
El Plan Cóndor sobre Italia. La conexión latinoamericana con el magnicio de Aldo Moro
Por Giovanna Flores Medina
#OpiniónDeFrente
Hace un año la gran noticia en la Justicia italiana era esta: cuando encontraron muerto a Aldo Moro, no pocos repararon en el hecho de que sus zapatos tenían tierra y barro con pequeños pétalos, y los calcetines llevaban restos de las llamadas flores siemprevivas.
40 años más tarde, las confesiones de un alto funcionario del Vaticano y de un sicario eran coincidentes ante la comisión parlamentaria del 2014: Moro había sido acribillado al amanecer en el sótano de una embajada que quedaba a pocos metros del lugar donde abandonaron su cuerpo. Lo habían trasladado, sin embargo, de una casa diplomática a otra. La promesa había sido la liberación desde cualquiera de esas dos entidades. Le convenía a ambas representaciones que, sin embargo, solo eran agregadurías u oficinas comerciales porque el mismo Moro había pedido las credenciales a sus embajadores hacía ya unos años.
En esa calle había dos centros diplomáticos y solo uno contaba con un jardín interior. Stefano della Chiae y Michael Townley ya se habían jactado de esparcir el mal en los 90, luego guardaron conveniente y libertario silencio. Tales representaciones comerciales eran las de Brasil y Chile. Y únicamente la chilena tenía un jardín recién diseñado.
El Cóndor había cazado a su mayor presa.
Durante los meses posteriores las indagaciones paralelas al Plan Cóndor en Italia fueron confirmando las sentencias condenatorias de los agentes uruguayos, argentinos, y chilenos. Todos militares.
La pandemia aplacó el celo en esta investigación que la procuradoría de Roma reabrió. P ero, qué pasó con las relaciones internacionales después del magnicidio?
Eso da para otra historia. Solo nos queda decir que no pasaron tres días para que Chile y Brasil ya tuvieran embajador en propiedad.