
«Celebrar antes de tiempo siempre es mala cábala», por Pablo Monroy Marambio
Por: Pablo Monroy Marambio
La encuesta que importa[1]
“La vida sería intolerable si los fenómenos ocurrieran al azar
de una forma completamente impredecible
y carecería de interés si, en el otro extremo,
todo fuera determinista y completamente predecible”
Radhakrishna Rao; Estadística y verdad
“Intimo” será entonces, el nuevo apelativo con que nos referiremos a esas convocatorias que, por su intrínseca falta de atractivo, o por sobrarles conveniencia y faltarle mucha convicción, no logran aglomerar aun cuando mucho que se mientan a sí mismas sobre el atractivo que suponen que tienen. Porque esa es la verdadera causa, no los aforos ni el “derroche” de “la otra campaña”, que insisten en inventarse como explicación, y por mucho eco que de esa explicación hagan los medios afines.
La postal de la alameda es innegable, y hay una pregunta que las encuestas no están haciendo, o bien deben dejar de preguntarle siempre al mismo universo. Pero, a pesar de la aparente buena señal vista ayer (¿porque siempre tienen que haber un “amargado” como uno que no puede simplemente disfrutar las cosas, no?), es sabido que celebrar antes de tiempo siempre es mala cábala. Porque si bien es cierto que una imagen puede valer mis palabras, los números, finalmente, pueden valer muchas imágenes.
El 6 de julio de este año, el Servel publicó el padrón electoral definitivo para las presentes elecciones. Éste cuenta un total nacional de chilenas y chilenos habilitados para sufragar, que asciende a la suma de 15.076.690 de compatriotas, de los cuales el 51% corresponde a mujeres, 7.728.693; mientras que el 49% corresponde a los hombres, 7.347.997. En el extranjero en tanto, los electores habilitados para sufragar ascienden a 97.239 personas, repartidos entre el 52%, 50492 mujeres, y el 48%, 46.747 de hombres. Vale decir, que el total absoluto de los votos que se deberían contar como emitidos la tarde/noche del próximo domingo, verbigracia de la condición de obligatoriedad impuesta para estas elecciones, será de 15.173.929.
El padrón oficial anterior a este, fue el que la entidad entregó en septiembre del año pasado, con miras a lo que fueron la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El total absoluto, contando a los votantes en el país como a los votantes en el extranjero, fue de 15.030.963. Apenas 142.966 personas más, son las que deberán votar ahora.
De ese total absoluto del año pasado, el universo votante, en segunda vuelta, fue finalmente de 8.364.534, vale decir, el 55,65% del universo total. Esos 8 millones y tanto, fueron al cabo el nuevo 100% del cual se desprendieron los porcentajes correspondientes tanto a la opción ganadora, como a la perdedora, además de los votos nulos y blancos.
Así, nuestro actual presidente obtuvo el 55,87%, de dicho nuevo 100%. Mas de 4 millones y medio de votos. Todos podemos recordar lo mucho que los medios hicieron hincapié en aquel triunfo “arrasador”, “histórico”, etc. que en rigor fue efectivamente así, pues del padrón “cautivo” que siempre vota, es un hecho que Gabriel Boric acaparó una amplia mayoría de los votos, Ahora bien, y quizá también recuerden ustedes que lo ha sido mi tema constante en cada comicio, es lo relativo a la partición, al civismo.
Y es que me generan un poco de escozor los triunfalismos exacerbados, cuando los números absolutos nos dicen que, en verdad, de todo el universo de votantes, lo que se llevó el actual mandatario fue de apenas el 30,74%. Si lo ponemos en perspectiva, y usamos la misma lógica, Piñera asumió su segundo mandato con un también muy vitoreado 54,57%, que en verdad correspondió solo al 26,54% del padrón total habilitado para sufragar en esa elección y año.
La fiebre de las últimas elecciones presidenciales dio lugar a comparaciones históricas bastante antojadizas de parte de algunos “expertos”. De “sorprendentes coincidencias” hablaban, con mucha soltura, al momento de señalar la similitud de los números actuales con los de 1988 (dada la alta convocatoria de ambos comicios).
Pero (dicho sea en honor de ese rigor tan poco presente en tales afirmaciones) estas comparativas inducen a error, si no se tiene en consideración la proporcionalidad y, ¿por qué no? El contexto.
