
Desde la Gran Muralla roja hasta la apertura comercial: China y la revolución
Por Pablo Carrasco
Integrante Estudios Nueva Economía (ENE)
Nos encontramos pues, con el hecho de que determinados individuos que, como productores de un determinado modo, contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas.
Karl Marx. La ideología Alemana.
El concepto de “Revolución pasiva”: que no es que un grupo social sea dirigente de otros grupos, sino que un Estado, aunque limitado como potencia, sea el “dirigente” del grupo que debería ser dirigente y pueda poner a disposición de éste un ejército y una fuerza político diplomática.
El fantasma del comunismo. Contra este fantasma se ha conjurado una santa jauría.
Karl Marx. El manifiesto Comunista.
El siguiente artículo tendrá como fin único el analizar de qué forma, desde los “personalismos” de los líderes políticos chinos desde gobierno comunista maoísta de 1949 (luego de la guerra civil) dio paso al diseño de distintas “teorías”, empezando con la organización de una economía central planificada hasta sus vertientes más contemporáneas como el “Desarrollo Armonioso” del actual Presidente Xi Jinping.
A la par de ello, se dará énfasis en el análisis y comprensión de qué forma o cómo logra consolidarse hacia 1987 el programa económico rupturista de corte capitalista en China y su intervención y convivencia con el modelo central planificado; de qué forma conviven y si puede argumentarse, que en vista del nuevo sistema económico capitalista puede considerarse a “personalismo” como una “traición” a la tradición política comunista desde las cúpulas del partido comunista y el resto de las instancias de gobierno.
El actual problema de investigación que se afronta, está enmarcado dentro de las discusiones historiográficas en China y también en el panorama internacional, principalmente sobre la interacción de los ideologías y sistemas económicos disimiles en el país, tomando en consideración la creación de nuevas “teorías” de los lideres personalistas desde Mao Tse Tung hasta Deng Xiaoping, intentando buscar las mediaciones, explicaciones y las respuestas representativas a la realidad histórica del país.
Hacia 1968 el proyecto de construcción de la “Nueva” China empezaba a dibujar sus primeras líneas: desde el régimen de Mao instaurado en 1949 se pretendía materializar el proyecto revolucionario desde el país para “exportarlo” al mundo, y así concretar la liberación “del hombre por el hombre” del régimen de explotación terrateniente como también capitalista, siendo necesario para ello establecer las bases dogmáticas y luego, en el campo de la realidad económica-social del país, llevar el proyecto a cabo, conocido como Revolución Cultural.
Una de las herramientas que asentarían las bases del proyecto revolucionario de la “Nueva” China es la educación impulsada por el Estado: educación que abarcaría a las masas campesinas que se caracterizaban por implementar los dogmas revolucionarios a seguir, disciplina concientizada y jerarquizado que ponía a los individuos en una actitud de “auto-sacrificio” que movía a todos a trabajar en el campo y otras actividades (como la fundición de hierro) de las cuales no todos poseían los conocimientos y la técnica, pero insuflados por la necesidad del contexto histórico del proyecto económico de los Planes Quinquenales.
Luego de la guerra civil que mantuvo a China en el hilo de la supervivencia en la primera guerra Sino-Japonesa de 1894-1895, y luego en el enfrentamiento interno entre el Partido Nacionalista KMT con las nuevas fuerzas comunistas “personalistas” (Rodríguez, 2010: 133) alimentadas e influenciadas por el eje soviético, luego de su revolución en 1917, que perduró desde 1927 hasta mediados del siglo XX, el país sufriría una de las reformas que de manera más radical convulsionaron al país.
La creación de una nueva fuerza colectiva que impelía a las clases populares de todo el país (especialmente al campesinado y a la poca mano de obra asalariada existente), la influencia de una nueva idea internacional de comunismo en sus raíces más ortodoxas, los antecedentes de la revolución de 1917, los personalismos políticos, las nuevas esperanzas del futuro.
Todo ello vino de la mano de un nuevo contexto que traía de la mano todas las herramientas posibles para construir de ahí en adelante y para la posterioridad de una nueva China: Pero sobre todo nuevos líderes, nuevos poderes.
