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«El legado del comunista italiano Enrique Berlinguer» por: Claudio Salas

Por: Claudio Salas

El25 de Mayo de 2022 se cumplieron 100 años del nacimiento de Enrico Berlinguer, el destacado líder comunista italiano y dada la trascendencia de su acción política y del papel que jugó su partido, el PCI, corresponde hacer la reflexión acerca de su legado y las lecciones que nos pudiesen dar guía hoy, en el 2022.

Berlinguer tenía un gran carisma que lo diferenciaba de los demás dirigentes; muy humilde y poco efusivo al plantearse, pero con argumentos muy racionales y contundentes. No enarbolaba un discurso de odio ni de descalificación personal. Por ello, emanaba mucha honestidad y honradez hacia los italianos. Sin duda esto aportó a que el PCI llegase a contar con 1.800.00 militantes, el 34% de los votos en 1976 y a ser la primera fuerza electoral en 1984.

Era miembro de una familia de origen aristocrático, cuyo linaje se remonta hasta el Renacimiento. Casado con una católica practicante. Tuvo dos hijos.

Resulta emotivo ver la grabación de su último discurso en 1984, dos días antes de morir, donde hablaba luchando contra los dolores que pronto le costarían la vida por una hemorragia cerebral.

Antonio Tató, uno de sus colaboradores más cercanos, recuerda que “…Berlinguer, respondía y explicaba sin irritarse, controlado y sereno según su temperamento y costumbre…”

En sus memorias Rosana Rossanda, ex dirigenta del PCI y adversaria de él, lo describe (antes de ser secretario general) de manera más crítica, pero a la vez más humana: “Era un hombre reservado, había dirigido la FGCI y creo que en Moscú la Internacional de los Jóvenes, ahora estaba en Organización, terreno delicado, porque decidía el encuadramiento, y nadie hablaba mal de él. Intervenía rara vez en el comité central y nunca se comprometía, con él se tenían conversaciones inusuales y precisas. No tenía nada de aquellos que se ponen en primera fila, no por cálculo sino por estilo…”

Para analizar su legado, partiré desde estas premisas básicas; Enrico Berlinguer era una persona honrada, un líder diferente, carismático y racional. Pero por su trayectoria política, incluidos sus aciertos, no fue propiamente un comunista ni marxista.

Por cierto que debemos analizar su desempeño político y trasfondo ideológico considerando el contexto dónde éste se desenvolvió; el rol del PCI en la segunda mitad del siglo XX.

Cuándo en 1972 Berlinguer llegó a liderar el Partido Comunista, este conglomerado ya llevaba años buscando generar confianza en los italianos, tratando de probar que no eran una amenaza para la democracia y que no querían replicar el modelo de los países socialistas de Europa del Este. Para lograr esto, el PCI se distanció públicamente de la Unión Soviética y planteó desde los 60’ la tesis conciliadora de “Unidad en la Diversidad”.

Pero también el papel específico de Berlinguer ayudó a intensificar y consolidar dicha línea política del PCI, lo cual derivó no sólo en el abandono ideológico del proyecto de superación del capitalismo por parte de este partido, sino que además generó su decadencia e ineficacia, hasta llegar después a su desaparición.

Por cierto que Berlinguer fue electo secretario general del PCI no sólo por su carisma, sino además por su postura lejana a los extremos reformistas e izquierdistas del partido, lo que lo hacía una figura de consenso; tal vez él no tuvo más opción que sumarse a la tendencia ya consolidada del PCI, o se habría marginado de las grandes decisiones de la izquierda italiana. Si hubiese querido ser un dirigente más a la izquierda, habría sido removido de su cargo por la cúpula comunista, mayoritariamente moderada (de hecho, ellos tomaron medidas así de implacables en los 60’).

Pero por otro lado, los hechos son claros y el desempeño político de Berlinguer fue mantener el avance de dicho partido hacia las políticas conciliadoras a lo largo de su gestión como secretario general del partido (1972 a 1984) y continuar el abandono del objetivo de cambios sociales profundos para Italia.

Es más; fue partidario de distanciar al PCI de los movimientos sociales en la década del 60 ante las intensas movilizaciones de ese entonces, e incluso amparó la expulsión de los militantes más izquierdistas de su partido en esos mismos días (1969), tales como Rosana Rossanda y los integrantes del grupo denominado “Manifiesto”.