Proporcionalidad relativa al crecimiento demográfico del país desde finales de los ’80 hasta ahora y la evolución del padrón de acuerdo a dicho crecimiento; y las condiciones de contexto, que por cierto establecían un escenario y motivaciones muy distintas a las actuales.
La del plebiscito del Si y el No, sigue siendo la única elección nacional en la que, literalmente, votó casi la totalidad del padrón habilitado para hacerlo (97,72%, 7.251.933 de votos emitidos, de un total de 7.435.913).
Esta mención no es inocente en absoluto, pues es justamente este componente de la obligatoriedad, que vuelve a ponerse en práctica luego de 10 años de inscripción automática y voto voluntario (que tampoco incidió como se esperaba en revertir la escasa participación electoral de la ciudadanía, como pensaban que pasaría, las cabezas que en enero de 2012 pusieron en marcha este modelo, abandonando el antiguo sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio, vigente, literalmente desde 1962, por decreto de ley emanado desde el gobierno de Jorge Alessandri – porque, sepa usted que, el 13 de noviembre de 1973, la Junta Militar dio la orden de inutilizar los registros electorales nacionales vigentes hasta entonces, para luego proceder a destruirlos en julio de 1974.
Esto, para que cuando le esgriman ese argumento de que la dictadura fue en realidad “dictablanda”, como dijo el asesino, aduciendo que hubo una consulta nacional en 1978, y luego un plebiscito para “validar” esa constitución de 1980 que todavía nos rige, tenga usted argumentos suficientes para, una vez más, exponer las mentiras y los fraudes por cuya legitimidad de bisutería tanto insiste en seguir desgastándose un sector muy específico de este país), el que, eventualmente, podría hacer cambiar las cosas, respecto de ese universo votante que, cientos más, cientos menos, se ha mantenido ciertamente invariable a lo largo de las últimas elecciones.
La obligatoriedad de todas maneras, lo sabemos, tampoco es garantía de que los resultados cambiarán radicalmente, respecto de lo que hemos podido apreciar en los años anteriores. Pero, esperamos quienes estamos tan pendientes de estas cuentas, signifique al menos una fotografía ciertamente más fidedigna de nosotros mismos, que la que hemos podido ver hasta ahora, en donde la mitad de los presentes no habían salido aun en la foto.
¿A qué me refiero?
Nuestro sistema electoral, ya sea con el antiguo o con el actual modelo, de algún modo cuasi consuetudinario, simplemente ha asumido, desde la Concertación hasta acá, que existe una masa (no menor) de la población que simplemente no participa, sin hacer ningún esfuerzo extra por saber nada más de ellos.
¿Quiénes son?
¿Por qué no votan?
¿Por qué sí votarían?
¿Qué querrá decir el que no participen?
¿Que la democracia representativa no los representa?
¿Que son ácratas?
¿Que es simple desidia?
Siempre se puede apuntar a la manera brutal en que se ha ido despojando de herramientas de formación de pensamiento crítico, a un sistema educacional público que ya era deficiente antes de esas amputaciones, pero aun ni en este argumento, por más probable que parezca, podemos afirmarnos con total veracidad, simplemente porque aún no se ha comprobado.
La neoliberalización salvaje a la que nos han sometido durante los últimos treinta y tantos años, repitiéndonos de manera incansable el mantra de que éramos lo mejor de Latinoamérica (vale decir, volviendo individual, introyectando en cada uno de nosotros el cuestionamiento de porqué algunos no somos tan exitosos, si todos en el país nos decían que bastaba con querer serlo), puede también ser una de las explicaciones más probables del fenómeno, pero, una vez más, tampoco esto se ha comprobado cabalmente.
En estadística y en lógica, se ha intentado largamente el establecer lo que se entiende por probabilidad, posibilidad, verdad e incertidumbre. Vale decir, las herramientas existen. Siempre el resultado es un aproximado, es cierto, pero un aproximado que puede ser bastante fidedigno y que, dicho sea de paso, siempre será mejor que la mera suposición sin mayor base (tema aparte los escándalos por las “verdades” por las que se contratan a ciertas consultoras).
