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«Conversas en la playa» por Miguel Silva

Conversas en la playa.

Por Miguel Silva

¿No has tenido una de esas conversaciones tan requete profundas en la playa, después de tomar cerveza o fumar algo?
Bueno, lo que sigue es la respuesta un poco pensada sobre algunas de esas conversas y espero que provoque más. Por allí vamos entonces.
Comencemos con un tema livianito, poco profundo, casi superficial. Es lo que dijo una compa… pensaba que la lucha hoy es sobre nuestro derecho a la democracia, mientras antes, en aquellos días en el lejano pasado, la lucha fue sobre el proletariado y la ´producción. ¡Poca cosa el tema!
Bueno, por lo menos UNA cosa es obvia, y es consecuencia de la debilidad sindical de los y las trabajadores… que hoy en día hay pocas luchas sobre el control de la producción. Huelgas hay pocas, hasta la huelga del 12 de noviembre, tan famosa en algunos recuentos de la revuelta, no fue una gran huelga de los mineros, los supermercados, las fábricas. Razones hay para ese hecho… los supermercados estaban cerrados por susto de los saqueos, los colegios estaban cerrados por susto de las manifestaciones, las micros ya no corrían, los trabajadores y trabajadoras de la salud ya estaban en conflicto con el gobierno por razones de negociaciones. Y los mineros de Chuqui se aprovecharon de la amenaza de la huelga del 12 para presionar a la gerencia y así avanzar en sus negociaciones locales. La gran huelga general del 12 no fue una huelga de producción, entonces, pero sí una movilización con marchas y barricadas.

Pero bueno… no es ninguna sorpresa que aparentemente el proletariado, la clase trabajadora, no lucha en la forma que ha luchado en el pasado.
Por otro lado, muchas mujeres, estudiantes, pueblos originarios, pacientes de la salud, pensionados, han luchado por su derecho democrático a la salud, a una pensión digna, al derecho de no sentirse amenazadas en la casa o en la calle.
Parece entonces, que estas luchas por los derechos democráticos, han tomado el lugar de las huelgas, las tomas de lugares de trabajo y las marchas de trabajadores como productores propiamente tales.
Sin embargo, pregunto yo, ¿la debilidad de los y las trabajadores en sus lugares de trabajo es permanente o es consecuencia de la reestructuración económica y los ataques que han sufrido tras las décadas de la austeridad neoliberal?
Creo que aquellas décadas de ataques han debilitado su confianza, su conciencia, pero no explica por qué los trabajadores no han luchado contra los ataques. Esta debilidad es una situación que no solamente ocurre acá, sino también en gran parte de Europa, en gran parte de Asia, en América del norte. En fin, en gran parte del mundo.

La respuesta, la clave, la respuesta que busco a la causa del debilatamiento, la encuentro en la gran década de los ’60-70, hace medio siglo atrás. Las insurrecciones, huelgas, motines, tomas, marchas, rebeliones de esa época, no ganamos. En fin, perdimos la batalla, las batallas. Incluso, la derrota fue tan grande que solamente recién estamos recuperando el ánimo y la confianza de luchar. Hace menos de veinte años comenzó la nueva ola de luchas, y falta mucho, mucho, por hacer. Por esas razones, no es el proletariado – que ha sufrido los ataques directos de la austeridad en sus lugares de trabajo, la economía reestructurada y la cesantía- que lucha hoy.
Pero otra cosa es que el tan famoso proletariado – la clase trabajadora – sigue como motor de la economía. Está claro que los y las trabajadores de los colegios, de la salud, de los supermercados, de los puertos y minas, de las micros y plantas de celulosa, son los y las que hacen girar este y otros paises. ¿Puedes vivir en este país sin comprar el confort, la pasta de dientes, los tallarines o la bencina, el gas, el agua y la luz?… No.
¿Y quiénes son los que producen esos bienes?… Son los trabajadores que laboran en forma mancomunada. ¿Luchan como clase de productores de esos bienes? Hoy, no. No todavía.

Ahora bien, todo esto me hace recordar otra conversa, muy tarde en la noche cuando todos los demás ya se habían ido para dormir o hacer otras cosas que no vamos a describir en estas líneas… Es el tema de qué tipo de vida queremos y cómo lo vamos a lograr.
Mi compa dijo que los bolivarianos han descubierto el secreto de una nueva vida… es la producción comunal. Producción comunal, mancomunada. Producción entre un grupo de personas que, entre sí, deciden qué producir, qué sembrar, qué cultivar, qué construir o cosechar, para el bien de todo su grupo. Esta producción comunal puede echar raíces tanto en el campo entre campesinos, como en la ciudad, entre pobladores o los millones que compran para vender.
¡Bonito sería!… dije yo, pero, en la realidad, la mayoría de los bienes que consumimos son de producción masiva, industrial. De esa lista de bienes que producen los trabajadores… el confort, la pasta de dientes, los tallarines o la bencina, el gas, el agua y la luz… ¿cuantos se producen a pequeña escala, y cuantos en cantidades masivas?
Esta clara la respuesta, creo, pero ese hecho no cambia la posibilidad de una organización comunal, sino, llama la atención que los trabajadores de aquella mayoría de los bienes que consumimos que se producen en forma masiva, industrial, tienen que formar parte de la comunidad.

