
«Eres quien no ha de morir. Carta abierta a un amigo» Por Jorge Tapia Ampuero
Por: Jorge Tapia Ampuero
Era una típica jornada sofocante en Santiago. Entraste por esa puerta al despacho que mira el cerro, yo portaba una camiseta del St. Pauli, de inmediato esbozaste una sonrisa y luego hablamos como si nos conociéramos de toda la vida, ese mismo día me dijiste: “es que somos muchos, pero no tantos”. De ahí en más, todo fue amistad y compañerismo.
Con cada ser humano, cada uno tiene una historia, de estas pueden existir innumerables, una más particular que la otra. Esta es la mía. Mi reconocimiento y agradecimiento al destino por ponerme en cada conversación y momento junto a ti.
El mensaje que anuncia tu muerte es devastador, las lágrimas humedecen mis pies y mi corazón combate por salir eyectado. Ese martes por la mañana, de pronto, todo se hizo tinieblas.
La tarde anterior, acudí a tu llamado, mis problemas de timidez e inseguridad hicieron que primero observara tras los barrotes, a unos cien o ciento cincuenta metros, y ahí estabas, como un poste de luz que camina y camina, sin parar. Te pude abrazar e intercambiamos algunas fugaces palabras, breves, pero muy elocuentes. Mientras, acelerado colaborabas en la organización e inauguración de una exposición artística colectiva, junto a tus compañeros y amigos en la galería Nemesio Antúnez. Te veía de todos lados, no tenía que seguir tu paso, no era necesario. Solo me quedó un cuadernillo y una adivinanza, todo lleno de palabras que aún revolotean en mi cabeza.
Tus voces retumban acá dentro, no hay noche más oscura. Muchas habladurías resuenan sin parar, de Euskal Herria, Brigadas Rojas, Chiapas, de Ácratas Ideas, Derrida, Benjamin, Ruiz y Roberto, etc. Es todo fulminante e intenso, gracias a esa rosa roja que mira el sol. La responsable de tan genuina relación. Rosita que ahora se quema por dentro a raíz del dolor, solo imaginar el colorado color diluido en llantos que fracturan el alma, me atormenta y entristece.
Merced 533 y cae la noche, el desamor y la desilusión te embargan amigo, te escucho; luego te digo que los nombres de las personas no siempre tienen que ver con lo que son realmente, les llamo nombres antónimos. Tales denominaciones armoniosas suelen reproducir mucha beligerancia… Pero tu humanidad es gigantesca, ante el dolor una risita, ante una inquietud, una respuesta amable. En medio del desahogo y la pena, suenan los redondos. Van varios tragos marrones, cantamos juntos. Te agrada la cantidad de libros que adorna la pequeña sala de estar, te comento que la mitad son robados, te ríes.
Tus enseñanzas golpean como un rayo mi conciencia, la de alguien profano y prosaico, imagina como golpean. Solo me queda espacio para pedir perdón, por no extender cada momento, cada encuentro o reencuentro. Por escribirte esto, en estas terribles y dolorosas circunstancias. Pero si el perdón solo existe ante lo imperdonable (Jaques) me quedo tranquilo. Perdonado estoy.
Charlar sobre la utopía, un horizonte que se aleja sin descanso, en una mesita de madera, al centro de una ciudad gris y deprimente, tomando un vino roñoso hasta las tantas, puesto que se habían acabado los tragos marrones. Es sin duda una escena inspiradora. “Y aunque vagamente sabíamos que los sueños a menudo se convierten en pesadillas” (Roberto). Vaya que angustia.
Pareciera que transitamos sobre fuego, en medio de recovecos llenos de oscuridad y los lugares son grandes puñales impiadosos. ¿Qué lugares buscar?
Sin embargo, me quedo para siempre con tu lucidez, tu ternura e interminable solidaridad, porque esas definiciones no se van ni se olvidan aunque el mundo perezca., permanecerán invariablemente hasta que ese faro de abnegación ya no lo pueda identificar y mi última bocanada de aire se extinga definitivamente.
Vuelvo a esa noche en Merced, ahora yo te canto. Mal, pero te canto. Una de dividi-dos readaptada arbitrariamente, para la infinidad.
Eres quien no ha de morir,
siempre regresarás, te veré.
En las calles de tus pensamientos,
en cualquier lugar, te veré.
Querido César,
Un Abrazote perpetuo, lleno de afecto y agradecimiento.