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«El contagio del Racismo» por Víctor Miranda Vargas, Psicólogo, Iquique

El contagio del Racismo

Víctor Miranda Vargas, Psicólogo, Iquique

 

Previo a la marcha ocurrida en Iquique, el día viernes 24 de septiembre, el gobierno a través de su delegado presidencial dio la orden de desalojo a familias mujeres y niños migrantes, quienes pernoctaban en carpas en la plaza Brasil, los cuales se encontraban en un total abandono y desprotección. Fue un desalojo que expulsaba a familias completas de forma violenta, ejercido por diversos agentes del estado, que trataba de dar una muestra de “seguridad”, y a su vez intentando “resolver” conflictos que han emergido con los vecinos del sector. Resultado de aquello, un sentimiento de lo indeseable que se iba develando.

El abandono se transformó en una estrategia del gobierno y la negación de ayuda humanitaria no fue casual. Esta actitud de parte de las autoridades de quedarse inmóviles ante las tensiones de convivencia en el sector, sin duda tendría algún resultado, los cuales no se hicieron esperar y que con el tiempo y como era esperable,  se agudizó. Los discursos de malestar comenzaron a compartir espacio con otros de abierta arráigame xenofóbico, contagiándose de este antiguo mal. Aquella mezcla difusa de sentimientos fue adquiriendo un tinte cada vez más autoritario y validez social.

Medios radiales locales, redes sociales y pseudoperiodistas de la región, orquestaban la compulsión nacionalista y agitaban la emocionalidad popular en defensa de Iquique, los cuales se titulaban como… la “marcha contra la migración irregular” y coincidiendo comentarios en su mayoría en una relación lineal, pobreza, migración = delincuencia.

Durante el desarrollo de la marcha, los gritos expresaban rechazo total a los migrantes indocumentados, que retornaran a su país de origen, situando en su presencia la causa de diversos males;  enfermedades, robos, deterioro de la ciudad, etc., negando su condición humana, reduciéndolos a meros objetos que deben ser extirpados del paisaje turístico. Mientras avanzaba la marcha, esta ola vociferaba la necesidad de restaurar ese orden añorado, se inician los primeros actos de “limpieza” del borde costero y se comienza a expulsar físicamente a migrantes en situación de precariedad, quienes atemorizados, quedan atrapados junto a sus pertenencias entre la muchedumbre enardecida y el mar a sus espaldas.  Sin decirse nada, y como si de un acuerdo tácito del inconsciente se tratara,  no se expulsa a ninguno de los chilenos que se encontraban en similares condiciones, solo a extranjeros y la constitución de un “ellos” y un “nosotros” parece ya cristalizarse.

Lo que emerge  a partir de aquello, fue los diversos tipos de violencias y agresiones deslindadas; las ropas de niños, los juguetes, las camas, los alimentos, útiles de aseo, la ropa interior, carpas, documentos, eran quemados. Los precarios objetos y recuerdos, que significaban aquellas pertenencias para los migrantes,  se convertían en “escombros” para la marcha, mientras los perseguían por las calles de la ciudad. La efervescencia de este acto se hacía complaciente al  mirar los restos de cenizas. Se aplaudía el hecho, algo como haber cumplido una especie de operativo sanitario.

Lo brutal de la marcha, y que es más invisible, queda registrado en la subjetividad de niños(as) y familias. Una situación traumática que remite en una serie de daños emocionales, angustia de separación que se vio forzada, y mucho temor por solo estar en la ciudad. Aquello, sin ninguna posibilidad de reparación psicológica. Hoy un silencio inunda las calles y las personas deambulan buscando alguna posibilidad de acogida.

Sin embargo, gestos de solidaridad enarbolan otras narrativas de lo sucedido, tratando de subvertir la lógica de “responsabilidad individual” en un cobijo de sentido colectivo. Hoy existen más de 30 organizaciones sociales, familias y voluntades que están colaborando en diversos ámbitos; alimentación, albergues protegidos, ropa, regulación de documentos, útiles de aseo, dinero para pasajes, etc. La Asamblea Abierta de migrantes y promigrantes de Tarapacá (AMPRO),  ha realizado una importante experiencia de apoyo y están recibiendo todo tipo de donaciones.

Se hace necesario repensar una sociedad en que podamos mirar y preguntarnos… ¿por qué discursos xenófobos han penetrado en nuestras comunidades y cómo están haciendo sentido? ¿Cómo hoy en día estamos entendiendo los cuidados del otro, que nos aproxima, que nos aleja para comprender la diferencia?

Es complejo escribir alguna reflexión y propuesta en este momento, pero quisiera compartir esta frase; “En una sociedad racista, no es suficiente ser no racista. Debemos ser antirracistas” Angela Davis

 

 

 

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