
El Buen Vivir y dos grados centígrados
Por Miguel Silva
En Ecuador se dice “Sumak Kawsay”, en Bolivia “Suma Qamaña” y en castellano “El Buen Vivir”. Este “buen vivir” plantea la realización del ser humano de manera colectiva, con una vida armónica sustentada en valores éticos frente al mundo de desarrollo basado en el enfoque economicista como producción de bienes de valores monetarios. O algo así.
Cuando Che hablaba de este tipo de temas, insistía en que la vida buena comienza hoy. Es decir, vivir bien no debería estar postergado hasta terminar una larga etapa de crecimiento económico que pondría en las manos del estado una cantidad “suficiente” de bienes para satisfacer las demandas y necesidades de la gente. ¡El futuro, el buen vivir comienza hoy!
“Todo lo que queremos es vivir bien”, escribió Luis Emilio Recabarren hace un siglo. Este “buen vivir”, según el Ministerio de Educación de Ecuador, recoge una visión del mundo centrada en el ser humano como parte de un entorno natural y social que garantiza el desarrollo delas potencialidades y de la igualdad de oportunidades para todos. Y sin producir ningún tipo de dominación a otro.
Este “buen vivir”, sigue el Ministerio de Educación, supone tener tiempo libre para la contemplación y la emancipación. Y que las libertades, oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos se amplíen y florezcan. Y que simultáneamente, la sociedad, los territorios, las diversas identidades colectivas y cada uno – visto como un ser humano universal y particular a la vez – valore el bien vivir como objetivo de vida deseable.
Claro, cada uno algo puede hacer hoy… ser vegetariano, dejar de fumar, trabajar más cerca a la casa y pasar más tiempo con sus hijos. O vivir más cerca a las creencias de tu gente, respetar la pacha mama, vivir en el campo lejos de una gran ciudad. Olvidemos el consumismo y viviremos según nuestros propios principios de respeto a la naturaleza y la sustentabilidad.
Pero no es posible alcanzar esta vida mucho más sana sin enfrentar la crisis climática. Esta crisis ha sido causada por un sistema de producción social de bienes, por una clase de personas para la venta a otra clase. Y lo peor es que no nos queda otra alternativa que laborar con sus medios de producción para producir lo que necesitamos y comprar de las manos de los capitalistas, los bienes que nosotros mismos hemos producido. ¡Qué Tal! Y este sistema no solamente nos hunde en el consumismo, sino también está hundiendo el planeta entero en una crisis que nos va a destruir.
El Bien Común
Hoy día, para vivir bien, para alcanzar el buen vivir, no nos queda otra que poner fin a todo el sistema capitalista. No hay alternativa que destruir el sistema capitalista y crear nuestro propio sistema.
Tanto los campesinos de Chiapas y de la cordillera de Los Andes, los trabajadores de Mumbai en India y Shanghái en China, de Nueva Orleans en los EE.UU. y hasta los pescadores de Iquique y Puerto Montt, todos van a sentir la crisis en vivo y en directo.
Ahora bien, entonces, la gran pregunta es ¿Cómo nos organizamos para poner fin al sistema? Claro que no es un cambio que podemos hacer de un día a otro. Por ejemplo, para poner fin al uso de los hidrocarburos, tendríamos que poner fin a empresas tanto como Shell, Gasco y Copec. Para bajar los niveles de Dióxido de Carbono y Metano, tendríamos que eliminar Las hamburguesas de vacuno de McDonald (por si acaso, la industria que procesa las vacas para las hamburguesas de McDonald genera millones de toneladas de metano que forma parte de la capa de gases que está aumentando la temperatura del planeta).
Los estudiantes que salieron a las calles del mundo el día 15 de marzo entienden, al parecer, que los gobiernos y los poderosos no sirven. Que no van a hacer los cambios, entonces nosotros mismos debemos entrar en pánico y comenzar a hacer los cambios al tiro, en grande.
Ellos entienden, al parecer, que los cambios locales, en una comuna o en la casa, no bastan para frenar una crisis de grandes proporciones. Claro, podemos formar “gobiernos locales” para hacer nuevos planes de crecimiento y construcción comunal. Todo bien. Pero cambios a ese nivel no van a frenar un desastre climático.
No digo que solamente una lucha contra el sistema mismo nos va a servir. No digo, por ejemplo, que la lucha por mejorar nuestros sueldos no nos sirve porque no se acaba con la explotación misma. Sino digo que sin poner fin a este sistema, la crisis de recalentamiento global nos va a destruir. Por ende en una forma u otra tenemos que relacionar las luchas “locales” con la lucha contra el sistema. Cada vez que se gana una lucha, se siente el “buen vivir” y se puede imaginar cómo sería vivir en un país donde el buen vivir es el pan de cada día.
Lo que sí necesita ese tipo de lucha es la democracia de base y la integración de grandes cantidades de gentes en la obra de cambios. Sin ese tipo de democracia no va a pasar nada nunca. La democracia de base es nuestro poder y de ese poder podemos construir otra vida y comenzar a poner en marcha el buen vivir.
Tenemos que hacernos preguntas como…
¿Cómo vamos terminar con las hamburguesas de McDonald y quiénes van a hacer eso?
¿Quiénes van a tomar control de empresas del petróleo y parar esa producción?
¿Quiénes van a poner en marcha otras obras de generación de energía?
¿Quiénes van a comenzar un sistema de transporte que cambie un sistema de transporte público por los millones de autos privados que producen más gases?
Claro que los trabajadores que laboran en las empresas son esenciales para estos cambios grandes. ¡Hay que trabajar la revolución! Y los pobladores son esenciales para, por ejemplo, la creación de un sistema de transporte público de verdad. Y los estudiantes son esenciales, porque ya están impulsando el movimiento.
Pero creo que no sobra repetir que, sin la organización democrática de base de millones de personas, el buen vivir no lo vamos a ver nunca. Y vamos a morir … Así de simple.