
«El bien y el mal» por Pablo Monroy Marambio
El bien y el mal
Por Pablo Monroy Marambio
“…verás cosas aún peores” Ezequiel 8:13
Si usted me lee, o me ha leído, o piensa leerme, es probable que esta sea la última vez que lo haga, por orate o ridículo; puesto que no conseguirá usted, en esta entrega, datos duros o análisis profundos, lúcidos e ingeniosos sobre ese acontecer que tanto nos ocupa.
Hoy hablaremos de algo aún más importante y que se hecha mucho más en falta, hace mucho tiempo. Que todos buscamos, aunque no nos atrevamos a decirlo en voz alta, y que en las noches después de la jornada, mirando al cielo o a la nada, nos hace repetirnos que confiemos, que todo será mejor mañana.
Y es que no puede ser que todo sea porque sí, sin mayor motivo, sin ninguna explicación, sin darnos un sentido que nos permita seguir viviendo cada nuevo día. Hablamos ni más ni menos que de la fe, de su muy notoria ausencia, de la mucha falta que nos hace.
Fe viene del latín Fides, que en la mitología romana era la diosa de la confianza. Traigo a colación el dato, porque era en su templo en donde el senado romano guardaba los tratados estatales, para que la diosa los protegiera. Se le veneraba con el nombre de Fides Publica Populi Romani (Lealtad hacia el estado romano). Como podrán adivinar, Fides es la raíz etimológica de la palabra fidelidad.
Y con esta explicación llegamos al verdadero tema de esta columna. La lealtad, la fidelidad.
La fe aquí nada tiene que ver con ninguna institución humana, ni con partidos políticos ni con preferencias futbolísticas ni musicales ni nada. Tiene que ver con eso íntimo de cada una de nosotras y nosotros, que muchas veces ni siquiera sabemos explicar, pero confiamos en que ahí está, porque “por algo estamos aquí”, “no puede ser así no más, porque sí la existencia”.
El tema es que el trabajo, la vida, pocas veces nos deja tiempo para pensar en estas cosas, ni en ninguna cosa que intuimos que es importante, porque estamos muy cansados para darle más tiempo, aunque sabemos que lo merece.
¿Cómo hacer entonces para respondernos esto? Yo no sé si ésta será la mejor manera de ayudar con la respuesta, pero para tratar de encontrarla, recuerde dónde, o cuándo, o con quienes mejor se ha sentido así, de sentirse tan bien, que ha deseado genuinamente hacer lo imposible para que ese momento no hubiese terminado nunca. Esa gana de hacer algo para mantener el momento, es por donde usted puede comenzar a buscar o a acercarse a su fe, a lo que es importante preservar, a pesar de los obstáculos que puedan surgir.
Si a nivel personal esto es complejo, imagínese a nivel de sociedad.
Si nos preguntan que deseamos para el futuro, todos respondemos cosas más o menos similares, relativas al fin de las guerras, de la hambruna, del sufrimiento de los niños y los animales. En fin, buenos deseos generales que no tienen otro destinatario que nosotros, los habitantes del planeta. Es muy raro, por no decir imposible, que alguien verdaderamente desease la destrucción total de la especie humana o de su hábitat, y aunque lo hiciese, no lo haría público, porque sabe que estaría mal hacerlo. Algo de maldad hay en quién hace pública su bondad, y algo de bondad hay en quien esconde su maldad, dice el dicho.
En términos sociales, los buenos deseos, la fe, se manifiestan en esos espacios en donde con el conjunto encontramos identidad, pertenencia, bienestar, contención, en fin. Donde nos sentimos bien.
Es difícil distinguir, claro está, esos espacios porque estamos contaminados de demasiado individualismo, en donde “todos se salvan solos, entonces yo también”, a la vez que anhelamos que alguna mano nos ayude, y que entienda lo mucho que hemos sufrido y lo mucho que nos ha costado.
El individualismo genera ansiedad, porque quiere todo altiro, y si no es así, lo desecha. Por eso hay tanta gente que dice ahora que Chile no despertó, o que el estallido no sirvió de nada, por ejemplo.
Pero déjeme decirle que no, Chile sí despertó, no es mentira, todos los vivimos. Lo que pasa es que algunos solo entienden despertar si hay fuego o barricadas, de la misma manera que otros entienden bienestar solo si hay obediencia y conformismo. Chile sí despertó, todos lo vivimos desde octubre del 2019 hasta acá, y la pandemia, para bien o para mal, solo ayudó a ratificar ese despertar.
Mire, haga memoria conmigo. ¿Se acuerda usted que fue por las manifestaciones que el comercio y el transporte funcionaban hasta más temprano… Se acortó la jornada laboral y usted podía llegar a su casa y ver sus hijos? ¿Conversar con los vecinos de lo que estaba pasando? Y ahí se dio cuenta usted que había algo más que solo dormir y trabajar, y le quedó gustando, aunque hasta el día de hoy no haya podido verlo así. Eso fue el despertar. Darnos cuenta de que merecemos una mejor vida, y sentir que podemos tenerla, que no es un sueño, que estamos cerca. Y además le tengo pruebas de esto que le estoy diciendo.
