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Entrevista a Isaac Rudnik y Ariel Navarro (Libres del Sur): El macrismo y las nuevas derechas latinoamericanas.

Por Nicolás Romero

 

#DeFrente se ha propuesto indagar en las razones de los recientes triunfos electorales y judiciales de los sectores conservadores en la región. ¿Cómo es la “nueva derecha” latinoamericana? ¿Cómo se vincula a las iglesias? Para hablar de esto y del caso específico de Argentina, dialogamos con los militantes del Movimiento Libres del Sur, Isaac Rudnik y Ariel Navarro.

 

 

#DeFrente: ¿Cómo nace Libres del Sur? ¿De qué organizaciones provenían?

Rudnik: Somos una organización de izquierda que nace a fines de la década del ‘80, por una confluencia entre compañeros que habíamos salido a la calle y que veníamos de la militancia en los ‘70, más otros que volvían del exilio.

Algunos compañeros eran montoneros y otro grupo había  empezado a trabajar en la política en los años ochenta, por la recuperación de la democracia. Con ellos hicimos una experiencia que culminó con el surgimiento de Patria Libre. Transitamos los ‘90 en un marco de condiciones desfavorables, muy adversas, por el predominio del neoliberalismo en el mundo y en la Argentina. Estaba gobernando el menemismo. Pero, aun así, logramos desarrollarnos y crecer fundamentalmente entre los sectores de la juventud, en una combinación de participación en luchas sociales con participacion electoral. Logramos, a mediados de los ‘90, tener nuestra personería política electoral y competir con boletas propias, a nivel de las provincias y a nivel nacional

 

#DeFrente: ¿Competían como Patria Libre?

Rudnik: Exacto, como Patria Libre. Entonces llegamos al inicio del nuevo siglo ya en un proceso de resquebrajamiento del neoliberalismo en la región y en un contexto regional de cambios con la llegada a los gobiernos de partidos de izquierda y progresistas, desde 1998 que asume Chávez en Venezuela, luego Lula, Kirchner en 2002 y 2003  y la continuidad de esos procesos en Bolivia y en Uruguay. Más adelante también en Ecuador y en Paraguay, lo que era manifestación de un pensamiento de tendencias nacionales y populares que tambien fue consecuencia de la acumulación producida a lo largo de los años ’90.

Nosotros participamos de la primera etapa del gobierno de Kirchner y después, el 2008, nos retiramos del gobierno por la decisión que tomaron Néstor y Cristina, de ir de nuevo a la presidencia del Partido Justicialista. Ellos, de hecho, habían convocado a conformar una nueva fuerza, con el argumento de que las fuerzas políticas anteriores habían sido administradoras del modelo neoliberal.

De ahi en adelante fuimos creando propuestas con distintos niveles de repercusión de agrupaciones que confluían con otros partidos progresistas y de izquierda, con la idea de crear una alternativa que continuara con la lucha anti-neoliberal y anti-imperialista.

 

#DeFrente: Ya en la región se ha venido dando un gran debate sobre el fin de ciclo. Lo que vimos bien claro durante el 2017 es el surgimiento de movimientos de derecha. En Brasil y Chile, especialmente. En ese sentido, ¿cuál es el carácter de clase del gobierno de Macri? ¿Cuáles son las fuerzas sociales dominantes, las clases sociales y las fuerzas del campo popular que están articulándose en el proyecto del macrismo?

Rudnik: El macrismo es la expresión de una alianza muy firme entre sectores que apuntan fundamentalmente a los buenos negocios. Por ejemplo, el desarrollo indiscriminado de la soja, que se ha convertido prácticamente en un elemento sustancial de la producción del campo y de las exportaciones argentinas. En particular, en ese campo de los agro negocios, hay una reformulación de lo que fue históricamente la oligarquía argentina,  dueña de los grandes latifundios, con una explotación en distintas etapas de distintas producciones como elemento principal.

Hay una reconfiguración en el campo de los agro-negocios, que es uno de los grandes actores de la alianza que encabeza Macri. Esto es importante tenerlo en cuenta porque cuando hablamos de oligarquía en la Argentina no estamos hablando de la misma oligarquía con el mismo poder que tenía en el siglo XX. Ese es un sector.