Ante ello, el siguiente trabajo viene a replantear, desde el “personalismo” del gran gestor Mao como la cabeza visible del movimiento revolucionario interno primero, ante la “Marcha Larga”, y luego internacional a través de la revolución marxista internacional hasta Den Xiaoping, el régimen comunista hasta 1978 (extendiendo algunos años más el análisis en cuestión) pero sobre todo, la problemática central del trabajo: las teorías económicas de Den Xiaoping cuando asume ¿es un acto de traición a sus principios? ¿Cómo se explica que un líder como Mao, con los mismos principios marxistas haya permitido la entrada de capital extranjero?
Esto, teniendo en consideración los postulados de “una agricultura socialista (colectivizada) y una industrialización de etilo soviético desde 1954 hasta 1957” (Fairbanks, 1996: 413) conocida como los planes quincenales, la organización del Estado-Partido, junto con “el lema de las Cuatro Modernizaciones (agricultura, industria, ciencia y tecnología y defensa)” (Fairbanks, 1996: 413) y sobre todo, dos de los puntos centrales que marcaron la pauta para la fervientemente tendencia del marxismo-leninismo, lo que conforma las estructuras de consolidación del autoritarismo, la lealtad y respeto hacia el líder (independiente del fracaso de sus planos o proyectos a futuro) desde por una parte el pueblo, y por la otra, sus camaradas correligionarios.
Pero esta tendencia no es nueva. Efectivamente, la historia política de China desde su época imperial, se ha entrecruzado con los valores del respeto ceremonioso hacia el líder (desde la vertiente del confucianismo) que a través de los milenios, se ha consolidado en forma de característica esencial para entender el cómo y los porqué aun con los intentos fallidos (pero no así caídos en el descrédito y desmerecimiento de sus objetos esenciales) de los programas maoístas del “Gran Salto Adelante” y de la “Revolución Cultural”.
A saber, la construcción de la Gran Muralla llevada adelante por el emperador Qin Shi Huang durante la dinastía Qin, necesitaba para sus casi 10 mil kilómetros, una gran movilización de hombres (sobre todo del campo, lo que curiosamente resulta en una analogía interesante, viendo luego como la Revolución Cultural y fuerza de trabajo.
La construcción de la Gran Muralla, además de necesitar una gran masa de hombres y de materiales, necesitó el llamado sentimiento (altruista por sobre todo, en vista de las necesidades del Imperio para su protección territorial, y de su soberanía) de “auto-sacrificio” y capacidad de concientizar a la población en pos de objetivos específicos. Resulta paradójico cómo a través de milenios, los emperadores en un primer momento, y luego los camaradas revolucionarios luego, tuvieron a su haber, esa capacidad de concreta planes de tamaña envergadura.
También resulta paradójico (aunque anecdotario) el hecho del sentimiento de “auto sacrificio” en pos del régimen autoritario histórico en el país lleva a que, a pesar de la gigantesca cantidad de muertos en la construcción de la Gran muralla (a cusa del excesivo trabajo de régimen esclavista, y de las muertes provocadas por disturbios o “insolencias”) la población campesina más desarraigada de los altos centros de poder, igualmente escucharon las propuestas del líder, sus objetivos para con la nación y ocuparon su tiempo, sus fuerzas y sus vidas (aunque de manera obligada y autoritaria)para ponerlas al servicio de líder.
Así cuando Mao asume en 1949 (aunque sigue la prolongación con el KMT en la guerra civil) aunque su proyecto a futuro hacía hincapié “en la importancia de la industria ligera y la agricultura, la industrialización del campo (…) los proyectos intensivos en empleo del trabajo (como forma opuesta a los proyectos intensivos en el empleo del capital), el desarrollo de las áreas del interior y el uso de incentivos morales” (Bailey, 2002: 178), donde una vez más, el pensamiento confuciano del orden y la asunción de un régimen que vela por la obediencia (más que por el consenso) del resto de la población, se materializa en el seguimiento irrestricto (no solo en el plano de la realidad social y material del individuo, sino que también en su subjetividad psicológica).