Muchos se quejan, por estos días, de que “la gente no quiere trabajar”, “se volvieron flojos con los bonos”, han llegado a afirmar los más atrevidos. Pero nadie pregunta, cuando declaran esas cosas, el por qué la gente parece no querer volver a trabajar. Los bonos de gobierno, los retiros de los fondos de AFP, no pueden ser la respuesta, obviamente, y esto es porque no es tanta plata, considerando el gran sobreendeudamiento de la mayoría de los chilenos. Quiero decir que, a pesar de bonos y retiros, la planta sigue faltando igual, más ahora que hay mayor desempleo. ¿Y entonces, aún así la “gente sigue prefiriendo” no trabajar? No. La gente, todos nosotros, queremos trabajar pero con la dignidad que merecemos, que entre otras cosas aun más importantes que un sueldo justo, es el poder contar con tiempo para vivir, para estar con los hijos, para ver a la familia o a los amigos; en suma, para reencontrarnos.
Lamentablemente, siempre tiene que haber alguien a quien le molesta esto, y hoy por hoy, en estos días, esta desplegando todos sus engaños para volvernos a dormir, y poder así manipularnos a su antojo; aun si para eso tiene que obligarnos usando la fuerza. ¿Porqué?…se preguntará usted. Bueno, varios son los estudios que afirman que las personas felices son las que menos consumen; por eso nos quieren tristes, para seguir consumiendo tratando de llenar así un vacío que solo llenan los abrazos. Y solos, porque así pueden mentirnos siempre que el peligro está en el otro, que vive aquí al lado nuestro. Y nunca en ellos, los verdaderos malos que ni siquiera saben dónde y cómo vivimos.
Literalmente, está sucediendo una pelea entre el bien y el mal aquí, frente a nuestros ojos. El bien somos todos nosotros, con todas nuestras diferencias y defectos, pero con el deseo interno de que todos “estemos bien”. El mal es cualquiera que se oponga a eso, que le molesta la manera que elijamos para manifestarnos, que no quiere que nuestras compañeras decidan libremente. Que quiere seguir persiguiendo a los niños más pobres, en vez de darles de una vez por todas ese abrazo que tanta falta les hace. Que no le interesa el medio ambiente en el que todos vivimos y al que todos deberíamos tener libre acceso. Que sabe que faltan muchos hospitales y casas y colegios, pero prefiere armar más a las fuerzas de orden.
Dirá usted que exagero. Puede ser, pero hace mucho me ronda una pregunta para la que aún no tengo respuesta. Es sabido que en este país, quienes más uso han hecho, históricamente, de todas las alternativas espirituales u ocultistas existentes, son las clases más acomodadas. Y lo que me pregunto es qué necesidad tendrá, alguien que tiene el poder de hacer lo que quiera y cuando quiera, de además hacer uso del tarot, o la adivinación o cualquier “arte oculta”. La respuesta lógica más inmediata, es la que tiene que ver con que esa gente podrá tener todo lo material que quieran, pero son pobres de espíritu, y por eso necesitan estas búsquedas. El problema con esta respuesta, es que hace un mal uso del cristianismo, queriéndonos hacer entender que nosotros los pobres somos poco menos que afortunados, ya que al ser “ricos” de espíritu no necesitamos esas salidas, aunque el hambre nos esté comiendo todos los días.
Algo más hay ahí, no pura búsqueda espiritual. A lo mejor hay envidia y seguramente miedo, por eso necesitan “protegerse” de que alguien (nosotros) les quiten algún día lo que tienen. Y ese mismo miedo es el que nos quieren transmitir siempre, para mantenernos ocupados desconfiando del vecino, así no salimos nunca del barrio.
Esa pregunta anterior, me lleva a otra, que me llama mucho la atención por lo poco comentada. En todos lados hemos podido ver análisis de todo tipo del por qué los resultados de las últimas elecciones fueron los que fueron, pero ninguno de esos análisis hace mención de la gran cantidad de hechos sospechosamente irregulares sucedidos, y sobre todo habiendo tanto registro de esos mismos hechos.
Recuerdo como si fuera ayer la noche del sábado 16 de diciembre de 2017 (porque esa noche tocábamos en vivo). Esa noche, a diferencia de todas las ocasiones anteriores, fue la primera vez en que no se decretó ley seca antes de las elecciones del domingo 17, cuestión que hizo que, a las 05 de la mañana, Bellavista estuviese repleto de enfiestados.
Un año antes, en octubre de 2016, había una gran polémica en que el Servel y el Registro civil se pasaban la pelota, echándose la culpa de quién era el responsable del cambio de domicilio electoral, nunca antes sucedido, y que se supone que venía a modernizar el sistema electoral nacional. En la práctica, la situación significó que miles de personas (de un supuesto total de 17 mil afectados) no pudieran votar porque, por ejemplo, viviendo un votante en Arica, le tocaba votar en la Antártica.
