
«Cop26 – millones de personas ya sufren del cambio climático» por Miguel Silva
Por: Miguel Silva
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o Cop26, ya comenzó. La conferencia, en Glasgow (Escocia), es un punto de encuentro de los líderes mundiales y los empresarios para, supuestamente, elaborar un plan para salvar al planeta del desastre climático.
Este año hemos visto en todo el mundo, desde Brasil, Chile, Indonesia y Australia hasta los EE.UU., Italia y Alemania, graves y frecuentes sequías, incendios forestales e inundaciones. Millones de personas sufren del cambio climático por fenómenos meteorológicos extremos.
La gente común y corriente del mundo ya está pagando el precio de las mentiras de los políticos y ahora los líderes mundiales pretenden utilizar el Cop26 para camuflar sus fracasos en relación al calentamiento global, porque van a seguir dando prioridad a las ganancias de las empresas que producen combustibles fósiles y a los negocios perjudiciales para el medio ambiente, por encima de la salud de las personas.
No puede haber más retrasos, necesitamos urgentemente un sistema que deje los combustibles fósiles bajo tierra. Debemos denunciar a los líderes mundiales por su participación en la continua destrucción del planeta.
En la Cop26, mientras los líderes mundiales conspiran para proteger a las empresas de combustibles fósiles, debemos luchar por un nuevo sistema que tome decisiones en favor de las personas, no de los beneficios. Lograr la justicia climática requiere un cambio de sistema
La magnitud de la catástrofe a la que nos enfrentamos.
Hoy, estamos en camino para tener un mundo 2,7 grados más caliente a finales de siglo, y eso sólo si los países cumplen con todos los compromisos que han asumido. Pero no están ni cerca de cumplir.
La producción industrial y energética basada en los combustibles fósiles y el transporte están provocando un aumento de las emisiones de carbono y de otros gases de efecto invernadero, y ésta es la causa del calentamiento global.
Las emisiones mundiales de dióxido de carbono relacionadas con la energía van camino de aumentar en 1.500 millones de toneladas en 2021 -el segundo mayor aumento de la historia-, haciendo desaparecer la mayor parte de la disminución logradael año pasado como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Se espera que las emisiones mundiales aumenten un 16% para 2030, en lugar de disminuir, en comparación con los niveles de 2010.
Pero esta catástrofe inminente (y que ya está empezando) podría evitarse y revertirse y sin un costo imposible de financiar para los gobiernos. De hecho, el último informe del World Energy Outlook 2021 de la Agencia Internacional de la Energía, muestra que sabemos qué hacer al respecto, en detalle y a un costo accesible.
Pero no hay voluntad política de hacer los cambios por parte de los gobiernos, que están en deuda con la industria de los combustibles fósiles, con los sectores de la aviación y el transporte, para preservar sus ganancias a costo de las necesidades sociales. Entre los años 1988 y 2015, cien empresas fueron responsables del 71% de emisiones de gases invernaderos mundiales. Estas son las diez compañías que arrojan más dióxido de carbono a la atmósfera…
China Coal 14,3 % (de los 71%), Saudi Aramco 4,5 %, Gazprom (Rusia)OAO 3,9 %, National Iranian Oil Co 2,3 %, ExxonMobil Corp 2,0 %, Coal India 1,9 %, Petróleos Mexicanos 1,9 %, Russia Coal 1,9 %, Royal Dutch Shell PLC 1,7 %, China National Petroleum Corp 1,6%
Ya existe una enorme brecha entre los compromisos gubernamentales de reducir las emisiones — que se ofrecerán en la COP26 — y lo que necesitamos.
Menos carbón pero más gas… ¿un avance?
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) estima que para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados, se requiere una reducción de las emisiones de CO2 de 45% para 2030. O una reducción del 25% para 2030, para limitar el calentamiento a 2 grados. Ciento trece gobiernos han ofrecido Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC), que reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero en sólo un 12% en 2030, en comparación con 2010.
Y lo que es peor, los gobiernos del mundo tienen previsto producir para 2030, más del doble de la cantidad de combustibles fósiles de lo que sería compatible con la limitación del calentamiento a 1,5 grados. Los gobiernos proyectan colectivamente, un aumento de la producción mundial de petróleo y gas, y sólo una modesta disminución de la producción de carbón, durante las próximas dos décadas.
Como consecuencia, los niveles de producción futuros están muy por encima de los compatibles con la limitación del calentamiento a 1,5 °C o 2 °C. En 2030, los planes y proyecciones de producción de los gobiernos conducirían a un 240% más de carbón, un 57% más de petróleo y un 71% más de gas que lo necesario para lograr la limitación del calentamiento global a 1,5 grados.