Este proceso daría a luz hacia 1958, el proyecto monumental conocido como el “Gran Salto Adelante”, donde, a base de la estimulación de la población campesina, perseguía quizás el gran propósito de Mao: extender tanto, hacia el interior del país, como en el exterior un proceso similar que ya fue llevado a cabo en Londres hacia 1864, luego de la publicación del Manifiesto Comunista en 1848, conocida como la primera internacional de los Trabajadores y de Mao se alimentó y cimentó las bases de su movimiento la Revolución Proletaria, lo que llevaría “a un rápido desarrollo económico y permitiría a china a superar al Occidente Capitalista” (Bailey, 2002: 178).
Pero en la constitución de un nuevo poder y orden político-militar-ideológico, el personalismo del camarada Mao, no estuvo sujeto al planteamiento de un solo hombre o cabeza visible. Con él, una nueva generación de políticos y militares brillaron en las primeras incursiones del comunismo en China: hombres como el “Gran General” Peng Duhai, Ling Biao, Liu Shaoqi y el sucesor de Mao: Den Xiaoping se establecieron junto al camarada Mao en la lucha contra el capitalismo occidental mundial, lo que generaría (en el contexto de China) que la presencia ya de no fuera nunca más un “fantasma” (Marx & Engels, 1848: 6), sino que un planteamiento a futuro.
Planteamiento en China, que Mao y sus sucesores pusieron en marcha: uno de ellos, el mencionado “Gran Salto Adelante” para ello, es esencial remitirnos a las directrices del Marxismo-Leninismo (entre ellos, la lucha de clases y la Dictadura del Proletariado como una de las formas originarias aludidas ya en el Manifiesto Comunista de 1848. Lo anterior tiende a configurar un modelo prescrito a seguir: “Mao argumentaba también que en el proceso de industrialización del campo las propias masas aprenderán a dominar la tecnología y, de ese modo, reducirán su dependencia de la élite tecnocrática” (Bailey, 2002:180) para no depender de la proto-burguesía, o más bien dicho, clase terrateniente predominante en el este del país.
También, una de las características quizás más esenciales (desde el personalismo político-ideológico del PCCh, independiente de las visiones positivas o negativas del proceso) es la comuna agraria: el plan de la colectivización de la tierra, necesitó y de un gran caudal de mano de obra (aunque no necesariamente calificada pero muchas de ellas ávidas de “sacrificarse” en pos de un objetivo mayor) lista para ser transportada donde quiera que sea, para aumentar las tasas esperadas de materias primas, con lo que esperaba con ello superar las producciones de los demás países modernas y capitalistas. Este caso también se engloba (dentro de los “Planes Quinquenales) en las producciones esperadas de hierro que incluso superó a Gran Bretaña.
En cuanto a los anterior, es necesario ver este proceso no someramente, sino que en realidad, observarlo desde su particularidad histórica, donde a través del masivo movimiento organizativo de la sociedad, “debe reforzar o bien redimir sus bases de legitimidad política, porque de lo contrario corre el riesgo de perder el control sobre ella” (Rodríguez, 2010: 21). Por lo tanto, la legitimidad y lealtad hacia el superior gobierno son directamente proporcionales al grado de efectividad de la confianza al pueblo, con los programas propuestos, a pesar de que una vez que las clases populares transmitieron su malestar ante los fallidos proyectos del “Gran Salto Adelante” y de la Revolución Cultural en base a la tradición mencionada del confusionismo.
Pero en lo referente al presente artículo: ¿Es posible que sea un ataque a traición por parte de Xiaoping, el haber conjurado la apertura económica? Para ello es necesario analizar las formas en como el propio Deng se relacionó, en primer lugar con las masas populares, y luego con sus propios camaradas (el resto del grupo de la denominada “Banda de los Cuatro” para destronar al supuesto futuro sucesor de Mao Hua Guofeng, y con los que continuaron con el gobierno comunista. Segundo, es necesario analizar, aun ante el contexto post-Mao, los grados de fidelidad creados durante la carrera política en ascenso de Deng Xiaoping durante la “Gran Marcha”, y aún más ante el viaje diplomático del mismo a Estados Unidos el año 1979.