Y si bien es sabido en el terreno de las mediciones, que la única encuesta perfecta es el censo (aunque ni en eso podemos confiar hoy, verbigracia del último realizado en este país), las próximas elecciones nos dirán por lo menos si quienes tuvieron que ir a votar a regañadientes, so amenaza de multa por no hacerlo, siguen eligiendo de todas formas el no expresarse, o el anular, o simplemente invalidar el voto.
No tendremos ya el número parcial de blancos y nulos, cuyo pequeño porcentaje se desprende del universo cautivo que si vota, tendremos al menos una visión más amplia al respecto. La obligatoriedad de estas próximas elecciones, vuelvo a insistir en lo mismo, no significan nada aun; perfectamente se podrían repetir los porcentajes que ya hemos visto para una opción o la otra, y la diferencia en la asistencia solo podría verse reflejada en la cantidad de votos “sin dueño” que finalmente se recuenten. Ya veremos.
Hoy día enfrentamos las consecuencias de años de desinterés, de parte de las distintas administraciones (si cree que exagero, vaya usted a escuchar a Quelentaro, o al Canto Nuevo, o al rap de los ’90, para cerciorarse de que el asunto no es nada nuevo), respecto de las problemáticas, necesidades y demandas de los pueblos originarios, que cuando no ha sido desinterés, ha desbordado en victimización y romanticismo respecto de un “pueblo desvalido” y sin agenda propia, transformándose en esta bola de nieve que tiene en entredicho al actual gobierno, que al menos ha querido intentar proceder de una manera distinta a la forma persecutoria en que lo han hecho los predecesores.
Pues bien, esta voz silenciosa, esta masa totalmente “indiferente”; nihilista? Ha sido una constante en las últimas décadas, y ese no decir algo quiere decir. No vaya a ser que de pronto “no veamos venir” este mensaje que se venía escribiendo desde hace tiempo, y no necesariamente porque esos que no participan algún día sean una mayoría realmente considerable, a tal punto que puedan poner en jaque a nuestro sistema de representación y con ello, la legitimidad de las instituciones, que podría ser.
Si no que porque seguir desoyendo a ese silencio, pone en serio riesgo la libertad de todas y todos nosotros, la que a falta de votos, fácilmente puede terminar siendo secuestrada por algún fanático o algún “vivo”, que poniendo atención justamente en este campo de cultivo, desparrame toda clase de populismos solo con la intención de su propio beneficio, ya sea que eso cueste derechos civiles, economías o vidas. Y de esto, lamentablemente ya hemos tenido algunos adelantos.
En fin, de todo esto y más ya podremos hablar con mayor propiedad el próximo lunes. Con una nueva constitución, confío, en que además se extenderá aun más la posibilidad del voto, a mayores de 16 años de acuerdo a ciertas especificaciones. Siempre es bueno ampliar la participación, siempre es bueno que estemos todos, para dar nuestro parecer aun si todavía es solo de manera representativa; también eso deberá cambiar el día de mañana.
Siempre será bueno sumar, pero no a la fuerza, no por obligación. Hay que dejar de una vez por todas este ademán tan persecutorio que para todo se pone en práctica en estos suelos. La fotografía que se tome este fin de semana puede terminar mostrándonos la importancia de dedicarnos más tiempo a contarnos nuestra historia, a explicarnos lo que significa ser chilena y chileno, que poco tiene que ver con símbolos, del todo vacíos cuando lo que no se ha inculcado es el sentido de pertenencia, y la corresponsabilidad y codepencia que ella nos confiere.
Hay que aprobar para acercarnos al futuro que vislumbraron tantas y tantos que ya no están, pero hay que hacer caber en él a los que, por un motivo u otro, no han querido estar.
Nos vemos el domingo.
Carlos Sepúlveda Jofrécs
Estoy de acuerdo con su analisis estimado, Chile es de todos los chileno y como tal se debe trabajar para q así se haga realidad. Mi humilde opinion, es el apruebo el q nos puede llevar a ser un Chile más justo para todos chilenas y chilenos mirando el futuro con más dignidad y la esperanza puesta en los más jovenes. Por Chile, yo estoy por el apruebo. Saludos estimado
pablo monroy
que triste que el resultado sea el que hoy debemos afrontar, pero no debemos bajar los brazos.
Muchas gracias por pasar