El gran tema, entonces, es ¿cómo esa producción sería accesible a la comunidad? Esa producción, hoy día, en este país y todos los otros del mundo, está en manos de capitalistas privados o estatales, y para tener control sobre su producción, los productores tendrían que tomar sus lugares de trabajo de las manos de sus patrones con el propósito de compartir su producción con los campesinos, los pobladores, los trabajadores, los que compran y venden, los jubilados y los cesantes.
¿Los trabajadores, los y las que producen, están dispuestas a tomar ese camino hoy? Claro que no. No todavía.
Bueno, después de la larga y algo dispersa conversa sobre la organización comunal… algo obstaculizada por cantidades de Báltica y un licor alemán que se hace de plantas, el próximo día un comentario cortito me llamó la atención, porque lo escuché hace muchos años atrás y nunca lo olvidé.
Es aquello de «no hay marxismo, solamente marxismos».

Esa frase me hizo recordar un libro que leí cuando joven, que se llamaba «La tradición marxista auténtica» y que fue importante en mi propia formación política.
Ese libro planteó que el Marxismo, como la «ciencia de la revolución de los trabajadores», no proponía organización social que era la misma cosa que un gobierno parlamentario, como decía Kautsky, porque los trabajadores no estaban en control ni de la producción ni del país bajo esas condiciones. Es más, dijo el libro, que el Lenin SÍ era marxista de verdad, porque quería formar un partido «de combate» cuyo fin era ayudar a destruir el estado capitalista y formar un nuevo estado en vez de tomar parte en el estado parlamentario, como sostenía Kautsky. Lenín, entonces, era marxista, y Kautsky no lo era.
Bueno, hoy en día hay más «marxismos» que antes. Lo de Mao, lo de Putin, lo de Chávez y Evo Morales… Y si seguimos el argumento de que el Marxismo es la «ciencia de la revolución de los trabajadores», tenemos que probar que la clase trabajadora es central para el marxismo. Y por ende, que las teorías y prácticas que sostienen que la clase trabajadora NO ES esencial para el marxismo, no son tipos de marxismo, sino son otro tipo de ideas.
¡Manos a la obra entonces!

Bueno, creo que el argumento no es complicado, porque es consecuencia de lo que pensamos del capitalismo… ¿Qué es capitalismo?
Si sostenemos que capitalismo es un sistema social en que la acumulación es central, estamos de acuerdo con Marx. Y si también sostenemos que es el trabajo humano «muerto», o ya existente en medios de producción, lo que acumula más y más trabajo humano nuevo a través de la explotación de la fuerza de trabajo del trabajador asalariado, estamos totalmente de acuerdo con Marx. La forma en que los trabajadores asalariados toman posesión de la gran masa del trabajo humano que ellos y ellas mismas han acumulado, es la ciencia de la revolución de los trabajadores, es la teoría que desarrolló Carlitos Marx.
Ahora bien, si Marx hubiera muerto joven en un accidente de caballo, otra persona o personas podrían haber desarrollado una teoría similar, porque la clase trabajadora ya existía, crecía, tomaba parte en el proceso de explotación y por ende ya era la fuente de acumulación y por ende también de una posible revolución, en el sentido «marxista».
¿Por qué la clase trabajadora asalariada es tan central para el marxismo?… porque ellos y ellas (el «proletariado») producen y por ende pueden «no producir» o «tomar control de la producción» y así liberar toda la enorme acumulación de trabajo humano para el uso de toda la humanidad.
En fin, lo central de aquella «ciencia de la revolución», es la posibilidad de la liberación de la producción… ¿y quiénes son los que mejor pueden liberar la producción?… los mismos productores, el «proletariado».
Así las cosas, así la teoría, así el marxismo, otras teorías que plantean que una revolución (es decir la toma del poder estatal de una clase por otra) puede ser «socialista» o «marxista» sin la integración de los trabajadores a su centro como agente de la liberación de la producción, NO son marxistas, sino voceros de otra clase.
Ahora bien, puedes estar en DESACUERDO con la centralidad de la clase trabajadora, pero estando EN DESACUERDO con ese tipo de ideas, dejas de ser «marxista». ¿Importa que dejes de ser marxista?… SÍ importa, si crees que la revolución debe liberar la producción o no tenemos cómo vivir mejor. Pero si piensas que la producción a escala masiva, NO es importante para la revolución, entonces no eres marxista y no importa.

Así de simple, creo yo.
Bueno, la lista de los «no-marxistas» es larga y cada integrante es digno de una columna, de una conversación propia sobre sus relaciones con la clase trabajadora y las consecuencias para la revolución.
Saludos por eso.

 

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