
«El sur de Chile bajo fuego» Por Arturo Ferreira
Por Arturo Ferreira
Compartimos la columna de Arturo Ferreira a propósito de los incendios que en estos días se han tomado el sur de Chile. El autor apunta al monocultivo de pinos y eucaliptus como principales responsables de esta catástrofe ambiental y social. Ferreira es Médico Veterinario, Profesor Titular, Profesor Emérito de la Universidad de Chile.
«En un país volcánico, como Chile, los bosques nativos han pasado, durante cientos de miles de años de evolución, por un proceso riguroso de selección, lo que los hace relativamente resistentes al fuego. No es el caso de pinos y eucaliptos, que provienen de países no volcánicos, y basta solo un fosforo, casual o intencional, para generar, en minutos, incendios de proporciones gigantescas, como los que estamos viviendo.»
Escribo, apresuradamente, desde las riberas del Lago Lanalhue, 637 km al Sur de Santiago. Con mi familia hemos visitado este lugar durante los últimos treinta años. Hace ya cuatro años, vivimos permanentemente en un humedal maravilloso, que cuidamos con máximo celo. Los humedales son verdaderos riñones de los lagos, encargados de filtrar las aguas que allí llegan, vía lluvias torrenciales y napas exuberantes.
Después de 50 años de vida académica, siempre rodeado de estudiantes selectos y de investigación inmunológica, experiencias maravillosas, llegó el momento del retiro. Retiro total, de acuerdo a lo aprendido de varios mentores orientales que enriquecieron mi vida. No escribo sobre mi vida académica porque lo mas relevante está en mas de 150 publicaciones, todas disponibles con solo apretar unas pocas teclas.
La soledad del humedal es solo aparente. La vida vegetal, aviar, mamífera, reptiles, anfibios, peces, es asombrosa, en particular para un biólogo como yo.
Desgraciadamente, durante los últimos días, todo lo anterior se ha visto brutalmente amenazado por los incendios apocalípticos, que arrasan gran parte de las Regiones del Bio-Bio y la Araucanía. Actualmente sufrimos el horror de la lluvia de pavesas ardientes sobre todo este territorio paradisíaco. Es cierto que los humedales son relativamente resistentes al fuego, pero el temor es omnipresente. Estamos de guardia permanente para controlar cualquier amago, con grifos instalados en diversos puntos y alimentados con agua del mismo lago.
El daño que estos incendios causan a nivel nacional está documentado, aunque la devastación consiguiente de fauna seguramente es inmensa, particularmente en época de cría.
Este clamor, ahogado, por la falta de medios donde difundirlo, no puede dejar de plantear la pregunta: ¿De dónde proviene todo este fuego?
El consenso indica que el combustible principal, sino en todos los casos, en la inmensa mayoría de ellos, son pinos y eucaliptos, dos especies arbóreas exóticas. Se las ha utilizado para reemplazar cientos de miles de hectáreas de bosques nativos, previamente arrasados planificadamente y, en mi percepción, criminalmente.
En un país volcánico, como Chile, los bosques nativos han pasado, durante cientos de miles de años de evolución, por un proceso riguroso de selección, lo que los hace relativamente resistentes al fuego. No es el caso de pinos y eucaliptos, que provienen de países no volcánicos, y basta solo un fosforo, casual o intencional, para generar, en minutos, incendios de proporciones gigantescas, como los que estamos viviendo. En otras palabras, nuestro país lo han transformado en un polvorín colosal, para satisfacer los intereses insaciables de unos pocos.
Algunos periodistas de medios de comunicación masiva comienzan a preguntar tímidamente sobre el mantenimiento de corredores de seguridad, libres de pinos y eucaliptos, por parte de las empresas forestales. Las respuestas han sido evasivas, ambiguas o nulas. O sea, instalado el polvorín colosal, nadie lo vigila. Esto es criminal. ¿Quién les pasa la enorme cuenta?