El otro es el del poder financiero, de los cuales Macri tiene representantes muy importantes en el propio gabinete. No por casualidad en estos primeros dos años de gobierno los grandes beneficiarios del proyecto de Macri son los sectores financieros, por las grandes cantidades de políticas que buscan traer capitales desde el exterior. Éstos no son traídos  para inversiones productivas, sino para acciones especulativas. Hoy el gobierno paga tasas de corto plazo, que están en orden del 28% anual, lo cual es una diferencia enorme con las tasas que esos capitales podrían tener en el exterior. Con eso le permiten a estos grupos financieros hacer negocios impensables en otros momentos. Ese es el otro gran aliado del gobierno.

Después, en líneas generales, están los ligados al negocio de la energía que intentan apropiarse de sectores del transporte, salud y educación privada, que han multiplicado mucho sus ingresos en esta etapa. Ese es en alguna medida el núcleo central del gobierno actual. Aun así, con esa conformación, resulta muy difícil ver que puedan traer crecimiento para el país en el corto y mediano plazo. Están tomando una serie de medidas de achicamiento del Estado, del gasto social y de los puestos laborales. Intentan hacer una reforma laboral que hasta ahora no han podido concretar, intentan limitar los aumentos salariales por debajo de las expectativas inflacionarias, lo cual va produciendo un deterioro en el poder adquisitivo de los trabajadores.

Toda esa batería de medidas que deberían hacer supuestamente más atractivo al país para atraer inversiones no logra su objetivo, porque estamos actuando en una situación de la economía global que está estancada. Todos los proyectos de la derecha argentina (y que también es extensivo al resto de la región), no encuentran nichos que sean atractivos para las inversiones a gran escala.

 

#DeFrente: Y a nivel del anclaje popular del proyecto de Macri, ¿cuáles son los sectores del pueblo que se movilizaron electoralmente? ¿Qué nivel de activación hay en las masas para la defensa del gobierno actual?

Rudnik: Hay dos momentos. El primero, cuando Macri gana las elecciones del 2015 y el segundo cuando reafirma su predominio electoral en las recientes legislativas. En las elecciones de hace tres años ellos operan fuertemente y logra ganar a sectores de las clases medias que en la etapa anterior habían apoyado el proyecto de los Kirchner pero que, siendo en alguna medida afectados por el estancamiento económico del gobierno kirchnerista, son permeables a algunos argumentos y propagandas del macrismo. La derecha promete fundamentalmente salir del estancamiento y producir, reiniciar una nueva etapa de crecimiento, adjudicándole el estancamiento al excesivo gasto del Estado, a los altos costos de algunos servicios subsidiados y al aislamiento del mundo que produce la política de integración regional. Toman, además, como elemento fuerte, la denuncia de algunas situaciones de corrupción. Seguramente son denuncias exageradas, no significa que sean inexistentes. O sea, hay situaciones de corrupción que se han ido multiplicando durante el kirchnerismo.

 

#DeFrente: O sea, por donde pecas, pagas…

Rudnik: Sí, porque la corrupción, en un gobierno de izquierda o progresista, te pega en el corazón. No es lo mismo cuando la derecha es denunciada de corrupción, porque ellos son parte de grupos económicos que están siempre buscando comprar a funcionarios del Estado para que los favorezcan. Uno de los caballos de batalla de los gobiernos de izquierda o progresistas son las denuncias de esas situaciones y que los recursos públicos son públicos, no están para favorecer a nadie. Entonces, cuando son comprobados hechos de corrupción, implica una desmoralización. Este elemento de la corrupción, en el caso de la Argentina, la derecha lo tomó muy hábilmente, ayudada -por cierto- por la propaganda mediática. Logró que estos sectores de la clase media, afectados por una situación de estancamiento en los últimos años, terminaran de retirar el apoyo al gobierno anterior y se inclinaran por votar a la derecha, aunque no le creyeran totalmente.

Del 2015 al 2017 hubo un despertar muy fuerte de las luchas sociales de sectores afectados por los ajustes que llevo el gobierno de Macri. Ahora, la capitalización política electoral de esas luchas sociales no se pudo lograr. No pudimos construir una alternativa política que expresara a esos grupos sociales. Por lo cual, en una mayoría importante, toda esa acumulación de sectores sociales volvió a tributar en el kirchnerismo a través de la candidatura de Cristina (Fernández). Pero, obviamente, las cargas que llevaba el kirchnerismo, asentado en más denuncias de corrupción que se sucedieron durante el tiempo que estuvieron en el gobierno, volvieron a permear en los sectores medios.