Todo lo anterior, Berlinguer lo hiso en nombre de frenar una amenaza a la democracia y la estabilidad de la república, por el supuesto peligro autoritario atribuido a grupos de extrema izquierda y de derecha neofacista.

Estos sectores lograban hacer caldo de cultivo de la apatía, desconfianza y rechazo que generaba en la población toda la corrupción y apropiación del aparato público estatal por parte de la jerarquía de la Democracia Cristiana, pero a la vez eran minoritarios en su capacidad militar y convocatoria de masas, por lo que cabe la duda si eran una real amenaza.

Además, la postura conciliadora de Berlinguer buscaba acuerdos de mayorías políticas, no sólo para enfrentar estos grupos extremos, sino en función de lograr avances sociales para el pueblo italiano, los cuáles en su mayoría nunca se concretaron, simplemente porque dichos acuerdos nunca lograron consistencia ni estabilidad en el tiempo. De hecho, el Compromiso Histórico, como denominaba Berlinguer a esta línea política, nunca contó con el apoyo de la mayoría de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, que eran las principales fuerzas políticas junto al mismo PCI.

Si bien estos acuerdos políticos amplios (más allá de la izquierda) en función de objetivos nacionales, eran intrínsecamente válidos, eran sólo cortoplacistas y no buscaban construir una base social y política que permitiera iniciar el camino de Italia a una sociedad mejor que la capitalista.

La preocupación de Berlinguer por esos supuestos peligros a la democracia se expresó a partir del golpe de estado en Chile en Septiembre de 1973, pues él consideró que ese hecho era un ejemplo para todas aquellas democracias occidentales, donde sectores progresistas buscaban cambios sociales profundos con perspectiva socialista. Está tesis, planteada no sólo como premisa político estratégica, sino que elevada a rango ideológico, la expresó en su artículo “Alianzas Sociales y Formaciones Políticas” en la revista Rinascita, el 12 de Octubre de 1973 y, como ya dijimos, él la denominó “Compromiso Histórico”. Compromiso que implicaba la necesidad de llegar al poder en alianza, pero además de gobernar en alianza. En los 80’ a este consenso lo llamó “Alternativa Democrática”, la que promovió hasta su muerte en 1984.

Pero en los 11 años que Berlinguer lideró el PCI su augurio del peligro a la democracia nunca se cumplió, a pesar de que tampoco se logró el consenso que él señalaba como necesario para evitar que se concretara esa amenaza.

En 1978, siempre bajo su liderazgo en el PCI, ocurre otro hecho importante para la reflexión que hacemos acerca de este dirigente; el Partido Comunista Italiano plantea la superación del Marxismo Leninismo como su matriz ideológica. Así lo denunció en esos días Pietro Ingrao, líder del sector más izquierdista del partido y entonces presidente de la cámara de diputados. La cúpula partidaria le respondió que, más que una superación de Lenin, se abordó la abolición de la interpretación dogmática de los clásicos del marxismo. Señalaron que Lenin continuaba siendo para los comunistas italianos el más grande revolucionario de este siglo y eso no podía ser sometido a votación.

Este hecho, fue parte de un devenir ideológico donde ya antes se habían abandonado los conceptos de Dictadura del Proletariado y de partido exclusivamente de clase; cambios que tal vez al inicio eran entendibles, en tanto se buscaba ser parte legítima del juego democrático y construir mayorías para los cambios profundos. Pero el abandono ideológico de 1978, avalado por Berlinguer, evidencia que el PCI ya no tenía nada diferente que ofrecer a los italianos, al menos en el largo plazo, en comparación a las propuestas de fondo de otros partidos, como el Partido Socialista Italiano.

Así mismo, el hecho que el Partido Comunista Italiano fuera fundado por el gran filósofo Antonio Gramsci no implicó que su acervo ideológico fuera mejor. De hecho, Gramsci nunca contó con el apoyo de su propio partido para sus tesis, tanto en vida, como en las décadas posteriores. Rosana Rossanda, ex militante del PCI, dirigenta e intelectual, recordó en sus memorias “La Muchacha del Siglo Pasado”, que al recorrer Italia en los 60’ y hablar con diversos militantes comunistas, percibía el debate donde por igual se apoyaban o rechazaban las ideas de Gramsci.

Berlinguer al frente del PCI, tampoco desplegó una estrategia que tendiera a aplicar los preceptos fundamentales de dicho filósofo, tales como Hegemonía, Praxis, Bloque Histórico y el Partido como Intelectual Colectivo.

