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«Derrocar a los defensores del capitalismo» a propósito de la columna de Daniel Matamala» Nicolás Valenzuela y Nicolás Romero

«Matamala nada dice sobre cómo el capitalismo nos tiene al borde de un desastre ambiental. Tampoco sobre la promoción de golpes de Estado e invasiones en países del tercer mundo desarrollado por esas democracias avanzadas. En particular omite la intervención norteamericana en Chile y el derrocamiento del presidente Allende.»

Por: Nicolás Valenzuela y Nicolás Romero

«Hoy parece “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Fredric Jameson

En una reciente columna de Daniel Matamala titulada «Derrocar el capitalismo», el periodista polemiza con las afirmaciones del presidente Boric, quien recientemente en una entrevista en el programa de radio y televisión de la BBC, HardTalk, habría afirmado que una parte de él quiere derrocar el capitalismo. En su columna, Matamala construye una visión maniquea y distorsionada del capitalismo omitiendo entre otros la crisis ambiental a la que ha empujado a la humanidad y el carácter imperialista y depredador de las autodenominadas «democracias avanzadas», término mañoso con el que  caracteriza a los potencias occidentales europeos, a EEUU y a sociedades intervenidas por EEUU como Corea del Sur y Japón. Busca reforzar la ideología globalista, impidiendo se filtren  discursos críticos al capitalismo y sus configuraciones geopolíticas alineadas con EEUU y las potencias occidentales.

Matamala sufre de «fukuyamismo», se apresura en repetir a esta atura clichés históricos como que el capitalismo venció de una vez y para siempre al socialismo con la caída de la Unión Soviética, o  que: «las economías capitalistas no solo han sido imbatibles en crear riqueza y elevar el bienestar de la población; también en albergar democracias sólidas.» A lo que suma: «No todos los países capitalistas son democráticos, pero todas las democracias avanzadas del mundo son capitalistas.» De esta forma, declara al capitalismo como la única opción posible. Asume a su vez, una relación entre capitalismo y expansión de las democracias. Podríamos ahondar en la serie de omisiones e imprecisiones históricas en las afirmaciones de Matamala, como que la Corea capitalista difícilmente puede ser considerada una democracia hasta por lo menos 1994, o que la Alemania Oriental socialmente fue un sistema exitoso en un contexto de guerra, o la omisión  en relación a los países de Europa Oriental los que han reducido los estándares de vida presentes en la URSS. Otra frase grosera y carente de contexto afirma: «Tras adoptar su propio modelo de capitalismo, los chinos ya no mueren de hambre», sin hacer referencia a que China antes de las invasiones comerciales occidentales era el país con el PIB más alto, que la revolución china liderada por Mao es el más grande acto de recuperación de la soberanía nacional china y más importante aún, que China es hoy la principal potencia económica del mundo a pasos de desbancar a EEUU y carecen de un sistema político con las características de las democracias occidentales.

El estado de bienestar es resultado de la explotación de la periferia por parte del centro y como una medida de conciliación ante el avance comunista. Prontamente las clases capitalistas abandonaron el modelo. Es cosa de ver cómo se vive hoy en EEUU, en Inglaterra y como se precarizan los servicios sociales en las “democracias avanzadas”. El principal problema de Matamala es que tiene una lectura estática e ideológica del capitalismo. Carece de una lectura histórica. Si la tuviera, entendería que ese estado de bienestar, además de los condicionantes señalados, es un breve período de expansión capitalista, que luego, indefectiblemente, vendrá acompañado de un período dónde la competencia, para ser resuelta, en parte se hará a costa de los trabajadores y sus derechos. Cómo ocurrió con el neoliberalismo después de la crisis del 73.
Por lo mismo, afirmar que confundir neoliberalismo con capitalismo es pisar el palito de la escuela de Chicago es no comprender el funcionamiento del capitalismo en los últimos 500 años. El neoliberalismo es una fase de expansión financiera, necesaria, del capitalismo. Como ya ocurrió con Las Provincias Unidas en el siglo XVIII e Inglaterra a fines del XIX.