En ese mismo período hubo un proceso de penetración de la propuesta del gobierno, entre sectores populares. Incluso en los más vulnerables. Porque el gobierno fue con muchas políticas asistencialistas y clientelistas a disputarle al peronismo en el corazón de sus propios bastiones. Entonces, si se observan las elecciones de 2015 y 2017, uno puede ver que hay una baja de votos del peronismo en los sectores más vulnerables y una suba de los votos del gobierno en ese sector. Aun cuando el peronismo ganó allí, lo hizo con un margen más estrecho. Ahí hay un retroceso que es preocupante porque se dio entre los trabajadores de ingresos más bajos, que eran el bastión del peronismo.

 

#DeFrente: Uno de los temas que están apareciendo en el debate chileno a partir del triunfo de Sebastián Piñera es una derecha que moviliza no sólo porque tiene poder en los medios, sino también porque está instalando nuevas ideas. En la situación de Macri, ¿cuáles son los rasgos culturales de la derecha del macrismo y que continuidad y ruptura ves tú en la tradición de las derechas en Argentina?

Navarro: Lo que ellos hicieron, el proceso previo, fue presentarse como una “derecha nueva”. Es parte de la estrategia que ha tenido la derecha continental, como el fenómeno de Piñera: una derecha que viene del mundo empresarial. La conformación del núcleo más duro del macrismo tiene ese perfil. Es, de alguna manera, el intento que tiene la derecha post 2001 de generar una instancia política propia. Hay toda una generación después de la crisis de 2001 dedicada a producir instancias que se dieron en forma de think tanks para buscar soluciones nuevas a la Argentina, porque los partidos tradicionales no habían dado respuestas. Ese es más o menos el origen del partido de Macri (PRO). Hizo alianzas con otros sectores, pero su partido tiene ese componente central. En líneas generales, después de los primeros años en los que tuvo una composición mas heterogénea, la conducción del PRO más cercana a un perfil: a dirigentes más jóvenes, gente de 40 a 50 años, con lo cual hay toda una visión de no emparentar a esa derecha con derechas anteriores, con la dictadura o con procesos políticos previos, porque en realidad las caras era nuevas. Este fenómeno tiene que ver con una estrategia regional: Cartes en Paraguay, Capriles en Venezuela.

La administración previa de la Capital Federal por dos períodos, le permitió a Macri instalar esa idea de una derecha más moderna, preocupada por el espacio público, que incorpora una parte del discurso ecologista con las ciclovías y este tipo de cosas. Obviamente, una vez que empiezan a andar y ven que tienen que modificar una cantidad de cuestiones en lo económico para recuperar recursos para quienes los apoyan y  a la vez empiezan a generar mayores niveles de conflicitividad social, apelan a viejos recursos y prácticas de la derecha más tradicional. Hay toda una relectura que quiere desandar todo lo andado por el kirchnerismo, discutir de cara a la sociedad la reducción de las penas a militares enjuiciados por crímenes de lesa humanidad y cambiarlas por penas domiciliarias, que encierra una doble estrategia: Por un lado, volver a legitimar a ese sector, porque ven que debe tener un rol en la política doméstica, y por otro, porque el proceso económico va consolidando la línea de la pobreza, entonces eso va a generar conflicto y van a necesitar un aparato de represión mas aceitado y darle poder a esos sectores. Hay dos momentos en cierta medida. Uno, en el cual llegan y se presentan como algo nuevo y la segunda, cuando se ven enfrentados a la cuestión doméstica y al contexto regional.

 

#DeFrente: ¿Cuáles son los circuitos de reproducción de esta nueva derecha? ¿Dónde estudian o se forman?

Navarro: Hay un grupo chico, el grupo de Macri, que es gente muy vinculada al gobierno, con tradición de colegios privados. Están muy vinculados a la educación privada, a las universidades privadas. Tiene muchas formaciones en el exterior, porque también hay una parte que viene del mundo empresarial, que viene el 2001 y que mantuvo puestos de gestión en empresas. Y que después usan los ministerios en los rubros que hacían en el campo privado. Entonces, el ministro de Energía había sido CEO de la Shell.

 

#DeFrente: ¿Siempre están metidos en el Estado?

Navarro: Eso no se da tanto como acá, me parece que en el fenómeno del macrismo es la primera vez que pasa eso tan nítidamente. Incluso en los gobiernos de la Concertación me parece que era más nítido el circular del mundo privado al político. Acá es la primera vez. Lo presentan como una decisión altruista de aportarle al país. Obviamente, lo primero que hacen es reducirle los impuestos a su sector, seguramente cuando terminen tendrán el premio correspondiente.

