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El salto de parte de las derechas hacia el «Apruebo», el Pacto y Reforma Constitucional de 1989, y el momento constituyente actual

Es un hecho público y notorio el que la derecha, sabiéndose derrotada por mucho margen en el Plebiscito Constitucional próximo, comienza ya una operación de salvataje al modelo desde dentro del proceso constituyente. Eso ha pasado, en algunos casos emblemáticos, por salir a manifestarse a favor del «Apruebo», incluso entre algunos herederos referenciales del partido de Jaime Guzmán (Joaquín Lavín, Pablo Longueira), y declaraciones que tienden a apuntar hacia un «centro» que eventualmente pueda conseguir «aquietar las aguas» y bajarle el perfil a las demandas de cambios sustantivos que ha levantado una muy gran parte de la ciudadanía y el pueblo de nuestro país. Eso pasa, en lo referido al proceso constituyente, por obtener una posición de fuerza dentro de la Convención Constitucional, lo que, en concreto, le significa conseguir el 1/3 + 1 que le permite, o bien bloquear la Nueva Constitución manteniendo la vigencia de la de 1980, o bien pactar una Constitución «mínima», desprovista de contenidos transformadores, en conjunto con los actores que desde fuera del oficialismo adhieren a esa idea.

La maniobra tiene similitudes a la realizada por la misma derecha, por entonces encabezada por Pinochet, tras perder el Plebiscito de Octubre de 1988: La Dictadura se abría a reformas parciales del texto constitucional de 1980, acordadas con la oposición de entonces, a cambio de, cosa no menor, asegurar el quórum de 2/3 para las reformas constitucionales posteriores, que era el punto débil del texto original de la Comisión Ortúzar y Jaime Guzmán: En un error de técnica legislativa, la norma que regulaba los quórums de modificación del texto había quedado con un quórum más bajo (3/5) que el necesario para modificar partes sustantivas del texto (2/3, como sabemos, hasta el día de hoy). La Dictadura «entregó» otras partes del texto a cambio de asegurar el quórum de 2/3, lo que le permitió tener la llave del cambio constitucional hasta el día de hoy.

Una diferencia entre aquél escenario y el de ahora, es que habida cuenta que se sabe derrotada de antemano, buena parte de ella ha emprendido el viraje a favor del cambio constitucional antes del Plebiscito, no después, como entonces. La otra diferencia: Esta vez, cree tener asegurado de antemano el quórum de 2/3, gracias al «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución» que obtuvo el 15 de noviembre, y la Reforma Constitucional que derivó de aquél. Gracias a ese quórum, les basta el 1/3+1 de la Convención para bloquear todo contenido que cambie sustantivamente las bases del Estado, del régimen político, y el modelo económico, y si así lo quisieran y tuviesen tal posición, eventualmente restar sus votos y con ello mantener la actual Constitución hasta nuevo aviso.

Tienen a su favor, de partida, la cotinuidad de las reglas electorales que se han puesto para el proceso, y la total inexistencia de mecanismos de participación popular adicionales al voto en él. También, el hecho de que el entramado jurídico que contiene los pilares del modelo neoliberal, no es para nada una «hoja en blanco», al contrario, y por tanto la alusión a un supuesto «veto cruzado» es algo bastante cuestionable: No opera del mismo modo para quien quiere conservar, que para quien quierer transformar. Y podrían usar su 1/3+1 para exigir la continuidad de los quórums supramayoritarios en el grueso o toda esa legislación que consagra el modelo que ellos defienden.

Tienen, también a su favor, el argumento de las limitaciones de contenido impuestas al nuevo texto constitucional por el artículo 135 de la Reforma Constitucional de diciembre pasado, particularmente lo referido a los tratados internacionales.

Y por último, tienen un argumento de carácter ideológico: Dirán que quieren una «Constitución mínima», «minimalista», «de mínimos», idea liberal de Constitución en la que cuentan con la explícita adhesión de parte del campo político calificado como «opositor».

No es necesaria tanta imaginación para verlas diciendo cosas como «No queremos una Constitución ni de derechas ni de izquierdas», intentando cerrar el debate a propuestas transformadoras, que serán descalificadas como ideas «revanchistas», «sectarias», «pasadas de moda», «populistas», y «utópicas».