De todos ellos, quiero especificar al menos los dos últimos. Respecto del Bloque Histórico, este no debe ser confundido en ningún caso con la tesis del Compromiso Histórico planteado por Berlinguer, ya que el primero apunta a la legitimación que una clase social logra en su sociedad, contando para ello con aliados y una adecuada correlación de fuerzas, gracias a lo cual puede validar e instalar un nuevo proyecto de sociedad.

En cambio, el Compromiso Histórico no buscaba superar el sistema imperante, sino proteger la república y la democracia en ese momento vigentes. Además, no pretendía consolidar una clase social en particular, ni siquiera un partido (que pudiera entenderse como el partido de la clase proletaria), sino al contrario; buscaba ser un consenso de varios partidos, asumiendo sus diversidades de clase e ideológicas. En otras palabras, el Compromiso Histórico era mucho más contingente y menos ambicioso que el Bloque Histórico gramsciano.

Un factor interesante de averiguar y que genera una legítima pregunta, es si acaso Berlinguer promovió un legado ideológico al interior del partido mismo, en el sentido de construir en él lo que Marx y Gramsci llamaban el Intelectual Colectivo, es decir, la casa común donde se desarrollaba la reflexión propia de la Praxis, fruto de la cual debía surgir la estrategia y la táctica política para cambios profundos y estructurales; reflexiones y decisiones colectivas que deriven en acción revolucionaria. Aquí los hechos hablan por sí mismos; sólo 6 años después de su muerte, el PCI abandona totalmente el nombre y la ideología comunista, con una correspondiente ineficacia en la política italiana que se agudizará mucho más con el tiempo.

Pero estos hechos, si bien evidencian una responsabilidad del conjunto del Partido Comunista Italiano, no permiten sostener que Berlinguer tuviera responsabilidad particular en este devenir, por muy líder que fuera. A lo más se puede enjuiciar a la gran cantidad de seguidores leales y cercanos que él tenía dentro del partido, que constituyeron una de las grandes corrientes internas del PCI; los berlinguerianos (Berlinguer no creía en ese término). Lo que si podemos afirmar es que claramente fue una situación que él aceptó, en tanto optó por mantenerse al frente de dicha colectividad a pesar de sus renuncias ideológicas.

Dichas inconsistencias teóricas de este líder se perciben al ver que sus aciertos del corto plazo (principalmente electorales) no tuvieron una equivalencia en el largo plazo, evidenciada con la desintegración no sólo del PCI, sino en general de la izquierda italiana. Con ello queda la sensación que Berlinguer, justamente por su falta de ideología, no elaboraba una proyección a largo plazo de su estrategia política.

Hasta aquí hemos tratado de las ideas que no eran propias de Enrico, pero ¿Cuál era su pensamiento propiamente tal?

En su desempeño político, este italiano procuró instalar en el debate y la contingencia diversos conceptos con los que interpretaba el acontecer y proponía soluciones. Algo muy gramsciano, si lo vemos aisladamente como mera estrategia política en la cual se busca que las diversas posturas frente a un tema debatan principalmente desde el marco conceptual con que se denomina a dicha temática, entendiendo que esa semántica, no solo da una definición, sino que además implica una toma de posición que queda instalada a priori. Para Gramsci lograr esto era ya “ganar la mitad de la guerra”; era ganar la etapa de la Guerra de Posiciones, previa a la Guerra de Movimientos, diría él en sus términos.

Obviamente la diferencia es que Gramsci entendía esta estrategia dentro de una lucha de clases, como herramienta para superar el capitalismo. Con Berlinguer debemos entenderla solamente como estrategia política al corto plazo, aunque en función de objetivos muy acertados para lo político-social.

Veamos algunos conceptos berlinguerianos, distintos al Compromiso Histórico que ya comentamos:

El más conocido de ellos es el Eurocomunismo, que prontamente fuera adoptado también los partidos comunistas francés y español. Básicamente consistía en el distanciamiento con la Unión Soviética y el abandono del concepto de Dictadura del Proletariado, además de iniciar la elaboración de una alternativa comunista más vinculada a las propias realidades de los países de Europa Occidental. Se validaba a los adversarios políticos y se aceptaba la alternancia en el poder.

Otro concepto de Berlinguer muy potente es la llamada Cuestión Moral, planteada en 1980, donde advertía del peligro contenido en la apropiación de las instituciones estatales y públicas, que a través de los años habían efectuado los partidos de las coaliciones gobernantes.