Matamala no sólo carece de una mirada crítica del capitalismo sino que trabaja para fortalecer un relato globalista que busca presentar al capitalismo como inevitable.

El autor invoca a la RAE para caracterizar el capitalismo, el cual define como “un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado”. La primera omisión brutal de Matamala es «el capital» categoría analizada por Marx y que hoy ningún economista serio puede desatender al momento de caracterizar al capitalismo como un sistema económico a escala planetaria. En definitiva, el artículo carece de una concepción crítica del capitalismo y rehuye al método de análisis histórico.

En relación al capitalismo histórico podemos afirmar:

1. Es un sistema. No es el primero o el único, ni el que más ha durado. Tiene principio y tiene final.

2. El capitalismo tiene 500 años. Y en términos políticos se puede decir que es la mundialización de un sistema que no es igualitario. Que se sustentaba y sigue sustentando de la explotación de las colonias, del tercer mundo, del sur global.

3. Qué se sustenta en una apropiación privada del trabajo ajeno y una competencia que camina hacia la concentración. Que, por lo mismo, deja de mirar el bien común. El problema de los monopolios es propio del capitalismo, es parte de su esencia y las crisis capitalistas, tienden a acelerar esos procesos de concentración. Es vergonzoso que Matamala enuncie la defensa de un capitalismo donde se «persiguen monopolios y carteles» cuando él trabaja para carteles de medios (CNN y Copesa) y cuando el modelo que defiende en Chile, es altamente concentrado. Pero claro, se sigue alimentando el relato que apunta a fortalecer la regulación y las funciones de superintendencia, cuando se esconde la tendencia intrínseca del capitalismo, (acrecentada en sus fases financieras como lo sería el neoliberalismo) a concentrarse y fortalecerse a partir de la competencia y la quiebra y absorción de otros capitales

Matamala da por entendido y que existiría una vía al desarrollo equivalente por la cual podrían transitar todos los países. Omite la diferencia entre el centro caracterizado por estados fuertes que organizan los intereses de los capitales centrales y la periferia, que se organiza en Estados que se colocan a disposición de los requerimientos de materias primas y mano de obra barata para las empresas de los capitalismos centrales. Por cierto en toda su narrativa omite los aportes de la teoría latinoamericana de Raúl Prebisch a las variantes de la teoría de la dependencia, hoy incorporadas en los reflexiones sobre el sistema mundo y la globalización. El relato de Matamala se articula en la jerga neoliberal, esa que los conversos retocaron de los Chicago Boys, enterrando el debate sobre el desarrollo y el subdesarrolo,  para pasar a hablar sobre la creación de riqueza, superación de la pobreza, construcción de democracias sólidas, ampliación de las libertades, entre otras.

Democracias avanzadas como EEUU, un país que ha invadido países a lo largo del siglo XX. Democracias sólidas como Francia que hoy mantiene ocupado Niger para garantizar el suministro de Urania, una abierta ocupación militar neo colonial. O como la política de la OTAN en África, que bajo el pretexto de combatir el yihadismo, profundiza su presencia militar para así asegurar el control de los bienes comunes naturales de los pueblos de África.

Matamala nada dice sobre cómo el capitalismo nos tiene al borde de un desastre ambiental. Tampoco sobre la promoción de golpes de Estado e invasiones en países del tercer mundo desarrollado por esas democracias avanzadas. En particular omite la intervención norteamericana en Chile para la UP.

En conclusión, las afirmaciones de Matamala son puramente ideológicas, no buscan trazar claves para el análisis crítico de la realidad, más bien, busca eclipsar la crisis de occidente, el declive del poder norteamericano y más grave aún, la inevitable tendencia del capitalismo a generar una crisis ambiental que hoy nos tiene al borde del abismo.

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