De hecho, los países del G20 han destinado alrededor de 300 mil millones de dólares en nuevos fondos a actividades relacionadas con los combustibles fósiles desde el comienzo de la pandemia de COVID-19…mucho más que lo que han destinado a la energía limpia. Según la Agencia Internacional de la Energía, sólo el 2% del gasto de recuperación de los gobiernos para «reconstruir mejor» y salir de la crisis de la Pandemia, se ha invertido en energías limpias, mientras que al mismo tiempo han subvencionado la producción y la quema de carbón, petróleo y gas en 5,9 trillones de dólares solamente en 2020.
Incluso tan poco es demasiado.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el organismo de la ONU encargado de evaluar la ciencia del cambio climático, elabora «informes de evaluación» cada seis o siete años.
La autoridad de estos informes se debe en parte a que prácticamente todos los gobiernos del mundo participan en el proceso para llegar a un consenso. Pero varios países y organizaciones han argumentado que el mundo no necesita reducir el uso de combustibles fósiles tan rápidamente como recomienda el actual borrador del informe.
Un asesor del Ministerio de Petróleo saudí, por ejemplo, exigió que «se eliminen del informe frases como ‘la necesidad de acciones de mitigación urgentes y aceleradas a todas las escalas'», según documentos filtrados a la BBC.
Y un alto funcionario del gobierno australiano rechazó la conclusión de que es necesario cerrar las centrales eléctricas de carbón, a pesar que terminar con el uso del carbón es uno de los objetivos declarados de la conferencia COP26.
Claro, Arabia Saudita es un gran productor de petróleo y Australia es un gran productor de carbón.
Cómo cambiar la historia.
Más de la mitad de todas las emisiones de CO2 desde 1751 se emitieron en los últimos 30 años. Sin embargo, el costo de eliminar la producción de combustibles fósiles y ampliar las energías renovables no es grande. Descarbonizar la economía mundial es técnica y financieramente factible.
Requeriría destinar aproximadamente el 2,5% del PIB mundial al año a gastos de inversión en áreas diseñadas para mejorar los estándares de eficiencia energética en todos los ámbitos (edificios, automóviles, sistemas de transporte, procesos de producción industrial) y ampliar masivamente la disponibilidad de fuentes de energía limpias para que las emisiones sean nulas en 2050.
La AIE calcula que el costo anual se ha elevado a 4 trillones de dólares al año debido a la falta de inversión desde la COP de París de hace cinco años. Pero incluso ese costo no es nada comparado con la pérdida de ingresos, empleo, vidas y condiciones de vida de millones de personas durante esta crisis climática.
Y mira, el costo de la crisis global de 2008 fue alrededor de 13 trillones… ¡y ningun gobierno dijo que era imposible pagar la cuenta!
Pero los gobiernos no van a reaccionar, porque para ser realmente eficaz, la industria de los combustibles fósiles tendría que ser eliminada y sustituida por fuentes de energía limpia, y esa industria tiene mucho poder político. Tampoco son capaces de crear puestos de trabajo para los trabajadores desplazados por la reducción o el cierre de industrias innecesarias o perjudiciales.
Menos podrían construir infraestructuras básicas, sistemas de salud y escuelas públicas en los paises del Sur.
Necesitamos inversiones en cosas que la sociedad sí necesita, como la energía renovable, la agricultura ecológica, el transporte público, los sistemas públicos de agua, la recuperación ecológica, la salud pública, las escuelas de calidad y otras necesidades insatisfechas.
Todo esto dependería, en primer lugar, que las empresas de combustibles fósiles pasaran a ser de propiedad pública y estuvieran bajo el control democrático de las personas que viven en el lugar donde se producen los combustibles fósiles. La industria energética debe integrarse en un plan global de reducción de emisiones y de expansión de la tecnología superior de las energías renovables. Esto significa construir una capacidad de energía renovable 10 veces superior a la actual en los servicios públicos.
Eso sólo es posible mediante una inversión pública planificada que transfiera los puestos de trabajo de las empresas de combustibles fósiles a empresas de tecnología verde y medioambiental.
La alternativa a la acción es la catástrofe.
La ONU ha dicho que, incluso con planes y compromisos nuevos y actualizados de los países para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la próxima década, el mundo se enfrenta a un calentamiento global de 2,7 grados para 2100. Eso significará una catástrofe creciente en los próximos años.
Y en realidad, la situación ya es muy grave porque muchos de los últimos planes y compromisos no se cumplirán.
Nos enfrentamos a la catástrofe, a menos que se produzca una amplia transferencia de riqueza de los multimillonarios y multimillonarias para financiar infraestructuras energéticas renovadas, la readaptación de los hogares, un transporte público gratuito rápido y frecuente en todo el país, y decenas de miles de nuevos empleos verdes en la industria y los servicios públicos.
La alternativa es catastrófica