Al igual que los comienzos de Mao, Xiaoping gozó prácticamente de los mismos “atributos” del líder, siendo en sus orígenes, parte de la llamada primera generación de estadistas (hombres de Estado) que junto a Mao encabezaron de hecho, el movimiento de la Revolución campesina. Al igual que el gran líder personalista, uno de los principales componentes de su fundamentación política es su “Cultura Política” que Rodríguez define como “las propensiones subyacentes al sistema, que abarcan diversas orientaciones de tipo cognoscitivo, afectivo y evaluativo en relación con el ámbito de lo político” (Rodríguez, 2010: 37), es decir, todas las capacidades del mismo líder (personificación impenetrable del poder9 que son resguardadas por las facultades de un grupo humano que le confiere absoluta confianza y afecto principalmente.
Así para la pervivencia de este sistema organizado, este constituye:
“Dos tipos de estructuras de decisión, y en su representación y a la vez sobre ellas, se emplaza la figura del líder. Por una parte las estructuras de ejecución de las decisiones radican en las instituciones del Estado encarnadas en los ámbitos ejecutivos, legislativo y judicial: por otro lado, tenemos las estructuras de adopción de decisiones y de obtención y conservación de los apoyos al sistema que corresponden al PCCh y el Ejército de Liberación Popular” (Rodríguez, 2010: 41)
Así el mayor grado de autonomía/legitimidad que puede pretender alcanzar el Estado-Partido, es a través (aun considerando el apoyo popular de carácter irrestricto como es el caso del suceso de la Plaza de Tiananmen durante el régimen de Deng) de la fidelidad del Ejército de Liberación Popular y la confianza del gobierno, pero, ¿Qué pasa con respecto al mismo líder? ¿Cambió en algo la relación con el ELP o el PCCh luego de la apertura económica? Ante ello, dos premisas: el primero a discutir se refiere explícitamente a la formación de la apertura económica capitalista de China hacia 1978, y consecuentemente el enfoque de Adaptación.
En primer lugar, ante los proyecto de largo plazo fallidos, tanto el “Gran Salto Adelante” como de la Revolución Cultural, precipitaron las críticas al régimen de parte de círculos intelectuales acusados de revisionismo, aun cuando el depositario de la confianza de las clases populares era mayor. Así, ante los impactos de la envergadura como la miseria colectiva del campo, muertes por inanición y trabajo forzado en la incipiente industria agrícola, lo que junto con los distanciamientos político-ideológicos con la URSS, provocó que se replanteara de forma sustancial todo el aparataje del planteamiento económico del proyecto a futuro: Cambio y continuidad entonces se entroncan de manera tal que “permiten un aporte a la comprensión de la estabilidad del régimen” (Rodríguez, 2010: 26)
Si bien el impacto de ambos proyectos fue desastroso en vidas humanas, el mismo régimen sistematizó la estabilidad para asegurar su pervivencia, dotando a sus proyectos de los equilibrios y legitimidades necesarios para, por una parte, no verse comprometido en sus secciones más trascendentales (el caso de la apertura económica) como lo es el ver asegurar de manera continua su régimen.
Pero en este sentido, subyace el problema elemental del siguiente artículo: ¿Cómo es que se logró el equilibrio? ¿Cómo es que pudo mantenerse casi incólume? ¿Fue traición hacia el principio del marxismo-leninismo? O ¿Solo fue la necesidad del contexto? ¿Qué sucedió con los signos de confianza y lealtad de otras instituciones como el ELP y demás órganos del Estado? A ello, solo se puede pensar que, luego de los desastres que significaron la Revolución Cultural, el proceso de apertura al mundo globalizado capitalista fue más que un “ataque con alevosía” a las doctrinas del régimen, para que estas puedan asegurar su pervivencia.
En realidad, junto con el enfoque metodológico disciplinar de adaptación (ante la urgencia y necesidad por parte del régimen para sobrevivir ante los vaivenes de la administración económica y los proyectos destinados a ello, surgen también el enfoque de apertura en relación ya con un proceso de corta data histórica, pero que consecuentemente y constantemente ha sido una faceta fascinante de investigación en el escenario del mundo capitalista globalizado.