Para Berlinguer el factor moral se había vuelo preponderante, porque contenía la amenaza que “La justa ira de los ciudadanos hacia estas degeneraciones, se convierta en una aversión al movimiento democrático de los partidos”. Sostenía que si los italianos perdían la confianza en dichas instituciones, peligraría la estabilidad de la democracia misma.

Aquí, en base a reiterados hechos de corrupción y tráfico de influencias, Berlinguer construyó una argumentación donde, más allá de lo económico y legislativo, evaluó moralmente a la Democracia Cristiana, invalidándola para continuar en el gobierno y por el contrario planteando al Partido Comunista como el adecuado para reemplazarla, justamente por no estar vinculado a esta corruptela institucionalizada.

Si bien la Cuestión Moral también contenía un augurio que finalmente no se cumplió, es notable como Berlinguer procuraba instalar un tema tan reflexivo, al mismo nivel protagónico que lo económico y legislativo. Aquí hubo profundidad en la línea política y por cierto, la audacia de plantear al país dicha visión de la realidad, que lamentablemente no contó con comprensión necesaria para resolver el problema.

En los 70’ Berlinguer habló también de Austeridad, pero no como es entendida hoy (“recortes del gasto público”), sino como un actitud que los italianos debían asumir, por su propio bien, ante la crisis económica y un consumismo que los llevaría a algo aún peor. Implicaba reconocer la escases de recursos y priorizar el financiamiento de lo público más que el derroche individual.

Por cierto, la Austeridad también incluía un necesario contexto institucional; redistribución de la riqueza con fiscalidad justa y progresiva, control supraestatal de los mercados y la democratización de las relaciones laborales y del poder al interior de las empresas.

Pero lo que más llama la atención es el elemento cultural que Berlinguer asocia a este concepto y la relación que él percibe entre este factor subjetivo y la economía capitalista.

Veamos cómo él mismo presentaba la Austeridad ante la Convención de Intelectuales, en enero de 1977:

“La austeridad es el medio de impugnar la raíz y sentar las bases para la superación de un sistema que ha entrado en una crisis estructural y de fondo, no coyuntural, y cuyas características distintivas son el derroche y el desaprovechamiento, la exaltación de los particularismos e individualismos más exacerbados, del consumismo más desenfrenado. Austeridad significa rigor, eficiencia, seriedad y también justicia; es decir, lo contrario de todo lo que hemos conocido y pagado hasta la presente, que nos ha conducido a la gravísima crisis.”… “abandonar la ilusión de que es posible perpetuar un tipo de desarrollo, basado en la expansión artificial del consumo individual, que es fuente de derroche y parasitismo, de privilegios y dilapidación de los recursos y desequilibrios financieros”.

Decíamos que Berlinguer no tuvo un desempeño político propiamente marxista ni gramsciano, pero cuando aquí leemos los términos con que instalaba sus conceptos, se perciben pinceladas de Gramsci. Así, la

Austeridad sería parte de la relación que él identificaba entre la estructura capitalista y la subjetividad que esta generaba en los italianos, es decir, la Austeridad sería una acción para combatir la hegemonía capitalista. Además con esta tesis, al igual cómo hiso con la Cuestión Moral, procuró instalar un horizonte conceptual a cuyos márgenes debía ceñirse el debate de estos temas. De hecho, esto no es coincidencia ni especulación, ya que uno de sus colaboradores más cercanos, Antonio Tató, recuerda que a estos conceptos Berlinguer los denominaba “Elementos de Socialismo”.

Pero, si bien existen registros audiovisuales donde este líder reconoce explícitamente el aporte ideológico que implicaba Gramsci, cabe aclarar que la lucha contra la Hegemonía y la construcción de Contra-Hegemonía, son más amplias que la instalación social de algunos conceptos progresistas y en el caso de Berlinguer, ellos no se condicen con la línea política moderada y conciliadora que ejerció a lo largo de liderazgo en el PCI, ni con el resto de sus planteamientos, que no implicaban una lucha por la superación del capitalismo.

Tal vez ante esta conclusión que aquí señalo, su colaborador Antonio Tató respondería con el recuerdo que a él le quedó de Enrico Berlinguer; “En él se observaba un inagotable esfuerzo innovador, la tensión transformadora, la carga revolucionaria que animaron siempre, en el fondo, su indagación, su acción y sus iniciativas”.

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