La derecha en la Argentina, después del final de la dictadura, tuvo algunos intentos de generar estructuras políticas propias, pero los únicos momentos en que fue exitoso en llegar a obtener por lo menos la presidencia, es entrando a las estructuras de los partidos tradicionales, con los procesos de cooptación primero en el radicalismo, luego en el peronismo. Por eso los partidos tradicionales en Argentina presentan esa heterogeneidad. Ellos tuvieron un intento en los ‘80 que después termino incorporándose al menemismo, luego intentaron en los ‘90, pero eran a lo sumo tendencias que trataban de ser una tercera fuerza. Cavallo -que había sido ministro de Menem- creó su propio partido, también López Murphy, en fin, hubo muchas expresiones de hacer una organización propia. Pero el macrismo es la primera experiencia exitosa. Llegan a un gobierno local con éxito, primero en la Ciudad de Buenos Aires y luego logran acceder a la presidencia yendo solos, no construyendo una alianza, con partido propio. Ahora es un proceso a la inversa: No es que se meten en una estructura de partido tradicional, sino que es un partido tradicional, el radicalismo, el que se suma a la estrategia de ellos.

 

Rudnik: En la pregunta, cuando vos planteaste de la conformación de clase del gobierno. Hay un  cambio en la conformación del bloque dueño de los sectores de los agro-negocios. Antes los dueños eran las oligarquías nativas, ahora los negocios son compartidos tanto en la producción como en la comercialización, con fondos de inversión que son dueños de grandes extensiones de tierras en donde se produce parte importante de la soja. Son los mismos que participan en las empresas y comercializan y venden los paquetes, lo que da como resultado una dependencia mucho mayor tanto en lo productivo como en la obtención de ganancias. La oligarquía siempre fue la dueña absoluta de los recursos. Ahora, los recursos y la propiedad de los recursos son compartidos con sectores del capitalismo global, los que hacen mucho más dependientes tanto a la propia oligarquía argentina como al gobierno que tiene a ese lote como una de las clases fundamentales de apoyo.

 

 

#DeFrente: En esta misma línea, ¿qué vínculos tiene el gobierno y el proyecto del macrismo con la Iglesia Católica y con las iglesias evangélicas?

Rudnik: La Iglesia fue apoyo de la dictadura, socia del menemismo y del proyecto de Juan Pablo II, direccionó sus esfuerzos a destruir a todos los sectores progresistas y de izquierda que venían de las luchas de los ‘60 y ‘70. Con Francisco hay un intento de re-direccionar la política general de la Iglesia ya que la iglesia evangélica le gana espacios en los sectores populares. Por eso el intento de acercarse nuevamente a los sectores populares y el rechazo a los proyectos neoliberales. Una expresión nítida de eso, de esa intención, es cuando Francisco en Bolivia pidió perdón en nombre de la Iglesia por las barbaridades en tiempos de la colonización. En particular, en la Argentina, ¿cómo se manifiesta eso? En una visión crítica que expresa toda la jerarquía de la Iglesia en torno a las políticas del gobierno.

 

#DeFrente: ¿La iglesia ha sido contraria a las políticas del gobierno de Macri?

Rudnik: Sí y en el último tiempo, yo diría que más. Ha habido un cambio en la conducción de la Iglesia. El último cambio que hubo es un obispo que es más crítico al estilo de los obispos de la Iglesia, quien ha sido bastante receptivo a los reclamos de los movimientos sociales

 

#DeFrente: ¿Cuál es el cargo mayor que hay ahí?

Rudnik: Es el presidente de la conferencia episcopal.  A veces es un cardenal y a veces es un obispo. Ellos han sido cada vez más críticos. Es muy significativo que el Papa haya visitado casi todos los países de América Latina, menos la Argentina. Hay una señal de crítica hacia el gobierno. En general (el Papa) tiene una línea de recibir a los opositores, a los gremialistas y a los sindicalistas. A Macri lo recibió en una audiencia en donde hizo todo lo necesario para mostrarse frio, para mostrar que era una audiencia formal.

Están muy preocupados porque si no tienen señales que tuvieron en etapas anteriores con los sectores populares, la brecha que se les empezó a abrir se amplía, se profundiza. Los sectores evangélicos tienen un crecimiento importante en la base. A diferencia de otros países, no tienen un mínimo de conducción, no están coordinados y centralizados entre los distintos sectores del mundo evangélico, lo cual no les permite ser un grupo que traduzca su crecimiento por abajo en crecimiento de su influencia política, como pasa en Brasil, por ejemplo.

