunos sectores están convocándolos a hacer, y que en parte ya están ejecutando, quedará por siempre impune, es de una ingenuidad que pueden pagar caro quienes están participando y participen de ella en los días, semanas, y meses que vienen. De continuar o ¿agravarse? esta dinámica y ritmo represivo y militarista, esto se encamina a un régimen de facto cuyos crímenes y masiva violación a los Derechos Humanos serán perseguidos por años y décadas.

Equipo editorial Revista De Frente

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