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Disparan más de 30 balas a la Embajada de Cuba en Washington D.C., Estados Unidos

En medio de constantes agresiones y toda una campaña de desprestigio y demonización contra la solidaridad cubana que se suma al largo bloqueo y cúmulo de agresiones, ayer 30 de abril la Embajada de Cuba en Washington D.C., la capital de Estados Unidos, recibió un ataque con un baleo de más de 30 proyectiles hacia la sede diplomática, en lo que fue calificado por el Gobierno de la República de Cuba como un ataque terrorista. Como se supo posteriormente, el ataque fue realizado con una ametralladora AK-47, y el portador del arma está detenido. El hecho se da también en el contexto de llamados explícitos de Donald Trump hacia los grupos de extrema derecha, que también ayer, ingresaron fuertemente armados al Capitolio del Estado de Michigan, sede del Poder Ejecutivo y Legislativo de ese estado, en medio de los debates por las medidas frente a la pandemia del coronavirus.  

 

Compartimos una reflexión publicada en el Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.

 


 

Frente al horror de la violencia. Por: Víctor Fowler

El suceso es menos importante que el entramado en cuyo interior se ubica. Llevar al espacio público la indignación y la solidaridad es la respuesta frente al horror de la violencia

 

«Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte». Vicente Huidobro

 

La noticia de que un tirador solitario, armado con un fusil de asalto, disparó varios tiros contra el edificio de la Embajada cubana en Washington, es una de esas noticias paradójicas que reúnen lo rutinario y acostumbrado con lo excepcional, lo superficial y evidente con lo oculto y sórdido.

 

Que el tirador solitario haya llegado hasta el edificio de la embajada habla de la voluntad de acción del tirador y, al mismo tiempo, de la facilidad con la que un arma con alta capacidad de daño puede ser adquirida en el país del Norte. Según esto, el hecho alinea con tantos otros parecidos en los cuales hay presencia de armas de fuego, voluntad y disparos.

 

Que el ataque haya sido dirigido contra el edificio de la Embajada cubana es único y excepcional, al menos desde tres puntos de vista. Primero, porque se trata, exactamente, del país en cuya contra (y durante más de 60 años) sucesivos gobiernos estadounidenses han implementado, dado continuidad e intensificado la política de embargo/bloqueo. Segundo, porque es dudoso que haya otro ejemplo de alguna embajada de otro país del mundo que, en ese lapso, haya recibido la misma cantidad de ataques terroristas que la cubana, muy en especial porque dichos ataques han tenido como ejecutores a nacionales provenientes de los sectores más agresivos entre los exiliados cubanos que residen en la nación. Tercero, porque las autoridades estadounidenses han convertido en tradición macabra la actitud de acogida (entusiasta) o protección (sotto voce) para cualquier persona que pueda demostrar (o jurar que posee) un currículo de «daños causados a la Revolución cubana».

 

Este hecho, que es muy posible que no veamos -ya no resaltado o ni siquiera publicado, sino apenas investigado– en las primeras planas de los grandes periódicos del mundo, no es un ataque más. Dicho de otro modo, no es una simple cifra que sumar a los acontecimientos con armas que, a cada rato, tienen lugar en Estados Unidos.

 

El exergo que he usado para que introduzca el presente texto, en modo alguno viene de un poema político; sin embargo, lo que me interesó en el par de versos es la reivindicación de una manera de pensar e interpretar la realidad. ¿Cómo es posible que una distribución múltiple, entre cuatro puntos inconciliables entre sí, termine revelándose como la oposición de solo dos colocaciones extremas? ¿Qué hace falta descubrir para que hechos, en apariencia separados, demuestren que son variaciones del mismo hecho básico?

 

Las preguntas precedentes me sirven para imaginar que los disparos contra la embajada, el mantenimiento pleno del embargo/bloqueo en tiempos de pandemia mundial, la demonización del trabajo de las brigadas médicas cubanas, la reciente negativa de dos empresas suizas (compradas por empresas estadounidenses) a suministrar a Cuba ventiladores para pacientes graves de la covid-19, son rostros diferentes de la misma actitud: el odio.

 

Hay que oponerse, hablar, denunciar, discutir, confrontar.

 

Mirar hacia otro lado, actuar como si nada digno de atención estuviese sucediendo, referirse a este encadenamiento de episodios como algo ligero o mantener un silencio cómplice, son ejemplos de la misma postura criminal. También lo son los sofismas y manipulaciones de lenguaje que apañan y relativizan el crimen.

 

En las próximas horas o días comenzarán a aparecer detalles sobre el atacante, pero si algo no podemos olvidar es que -a pesar de lo oprobioso– el suceso es menos importante que el entramado en cuyo interior se ubica. Llevar al espacio público la indignación y la solidaridad es la respuesta frente al horror de la violencia.

 

Fuente: Granma (Cuba).

Equipo de política internacional de Revista De Frente

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