 

#DeFrente: ¿Qué continuidades ven en el fenómeno del macrismo y el auge de las derechas en América Latina?

Rudnik: Hay un primer momento en el que las nuevas derechas aparecen buscando ser distintas a las derechas históricas, estas últimas más emparentadas con políticas represivas, muy elitistas, muy distantes de los sectores populares. Y un segundo momento en donde tienen que pasar a implementar las políticas en concreto. Allí aparece la esencia de lo que buscan que, en líneas generales, son proyectos concentradores, de traspaso de ingresos de sectores populares hacia los grupos monopólicos y en subordinación al poder económico global. De esto se desprenden dos cosas: Hay un cambio en los instrumentos comunicacionales, pero no un cambio en la esencia de lo que buscan. Y en segundo lugar, en un contexto global de estancamiento generalizado de la economía, las posibilidades de éxito son muy limitadas.

Estos proyectos pueden tomar carnadura en los sectores populares o en sectores medios por un prolongado tiempo en la medida que tengan herramientas para trasladarles derrames o ingresos en un contexto de crisis. Hoy por hoy, no parece que esto vaya a suceder en el corto plazo y lo más probable es que fracasen también. Es una opinión arriesgada, pero me parece que cada vez es más claro que es lo que sucederá.

 

#DeFrente: Quería  preguntar ahora sobre los movimientos sociales en Argentina, a partir del ciclo que se abre con el macrismo. ¿Cuáles son los sectores que se están movilizando y por qué lo hacen?

Rudnik: En la primera etapa, los protagonistas más importantes de las luchas fueron los movimientos sociales representantivos de los sectores más vulnerables. En la Argentina hay una estructura productiva en la que un 30% de los trabajadores tienen trabajos informales precarios y eso genera que haya un tercio de la población por debajo la línea de la pobreza. Las mayores movilizaciones en 2016 y parte 2017 fueron producidas desde ahí, como expresión de la búsqueda de mejorar o que la situación no empeore. Uno de los elementos de este período es un intento de acercamiento entre los sectores trabajadores ligados al proceso productivo formal, con estos representaciones de los movimientos sociales que expresan a los sectores de trabajo precario. Esto se dio a través de movilizaciones convocadas por la CGT y por otras organizaciones sindicales, en conjunto con los movimientos sociales de todos los sectores. Es la expresión de que hay un proceso de unidad entre estos sectores, superando la fragmentación de todos estos años y que permitió, al estar todas las luchas muy fragmentadas, que tuviéramos menos potencia.

La perspectiva es interesante, pero en la última parte del año pasado y este año el gobierno apuesta muy fuerte a una fractura al interior de los grandes gremios que representan a los sectores que están formalizados. En la medida en que esa fractura se cristalice, puede evitarse un proceso de lucha. De todas maneras, el gobierno está en un dilema de o seguir adelante con su proyecto de ajuste y achicamiento de los sectores populares, con la cual va a tener una respuesta de movilización y lucha dura, o la otra alternativa, que es tratar de llevar adelante los ajustes de manera gradual. A fin de año, después de las grandes movilizaciones contra la reforma previsional, lo que decidieron fue hacerla más gradual. Ellos se habían planteado una meta de control de la inflación del 10%, lo cual significaba ajustar mucho el consumo y tener tasas muy altas, por lo que decidieron levantar las expectativas de inflación al 15%, lo que significa que van a reducir el consumo pero de manera gradual. La dinámica inflacionaria se sostiene sobre la base del consumo. La única manera que tienen de reducir la inflación abruptamente, sin aumentar la producción, es sobre la base de bajar el consumo y tener tasas altas. Esto, aparentemente, lo van a llevar de manera gradual, lo cual les significa un problema, porque no terminan de llevar adelante las recetas que están pidiendo los organismos financieros internacionales, que es ajustar los gastos. Ahí hay una contradicción que hay que ver cómo se resuelve.

