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CRÓNICA/ “Animales binarios”, de Carla Fuentes Abu-Abbarah (dramaturga)

Por Nicolás Romero

#DeFrente

 

 

“Una obra oscura y algo escabrosa, que nos empuja a un viaje por la cultura autoritaria, conservadora y neoliberal de los ‘90. Las recurrentes reseñas generacionales, desde la mirada de un niño popular (Caballeros del Zodiaco y Sailor Moon como representación de lo binario, Ranma en referencia a lo trans), alimentan la reconstrucción de un universo cercano, que remite a la infancia”.

 

Entre el 18 de mayo y el 10 de junio estuvo en escena la obra Animales Binarios, de la dramaturga Carla Fuentes.  Un viernes de fines de mayo llegué a eso de las 20:00 al Teatro de la Universidad Mayor, en el centro de Santiago. Animales binarios ha sido recientemente premiada por mejor montaje, mejor dramaturgia y mejor actriz en el Festival Volcán UC. El equipo (todas mujeres) forma parte de una camada emergente de las tablas chilenas, donde el teatro post dramático y el feminismo han ido agarrando fuerza. Merced a la autorización de la asamblea estudiantil la obra siguió en cartelera, ya que por esos días la Universidad Mayor se encontraba con sus dependencias tomadas.

 

 

La obra y su universo

 

 

Animales Binarios se estructura en tres monólogos intercalados, en donde los personajes exponen una reflexión sobre sus vidas y sus temores. Te remite a un cuerpo que transita por el tiempo, su género, sus traumas y horrores. Una obra oscura y algo escabrosa, que nos empuja a un viaje por la cultura autoritaria, conservadora y neoliberal de los ‘90. Las recurrentes reseñas generacionales, desde la mirada de un niño popular (Caballeros del Zodiaco y Sailor Moon como representación de lo binario, Ranma en referencia a lo trans), alimentan la reconstrucción de un universo cercano, que remite a la infancia. En los ‘90 el boom de lo extranjero resuena como modernidad autoritaria, destellos para esconder al Chile pobre y cola recogido en las Crónicas de Lemebel. El Chile Popular, que se cansó de pelear y se fue (o mejor dicho, lo fueron) pa’ la casa. Sociedad post dictadura que buscaba higienizar lo popular, ahora en busca de la mitológica ciudadanía Credit Cards, donde la auto explotación se vuelve mantra.

 

La obra nos cuenta la historia de un niño al que lo obligaron a matar un pavo para poner a prueba su masculinidad, cuando lo único que quería era ver los Caballeros del Zodiaco mientras se sobajeaba con el Luchito, el vecino con el que experimentaba su otra sexualidad. También de cómo aún el personaje recuerda el bullyng que la hacían en la población por el disfraz de “King Kong”. Binarismo violento para el que no encajaba en los parámetros de lo normal, más si era niño, más si eras pobre.

 

 

El cabeza de perro y la cultura de la violación

 

 

El cabeza de perro resuena como la versión escabrosa de la masculinidad popular autoritaria. Se trata de un perro-padre violador, quien es también el papito cuestionador de la sexualidad de su hijo y el patriarca que lo somete a pruebas de validación de su masculinidad, obligándole a matar al pavo.

 

El machito violento con borrachera a vino gato, típico chileno, tan típico. La madre sometida que tolera la violación de su hijo. El hijo cola rechazado y que había que enderezar, el niño gordo al que le hacían bullyng. Todas imágenes de una narrativa que dialoga en una crítica al patriarcado y al especismo. La obra nos recuerda que no todo es binario, pero sí todos somos animales. Una escabrosa narrativa recurre a contrastes: el pavo, gallina sometida, desplumada, escuálida versus el cabeza de perro. El binarismo masculino/femenino se conjuga con el binarismo cultura/naturaleza.

 

“Lo único que tenemos es nuestro cuerpo, así de concreto, y de la dictadura heredamos una represión muy fuerte: cuerpos torturados, asesinados, desaparecidos, cuerpos escondidos y camuflados. Y bueno, la represión también desde la religión católica que ya en el Génesis decreta enemistad entre la mujer y la serpiente (sexualidad), el parir con dolor y la dominación del hombre sobre la mujer, o sea, una negación al placer y una negación de los deseos muy grande, sobre todo para las mujeres”.

 

 

La obra y su autora

 

 

“Estamos acostumbrados a pensar desde lo binario, desde oposiciones duales y jerarquizadas: bueno-malo, arriba-abajo, amo-esclavo, activo-pasivo. Parejas cuyos significados particulares son irreconciliables y sólo adquieren sentido destruyendo a su opuesto. A su vez, las construcciones identitarias se conforman desde lo binario: blanco(a)-negro(a), huinca-indio(a), hombre-mujer. En la obra vemos a un personaje que parece mujer, que en algún momento fue hombre y se reconoció como hombre y que ahora se reconoce como mujer y es interpretado por una actriz mujer, entonces la reflexión gira en torno a cómo romper/trastocar con estos binarismos”, señala mientras conversamos en el Bar Rodrigo, un clásico del centro de Santiago.

 

 

¿Cómo ha sido la experiencia de presentar una obra como Animales Binarios con el telón de fondo de la oleada feminista?

 

Es importante que las artes escénicas dialoguen con el presente, que la dramaturgia se impregne de la contingencia, que la reflexione y problematice.  Desde este punto de vista, para mí es clave lo que está ocurriendo a nivel de autonomía del cuerpo: el marchar mostrando las tetas, la legalización del aborto, la ley contra el acoso callejero.

 

Lo único que tenemos es nuestro cuerpo, así de concreto, y de la dictadura heredamos una represión muy fuerte: cuerpos torturados, asesinados, desaparecidos, cuerpos escondidos y camuflados. Y bueno, la represión también desde la religión católica que ya en el Génesis decreta enemistad entre la mujer y la serpiente (sexualidad), el parir con dolor y la dominación del hombre sobre la mujer, o sea, una negación al placer y una negación de los deseos muy grande, sobre todo para las mujeres.

 

«Si no eres dueña de tu cuerpo, mujer, ¿de qué mierda eres dueña?», lúcidamente señaló Lemebel, y creo importante contribuir a esa discusión desde el teatro. Convengamos que con dramaturgia no se hacen políticas públicas, pero sí creo que se pueden configurar pequeños presentes, al menos para alguien, al menos para quien le afecten y hagan sentido las palabras que escuche.

 

En esa línea, la referencia al disfraz de King Kong en la obra está inspirado en la teoría King Kong de la Despentes, donde King Kong (en la película versión 2005) funciona como metáfora de sexualidad anterior a la distinción de género impuesto políticamente hacia finales del siglo XIX. King Kong es un híbrido anterior a la  obligación de lo binario. King Kong no tiene tetas ni pene, está más allá de la hembra o del macho, es la bisagra entre hombre y animal. King Kong es llevado a Nueva York, a la ciudad heterosexual e hipernormativa, finalmente es exhibido, sometido y asesinado, como de alguna forma pasa con el personaje de Animales Binarios.

 

Corresponsal para Revista De Frente

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