Al poco andar, y ya con el actual presidente en ejercicio, nos enteramos del escándalo de la empresa Instagis y la aplicación de seguridad comuna SoSafe, a través de la cual se extrajo información privada de los usuarios, para manipular su intención de voto (tal como pasó con Trump en USA).
Entonces, a la luz de todos esos antecedentes, no esperen que a uno no le salten las alarmas cuando se tienen tantos relatos de gente que, tal como viene pasando desde las votaciones del Apruebo/Rechazo hasta acá, denuncian que, o no hay el transporte público que dicen que va a haber, ni tampoco es gratis en todos lados, como también aseguran que será.
Similar pasa cuando uno ve el video de una viejita que tuvo que caminar no sé cuantas cuadras para poder votar, porque recién en la puerta de su local de siempre, le dijeron que ahí ya no era. En otro video, se ve a un joven, supuesto vocal, metiendo votos en una urna, aparentemente muy preocupado de que nadie lo fuera a descubrir. De lo poco que mostraron por la tele, fue la situación de los feriantes en Puente Alto, quienes llegaron a votar aun antes del horario legal de cierre de los establecimientos, y aun así no los dejaron entrar; mismo en los colegios Maipo, Alicante del Sol y San Carlos de Aragón, de la misma comuna.
Qué decir de los votantes que no pudieron sufragar, porque la hora de firmar el libro en donde les correspondía, este ya se encontraba firmado por “algún” tercero.
Y bueno, antes y después de las elecciones también. Ya hemos visto este fin de semana, como el propio hotel en que se hospedaban los constituyentes, en la ciudad de Concepción, desmintió el rumor sobre el supuesto “carrete”; noticia falsa que difundió un medio y que compartió en sus redes uno de los candidatos a La Moneda, además de un par de miembros del congreso.
¿Se han fijado cuando, en una conversación, alguien confianza que ha visitado a un tarotista o similar, o luego varios de los presentes empiezan a reconocer lo mismo? Bueno, esto es como lo mismo. Todos hemos visto esos videos y ninguno de nosotros habla de ello. La reserva es entendible entre otros comentaristas de actualidad, porque hacerse cargo de estos temas, sin mayores pruebas, acerca mucho a la conspiración, y eso es peligroso, porque en el terreno del “puede ser o puede no ser”, uno siempre se queda empantanado y no se avanza nada, ni para adelante ni para atrás. Yo, como no tengo nada que perder y sí mucho que ganar, me atrevo de todas formas a hablarlo con ustedes, porque sé que también han visto estas cosas, y es tiempo de que comencemos a tenerlas presentes a la hora de mirarlos a ellos, para decidir qué elegir para nuestro futuro inmediato.
Hemos visto todas estas cosas y probablemente veremos otras aún peores, debemos estar muy atentos y vigilantes.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la espiritualidad, la fidelidad y el bien y el mal?, dirá usted. Pues bien, que lo que parece quedar patente es que hay un grupo de personas a las que nos les basta con ya tener todo lo que el resto no podemos, sino que, además, quieren también tener lo poco que tenemos… la gana de usar nuestro tiempo para nosotros, la necesidad de mayor justicia y equidad social, la posibilidad de llegar a fin de mes sin el colon fuera del cuerpo. Y están dispuestos a cualquier medio para conseguir esta gana nuestra, y lo que necesitamos, y nuestra posibilidad, que no podemos seguir regalando así, tan en bandeja.
No me parecería nada de extraño, incluso, que algún grupo de empresarios y políticos, tal como esos grupos espiritistas y de “ciencia experimental” de allá por 1873 o 1905 y posteriores, anden por ahí, reuniéndose secretamente para “amarrar monos” y hacer macumbas, con tal de que las cosas “salgan como ellos quieren”.
“El presidente tiene pacto”, han dicho algunos, porque “cómo siempre va a pasar algo que lo salve… terremotos, accidentes aeronáuticos, hasta pandemias!”.
Es diablo es hábil y seductor, y su mayor logro es convencernos de que no existe, o de que él es lo bueno y lo bueno es lo malo, dicen las escrituras. Por los mismos regalos con los que hoy te seduce, te condenará mañana por avaro.
Hay una lucha entre el bien y el mal, y para decidir correctamente, recuerde dónde y con quién mejor lo ha pasado y se ha sentido, y piense cuánto estaría dispuesto a jugarse por repetir ese momento. Eso lo acercará a su destino, al cual no llegará de inmediato ni en un próximo periodo. Porque se espera también que, entre otras cosas, cambien las reglas de todo este juego, y que las mismas sean reconocidas y respetadas por los jugadores.
Se espera igualmente y sobre todo, que usted tenga tiempo para verlo y analizarlo, y disfrutarlo, para hacer apuestas por diversión sobre el resultado, con sus hijas o hijo, o sus amigas y amigos, quienes también merecen tener más tiempo, para vivir la vida y no solo para trabajarla. Al menos una extra diariamente, como si ya trabajáramos 40 horas a la semana.