Ante ello, este enfoque “pone su acento en los procesos de apertura china al mundo y a la economía de libre mercado y su abandono del socialismo planificado y el control total del Estado sobre la economía” (Rodríguez, 2010: 10), donde a través de los viajes y encuentros diplomáticos (primero con Henry Kissinger, secretario de estado de Estados Unidos y Richard Nixon a Beijing) el sistema aunque seguía perviviendo como un cuerpo político-diplomático aun fuerte, a pesar de ello, seguía vacilando en sus direcciones.
Vacilando debido al rompimiento de las relaciones bilaterales que la RPCh mantenía aun hasta mediados de la década de 1960 con la URSS (en cuanto a fricciones territoriales) lo que habría conducido, en un caso “inédito” al acercamiento diplomático sino-norteamericano, proceso que fue consolidado por el mensaje inaugural de Richard Nixon una vez elegido presidente el año 1969, cuando consolidó las posiciones de que “Estados Unidos estaba dispuesto a entablar relaciones con todos los países del mundo” (Chen, 2005: 364), a lo que Mao respondió con la utilización de toda la maquinaria de propaganda y prensa estatal (representante tanto del PCCh y del Estado como de la libre expresión social del pueblo) para reproducir el primer discurso de Nixon.
Para China, el nuevo horizonte de expectativas que se habrían fomentado ya con el discurso de Nixon atizaría luego su gradual inserción al mundo globalizado capitalista, del cual podía asegurar de por sí, las altas expectativas de crecimiento, como las registradas en la primeras décadas del actual siglo XXI. Un proceso gradual y constante (afirmado por la máxima de la experimentación: el binomio ensayo-error) devenido ya del enfoque metodológico disciplinar de la gradualidad de los cambios, le permitiría al gobierno “subsanar” las heridas provocadas por el impacto de la Revolución Cultural y del “Gran Salto Adelante”, y enfocarse en la recuperación de la crisis económica con los primeros experimentos económicos del Plan Quinquenal.
Así entonces, en el área de la arena de la Alta política, donde gobierno, partido y el ELP confluyen (no sin muchas atávicas rencillas internas como la aparición de la “Banda de los Cuatro”) hacia el régimen de Deng el año 1979, el país (tomando en cuenta solo al grupo mencionado) subsumía su impronta de acabar con la crisis, reorientando sus afiliaciones político-ideológicas, horizontes y proyectos. Lo anterior solo fue posible en el intertanto de: primer, la necesidad de orientar al país a un nuevo camino, a un mejor porvenir; y segundo, este proceso de reorientación solo fue permitido por la alta fidelidad y lealtad al régimen de Deng.
De lo contrario, al no contar con las lealtades históricas a los líderes (que se configura especialmente en China debido a su tradición política imperial) y al no ser un camarada de la primera generación de estadistas (y he ahí la diferencia con los nuevos líderes de la China contemporánea, puesto que Jiang Zeming al igual que Hu Hintao, quienes son considerados ante todos los efectos, presidentes con títulos universitarios o tecnócratas) su popularidad y la lealtad del pueblo y del Estado-Partido, difícilmente el Estado hubiese logrado la recuperación económica.
Ante ello entonces, no hay en los efectos de la arena de la política, y como conclusión, un verdadero sentido de “traición” o “ataque con alevosía” a los verdaderos fundamentos de las políticas del partido, ya que para que este siguiese perviviendo como un sistema autoritario (ya no totalitario) debió “negociar” con Estados Unidos la ansiada recuperación económica, donde ya, las arenas de la disciplina político-ideológicas y la esfera (o enfoque) de la economía, ahora son sustancialmente diversas y apartadas, para que las primeras no sea vean ante este sistema, tan amenazadas en sus planteamientos originales.
Bibliografía.
BAILEY, P. (2002). China en el siglo XXI. Editorial Ariel. Barcelona.
FAIRBANKS, J. (1996). China: una nueva historia. Editorial Andrés Bello. Santiago.
RODRÍGUEZ, I. (2010). Continuidad política y cambio económico en la China del siglo XXI. Editorial RIL. Santiago.
JIAN, CHEN. (2005). La China de Mao y la Guerra Fría. Editorial Paidós. Barcelona.