 

#DeFrente: ¿Cuál es el balance que ustedes realizan sobre los procesos anteriores a la llegada del macrismo? Todo este ciclo de políticas progresistas del ciclo de los Kirchner, en donde hay rasgos de una política nacional-popular pero al mismo tiempo rasgos contradictorios de alianzas con la agroindustria…

Rudnik: Me parece que uno de los elementos más nocivos de todos estos procesos, sobre todo en Argentina y Brasil, fue que esos liderazgos fueron consecuencia de las luchas populares y al llegar a los gobiernos tuvieron la orientación de desmovilizar, de suplantar las luchas y de hacer políticas desde la gestión de los gobiernos, de los Estados, sin participación popular. Eso fue posible porque había recursos importantes producto de la subida de los precios de las materias primas que exportamos y de una situación defensiva de las ideas neoliberales en la región, como consecuencia de la explosión de los proyectos noventistas. Eso inevitablemente favoreció la continuidad de los aspectos centrales de las políticas neoliberales. Entonces ahí hay dos elementos. Uno de la participacion y el otro la no transformación de las estructuras productivas. Me parece que de eso se desprenden algunos elementos de cuales que deben guiarnos en la discusión de proyectos alternativos de acá para adelante. Debemos discutir cómo defendemos lo que hubo, porque esos proyectos tuvieron consecuencias muy positivas, pero fracasaron. Entonces, hay que dejar de llorar lo que perdimos y pasar a discutir alternativas.

 

#DeFrente: Tanto la experiencia venezolana como la boliviana y la ecuatoriana ponen en el centro nuevamente el socialismo como gran sustantivo crítico para repensar la sociedad latinoamericana, como alternativa a esta mundialización capitalista. ¿Cómo entra ahi el debate sobre la cuestión socialista y cómo lo han ido abordando en su organización?

Rudnik: En realidad el tema del socialismo no es un debate nuevo. Chávez lo planteo desde el inicio de su gestión. Habló del socialismo del siglo XXI. Y ahí puso en el centro del debate la identidad socialista como alternativa. Los bolivianos tuvieron distintas expresiones en un primer momento, Álvaro (García Linera) planteo lo del capitalismo andino. Después, en líneas generales, predominó la propuesta del buen vivir, en un intento de darle una denominación a la alternativa que estaban construyendo y que siguen construyendo en Bolivia. Estos intentos de ponerle una denominación clara a la propuesta no tuvieron interpretaciones homogéneas.

La idea que tenemos que defender es que la alternativa que construyamos sea verdaderamente más avanzada que la que pudimos implementar en los primeros años en la primeras décadas de este siglo, y no depende de que le pongamos el nombre de socialista o no se lo pongamos, porque lo que sí entendemos en situaciones como la argentina, es que hoy la identidad socialista no es un elemento de disputa en las masas.. Chávez lo planteo así, explícitamente, diferenciándose del socialismo tradicional, ya que sería un socialismo distinto. No definió mucho qué significaba eso, que era lo igual o lo distinto, pero llevó adelante una serie de acciones que tenían que ver con la representación de los sectores populares, y puso en el centro de la economía, las acciones del Estado como elemento central para intentar producir las transformaciones que eran necesarias. El proyecto en Bolivia, sigue una línea similar, en donde el Estado es el elemento central de proyecto.

Creo que hay 3 o 4 cosas que son fundamentales para cualquier proyecto alternativo y que después, en cada uno de los países de acuerdo a la realidad que tenemos, le pondremos la denominación política que mejor nos venga. Pasa por el Estado como elemento central de la economía del país; pasa por la participacion popular como medida fundamental para cambiar la correlación de fuerzas desfavorables; pasa por la recuperación de los instrumentos principales que tiene el Estado para manejar la economía, y la recuperación del Estado como empresario, que actúa como actor económico y no como regulador. Esos son los elementos centrales para cualquier proyecto transformador.

El otro debate es sobre cuáles son los caminos para que efectivamente esto desemboque en una alternativa anticapitalista. Tenemos que tener conciencia que en las posibilidades de generar alternativas en serio, alternativas socialistas, hay variables que no dependen de nosotros. La preeminencia de las ideas neoliberales a nivel global nos marca un límite que nosotros no vamos a poder mover desde la región. Eso depende de otros quiebres y de otras situaciones que nos puedan dar mejores condiciones. Nuestra lucha es pelear con programas concretos que estén asentados en las realidades nacionales y que si hay condiciones para darle una denominación regional en general, la iremos construyendo también.

 

#DeFrente

Fuentes de imagen: http://infoblancosobrenegro.com/noticias/10490-libres-del-sur-llamo-a-votar-en-blanco-en-la-segunda-vuelta y facebook oficial de Libres del Sur

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