Y no. No es que queramos una «Constitución de izquierda», pero sí una Constitución refundacional y que apunte a marcar un hito de inicio del desmontaje del modelo neoliberal y el régimen político oligárquico en Chile, pues esa fue y es la causa de la revuelta popular y el inicio de este proceso, y así es la voluntad ampliamente mayoritaria del Pueblo, como queda de manifiesto en el hecho de que incluso desde los herederos de Jaime Guzmán tengan que saltar hacia el «Apruebo». No queremos un nuevo maquillaje gatopardista como el de la Reforma Constitucional de 1989, por mucho que se ahora se pinte como «Nueva Constitución» como el 2005, y por mucho que se haga por medio de un órgano nuevo como la «Convención Constitucional», con las características que tiene éste, con una forma de elección y forma de funcionamiento que le sigue dando ventajas a la minoría conservadora de ayer y hoy.

Para derrotar esas limitaciones, sigue siendo crucial el conseguir una amplia victoria en el Plebiscito de Octubre, pero no basta con eso. Los límites impuestos al proceso hacen que la tarea implica también el desplegar una voluntad política que explícitamente apunte a la impugnación y desborde de ellos. Algunos actores políticos y sociales (el conglomerado «Unidad Social» o el Partido Humanista) han, por ejemplo, llamado a que junto con votar por el Apruebo y por la Convención Constitucional, se repita el ejercicio de anteriores ejercicios electorales de marcar el voto de Octubre con «AC», visibilizando así la continuidad de la demanda por una Asamblea Constituyente soberana que se ha intentado anular por la vía de conceder una Convención Constitucional limitada y con poderes y quórum de actuación altamente condicionados. Otros actores, en especial del ámbito de las asambleas territoriales e iniciativas por la Asamblea Constituyente desde hace años, han decidido no votar por la Convención Constitucional, y escriturar en el voto una tercera opción a favor de la AC. Más allá de estas muestras de manifestación, legítimas y debatibles por distintos motivos, dan cuenta de una necesidad de seguir impulsando, desde dentro y desde fuera, un proceso que sigue teniendo amplias garantías para los sectores conservadores, y muy pocas o ninguna para los transformadores.

Junto con la continuidad de la movilización popular y el debate y aprendizaje político y constitucional en amplias franjas ciudadanas y del pueblo en las complejas circunstancias puestas por la situación pandémica, asoma la construcción y conformación de listas para las elecciones programadas para el 11 de abril (delegados a la Convención, Concejalías, Alcaldías, Gobernadores), y un denso calendario electoral en el 2021 que culmina con la Segunda Vuelta Presidencial en diciembre del próximo año. La última etapa de sesiones y votación del eventual nuevo texto constitucional por parte de la Convención Constitucional, se hará con esa lista de resultados y con, ojalá, una nueva correlación de fuerzas en el conjunto de las instituciones electas vía sufragio popular en nuestro país. Un cambio sustantivo en todo ello, es la mayor garantía de que el cambio de Constitución, esta vez sí que sí, implicará una inflexión refundacional en la historia de nuestro país. La historia del Pacto con Pinochet y compañía, no puede volver a repetirse.

 

* Foto de entrevista de la Directora de Revista «Caras» a Pinochet, tras el Plebiscito de Octubre de 1988, cuando barajaba la posibilidad de presentarse como candidato en las elecciones presidenciales de diciembre de 1989.

 


Contenidos relacionados y enlazados en el texto (en orden cronológico inverso):

El proceso constituyente tras la Reforma Constitucional del retiro del 10% de los fondos previsionales y a tres meses del Plebiscito, 27 de julio de 2020.

Por una nueva Constitución transformadora y refundacional (y en contra de una “Constitución mínima” y continuista), 26 de abril de 2020.

¿Y la «hoja en blanco»? Las limitaciones de contenido a la Nueva Constitución del artículo 135 de la Reforma Constitucional, 24 de diciembre de 2019.

El por qué la «Convención Constitucional» NO es lo mismo que una Asamblea Constituyente soberana, 17 de diciembre de 2019.

¿Y los quórums legislativos? Contra la falacia del argumento de la «hoja en blanco» y el «veto cruzado», 19 de noviembre de 2019.

La realidad y el régimen Constitucional no son una «hoja en blanco» ni la disputa Constituyente se parte en condiciones de igualdad, 18 de noviembre de 2019.

La trampa de los dos tercios y la continuidad del poder de veto de las derechas y del régimen neoliberal, 15 de noviembre de 2019.


 

Sobre el Pacto y la Reforma Constitucional de 1989, es recomendable el reportaje «El Pacto con Pinochet», programa Informe Especial (TVN):

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